Ese artista admirable, impulsor junto con Antonio Carlos Jobim y Joao Gilberto de la llamada bossa nova, era también abogado y revistó como diplomático de su país desde 1943, hasta que en 1969 fue expulsado de su cargo por la dictadura brasileña. Los militares, presididos entonces por el general Emilio Garrastazú Médici, alegaron causales como holgazanería, costumbres bohemias y alcoholismo y lo incluyeron en una purga que condenó a funcionarios homosexuales. En realidad, molestaba su condición de persona libre y culta, ya en ese momento lanzada sin tapujos al desarrollo de su carrera de poeta y cantante. Ese desplazamiento arbitrario, prejuicioso, flojísimo de papeles y de claro corte ideológico, dañó moral y materialmente a Vinicius. Luego de la sanción, fue obligado a jubilarse de la carrera diplomática que hasta entonces había ejercido en tareas consulares en las embajadas de su país en Los Ángeles, París, Montevideo y también en la UNESCO.
En 2010 recibió, post mortem, una amnistía y la liberación de culpas y cargos y durante la presidencia de Luiz Inacio “Lula” Da Silva fue reintegrado al cuerpo diplomático en la categoría de “ministro de primera clase de la carrera diplomática”. La ley 12.665, también rubricada por el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Celso Amorim, reafirma post mortem el ascenso de Marcus Vinicius da Cruz de Mello Moraes. Todavía en vida y tras ser apartado de su cargo, Vinicius bregó, desde lo legal, con resolución y con su característica ironía, para llegar a conocer los motivos más profundos de su destitución. En esas circunstancias jamás dejó de reconocer que la principal embajada que siempre quiso ocupar fue la artística, espacio desde el que contribuyó decisivamente a instalar el género que todavía hoy el mundo canta, baila y reconoce como el más genuino y típico de Brasil.
Con idéntica disposición, temple y compromiso, afrontó una situación muy dolorosa que ocurrió en 1976 en Buenos Aires. Su amigo y músico de su grupo Francisco Tenório Cerqueira Junior, apodado Tenorinho, salió una noche del hotel en el que se alojaba en Rodríguez Peña y Sarmiento, luego de una de las tres actuaciones de la gira porteña, y nunca más se supo de él. Eso es parte de otro episodio oscuro y triste: la desaparición –nunca aclarada– de Tenorinho en la Argentina, de la que se cumplieron 45 años.
En marzo de 1976, muy pocos días antes del golpe de Estado que instaló a la dictadura militar en la Argentina, Vinicius llegó al país para hacer una breve presentación de tres funciones en el teatro Gran Rex. Llegaban de actuar en Montevideo y Punta del Este y los aguardaba una corta temporada con la buena nueva de que las localidades de los recitales previstos estaban agotadas. Lo acompañaban cuatro músicos: Mutinho en batería, Azeitona en bajo, su amigo Toquinho en guitarra y Tenorinho en piano. El 18 de marzo, luego de la primera función a sala llena, y ya de madrugada, el tecladista salió del hotel Normandie –según avisó en una nota a su compañero de cuarto– para comprar cigarrillos y un sándwich (otras versiones indican que se dirigía a una farmacia en busca de un medicamento), y no volvió a aparecer. Todavía hoy, una placa lo recuerda en el frente del hotel.
Todos los indicios –ninguno demasiado seguro, como en estos casos de terrorismo de Estado explícito– llevan a suponer que fue detenido por error por la Policía Federal, que confundió su aspecto con el de un “subversivo” sólo porque, dijeron, tenía aspecto desaliñado, pelo algo largo y usaba barba y anteojos. Con él se habría cometido un caso clásico de esos tiempos, una detención por portación de cara.
Hace años –y sobre este caso investigó muy seriamente la periodista argentina Stella Caloni– detuvieron en Brasil por robos comunes a un ex represor argentino llamado Claudio Vallejos. Calloni reveló en una publicación del año 2000 que la embajada brasileña supo sobre la muerte de Tenório. Hacía 26 años que el “Gordo” Vallejos vivía escondido en el país vecino y en 2013 fue extraditado desde la cárcel de Xanxerê, cercana a Florianópolis. Aquí se lo juzgó por delitos de lesa humanidad, cosa que no hubiera ocurrido en Brasil, en donde sí había comparecido ante la llamada Comisión de la Verdad. En Brasil las leyes de amnistía evitaron y postergaron el juzgamiento de los militares represores. Tenório Cerqueira es uno de los once brasileños secuestrados en la Argentina durante la dictadura, como una evidencia más de la acción conjunta del Plan Cóndor.
En su declaración en la megacausa ESMA, quien fuera integrante del Batallón de Infantería de Marina 3 confesó numerosos asesinatos, entre ellos, el del entonces embajador argentino en Venezuela y político radical Héctor Manuel Hidalgo Solá en 1977, así como su participación en el secuestro y asesinato de Tenorinho. Vallejos, tras una vida plagada de infamias y crímenes, murió por metástasis de cáncer en el hospital Bernardo de Irigoyen de Formosa el pasado 13 de junio. En tiempos previos a su muerte vivía en situación de calle.
En su momento –como era de esperar–, ninguno de los dos gobiernos, el de Brasil y el argentino, hicieron lo suficiente y necesario para dar con el paradero de Tenorinho, y mucho menos para esclarecer el caso. Parece probado que en su desaparición actuó un grupo de tareas de la Armada en el marco del Plan Cóndor. Se sabe que tras numerosas sesiones de tortura terminó asesinado en la ESMA. Al momento de su desaparición, el músico –carioca de nacimiento, de 34 años, casado, con cuatro hijos y con su esposa embarazada, esperando un quinto niño– atravesaba un momento espectacular como intérprete. Era un especialista en fusionar bossa nova y jazz, había grabado con artistas de su país como Leny Andrade, Vitor Assis, Edison Machado, Edu Lobo y Milton Nascimento. Dejó solo un disco grabado, Embalo, que lo evidenció como el pianista más evolucionado de su generación. Además de sus prestigiosos y bien ganados antecedentes musicales, Tenorinho era estudiante avanzado de Medicina.
Frente a la ausencia de su músico, en principio sin explicaciones, Vinicius, en ese momento en pareja con la periodista argentina Marta Rodríguez Santamaría, entró en shock y apeló a todos los contactos posibles en la Argentina. También él y Toquinho presentaron un recurso de habeas corpus, sin resultado. Durante un tiempo, ellos y otros amigos deambularon por numerosos despachos, privados y oficiales, movieron cielo y tierra para saber algo de Tenorinho, pero sólo obtuvieron un silencio aterrador, incluso de parte de la Cancillería argentina, del Palacio de Brasil brasileño y de la embajada de Brasil en nuestro país. Después de esa trágica gira, Vinicius quedó tan afectado que no regresó a actuar en la Argentina, donde tenía a Buenos Aires como una de sus plazas artísticas que mejor le respondían.
En 2008, el director Walter Lima Junior estrenó en Brasil su película Os desafinados. Allí contó la creación de una banda de jóvenes músicos e incluyó la historia del pianista desaparecido. Por su parte, desde 2005 el cineasta español Fernando Trueba trabaja en un proyecto sobre el calvario de Tenorinho. En principio iba a ser un documental, pero finalmente tomó el rumbo de una película de animación. Está en producción, lleva como título provisorio They Shot the Piano Player y su estreno se plantea para 2023. En Brasil muchos intérpretes le dedicaron tributos musicales y muchos más se siguen preguntando por su destino. Eso es lo que afirmó Caetano Veloso cuando en diciembre de 2011, en el marco del Día Internacional de los Derechos Humanos, visitó el Parque de la Memoria en la Costanera Norte y en una charla elogió su talento y sus virtudes como intérprete de piano. La misma perplejidad acerca de su final manifestó una de las hijas de Tenório, en un documental de la señal Telesur que dio a conocer aquí el periodista Carlos Polimeni a través de la radio AM 990. Esta historia, junta, sin reparos morales ni justificativos, la calamidad personal con el más absoluto sinsentido. Trueba, que sigue empeñado en terminar el homenaje al músico desaparecido, dijo: “El crimen que se cometió con la música instrumental brasileña fue brutal. Tenório es una metáfora trágica de los artistas brasileños que revolucionaron la música de su país”.
Carlos Ulanovsky
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