No hay nada como escribir teatro y tener por cuñado a uno de los cerebros musicales más agudos del siglo XX, capaz y deseoso de poner música ambiental a las representaciones escénicas.
El compositor finés Jean Sibelius escribió seis piezas para el drama Kuolema («Muerte», 1903), de Arvid Järnefelt, hermano de su mujer.
Entre ellas había un vals que, según un amigo de Sibelius, se le ocurrió al compositor en el restaurante Kämp de Helsinki —que todavía existe—, mientras se atracaba de ostras, quinina y soda. (Sibelius bebía como un cosaco, pero aquel día estaba resfriado y por eso prefirió consumir quinina pura.)
Lo que ha sobrevivido no es la obra de teatro, sino la música. Sibelius revisó el melancólico vals del drama y lo dio a conocer en su versión actual, con el nombre de «Vals triste», en 1904. El público finés se entusiasmó; no tardó en recorrer las salas de conciertos de Europa y desde entonces figura en el repertorio de las orquestas.
Clemency Burton-Hill
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