"Toda guerra siembra fascismo, lo refuerza, lo acelera. Guerra moderna y fascismo son indisociables. Dejad de hacer el payaso eligiendo bandos en la masacre. Esta guerra cambia las reglas del juego en la UE, eliminando todo proceso democrático que afecte a las elites capitalistas".
Raúl Sánchez Cedillo, activista y filósofo español
Sobre cómo el militarismo es el origen y la base del capitalismo y de los Estados, hay tres lecturas muy recomendables: «Canons i capitalisme. La revolució militar com a origen de la modernitat» (Robert Kurz, 1997), «El capitalismo: Hijo bastardo del militarismo» (Esteban Vidal, 2019) y «Tres lecturas necesarias» (Esteban Vidal, 2018).
A continuación, tres fragmentso de los respectivos textos:
«El gran complejo militar desvinculado de la sociedad exigía una “permanente economía de guerra”. Esta nueva economía de la muerte se tendió como una mortaja sobre las estructuras de economía natural de las antiguas sociedades. Como el armamento y el ejército ya no podían apoyarse en la reproducción agraria local, sino que tenían que ser provistas de modo complejo y extenso y dentro de relaciones anónimas, pasaron a depender de la mediación del dinero. La producción de mercancías y la economía monetaria como elementos básicos del capitalismo recibieron un impulso decisivo en el inicio de la Edad Moderna mediante el desarrollo de la economía militar y armamentística. (…) Para poder financiar las industrias de armamento y los baluartes, los gigantescos ejércitos y la guerra, los Estados tenían que exprimir al máximo a sus poblaciones, y esto, en correspondencia con la materia, de una manera igualmente nueva: en lugar de los antiguos impuestos en especie, la tributación monetaria. Las personas fueron así obligadas a “ganar dinero” para poder pagar sus impuestos al Estado. De esta manera, la economía de guerra forzó no solo de forma directa, sino también indirecta, el sistema de la economía de mercado. Entre los siglos XVI y XVIII, la tributación del pueblo en los países europeos creció hasta un 2.000%. Naturalmente, las personas no se dejaron integrar de manera voluntaria en la nueva economía monetaria y armamentística. Solo se les pudo obligar por medio de una sangrienta represión. La permanente economía de guerra de las armas de fuego dió lugar durante siglos a la permanente insurrección popular y de esta manera a la permanente guerra interna.»
«La idea tan extendida de que el capitalismo es un producto del desarrollo interno de la economía, y más concretamente de las fuerzas de producción, oculta su verdadero origen. Este no se encuentra en ningún proceso de acumulación originaria como plantean el marxismo o el liberalismo, ni tampoco en una repentina transformación de las relaciones sociales de producción, fruto de determinadas fuerzas históricas vinculadas a la economía. El capitalismo es, primero y antes que nada, un producto de la guerra, y sobre todo del militarismo. Este es el origen del capitalismo que formalmente no se quiere reconocer (…) Los intereses militares y geopolíticos de los Estados fueron los que, en un contexto de intensa competición internacional, y por tanto de guerra y carreras armamentísticas, impulsaron la transformación de la forma de producción dominante en la economía. No sólo apareció la empresa capitalista, también lo hizo el mercado dada la comercialización de una cantidad creciente de bienes y servicios de todo tipo, e igualmente se produjo la mercantilización del conjunto de la economía que dejó de estar centrada en el autoabastecimiento para producir para el mercado a cambio de dinero.»
«En conclusión, puede decirse que las tres obras aquí reseñadas constituyen investigaciones de gran valor para entender el modo en el que funciona el sistema de dominación vigente en EEUU, y que por extensión nos permiten hacernos una idea de cómo funciona en el resto de países con regímenes constitucionales y parlamentarios. Desde perspectivas diferentes, autores con distintos bagajes intelectuales y biográficos, se llegan a conclusiones similares acerca de la primacía de la institución militar como columna vertebral del Estado y del sistema de poder que sustenta. Esto nos da una idea general, pero a la vez bastante aproximada, de la lógica sobre la que se articulan las relaciones de poder y la organización de la sociedad, lo que también nos sugiere caminos para su desarticulación. Estos caminos pasan por el fin de una institución tan nefasta como el ejército, protagonista de innumerables guerras y responsable de la pérdida de incalculables vidas humanas, sin olvidar los cuantiosos daños económicos que provoca sobre los pueblos en la forma de impuestos y empobrecimiento. Caminos que, en definitiva, pasan por la abolición del Estado y de la convivencia social forzada que este impone por medio de la institución militar.»
Thomas Jefferson –liberal, uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos de América– advertía que la existencia de un ejército permanente es incompatible con la democracia, y abogaba por la existencia de milicias populares no profesionales controladas localmente. Una advertencia hoy olvidada, pero que no ha perdido vigencia. La existencia de milicias populares tiene una larga trayectoria en nuestro territorio, que forma parte de nuestra historia más digna olvidada.
«El poder nace de fusil», dijo Mao Tse-Tung.
«Es una verdad histórica y actual que el Ejército es la columna vertebral del Estado», reconoció Felipe González en una entrevista.
«Las Fuerzas Armadas, constituídas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como objetivo garantizar la soberanía de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional», dice el Artículo 8 de la Constitución Española de 1978.
Como dice Carlos Taibo, autor de «Rusia frente a Ucrania. Imperios, pueblo, energía»: «Imperios, mejor ninguno».
¡NO A LA GUERRA!
Fuente: Reconstruir el Comunal
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