La amenaza de guerra en Ucrania expresa la intensificación de las contradicciones imperialistas: la cultura del suicido. El dolor ajeno vistos, desde una América Latina donde se conjugan la extrema miseria, la violencia de las relaciones de clase, el imperialismo de EEUU y la hegemonía de la Iglesia católica, como parte de un espectáculo, una película de una guerra prefabricada. Mientras el mundo sigue sufriendo la pandemia de coronavirus, en un momento donde nunca tan pocos han sido dueños de tanto y han tenido tal poder sobre la economía y política mundial (Black Rock, State Street y Vanguard controlan 22 billones de dólares en activos, poco menos de los casi 24 billones que es el PIB de EEUU). La cultura del suicidio ecológico, del suicidio guerrero, del suicido de la droga, libertad de suicidarse y matar en pos de una "sociedad libre", libres para ser eliminados por los poderosos. Como en Ucrania, como en Latinoamérica, como en cualquier parte del mundo.
Silo - La arenga prohibida (1969)
Rusia y los países de Occidente se enfrentan por Ucrania, en un "tira y afloja" que la diplomacia increíblemente no ha podido resolver. El jueves Kiev comenzó a bombardear con artillería pesada a la población civil del Donbass, por lo que los líderes de las Repúblicas de Donetsk y Lugansk, ordenaron ayer viernes la evacuación de los civiles hacia Rusia, con el objetivo es evacuar 700.000 personas.
No necesitamos más guerras, no necesitamos más conflictos. Estamos viviendo uno de los momentos más desafiantes en la historia de la humanidad y no necesitamos que nos inventen otra guerra y más sufrimiento.
Hoy, cuando la extrema derecha, los neofascistas y los libertarios de derecha (que declaran ser revolucionarios sin saber ni como ni para quién quieren cambiar la sociedad) levantan la cabeza y hacen sentir cada vez más su peligrosa presencia en todas partes del mundo, revolcándose en la decisión de impedir cualquier transformación social porque la transformación da miedo y un fascista es un burgués asustado, como decía Brecht.
La internacional fascista se
reúne públicamente regularmente, y no para charlar sobre viejas
batallas. Tienen una ideología y objetivos claros, por lo que hace
planes y pone en marcha medidas coordinadas que después se reflejan como
réplicas virales en el resto de países. Desde hace más de medio siglo los ultras del neoliberalismo se han especializado en librar una batalla continua contra la ideología del "bien común", propiciando siempre el individualismo más extremo, para emerger en situaciones de profunda conmoción social con sus recetas de fácil remediación del capitalismo más extremo. Siempre con la promesa de que, después de la "dolorosa intervención", el cuerpo social se recuperaría saneado y vigoroso para retomar un sendero de progreso abortado por las lógicas "socializantes" o, directamente, "comunistas". Así fue con su debut mundial en el Chile pinochetista, así fue con Thatcher y Reagan y también con Bolsonaro. Los derechos de los trabajadores, los reclamos de los pobres, la salud y educación pública, todo eso es necesario aplastarlo para poder resolver los problemas sociales. Ahora la irrupción de los anarco liberales los habilita a mostrar su verdadera agenda la que, como dijo Menem, debían esconder porque si no, nadie los votaba.
En este idiotismo se mueve hoy la sociedad occidental. Y las masas, guiadas por los medios de comunicación, apuestan a ganador y perdedor, Rusia o Ucrania, River o Boca. Masas perdidas en la confusión que significa no ser capaces de visualizar al verdugo, que no está siendo bombardeado en Donbass, sino que está bien lejos.
La Paz no es un cliché, y hoy y siempre, ha estado en juego. Pero la ceguera de las mayorías forma parte de ese juego. Van y vienen a tientas. Un viejo juego, que cada vez resulta más esperpéntico, y que cobra y cobrará más vidas, para beneficio de unos pocos. Como siempre.
Quizás convenga recordar la historia. Gandhi formuló una ética de la no-violencia basándose en
el principio del ahimsa (rechazo a ejercer cualquier forma de violencia contra el individuo, la naturaleza, el insecto o la planta) y así logró organizar un movimiento anticolonial que se manifestó en la insubordinación civil masiva y prolongada a las autoridades inglesas, y dispuso el terreno para que Gran Bretaña renunciara a su supremacía en India. Lamentablemente, más tarde, el principio de ahimsa fue echado al olvido.
Quizás sea hora de recordarlo... o aprenderlo.
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