Edward L. Bernays, sobrino de Sigmund Freud y uno de pioneros en el estudio de la psicología de masas, escribió en su libro Propaganda (1928), "La manipulación deliberada e inteligente de los hábitos estructurados y de las opiniones de las masas es un elemento importantes en las sociedades democráticas. Aquellos que manipulan este oculto mecanismo de la sociedad constituyen un gobierno invisible que es el verdadero poder dirigente de nuestro país". En los próximos años asistiremos al final de la democratización de la información mediante la imposición de leyes que prohíben el uso de determinados términos para continuar con la implementación de filtros en los servidores de los ISP. Según un estudio de la organización OpenNet, 25 países ejercerían la censura de webs con contenidos políticos o sociales "peligrosos".
Vivimos en un mundo en el que unas cuantas empresas de alta tecnología, a veces trabajando en estrecha colaboración con los gobiernos, no solo están vigilando nuestras actividades sino también controlando –cada día más– lo que pensamos, sentimos, hacemos y decimos.
En "El talón de hierro" (de 1908), el escritor estadounidense Jack London imaginó un mundo en el que un puñado de riquísimos titanes corporativos –los "oligarcas"– mantenían a raya a las masas mediante una combinación de premios y castigos. La mayor parte de la humanidad vivía en una virtual esclavitud que permitía una vida confortable a cambio de la renuncia de cada uno al control de su vida. En "Nosotros" (de 1924) el ruso Yevgeny Zamyatin anticipó los excesos de control describiendo un mundo en el que el pueblo era controlado mediante un omnipresente monitoreo. Y ya hemos hablado mucho de "Un mundo feliz" de Huxley (1932) y "1984" de Orwell (1949). Sin lugar a dudas, se trata de relatos de ficción, pero en el ensayo "Las formas ocultas de la propaganda" (de 1957) el periodista Vance Packard describió un extraño tipo de influencia que, en cierto modo, era más amenazador que las categorías de control imaginadas en las ficciones mencionadas antes: ejecutivos corporativos empleando métodos sutiles (basados en estudios psicológicos, en la psiquiatría y las ciencias sociales) y, en muchos casos, completamente indetectables para cambiar el pensamiento, las emociones y el comportamiento de las personas-público-clientes. Packard describió una maquinación en la que los comerciantes trabajaban en estrecha colaboración con científicos sociales para encontrar, entre otras cosas, la forma de conseguir que la gente comprara cosas que no necesitaba y de condicionar a los niños pequeños para que se convirtieran en buenos consumidores –unas inclinaciones que habían sido explícitamente cultivadas y entrenadas en el "Mundo Feliz" de Huxley–. Aconsejados por las ciencias sociales, los comerciantes aprendieron rápidamente los procedimientos para aprovechar las inseguridades, las flaquezas, los temores inconscientes, la agresividad y el deseo sexual de las personas, para modificar su forma de pensar, sus emociones y comportamientos sin que ellas tengan conciencia de que son manipuladas.
Según Edward L. Bernays: "Somos gobernados, nuestras mentes están amoldadas, nuestros gustos formados, nuestras ideas sugeridas, en gran medida por hombres de los que nunca hemos oído hablar". Asimismo, fundamenta el sustento de todos los sistemas de gobierno en la "manipulación de la opinión pública", al afirmar que "los Gobiernos, ya sean monárquicos, constitucionales, democráticos o comunistas, dependen de la aquiescencia de la opinión pública para llevar a buen puerto sus esfuerzos y, de hecho, el Gobierno sólo es Gobierno en virtud de esa aquiescencia pública".
En otro de sus libros, "Cristalizando la opinión pública", desentraña los mecanismos cerebrales del grupo y la influencia de la propaganda como método para unificar su pensamiento. Así,según sus palabras "la mente del grupo no piensa, en el sentido estricto de la palabra. En lugar de pensamientos tiene impulsos, hábitos y emociones. A la hora de decidir su primer impulso es normalmente seguir el ejemplo de un líder en quien confía. Este es uno de los principios más firmemente establecidos por la psicología de masas", por lo que la propaganda del establishment será dirigida no al sujeto individual sino al Grupo en el que la personalidad del individuo unidimensional se diluye y queda envuelta en retazos de falsas expectativas creadas y anhelos comunes que lo sustentan.
Vance Packard, ya a principios de los cincuenta, anunció que los políticos empezaron a venderse como si fueran una mercancía, utilizando las mismas fuerzas sutiles que se habían usado para vender un jabón. Encabezó el capítulo dedicado a los políticos con esta inquietante cita del economista inglés Kenneth Boulding: "Es concebible un mundo de dictadores ocultos que continúen empleando formas democráticas de gobierno".
Vivimos en un mundo en el que unas cuantas empresas de alta tecnología, a veces trabajando en estrecha colaboración con los gobiernos, no solo están vigilando nuestras actividades sino también controlando –cada día más– lo que pensamos, sentimos, hacemos y decimos.
En "El talón de hierro" (de 1908), el escritor estadounidense Jack London imaginó un mundo en el que un puñado de riquísimos titanes corporativos –los "oligarcas"– mantenían a raya a las masas mediante una combinación de premios y castigos. La mayor parte de la humanidad vivía en una virtual esclavitud que permitía una vida confortable a cambio de la renuncia de cada uno al control de su vida. En "Nosotros" (de 1924) el ruso Yevgeny Zamyatin anticipó los excesos de control describiendo un mundo en el que el pueblo era controlado mediante un omnipresente monitoreo. Y ya hemos hablado mucho de "Un mundo feliz" de Huxley (1932) y "1984" de Orwell (1949). Sin lugar a dudas, se trata de relatos de ficción, pero en el ensayo "Las formas ocultas de la propaganda" (de 1957) el periodista Vance Packard describió un extraño tipo de influencia que, en cierto modo, era más amenazador que las categorías de control imaginadas en las ficciones mencionadas antes: ejecutivos corporativos empleando métodos sutiles (basados en estudios psicológicos, en la psiquiatría y las ciencias sociales) y, en muchos casos, completamente indetectables para cambiar el pensamiento, las emociones y el comportamiento de las personas-público-clientes. Packard describió una maquinación en la que los comerciantes trabajaban en estrecha colaboración con científicos sociales para encontrar, entre otras cosas, la forma de conseguir que la gente comprara cosas que no necesitaba y de condicionar a los niños pequeños para que se convirtieran en buenos consumidores –unas inclinaciones que habían sido explícitamente cultivadas y entrenadas en el "Mundo Feliz" de Huxley–. Aconsejados por las ciencias sociales, los comerciantes aprendieron rápidamente los procedimientos para aprovechar las inseguridades, las flaquezas, los temores inconscientes, la agresividad y el deseo sexual de las personas, para modificar su forma de pensar, sus emociones y comportamientos sin que ellas tengan conciencia de que son manipuladas.
Según Edward L. Bernays: "Somos gobernados, nuestras mentes están amoldadas, nuestros gustos formados, nuestras ideas sugeridas, en gran medida por hombres de los que nunca hemos oído hablar". Asimismo, fundamenta el sustento de todos los sistemas de gobierno en la "manipulación de la opinión pública", al afirmar que "los Gobiernos, ya sean monárquicos, constitucionales, democráticos o comunistas, dependen de la aquiescencia de la opinión pública para llevar a buen puerto sus esfuerzos y, de hecho, el Gobierno sólo es Gobierno en virtud de esa aquiescencia pública".
En otro de sus libros, "Cristalizando la opinión pública", desentraña los mecanismos cerebrales del grupo y la influencia de la propaganda como método para unificar su pensamiento. Así,según sus palabras "la mente del grupo no piensa, en el sentido estricto de la palabra. En lugar de pensamientos tiene impulsos, hábitos y emociones. A la hora de decidir su primer impulso es normalmente seguir el ejemplo de un líder en quien confía. Este es uno de los principios más firmemente establecidos por la psicología de masas", por lo que la propaganda del establishment será dirigida no al sujeto individual sino al Grupo en el que la personalidad del individuo unidimensional se diluye y queda envuelta en retazos de falsas expectativas creadas y anhelos comunes que lo sustentan.
Vance Packard, ya a principios de los cincuenta, anunció que los políticos empezaron a venderse como si fueran una mercancía, utilizando las mismas fuerzas sutiles que se habían usado para vender un jabón. Encabezó el capítulo dedicado a los políticos con esta inquietante cita del economista inglés Kenneth Boulding: "Es concebible un mundo de dictadores ocultos que continúen empleando formas democráticas de gobierno".
Recuerdo que, a fines de los noventas, haciendo encuestas sociales y políticas en Avenida Santa Fe y Coronel Díaz, paré a un muchacho, muy agradable y coon el que compartimos rápidamente ciertos ideales en común, pero al poco tiempo de hablar con él, me transmitió su descreímiento en un cambio social; según lo que me dijo, trabajaba en una importantísima agencia publicitaria de nivel mundial, y él podía observar cómo era el procedimiento de construcción de las "necesidades" que luego serían abrazadas por la población, se refería a las campañas donde se formaban el modo de vestir, la moda, la música, absolutamente todo es moldeado según las necesidades no de los consumidores sino las corporaciones. Después de todo, el gobierno del Felino Macri y su Corporación Cambiemos es otra cara de este fenómeno, pero llevado a la política.
Las fuerzas descritas por Packard en su momento, se han hecho aún más sutiles: la música relajante que oímos en el supermercado hace que caminemos más lentamente y compremos más alimentos, los necesitemos o no. Muchos de los insustanciales pensamientos e intensos sentimientos que viven nuestros niños o adolescentes desde que se levantan hasta que se acuestan están cuidadosamente orquestados por habilísimos profesionales del marketing que trabajan en las industrias de la moda y el entretenimiento. Los políticos trabajan con una gran variedad de consultores que estudian cada cosa que hace su jefe con el propósito de que atraiga un votante más; la vestimenta, la entonación, la expresión facial, el maquillaje, el peinado y el discurso; todo es optimizado al máximo, tal como se hace con el envase del cereal para el desayuno.
Afortunadamente, todas esas fuentes de influencia operan en mutua competencia. Algunos tratan de convencernos de que compremos o creamos una cosas determinada; otros, que compremos o creamos otra distinta. Es la naturaleza competitiva de nuestra sociedad la que nos permite, después de todo, una relativa libertad.
Pero, ¿qué pasaría si empezaran a surgir unas nuevas formas de control que compitieran poco o nada entre ellas? ¿Y qué pasaría si se desarrollaran nuevas herramientas de control que fueran mucho más potentes –y mucho más invisibles– que cualquier otra del pasado? ¿Y qué pasaría si los nuevos instrumentos de control permitieran que un puñado de gente ejerciera una enorme influencia no solo sobre los ciudadanos de Estados Unidos sino sobre la mayoría de los habitantes de la Tierra?
Quizàs alguien se haya sorprendido al leer esto, pero todas esas cosas ya han pasado.
El estadounidense Harold Lasswell (uno de los pioneros de la "mass comunicación research"), estudió después de la Primera Guerra Mundial las técnicas de propaganda e identificó una forma de manipular a las masas, teoría plasmada en su libro "Técnicas de propaganda en la guerra mundial" (1927) y basada en "inyectar en la población una idea concreta con ayuda de los medios de comunicación de masas para dirigir la opinión pública en beneficio propio y que permite conseguir la adhesión de los individuos a su ideario político sin tener que recurrir a la violencia", fruto del encefalograma plano de la conciencia crítica de la sociedad actual, favorecida por una práctica periodística peligrosamente mediatizada por la ausencia de la exégesis u objetividad en los artículos de opinión, convirtiendo al periodismo en solo un objeto de transmisión de los postulados del establishment o sistema dominante.
El actual sistema dominante o establishment de las sociedades occidentales utilizaría pues la dictadura invisible del consumismo compulsivo de bienes materiales para anular los ideales del individuo primigenio y transformarlo en un ser acrítico, miedoso y conformista que pasará a engrosar ineludiblemente las filas de una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable mediante las técnicas de manipulación de masas.
El sociólogo y filósofo alemán Herbert Marcuse, en su libro "El hombre Unidimensional" (1964), explica que la función básica de los medios es desarrollar pseudonecesidades de bienes y servicios fabricados por las corporaciones gigantes, atando a los individuos al carro del consumo y la pasividad política, sistemas políticos que serán caldo de cultivo del virus patógeno conocido como autocracia, forma de Gobierno ejercida por las corporaciones con un poder absoluto e ilimitado, especie de parásito endógeno de otros sistemas de gobierno (incluida la llamada democracia formal), que partiendo de la crisálida de una propuesta partidista elegida mediante elecciones libres, llegado al poder se metamorfosea, develando sus verdaderos intereses (las ganancias de las corporaciones) con claros tintes totalitarios (inflexible, centralista y autoritario).
Se dice que en los próximos años asistiremos al final de la democratización de la información (siguiendo la senda emprendida por los llamados "países totalitarios", mediante la imposición de leyes que prohíben el uso de determinados términos (en China, por ejemplo, "democracia" o "derechos humanos") para continuar con la implementación de filtros en los servidores de los ISP. Así, según un estudio de la organización OpenNet (integrada por las universidades de Oxford, Cambridge, Harvard y Toronto), 25 países ejercerían la censura de webs con contenidos políticos o sociales "peligrosos" e impedirían asimismo el acceso a aplicaciones aplicando sofisticados métodos de censura gracias a la colaboración de empresas occidentales, doctrina que se implementará en la vieja Europa tras los atentados yihadistas de París y que tendrá como efecto colateral la imposibilidad del acceso universal a la red en la próxima década y el retorno a sus orígenes de la Red de Redes al quedar Internet convertido en herramienta exclusiva de las élites políticas, económicas y militares, lo que de facto constituirá una deriva totalitaria y la implementación del déficit democrático como estigma recurrente de las llamadas democracias formales occidentales.
Son todos Narcos! .. de los malos! ..
ReplyDeleteAqui les dejo este manual... Maniplacion de las masas... utilizado desde hace muchos años por el difunto Fidel y todos sus discipulos latinoamericanos y desde hace un tiempo por el mismisimo Trompita... pasando por Chavez, Los Kirchner, Maduro... y todos los que de algun modo necesitan ese respaldo para poder gobernar, me refiero al respaldo de un pueblo ignorante .... ahi les va.... 1. La estrategia de la distracción El elemento primordial del control social es la estrategia
ReplyDeletede la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes.
La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad,
flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si
ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.
Parte 2....
ReplyDelete6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas,
deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…
7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…
9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se auto desvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!
10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.