#Músicaparaelencierro. Y seguimos con Talking Heads y los grandes aportes de Marcelo, ahora el segundo producido junto a Brian Eno, "Fear of Music", un disco bisagra que fue alabado por los críticos en su momento, por su gracia, por sus ritmos no convencionales y las actuaciones líricas de David Byrne. Pero lo más importante, fue (y es) alabado por su público como el mejor disco de estos muchachos, y ha aparecido en varias listas de publicaciones de los mejores álbumes de todos los tiempos. Un álbum que contó con la colaboración de Robert Fripp en uno de sus temas: "I Zimbra", composición de Byrne y Eno inspirada por un escrito del autor dadaísta alemán Hugo Ball y con mezcla de new wave, sonidos étnicos africanos y funk. Por todo ello y por varias cosas más es un disco que no podía quedar fuera del blog cabezón.
Artista: Talking Heads
Álbum: Fear of Music
Año: 1979
Género: Art rock
Nacionalidad: EEUU
Pasaron 40 años desde que Talking Heads sacaron a la luz su tercer trabajo discográfico de larga duración el 3 de agosto de 1979. Fear of Music fue un disco que ayudó a develar las adivinanzas de la banda new wave neoyorkina que encantaba a su público pero pocos entendían. Es que en realidad, la idea más difícil de entender era aceptar que no hay mucho por entender, y sin embargo había un trasfondo conceptual detrás de todo lo que hacían. Si en sus discos anteriores Talking Heads: 77 (1977) y More Songs About Buildings and Food (1978) habían comenzado una trayectoria lenta pero estable, Fear of Music encuentra al grupo en su momento cumbre de experimentación, dispuestos a comerse por completo cada rebanada de racionalidad en su música.
Para empezar, Talking Heads siempre fue un grupo difícil de clasificar. Más bien, es preferible, como una ley dadaísta, ubicarlo en una mesa de disección y descubrir que el género es algo que se difuminaba en el resto. En su primer disco el concepto de la banda todavía era muy prematuro, recién se estaba consolidando el punk con discos como Never Mind The Bollocks de Sex Pistols y Talking Heads daba sus primeros pasos como teloneros de los Ramones. Pero en esa pequeña brecha que existe entre fines de 1977 y mediados de 1979, la cosmovisión sobre la música (y el arte en general) cambió por completo. El new wave y el post punk son términos que reflejan un diálogo que cruzaba nuevos estilos. Eso explica por qué al centrarse en un género tan delimitado pudieron explorar distintos estilos, sin encajar perfectamente en ninguno. Talking Heads fue una banda innovadora que nació para romper todas las estructuras que se le atravesaron en su trayectoria.
Talking Heads se comunica a través de collages, con texturas yuxtapuestas, tonalidades ensimismadas unas a otras y combinaciones de sonidos de distintos colores. Desde el pie inicial de "I Zimbra," con una reminiscencia ancestral africana y fuertes descargas futuristas, la banda recrea una selva donde la paranoia moderna se celebra como un ritual. La repetición es la inventiva de una construcción de capas y capas de armonías entre loops y coros. Es un inicio festivo, funky y conguero para un disco que disfruta la locura como un cielo estrellado, un trabajo que ve una oportunidad en los fragmentos separados de una realidad sin sentido alguno. "I Zimbra" invita a una danza pirómana frente a un fuego que recién provoca sus primeros chispazos.
La fascinación por las texturas es recurrente a lo largo del disco, empezando por su arte de tapa. En su sonido, Talking Heads usaba riffs de guitarras como si fuesen una especie de torbellino detenido en el tiempo. Esta premisa de acumulación también se demostraba en sus presentaciones en vivo. David Byrne era un frontman muy particular que combina la idea de un rockstar, un dramaturgo y un científico loco. Ha encarnado a distintos personajes sobre el escenario, con vestimentas extravagantes y destellos actorales que le permitían muecas disparatadas y trabalenguas vocales que le daban otro tinte a la interpretación. Talking Heads siempre priorizó el aspecto performático de sus shows, contagiados por la ambición de toda una generación adicta a las imágenes del universo cinematográfico y el establishment publicitario.
"Mind" es una de las mejores canciones del disco, es vertiginosa y extraña, con sonidos metálicos y espaciales. Byrne demuestra cómo puede perder la cabeza y hacer de sus canciones un flujo de la catarsis con coros desalineados y dramáticos, un bajo punzante y riffs entrelazados. "Cities" es otra llamada al caos, con una sirenas que se oyen entonando peligro a lo lejos, y gruñidos y jadeos que Byrne incorpora a su pronunciación y los explota en el esquizofrénico bonus track "Dancing for Money," con una impronta puesta de lleno en la experimentación. En la producción de las voces hay juegos psicóticos de paralelismos y alternancia de la mano de Brian Eno, quien ofició de productor y dinamitó las melodías de la banda. Obsesionados con una forma rebelde y freak de desarmar las estructuras, Talking Heads siempre trató su música como una forma de transmitir el mensaje inconexo de la realidad.
Fear of Music está compuesto por distintos ritmos que van desde el funk de "Animals," al rock clásico de "Life During Wartime," baladas emotivas como "Heaven" y otras composiciones más curiosas y extrañas como "Air" o "Memories Can't Wait." A partir de este disco, Talking Heads no se limitaría a un solo género musical, y entraría en una búsqueda de sensaciones que no confrontaban el entendimiento sino la percepción de un juego dadaísta de formas y colores. Talking Heads tendrá su lugar en la historia por la renovación de sonidos y el atrevimiento a saltar por todo tipo de abismos en una trayectoria que duró hasta 1991. La banda conformada por David Byrne, Jerry Harrison, Tina Weymouth y Chris Frantz creó uno de sus mejores discos cuatro décadas atrás, y hoy sigue siendo motivo de celebración al poner play y dejarse asombrar por un sonido que parece siempre actual.
¿Qué pintaba Eno en Nueva York? A mediados de 1977, John Cale, miembro de The Velvet Underground, invitó a Eno a un concierto de los Ramones en Londres. Los teloneros eran una banda que estaba empezando, llamada Talking Heads. Al acabar el concierto, y realmente impresionado por lo que allí había visto, Eno invitó al líder de la banda, David Byrne, a su casa para escuchar algo de música juntos. Poco después de aquel encuentro, Eno anunció que sería el productor del siguiente disco de Talking Heads que de aquel curioso modo daban calabazas por segunda vez a un miembro de la Velvet Underground. Lo explicamos. Parece ser que iba a ser John Cale el encargado de la producción de aquel trabajo pero es que años antes, cuando los Talking Heads daban sus primeros conciertos en Nueva York fue el propio Lou Reed el que se interesó en “ficharlos” para su sello e incluso llegaron a tener un contrato preparado que solo se frustró cuando un abogado cercano a la banda le echó un vistazo y les indicó que sería una locura firmarlo porque le entregarían a Reed todos los derechos y los beneficios del disco.
La cuestión es que Brian Eno quedó impresionado por la banda de Byrne hasta el punto de que en el siguiente disco que publicó, “Before and After Science”, se incuia un corte titulado “King's Lead Hat” que no es más que un anagrama de “Talking Heads”. Lo mejor de todo es que la admiración era mutua. Ya antes de grabar su primer disco, durante una entrevista para una revista de la época, la reportera cuenta cómo durante la misma, los miembros de la banda escuchaban en bucle a Roxy Music y la bajista, TinaWeymouth era una admiradora de “Another Green World”, el disco de 1975 de Eno en solitario.
En cualquier caso no vamos a hablar hoy de ese primer disco de Talking Heads con Brian Eno como productor sino del segundo (el tercero de la banda) titulado “Fear of Music”. Pese a que el anterior “More Songs About Buildings and Food” ya era excelente, quizá sea este trabajo el que supone el salto estilístico que hizo de Talking Heads una referencia ineludible en su día además de sentar las bases de una fusión de estilos y músicas de diferentes procedencias que iba a ser muy importante en los años posteriores. Para empezar, aparte de los integrantes de la banda, a saber: David Byrne (voz y guitarra), Jerry Harrison (guitarra, teclado y coros) y el matrimonio formado por la bajista Tina Weymouth y el batería Chris Frantz, en “Fear of Music” aparecen varios artistas invitados, especialmente en el corte que abre el disco. Entre ellos, Robert Fripp, o el percusionista egipcio Hossam Ramzy (con una trayectoria extensísima que le ha llevado a colaborar con artistas tan diversos como Loreena McKennitt, Peter Gabriel, Chick Corea, Robert Plant, Anne Dudley o Shakira). Brian Eno, lógicamente, también hace sus cositas además de encargarse de la producción e incluso firma como autor en un par de cortes.
“I Zimbra” - Quizá no sea la mejor canción del disco pero es la que marca el camino a recorrer en los años siguientes por Eno y el propio Byrne (incluso de Fripp y sus King Crimson de los ochenta). Las influencias de la música de Fela Kuti, los ritmos infecciosos, las guitarras, el bajo... todo es como una presentación del futuro. Audaz, fresco, sorprendente y perfectamente construido.
“Mind” - La siguiente canción siempre nos ha parecido como salida de un disco de Bowie. No habría desentonado en absoluto, por ejemplo, en “Station to Station”. Guitarras aventureras, un bajo juguetón y los arreglos precisos en la parte electrónica acompañan a la perfección a David Byrne, lo que no siempre es fácil dado el particular carácter del cantante a la hora de interpretar.
“Paper” - Ese histrionismo de Byrne aparece más claramente en esta canción, que nos enseña unas curiosas guitarras que casi parecen “country” en algún momento pero que cambian continuamente de ritmos frenéticos a pasajes más melódicos. Una canción que contiene varias en un tiempo muy corto y llena de detalles que solo se aprecian tras unas cuantas escuchas.
“Cities” - De nuevo la sección rítmica comandada por el imperativo bajo de Tina Weymouth, saltarín y caprichoso en toda la pieza, es la que marca la pauta de toda la canción. Estamos en la misma época en la que Mike Oldfield quiso grabar en Nueva York con músicos locales y creemos que el sonido de su “Platinum” tuvo a los Talking Heads como una de las influencias principales. Especialmente el bajo nos parece muy influido por la forma de tocar de Tina que aquí es fundamental.
“Life During Wartime” - Se cuenta que la canción surgió mientras los músicos estaban en plena jam-session improvisando un poco sobre varias ideas. Lo cierto es que el ritmo prácticamente enlaza con el de la pieza anterior, con esa mezcla de funk y música disco y una importante presencia de las congas dentro de la percusión que le dan a la canción un aire muy curioso. Es, probablemente, la canción más recordada del trabajo.
“Memories Can't Wait” - El siguiente corte rompe un poco con la línea de los anteriores con unas guitarras más agresivas, cercanas al metal en el comienzo y unos teclados mucho más presentes. Es una de las canciones que más se salen de la línea general del disco pero también es una de nuestras favoritas, quizá por esa rareza.
“Air” - Asistimos a un nuevo giro estilístico en este corte en el que aparece un coro femenino en la introducción y unas texturas electrónicas muy marcianas poco después creando una atmósfera extrañísima pero que nos encanta con momentos que nos recuerdan a cosas que una banda como Radiohead hizo muchos años después, también reflejadas en la forma de cantar de Thom Yorke, cercana a veces a los registros de Byrne en esta canción.
“Heaven” - Quizá nuestro tema favorito del disco es este tiempo medio muy contenido pero en el que tenemos las melodías más inspiradas. Volvemos a ver planeando sobre toda la canción al espíritu de Bowie pero en ningún caso como una copia o plagio sino, probablemente, como un homenaje. Al fin y al cabo, Eno venía de firmar la “Trilogía de Berlín” con él en los años anteriores.
“Animals” - En el aspecto rítmico y vocal es la canción más arriesgada del disco, con los instrumentos cambiando constantemente de compás y un Byrne obsesivo y hasta amenazador durante todo el tema. El germen del seminal “My Life in the Bush of Ghosts” estaba ya plantado. La coda final, con voz y coros repitiendo una melodía obstinadamente es de lo mejor de todo el trabajo.
“Electric Guitar” - De nuevo un ritmo muy marcado centra toda la pieza con el bajo embarcándose en todo tipo de aventuras. Roger Waters es un tipo muy peculiar y nunca reconocería algo así pero hay momentos en el disco de Pink Floyd, “The Wall”, aparecido unos meses después que “Fear of Music” que se nos antojan influidos por este tema.
“Drugs” - El cierre del trabajo nos remite otra vez a la “Trilogía de Berlín” de Bowie y Eno por la presencia preponderante de la electrónica. Si en los créditos del corte no figurase Byrne acompañando a Eno no nos habría sorprendido. En todo caso es otro claro anticipo de lo que ambos haría más tarde en el ya citado “My Life in the Bush of Ghosts”.
Ya iba siendo hora de traer por aquí a los Talking Heads, una de las bandas más reconocibles, influyentes y únicas de su tiempo, liderada por un creador inclasificable como David Byrne a quien también prestaremos atención en el futuro porque hay trabajos suyos cuya reseña es imprescindible. Tanto él como la banda al completo volverán a aparecer por aquí con toda seguridad.
La cultura popular actual está llena de guiños a los Talking Heads, así como también su música está en todas partes. Son tantas las bandas con que crecimos que bebieron de su talento que es imposible hacerles un cariño de vez en cuando mediante un texto a sus influyentes álbumes. David Byrne ya se ha graduado de maestro escribiendo un libro sobre “como funciona la música” y su talento no expira realizando sendos shows en la actualidad—muy impresionantes— (ese siempre ha sido su fuerte, cosa de ver el alucinante “Stop Making Sense”, su emblemático registro en vivo en que ya dábamos cuenta del poder al entretener en vivo que tenía la banda desde sus inicios) y que en los últimos Lollapalooza ha recalcado, pero en 1979 era otro el aire que respiraban los pulmones de este talento musical innato de Nueva York y eran otras las historias que daban pie a “Fear of Music”, quizá un disco no tan definitivo de su discografía como el “77” o el “Remain In Light”, pero donde dejaron cosas muy interesantes, las primeras de verdad experimentales y donde volcaron arte y creatividad como nunca antes lo hicieron.
La banda quería expandir los ritmos disco algo camuflados presentes en “More Songs About Buildings and Food” haciéndolos más prominentes en las mezclas de nuevas canciones; pero atentos, no confundir disco con bailable, pues la propuesta era juguetona y danzarina pero poco tuvo que ver con la fiebre disco setentera, acá habían sabrosos ingredientes nuevos: ritmos kraut y afrobeats eran entrelazados con el punk de sus inicios como en la sorprendente “I Zimbra” en la entrada. Esta vez se tomó la decisión de ensayar en el loft del baterista Chris Frantz y la bajista Tina Weymouth (la adorable pareja de la banda), donde los miembros tocaron antes de firmar con un sello discográfico a mediados de la década de 1970. El legendario Brian Eno, que produjo su anterior lanzamiento, fue llamado para ayudar y su aporte fue vital. Fue Eno quien sugirió un enfoque de “tabla de contenido” para la lista de canciones, ya que convirtió los títulos de las canciones en una especie de letanía, dándole a cada tema un sentido y nombre propio, pero que juntos generaban una especie de concepto al “miedo a lo cotidiano” y fue él quien proporcionó hurgar en los poemas de Hugo Ball en busca de inspiración cuando Byrne estaba luchando con el bloqueo creativo.
Entre el 22 de abril y el 6 de mayo de 1979, una camioneta de Record Plant tripulada por un equipo de ingenieros de sonido se estacionó afuera de la casa de Frantz y Weymouth y colocó cables a través de la ventana de su loft. En estos dos días, Talking Heads grabó las pistas básicas con Eno. En lugar de incorporar personajes en la sociedad y el jet set como en su antecedente más cercano en More Songs About Buildings and Food (1978), Byrne decidió colocarlos solos en situaciones distópicas. Weymouth inicialmente se mostró escéptica de las decisiones de Byrne, pero el líder logró persuadirla. Ella ha explicado en diversas entrevistas que el sentido del ritmo de Byrne es “loco pero fantástico” y que fue clave para el impulso de grabación de la banda durante estas sesiones en su casa. A medida que las canciones evolucionaron, tocar secciones instrumentales se volvió más fácil para los miembros de la banda. Eno jugó un papel decisivo en la formación de su sonido y la confianza en la grabación y trabajó en tratamientos electrónicos de las pistas una vez que estaban todas diseñadas.
“El aire también puede hacerte daño”, nos recuerda Byrne en “Air”, una réplica increíble a la sugerencia condescendiente de “tomar un poco de aire”. Agoniza por la existencia de “animales” de una forma resentida; “Nunca están allí cuando los necesitas / Nunca están allí cuando los llamas”. Suena indignado, trastornado, su voz se vuelve gutural y chillona. Su voz se eleva a un peak de indignación ante el mayor insulto: los animales “ni siquiera saben lo que es una broma”, canta acerca de las criaturas que más adoramos. En tanto en ‘Cities’ y su atrapante linea de bajo funky va creciendo ante los histéricos ritmos vocales de Byrne y los rasgueos de guitarra seductores con un Brian Eno lanzando sus réplicas electrónicas tras bambalinas. Para la melodía más espeluznante del LP, ‘Memories Can’t Wait’, la mezcla es tan turbia como un interior de cine negro. La voz de Byrne se repite, se reverbera, se invierte en la cinta y se acelera vertiginosamente mientras canta sobre una interminable “fiesta en mi mente”. En el verso final, cuando de repente “Todo está muy tranquilo”, su voz se desliza al frente, la tonalidad cambia y los ecos se escabullen. No es nada sutil, pero funciona, con la locura intrínseca de su estirpe y de todo el disco, por cierto.
Fear of Music es la producción más elaborada de Talking Heads hasta ahora, y fue un disco valiente, que no hizo eco del explosivo punk rock visceral que emergía en la misma escena de ellos en el CBGB, la banda optó por su propio sonido y los años lo han encumbrado como un disco a la vez digerible y experimental. No es fácil lograr ese efecto. Pese a la cantidad de hits de la banda, no es para nada descabellado decir que este puede ser un muy buen disco para adentrarte en su mundo si no lo has hecho. Es un disco repleto de sobre grabaciones y efectos que el grupo ni siquiera osó intentar reproducir en concierto más adelante. Los sonidos surgen como si nada, los ecos enredan el ritmo, los timbres instrumentales forman aleaciones que revolotean en el aire, pero que resultan absolutamente espectaculares y efectivas, incluso para nuestros días en que creemos que todo está hecho.
Pocos discos como Fear of Music fueron tan poderosos y vanguardistas a finales de los 70, cuando el punk explotó en mil pedazos y surgieron diversas corrientes y sonoridades maleables, ampliándose el espectro de manera inverosímil.
40 años después ese poderío se conserva intacto y cada nueva audición, sumada a las ya incontables, sigue manteniendo el influjo.
David Byrne (voz, guitarra) fue la mente maestra, pero contó con Brian Eno como el perfecto aliado para crear un disco en el que confluyeron el funk psicodélico, el afro beat, el punk más sofisticado y el art rock. Chris Frantz (batería), Tina Weymouth (bajo) y Jerry Harrison (guitarra, teclados), completaban una formación sólida y dispuesta a todo, aunque en principio mostraron reticencia por la nueva orientación de Byrne.
Las once canciones rompedoras de Fear of Music
El comienzo con “I Zimbra” sienta las bases. Fue compuesta por Byrne y Eno, con letra inspirada en un poema del alemán Hugo Ball, fundador del movimiento dadaísta en 1916 en Zürich y pionero en el desarrollo de la poesía sonora (sound poetry).
Domina la pieza un ritmo cercano al afro beat y al rock latino, al que contribuyen especialmente las congas de Gene Wilder y Ari (Ariane Foster, cantante de The Slits), el egipcio Hassam Ramzy en el surdo, Abdou M’Boup en el djembe y el talking drum, Assane Thiam en percusión, la batería de Frantz, la guitarra funky de Byrne y las voces de Eno, Byrne y Julie Last (asistente en la grabación).
La contribución especial de Robert Fripp (King Crimson) con una guitarra de presencia elíptica hace de este tema una fantástica carta de presentación, a partir de la cual desarrollarían el siguiente disco, Remain in Light (1980)
“Mind”, en cambio, posee un ritmo más pausado, sobre el cual Weymouth desarrolla una buena línea de bajo y Harrison introduce diversos sonidos de sintetizador. Es Byrne el que se luce vocalmente y sobre todo con una soberbia guitarra en la parte final.
La pieza más corta es “Paper”, saltarina y urgente, con una guitarra rasgueada sobre la que Byrne desarrolla su compulsiva vocalización y la letra sobre una relación amorosa con un papel.
Da paso a “Cities”, uno de los temas centrales, bailable, pegadizo, catártico. Weymouth vuelve a lucirse y ofrece el perfecto hilo conductor para la desatada guitarra y la letra de Byrne: “Está oscuro, oscuro durante el día / La gente duerme, duerme durante el día / Si quieren, si quieren / Los estoy controlando / Los estoy controlando / Lo entendí / Lo entendí / Hay buenos y malos puntos / Encuentra una ciudad / Encontraré una ciudad para vivir”.
Si hay un tema que define a Talking Heads y que sin duda es la piedra angular de este álbum es “Life During Wartime”, composición compartida por los cuatros miembros del grupo. Potente, sudoroso, infeccioso, con los teclados de Harrison simulando la sección de metales usada en el afro beat y que comenzarían a usar en directo. Con la adición del guitarrista Adrian Belew en la gira de 1980, la pieza ganó aún más atractivo.
El lado A concluye con “Memories Can’t Wait”, un tema de ambiente denso con algunos efectos psicodélicos aportados por Eno (tratamientos electrónicos). “¿Recuerdas a alguien aquí? / No, no recuerdas nada en absoluto / Estoy durmiendo, estoy boca arriba / Nunca desperté, no me arrepentí / Hay una fiesta en mi mente / Y espero que nunca se detenga / Hay una fiesta ahí arriba todo el tiempo / Y van a festejar hasta que caigan”.
En un estado de ánimo más distendido, “Air”, abre el lado B con su temática de protesta contra la atmósfera. Las voces de The Sweetbreathes aportan pinceladas de doo-wop, aunque en realidad el tema es un melódico post punk vinculado a la época previa de Talking Heads.
Ocurre lo mismo con “Heaven”, un tema que destila placidez y que sin duda ejerce un efecto de sosiego en la escucha.
Irrumpe entonces “Animals”, tema funky con la vocalización más cruda y neurótica del disco y que en el tramo final adquiere especial intensidad. Es otro claro eslabón para lo que seguiría en la carrera de la banda.
“Electric Guitar”, conducida por el inmenso bajo y un ritmo repetitivo a media velocidad. Posee otra de las extrañas letras de Byrne: “La guitarra eléctrica es atropellada por un auto en la carretera / Esto es un crimen contra el estado / Este es el significado de la vida / Para afinar esta guitarra eléctrica / Una guitarra eléctrica es llevada a un tribunal de justicia / El juez y el jurado (doce miembros del jurado) / Todos escuchando discos / Esto es un crimen contra el estado / Este es el veredicto que alcanzan: Nunca escuches guitarra eléctrica”.
El cierre del disco es con “Drugs”, tema ligado al ala más experimental del post punk, con una cierta cercanía estética a algunos temas de la trilogía berlinesa de David Bowie en el que los tratamientos electrónicos de Eno jugaron un papel protagónico, como aquí.
Byrne canta de manera espasmódica mientras Frantz construye una estructura rítmica sincopada y suena una cíclica y fantasmal guitarra.
La icónica portada fue diseñada por Jerry Harrison. De color negro, posee unos patrones en relieve semejantes en apariencia y textura a los pisos metálicos industriales con placas de diamantes.
El resto del arte fue ideado por Byrne, incluyendo fotografías sensibles al calor creadas por Jimmy García, con la ayuda del doctor Philip Strax. El título del disco fue sugerido por Harrison debido a las presiones a las que entonces estaban sometidos.
Fear of Music es el tipo de disco que no envejece, sino que incluso con el paso del tiempo rejuvenece. Y ya son 40 años en el Olimpo del rock.
Juan Carlos Ballesta
1. I Zimbra
Alineación:
- David Byrne / voz, guitarra, sintetizador, percusión
- Jerry Harrison / piano, órgano electrónico, sintetizador, guitarra, acompañamiento vocal
- Tina Weymouth / bajo, acompañamiento vocal
- Chris Frantz / batería, percusión
Músicos adicionales:
Brian Eno / sintetizador, piano, guitarra, percusión, voces de fondo
Julie Last / acompañamiento vocal en I Zimbra
Robert Fripp / guitarra en I Zimbra
Ari / conga en I Zimbra y Life During Wartime
Gene Wilder / conga en I Zimbra y Life During Wartime
Hassam Ramzy / surdo en I Zimbra
Abdou M'Boup / tambor parlante, yembe en I Zimbra
Assane Thiam / percusión en I Zimbra
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