En un año y medio, Macri aumentó la pobreza de 25,7% a 35,4%. Y no hacía falta que el INDEC difundiera las cifras de la pobreza en el país para que supiéramos que la situación empeoró drásticamente: no podía esperarse otra cosa considerando que los trabajadores, jubilados, pensionados y beneficiarios de asignaciones familiares vienen perdiendo por goleada frente a una inflación persistente, aunque el gobierno insista en negar la realidad diciendo que estaba empezando a bajar. Y eso que aun falta lo peor: las cifras del tercer trimestre, cuando la nueva corrida cambiaria y la consecuente aceleración de los índices inflacionarios seguramente terminaron arrojando a más argentinos a la pobreza y la indigencia. Los números que ahora se oficializan (y sin que esto implique concederles credibilidad plena) junto con los de la evolución del empleo explican los resultados de las PASO mejor que cualquier encuesta previa, o análisis posterior. Porque resulta que, mal que le pese a Durán Barba, la economía pesa y la gente sigue votando con el bolsillo. Y si tendríamos que creerle a los discursos políticos dominantes, que coinciden todos en manifestar su preocupación por la pobreza, no debería haber tema de agenda más importante que éste en plena campaña electoral, y sin embargo no es así; de modo que hay algo que no cierra en todo esto.
El último ciclo de políticas neoliberales que está terminando va a haber alcanzado una duración mucho más corta que los dos procesos anteriores. El modelo de la dictadura militar había llegado a sostenerse durante ocho años y el de la Convertibilidad se extendió por casi 11 años. A diferencia de con la Convertibilidad, el régimen amarillo asumió con una economía que no estaba en crisis, pero a fuerza de relato primó la idea de que la economía sufría del estancamiento, sin percibir que esa estabilización no se había originado tras una crisis, sino después de un muy importante proceso de crecimiento en todas las ramas de actividad. Asimieron y rápidamente destrozaron todo, aspecto que se vió tanto en la calidad de vida de las mayorías, repercutió directamente en los valores de desocupación y la caída de salarios, generando una verdadera fábrica de pobres.
Más allá de los fríos números que se difunden, está la cuestión de todo lo que implica la pobreza: si se desgranan las cifras, se advierte que así como el desempleo golpea más en los jóvenes, la pobreza y la indigencia son más marcadas y graves entre los niños; lo cual habla de una dimensión intergeneracional del problema, que compromete gravemente el futuro del país. Un presente doloroso, y un futuro incierto. Hay millones de argentinos que están en el borde de la línea de pobreza, y que si la dinámica de la economía sigue como viene (y nada indica que vaya a mejorar), terminarán cayendo.
En ese bizarro tour de despedida del peor gobierno de nuestra historia democrática que han dado en llamar la gira del "Sí, se puede": Macri ni siquiera viene mencionando en forma tangencial la pobreza, y todos los que van a apoyarlo no se lo exigen, ni lo interpelan por respuestas a ella, aun cuando quieren que creamos que en el 2015 lo votaron porque prometía la “pobreza cero”: una tomada de pelo tan gigantesca como pretender que votaron a Macri y lo volverían a hacer, porque les preocupa la corrupción.
En ese bizarro tour de despedida del peor gobierno de nuestra historia democrática el Felino Macri ni siquiera viene mencionando en forma tangencial la pobreza, y todos los que van a apoyarlo no se lo exigen, ni lo interpelan por respuestas a ella, aun cuando quieren que creamos que en el 2015 lo votaron porque prometía la "pobreza cero": una tomada de pelo tan gigantesca como pretender que votaron a Macri y lo volverían a hacer, porque les preocupa la corrupción.
Hay cierta gente que hace de la preservación de la verdadera grieta (la de la injusticia social y la desigualdad) su identidad política. Esa es la verdadera grieta, y no es política, es humana, de valores: es la grieta entre el humanismo y el antihumanismo, de quienes pretenden lo mejor para las mayorías sin importar su color político, su color de piel, su edad, su sexo, su condición social. El humanismo no es parte de un partido político en general, y es la verdadera forma de construír algo uniendo al mejor sector de la sociedad, esté en el lugar que esté.
La diferencia entre humanismo y antihumanismo es abismal, y no puede ser salvada con apelaciones a la buena voluntad, o a deponer los enfrentamientos entre argentinos. Con gente que odia la movilidad social de la cual son resultado, con los que necesitan que haya cada vez más pobres para ser ellos cada vez más ricos, o con los que adopta su visión del mundo aunque sean unos secos notables, no nos separa una grieta: nos separa algo más profundo que la zanja de Alsina. Y ojalá que siga siendo así.
Gráfico ilustrativo de la economista Julia Strada sobre el tobogán de ingresos de los trabajadores: los salarios del sector privado perdieron 20 por ciento desde 2015. |
Más allá de los fríos números que se difunden, está la cuestión de todo lo que implica la pobreza: si se desgranan las cifras, se advierte que así como el desempleo golpea más en los jóvenes, la pobreza y la indigencia son más marcadas y graves entre los niños; lo cual habla de una dimensión intergeneracional del problema, que compromete gravemente el futuro del país. Un presente doloroso, y un futuro incierto. Hay millones de argentinos que están en el borde de la línea de pobreza, y que si la dinámica de la economía sigue como viene (y nada indica que vaya a mejorar), terminarán cayendo.
En ese bizarro tour de despedida del peor gobierno de nuestra historia democrática que han dado en llamar la gira del "Sí, se puede": Macri ni siquiera viene mencionando en forma tangencial la pobreza, y todos los que van a apoyarlo no se lo exigen, ni lo interpelan por respuestas a ella, aun cuando quieren que creamos que en el 2015 lo votaron porque prometía la “pobreza cero”: una tomada de pelo tan gigantesca como pretender que votaron a Macri y lo volverían a hacer, porque les preocupa la corrupción.
En ese bizarro tour de despedida del peor gobierno de nuestra historia democrática el Felino Macri ni siquiera viene mencionando en forma tangencial la pobreza, y todos los que van a apoyarlo no se lo exigen, ni lo interpelan por respuestas a ella, aun cuando quieren que creamos que en el 2015 lo votaron porque prometía la "pobreza cero": una tomada de pelo tan gigantesca como pretender que votaron a Macri y lo volverían a hacer, porque les preocupa la corrupción.
¿16 millones? ¿18 millones? TragediaSilvana Melo
¿Es necesario esperar tres cifras oficiales y un par de caras compungidas de quienes son hacedores de este drama para saber lo que se vive? ¿Hay que estar F5 actualizando portales a las 4 de la tarde para que el INDEC diga lo que la calle grita todo el tiempo y los que no ven es que no quieren ver? ¿Es creíble hacer una puesta con bambalina incluida para presentar un número a todas luces escaso y mentiroso, que quedó viejo y desactualizado el 12 mismo de agosto, lunes después de la PASO, es decir un mes y 19 días atrás cuando la pobreza llovió en la cabeza de todos –o casi todos- como un chaparrón con granizo sin alerta del SMN?
¿Nadie sabía que hay 16 millones de pobres o en realidad que había 16 millones de pobres hasta el 11 de agosto y que ahora tiene que haber unos 18 o 19 millones desparramados por todo el país?
¿Qué cambia el 35,4 % en la doña sentada en la puerta del Carrefour Express de avenida Santa Fe con los tres niños y una manta y uno de ellos que se tapa las orejas y mira para abajo como para correrse del mundo? ¿Qué le devuelve el porcentaje en la tapa de los portales al flaco que empuja el carro y ya no da más y el cartón no vale nada y si se lo gasta en escabio terminará sin nada en la panza pero con la conciencia cerrada para no sentir? ¿Qué les demuestra el 35,4 % a las multitudes que son seis puntos más pobres en cuatro años y que en realidad son diez puntos más pobres en cuatro años pero si el gráfico de barras no se los dice los pibes no les lloran de hambre los fines de semana cuando no hay escuela ni comedor?
¿Qué les cambia a los que dicen hacer patria en los barrios selectos de la Caba el 52,9% de pobreza en Concordia, que queda tan lejos, tan desesperadamente remota, tan provincia, tan más de la mitad de la gente sin lo necesario para vivir con dignidad pero lejos de donde dios tiene la oficina central y da misa los domingos?
¿Qué les provoca, además del qué barbaridad, las manos en las mejillas y a otra cosa, el 52,6% de la pobreza en los niños porque en esta tierra injusta y mal llevada por los que la llevan, los más pobres y los más castigados son las niñas y los niños de hasta 14 años, justamente los más frágiles, hay que ver qué tamaño tiene la impiedad? ¿Hasta dónde les duele en serio y no sólo hasta el límite del ambo casual o de la falda justo por debajo de la rodilla que el 13 % sea indigente es decir no le alcance para comer a la infancia en naufragio?
¿Con qué escribe la vena que se inspira en un trabajador muerto en Ezeiza para reducir a la mitad las indemnizaciones por accidentes de trabajo? ¿Con qué, si encima lo escribe un día antes de que el INDEC anuncie la pobreza que, multiplicada, anda como el fuego de la pólvora quemándose las esperanzas?
Todas las alternativas son caras del capitalismo con maquillajes diversos. Pero ¿no es este descalabro político una tragedia humanitaria desplegada sobre los sectores populares más frágiles? ¿No es un golpe feroz sobre un amanecer postergado quién sabe hasta qué día de estas vidas?
“Si al terminar mi presidencia no bajé la pobreza, habré fracasado, más allá de lo que hayamos obtenido. Todo lo demás serían excusas”, Mauricio Macri, 6 julio, 2016.
No fue su fracaso.
Fue su éxito.
Hay cierta gente que hace de la preservación de la verdadera grieta (la de la injusticia social y la desigualdad) su identidad política. Esa es la verdadera grieta, y no es política, es humana, de valores: es la grieta entre el humanismo y el antihumanismo, de quienes pretenden lo mejor para las mayorías sin importar su color político, su color de piel, su edad, su sexo, su condición social. El humanismo no es parte de un partido político en general, y es la verdadera forma de construír algo uniendo al mejor sector de la sociedad, esté en el lugar que esté.
La diferencia entre humanismo y antihumanismo es abismal, y no puede ser salvada con apelaciones a la buena voluntad, o a deponer los enfrentamientos entre argentinos. Con gente que odia la movilidad social de la cual son resultado, con los que necesitan que haya cada vez más pobres para ser ellos cada vez más ricos, o con los que adopta su visión del mundo aunque sean unos secos notables, no nos separa una grieta: nos separa algo más profundo que la zanja de Alsina. Y ojalá que siga siendo así.
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