¿Será que el rey está desnudo?: notas sobre ideología y pandemia. Un conjunto de circunstancias acaecidas en el marco de la pandemia parecen erosionar aspectos vertebradores de la ideología y el credo neoliberal. Y nosotros habíamos hablado, mal y torpemente, en una serie de posteos a los que titulamos "El virus de la revolución", donde mencionábamos varios aspectos que anunciaban la aceleración de cambios profundos en las estructuras económicas y sociales a partir del drama expuesto por el Covid-19, cambios que por otro lado ya estaban en marcha pero la pandemia anfetaminizó drásticamente. En esta nota, aparecida en la revista Hamartia, describen mucho mejor que lo hiciéramos nosotros esa dirección necrófaga que van tomando los acontecimientos, donde ni siquiera los poderosos se ven exentos del jaque que les impone esta ola de posmodernismo bizarro en el que se ha convertido la realidad.
Según el Banco Mundial, el PIB mundial se reducirá un 5,2% en el año 2020, lo que representa una caída de más del doble que la registrada en la crisis financiera del 2008. Según esa misma fuente, la pandemia de Covid-19 causará la mayor debacle económica mundial, desde por lo menos 1870, y amenaza con provocar un aumento drástico en los niveles de pobreza en todo el mundo.
Los efectos que semejante sismo económico y social pueda acarrear para el destino de la humanidad han sido objeto de las más dispares predicciones y conjeturas. Para algunas voces optimistas -como la de Zizek- la pandemia sientan las bases para una inminente transformación social superadora; para otros, sólo traerá un capitalismo más deshumanizado y cruel.
Coincidimos en todo caso con lo que ha señalado el filósofo Byung-Chul Han (2020) –en respuesta a las osadas predicciones de Slovev Zizek: si fuera del caso que estamos a las puertas de una profunda transformación social, no será el virus ni la propia pandemia la que conduzca a esa nueva sociedad. Como en cualquier otra etapa de la historia, para ello se requiere en primer lugar de levantamientos y luchas populares con vocación de conquistar esas transformaciones, pero también –y principalmente- de un proyecto político y una conducción capaz de organizar, liderar y materializar esos procesos.
De cualquier modo, no es objeto de nuestro análisis asumir alguna posición en el marco de esos osados debates. El interés se circunscribe a un aspecto muy específico que, lejos de referir a horizontes futuros atañe al escenario actual.
Concretamente, examinaremos con algún detenimiento un conjunto de circunstancias acaecidas en el marco de la pandemia que parecen erosionar aspectos vertebradores de la ideología y el credo neoliberal. Asumimos además que todas esas circunstancias produjeron el primer quiebre significativo en la hegemonía ideológica del capitalismo global, desde la caída del muro de Berlín. Dicho de otra manera, según esta presunción, asistiríamos al primer resquebrajamiento profundo en, al menos, algunos de los supuestos que la vertebran desde su última gran consolidación como ideología hegemónica, producida precisamente en la década de los noventa.(1)
Es importante hacer algunas salvedades y advertencias sobre esta presunción.
La primera, enfatizar la delimitación temporal considerada, que se circunscribe exclusivamente al período que va desde la caída del muro de Berlín hasta nuestros días.
La segunda, reconocer que la crisis de la pandemia constituye sólo un momento en esa dirección (por ahora culmine) de un largo proceso que la precede.
Tercero, insistir que consideraremos sólo algunos aspectos de esa ideología neoliberal (asumiendo además que ella reconoce dentro de sí diversos matices y posiciones).
En lo que respecta al período considerado, recordemos que en la década de los noventa se produce una gran reconfiguración geopolítica del mundo a partir del fin de la guerra fría por efecto de la disolución del régimen soviético.
Es probable que no haya mejor expresión para identificar el alcance de lo que ese proceso significó -en términos políticos e ideológicos- que el famoso eslogan de Margaret Thatcher pronunciado cuando era Primera Ministra de Gran Bretaña: «no hay alternativa»; difundido masiva y planetariamente con el acrónimo TINA (por su expresión en inglés: There is no alternative).
De manera sintética la fórmula hacía referencia al destino inevitable del régimen neoliberal: “no hay alternativa”, significaba no hay opciones al capitalismo, al mercado, a la globalización, a la desregulación financiera, a la retirada de la intervención económica y la protección social del Estado.
De modo tal que el neoliberalismo económico, no sólo se presentaba como el mejor modo de organizar las sociedades, sino más bien como el único posible.
Fue el momento en que asistimos a la proclamación del supuesto “fin de las ideologías”, que en verdad proclamaba el primado en exclusividad de la ideología neoliberal en un mundo unipolar, que hizo posible la más plena y acabada consolidación del capitalismo financiero; o mejor aún: del “capitalismo monopólico transnacional”, como lo define el filósofo Ruben Zardoya.
Es a partir de este marco, desde el que examinaremos algunos asuntos en los que la pandemia ejerce un influjo, sino amenazante, al menos contradictorio con dicha ideología, en tanto contribuye a quitar el velo de cuestiones que, por su naturaleza, permanecen de-negadas (más que negadas) en (y para) la reproducción de ese régimen neoliberal.
Es, en este corrimiento del “velo”, -este des-velamiento, en la doble acepción de preocupación y desocultamiento- en el que pondremos el foco del examen.
“De modo tal que el neoliberalismo económico, no sólo se presentaba como el mejor modo de organizar las sociedades, sino más bien como el único posible.”
Nuevamente, y antes de pasar a ello, interesa considerar que nuestro supuesto asume también que en buena medida esta crisis exacerba contradicciones que se venían produciendo a lo largo de estas últimas décadas por múltiples y muy relevantes acontecimientos.
La crisis del 2008 puede considerarse un hito significativo en esa dirección, de la que el régimen no salió sin costos, aun cuando luego deviniera un nuevo y quizás más profundo reforzamiento de sus políticas.
De un modo más optimista, pese al relativo retroceso en que se encuentran en la coyuntura actual, pueden leerse los procesos emancipatorios (o al menos progresistas) que vivió Latinoamérica comenzando el siglo XXI, los que también emergieron como efecto de los límites que encontró en lo económico-social el modelo neoliberal de los 90. Todos ellos fueron mucho más amenazantes para la hegemonía ideológica del régimen, que los proceso de Tsyrisa en Grecia o de Podemos en España, porque “dejaron ver” no sólo la posibilidad sino también la concreción de un modelo político y económico con características que preanunciaban concepciones francamente alternativas(2).
La crisis que inaugura la pandemia debe ser leída desde esa historia, reconociendo de igual modo que ninguno de esos antecedentes tuvo el impacto, el alcance y la profundidad que se advierte en este nuevo escenario, especialmente en lo que respecta a la subversión de algunos de los supuestos vertebradores de la ideología neoliberal a escala planetaria.
Reiteremos también que, reconocer esta situación, no supone asumir ningún pronóstico -y mucho menos, un pronóstico exitista- sobre el futuro de la humanidad, y tampoco algún fin inminente del régimen económico y social imperante.
Tampoco supone negar el protagonismo que en ese proceso tuvieron y tienen todas y cada una de las luchas, avances, conquistas que los y las oprimidos del mundo vienen librando contra esa ideología, cuando combaten desde sus objetivas condiciones de sufrimiento y explotación.
El análisis se limita a identificar los ámbitos, las dimensiones en las que objetivamente se expresan los antagonismos en que está sumido no sólo el orden económico-social, sino también los supuestos en los que se erige. Supone identificar de igual modo, algunos elementos que darían cuenta de las alertas que la crisis desencadena para los propios poderes hegemónicos.
Los dominios en que creemos encontrar elementos tangibles en esa perspectiva, serían los siguientes:
1. Por una parte, los aspectos referidos a los vínculos existentes
entre el Estado y el Mercado; y el Estado y la sociedad civil.
2. Por otra parte, lo que atañe a las relaciones entre el «trabajo y el
mercado» y los procesos de producción de valor, y en relación con
ellos, las referidas a las lógicas y escalas de producción, consumo y
circulación de esa producción.
3. En tercer lugar, aspectos que comprometen supuestos ideológicos
neoliberales, como los que exaltan la libre-individualidad, el
«emprendedurismo» generalizado -y su contracara el anti-colectivismo.
4. Finalmente, la referida a la existencia de escenarios alternativos
que aportan evidencia contra la cuestión del no hay opción o el TINA
thatcheriano, al menos en lo referido al rol del Estado en la gestión
de la pandemia y las políticas sanitarias.
Comencemos entonces por la cuestión de los vínculos existentes entre Estado y Mercado.
La íntima y connatural relación existente entre Mercado y Estado, como
condición de posibilidad para la reproducción del Capital ha sido,
sino negada, al menos tergiversada de múltiples formas por la
ideología neoliberal.
La pandemia, sin embargo, la desnuda en su real vinculación.
Ya en la crisis del 2008 se evidenció que cuando el sistema económico financiero global atravesaba una situación que ponía en jaque sus lógicas especulativas- fue el Estado el que estuvo allí para su rescate (a través del famoso “salvataje financiero”).
Si bien un pilar ideológico del neoliberalismo se sustenta en el imaginario de un Estado dedicado a garantizar el libre-emprendimiento, lo que en verdad se oculta es que la condición de posibilidad de esa supuesta “libertad”, viene dada por la forma en que los sujetos se ubican en la estructura productiva y de clases de una sociedad. Por eso mismo, en las sociedades en que la hegemonía política está en manos del capitalismo financiero, es en verdad el mismo Estado el garante efectivo de los intereses de las grandes corporaciones y operadores de esa lógica capitalista.
Es un lugar común reconocer que una cosa es lo que las doctrinas ideológicas mandan, y otra lo que las políticas efectivamente hacen. No hay mayores secretos, tampoco, cuando se examinan las políticas neoliberales a la luz de sus credos proclamados.
Lo que la crisis del 2008 develó y lo que la actual crisis termina por desplegar en su plenitud, es la dependencia del capital financiero de las estructuras del Estado allí donde precisamente éste se erige en el mediador necesario y garante de la reproducción de aquel.
Eso no significa desconocer que el Estado constituye una arena en la que se libran genuinas batallas entre los sectores que disputan la hegemonía en cada momento histórico.
La situación es particularmente evidente en los Estados de los así llamados “países dependientes del tercer mundo”. En la disputa por el control del Estado en estos países, se expresa franca y directamente la lucha por mayores o menores márgenes de autonomía con respecto al sojuzgamiento de los poderes económicos globales. Por eso se ha repetido más de una vez que la “asunción del gobierno” por fuerzas progresistas en estos países, no es equivalente al control de las genuinas estructuras del Estado.
En cualquier caso el asunto en cuestión es equivalente. El Mercado hegemónico actual –es decir, las «corporaciones del capitalismo financiero internacional», sólo puede existir y reproducirse a través de las mediaciones que hace posible el Estado, fundamentalmente a través de su sistema jurídico, respaldada por el monopolio de la fuerza. En América Latina, lo hemos comprendido muy acabadamente en todo el proceso de reciente destitución de los regímenes progresistas, particularmente, cuando estos no eran afectos o se resistieron en algún grado a los dictámenes del capital financiero. El brazo ejecutor de las caídas de esos gobiernos se ejerció con el poder judicial por una parte, y con el respaldo –o la acción directa de la fuerza de policía o militar en otros (como por ejemplo, en Bolivia), vehiculizados todos ellos por el poder mediático, que más que aliado de las corporaciones las encarna de modo directo.
El Estado tiene además un rol decisivo en sociedades profundamente fragmentadas y con amplios sectores que quedan estructuralmente fuera del “juego del mercado”. En esos casos el Estado asume a función de atender a las masas de excluidos, garantizando la posibilidad de la coexistencia social. Sectores que no pueden participar en el mercado ni siquiera como parte del así llamado “ejército de reserva” (mano de obra que entra y sale del mercado de trabajo según sean los ciclos de contracción o expansión de la economía o, más precisamente, de acumulación del capital) porque hacen parte de sectores estructuralmente in-incorporables al sistema.
La crisis de la actual pandemia –en un grado mucho más profundo y estructural que en la del 2008(3) -no sólo puso en evidencia la función del Estado en la preservación (o negación) de los «intereses generales» frente a los «intereses particulares» del mercado; sino que además evidenció la dependencia que el mundo de las corporaciones mantiene con el Estado.
Con un agravante para los supuestos ideológicos neoliberales: sólo desde el Estado, y por lo tanto desde la política, se pueden movilizar acciones tendientes a proteger bienes básicos como la vida o la salud de la población.
Es por eso que los defensores a ultranza del modelo neoliberal se encontraron en una disyuntiva irresoluble ante la necesidad de dar respuestas desde el Estado a la crisis desatada por la pandemia: si asumían la función de garantes del interés general a través de políticas asistenciales y de protección social, erosionaban los cimientos de su prédica ideológica. Eso requería que el Estado apareciera recuperando funciones que el neoliberalismo resignó (transfiriéndolas al capital privado) desde el abandono del viejo “Estado benefactor”. Pero, si no lo hacían, el resultado de los acontecimientos revelaría las consecuencias de esa misma prédica, en un escenario en el que además, los logros de los Estados más intervencionistas se mostraban mucho más efectivas y eficientes. La opción -en una gran parte de los casos (paradigmáticamente EEUU, Brasil, Inglaterra) fue la primera. Y, según pretendemos mostrarlo, los móviles no se redujeron a una cuestión de erogaciones económicas: comprometían también y muy centralmente, las definiciones ideológicas que esas acciones develaban.
De hecho, cuando fue necesario volver a salir al rescate del capital las medidas no se hicieron esperar: el Senado de Estados Unidos aprobó una ley que contempló US$2 billones para ayudar a trabajadores y empresas a hacer frente a la crisis; y con ello logró que los mercados globales recuperaron parte de las pérdidas que venían registrando.
Reconsideradas desde la perspectiva de la actual pandemia, las medidas del 2008, parecen nimias a la luz de lo que debieron desplegar ahora.
También los Estados europeos se disponen a llevar adelante acciones tendientes a preservar sus mercados -asumiendo un cambio significativo en la política del bloque, especialmente de Alemania, como referente que lidera económicamente esa región. La Comisión Europea aprobó un plan (“Next Generation EU”) de recuperación valorado en 750.000 millones de euros (US$825.000 millones) para ayudar a los países de la UE a enfrentar la crisis desatada por el coronavirus. De esa cantidad, 500.000 millones se desembolsarán en forma de subvenciones a fondo perdido y 250.000 como préstamo. Pero, por primera vez, Alemania –con apoyo de Francia- propone la mutualización de la deuda, es decir, que sea el bloque quien la asuma y no los países individualmente. En esa dirección resultan de interés los comentarios que se han vertido a partir de estas medidas extraordinarias impulsadas nada menos que por Alemania (país que negó la ayuda que el gobierno griego necesitaba para salir de una de sus peores crisis de recesión a causa de un endeudamiento impagable, que tenía como principales acreedores a las corporaciones de origen alemán). Como se ha señalado, Merkel pasó de ser la canciller de la austeridad y principal obstáculo a la solidaridad con Grecia durante los peores años de la deuda soberana europea a convertirse en una de las impulsoras del mayor plan económico de la UE ante esta nueva crisis, que ahora la afecta de manera directa(4).
Se ha dicho que, “detrás de este ‘renacer’ europeísta de la canciller también hay intereses económicos”. Alemania es el país que más se beneficia del mercado único, de la libertad de movimientos de trabajadores, empresas y capital en la UE, según cálculos de la propia Comisión”(5). Se advierte que no es altruismo lo que la mueve, está en juego su hegemonía y sus mercados en la Región.
Un segundo aspecto que la pandemia devela, tiene aún un carácter más estructural para la lógica del capitalismo desde su propia fundación -ya que refiere a la relación entre Capital y trabajo.
La pandemia invirtió los términos en los que usualmente se presenta el Capital frente al trabajador/a. Para la lógica liberal “es el capital el que da trabajo”. Según su doctrina, se necesitan capitalistas para generar trabajo. Sin embargo, cuando se detuvo la maquinaria –y los trabajadores debieron recluirse-, se advirtió ipso facto que sin los trabajadores/as no hay trabajo, pero además –y más importante aún- que sin trabajadores/as no hay generación de valor. De modo tal que desde esa perspectiva, resultó evidente que son los y las trabajadores/as los que hacen al trabajo -y por lo tanto, al Capital.
Es por eso, como lo señalamos previamente, que fueron los Estados los que debieron salir a paliar o compensar –con distinto tipo de medidas según los países- la caída de los salarios o directamente a los y las desempleado/as. De modo tal que la crisis, y en especial esas medidas, pusieron en evidencia las mediaciones y relaciones que sostienen la rueda de la producción y la circulación: cuando la pandemia la detuvo, los cielos se despejaron del smog y la polución, pero en igual medida también, algo de los engranajes del orden social en su conjunto, se pudo vislumbrar tras de ellos.
En esa dirección, y en un sentido aún más profundo, el impasse que le impuso al sistema la pandemia suturó por un momento, la ruptura que rige la circulación de mercancías entre el trabajo vivo y el trabajo muerto u objetivado. En la lógica productiva del Capital, la mercancía porta en su propia materialidad relaciones sociales de producción, pero éstas se presentan como si provinieran de las mismas cosas. De modo tal que en el proceso habitual de la circulación de las mercancías, esas relaciones están presentes y ocultas al mismo. En palabras de Marx:
“El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores”.(6)
En buena medida, al detenerse el proceso, algo de ese fetiche también se derrumbó. Se hizo especialmente evidente cuando hubo que determinar qué mercancías serían esenciales, y qué trabajos -y en especial qué trabajadores- estaban vinculados a ellas. Detrás de cada una aparecían ahora tematizadas las mediaciones que las producían y las ponían en circulación.
Por lo demás, y en esa dirección, resultó igualmente gravosa la referida distinción entre los “trabajos esenciales” y “no-esenciales”. El capitalismo –desde su origen- se sostiene sobre el supuesto de la incesante expansión y creación de necesidades, para alimentar el consumo. Su motor y leitmotiv es la circulación del valor, de modo tal que toda su maquinaria se destina a crear cada vez nuevos medios para hacerlo circular (expandir la demanda, a través de la creación de necesidades). Cualquier factor que limite ese principio, atenta contra sus propia lógica reproductiva, pero también y en igual medida, contra sus fundamentos ideológicos.
Un profesor de economía, de una de las mecas académicas del liberalismo actual- la «London Business School» en un reportaje de la BBC, expresó esta situación como parte de lo que denominan “desaceleración de la globalización” y los riesgos que conlleva para los mercados mundiales:
“…Mire el intercambio comercial. Una vez que las cadenas de suministro fueron interrumpidas [por el coronavirus], las personas empezaron a buscar por fuentes alternativas en casa, incluso si eran más costosas” (…) “Si las personas encuentran proveedores domésticos, se quedarán con ellos, precisamente por esos riesgos que ahora perciben”. (…) “Se acelerará el repliegue del comercio internacional. Los exportadores ya están reconfigurando sus cadenas de suministros y acercando producción a costa de eficiencias. Los importadores subirán barreras arancelarias en respuesta. Este proceso ya había comenzado con la guerra comercial y ahora entrará en barrena. Asia y Occidente se aíslan mutuamente. Cae un telón de acero económico sobre el mundo”.(7)
Resulta difícil estipular, a priori, si efectivamente algo de esta magnitud ocurrirá o se sostendrá en el tiempo pero, sin duda, la pandemia exhibió en toda su crudeza la sinrazón de la lógica de la producción desmedida e irrefrenable que sostiene el sistema económico actual. Invirtió por un momento (¡probablemente sólo por un brevísimo momento!) el orden de las prioridades, dado el repliegue hacia la preservación de la vida en su acepción más básica y universal. Mientras los “activos del juego de naranja”, crecieron significativamente en los primeros meses del año, se depreciaba el precio del petróleo (según informes de la agencia Bloomberg). Esos comportamientos bursátiles pueden darse en muy distintos momentos, y pueden ser contingentes, pero considerando el contexto de la pandemia cobran una significación muy relevante.(8)
La escala de producción constituye, sin duda, un problema sistémico del orden económico actual, cuyas contradicciones entre lo político, lo económico, lo social y lo biótico adquieren estado crítico.
Todo indica que si las lógicas productivas –especialmente las vinculadas a la agro-industria y el extractivismo- se mantienen, las pandemias seguirán presentes como un emergente sistémico de esos procesos productivos:
“Aunque sin intención, la totalidad de la línea de producción está organizada en torno a prácticas que aceleran la evolución de la virulencia de los patógenos y su posterior transmisión. El cultivo de monocultivos genéticos (animales y plantas para alimentación con genomas casi idénticos) elimina los cortafuegos inmunes que en poblaciones más diversas ralentizan la transmisión. Ahora los patógenos pueden evolucionar rápidamente en torno a huéspedes comunes con genotipos inmunes. Mientras tanto, las condiciones de hacinamiento deprimen la respuesta inmune. (…) Es decir, la alienación del Capital se está trasladando a favor de los patógenos.”(9)
Este comentario expresa lo que es un dato ya públicamente conocido: el desarrollo incontrolado de la industria agropecuaria que se manifiesta también en deforestación masiva y la expansión de los monocultivos, reducen de igual modo la biodiversidad de los ecosistemas y su papel de freno en la propagación de virus patógenos.
A lo largo de los últimos años la humanidad enfrentó -con mayor o menor propagación- un sinnúmero de patógenos que pueden causar enfermedades graves.(10) La aparición de todos ellos se produjo a un ritmo nunca antes conocido. Todo indica también que surgirán muchos otros, si las condiciones que han dado lugar a la aparición de todos ellos se mantienen.
En septiembre de 2019, la Organización Mundial de la Salud y el Banco Mundial elaboraron un Informe que alertaba e incluso pronosticaba una probable emergencia sanitaria global por un nuevo tipo de gripe masiva, que podría causar la muerte de entre 50 y 80 millones de personas y destruir el 5% de la economía mundial. Alertaba también sobre la falta de estructuras y recursos adecuados para responder a una pandemia global y se proponía una serie de medidas que los gobiernos y los organismos internacionales ignoraron. En ese Informe la OMS presenta los resultados de un estudio realizado entre 2011 y 2018, en el que realizó un seguimiento de 1483 brotes epidémicos en 172 países. En relación al mismo presagian una nueva era marcada por una mayor frecuencia en la aparición de brotes de consecuencias nefastas y propagación potencialmente rápida, cada vez más difíciles de gestionar.
Estas contradicciones comprometen a prácticamente todos los países del planeta, y a la altura de los acontecimientos actuales resulta difícil imaginar un cambio sustancial de los patrones productivos. Entre otras cosas porque cambios bruscos e inmediatos demandarían definiciones globales para ser efectivos, y para no perjudicar a los países que aisladamente puedan adoptarlos.
De cualquier modo, como también lo señala la OMS, la contracara de esto refiere a la capacidad de los países para gestionar y enfrentar los brotes epidémicos que esos patrones productivos pudieran estar provocando.
En ese orden las repuestas que se vienen constatando en los distintos países para enfrentar la pandemia del Covid-19, evidencian diferencias muy notables, que erosiona de igual modo la predica neoliberal. Los países con políticas públicas intervencionistas (o directamente de filiación socialista) ostentan resultados mucho más favorables en lo que respecta a la mitigación y efectos de la pandemia que los grandes referentes del libre- mercado. Todos ellos se ubican entre los que tienen los niveles más bajos de contagio, letalidad y mortalidad, como resultado de medidas sanitarias más exitosas. Es el caso de -Vietnam, Cuba, Nicaragua, Venezuela(11) –y por supuesto, la propia China-.(12) Vietnam además asiste con recursos sanitarios a Laos, Camboya, Estados Unidos, Rusia, España, Italia, Alemania, Francia, Reino Unido. Igualmente Cuba, que aún en el marco de un prolongado e injusto bloqueo, envía brigadas médicas a Italia, Venezuela, Nicaragua, Jamaica, Surinam, Granada y México.(13) La contracara de eso la presentan los adalides del libremercado, ocupando muchos de ellos el podio en cuanto a las cifras más dramáticas de la pandemia: es el caso de Estados Unidos, Brasil y muchísimos países europeos fuertemente signados por las políticas neoliberales (Inglaterra, Bélgica, Italia y muchos otros).(14)
Si se toman en cuenta factores como la esperanza de vida, que tienen impacto directo en los riesgos diferenciales ante el Covid, se observa que aún con valores muy próximos en ese indicador se mantienen las diferencias en las tasas de mortalidad, siempre a favor de los países con políticas más intervencionistas en la gestión social y sanitaria.
Por ejemplo, Cuba que tiene una esperanza de vida alta (era de 78,73 años en 2018), o Vietnam (con 75,32 años) presentan índices de mortalidad por Covid mucho más reducidos que varios países europeos o que el propio Estados Unidos (cuya esperanza de vida es prácticamente idéntica: 78,54 años). Mientras que en Cuba se informan 12.26 y en Vietnam 0.37 decesos por millón de habitantes; en EEUU ese valor asciende a 996.25 casos por millón [para fines del 2020].(15)
Conforme con todo ello, si bien no puede afirmarse que estos países sean los únicos con bajas tasas de mortalidad por Covid-19; lo que sí se puede afirmar es que en todos ellos esos valores se mantuvieron –desde el inicio- muy por debajo de la media mundial –y de la de muchos países “desarrollados”. De modo tal que, entre la gran cantidad de factores (culturales, económicos, genéticos, demográficos, etc.) que pueden intervenir –y sobredeterminar– el decurso de la pandemia, el de la política sanitaria –que es en definitiva el de la política económica- constituye en última instancia un factor decisivo.(16)
¿Será entonces que “el Rey está desnudo”?
Nuestro presupuesto es que todos y cada uno de los elementos que hemos ido considerando, erosionan de manera objetiva los supuestos ideológicos en los que se erige el libre mercado, y sus variantes neoliberales.
Aunque resulta difícil abordar acabadamente aquí el concepto de “ideología”, podemos limitaremos a señalar con el filósofo cubano Ruben Zardoya que “el secreto de toda ideología radica en la producción y reproducción de un ideal social, de una imagen de una realidad en cuyos marcos las contradicciones existentes se presentan como superadas y, por consiguiente, de una finalidad capaz de unificar y organizar a aquellos grupos y clases sociales en torno a la tarea común de realizarla.”(17)
En lo que respecta al escenario contemporáneo, la ideología neoliberal presenta importantes redefiniciones con respecto a la que enarbolaban los representantes del liberalismo clásico del siglo XVIII. En este último, y más allá de las variantes que adquirió según distintos referentes e ideólogos, sus cimientos se erigen en la defensa del «libre-mercado y la libre-contractualidad», cuya contraparte política suponía la no intervención del Estado en la dinámica y regulación del Mercado. En la etapa actual (y probablemente desde entrado el siglo XX) se advierte un cambio significativo no sólo en sus supuestos sino también en las estrategias de su diseminación. Son varios los teóricos que han dado cuenta de esas estrategias, dirigidas fundamentalmente a una modelización subjetiva, consistente en transformar a todo sujeto en una versión aggiornada del Homo œconomicus. Foucault caracterizó a esa lógica con la fórmula el “empresario de sí”. Según ésta, todo sujeto, cualquiera sea su posición objetiva en la estructura social, se siente convocado a ser un gestor, un “emprendedor” de su vida, proyectando sobre ella esa concepción economicista propia del libremercado. Esto se traduce en una exacerbación de la auto-explotación, la maximización del rendimiento y la competencia y por supuesto en el culto al individualismo. Nuevamente Margaret Thatcher sintetizó ese proyecto ideológico-político de manera elocuente cuando sostuvo: “la economía es el método, el objetivo es el alma”:
“El neoliberalismo no gobierna principalmente a través de la ideología, sino a través de la presión ejercida sobre los individuos por las situaciones de competencia que crea. Esa ‘razón’ es mundial por su escala y ‘hace mundo’ en el sentido de que atraviesa todas las esferas de la existencia humana sin reducirse a la propiamente económica. No es la esfera económica la que tiende a absorber las demás esferas, sino la lógica de mercado la que se extiende a todas las otras esferas de la vida social sin destruir sin embargo las diferencias entre ellas”.(18)
De cualquier modo, sería un error creer que estos procesos –especialmente para los países periféricos y dependientes- se dieron de manera espontánea, reflejando simplemente el éxito de la política neoliberal. Para implementarlos, al menos en una gran parte de América Latina, se hizo necesario instalar regímenes de terror, que llevaron a cabo genuinos genocidios dirigidos precisamente a quebrantar toda forma de solidaridad social, diezmando y aniquilando a buena parte de la dirigencia política y la militancia que luchaba contra el avance de esas políticas.
Por lo demás, lo que objetivamente se observó –en especial a partir de los 80 y los 90- fue un franco retiro del Estado de toda política social, acompañado de procesos de privatización (es decir, de transferencia a privados) de muchos de los servicios considerados hasta entonces como “públicos”.(19) Todo ello, junto a la progresiva automatización y robotización de la producción, dio lugar a una cada vez más acusada concentración de la riqueza, y a un vertiginoso crecimiento de la población estructuralmente excluida del mercado laboral.
Estos procesos y las políticas que los motivaron se constataron en todo el llamado “mundo occidental”, y aunque tuvieron distinto impacto en los países periféricos que en los centrales, la lógica que los condujo fue relativamente semejante.(20)
La “crisis de la pandemia” emerge como un escenario inesperado pero especialmente propicio, para poner en cuestión estos principios vertebradores de la lógica y la ideología neoliberal.
Por supuesto –y como ya lo señalamos- la erosión a sus cimientos se viene produciendo desde mucho antes, y en verdad data probablemente desde el origen mismo del surgimiento de este orden económico. Por una parte por las propias contradicciones internas a las que conduce (recurrentemente) el sistema; por otra, y como consecuencia de ellas, por la aparición de proyectos sociales alternativos (como los del socialismo real) que supusieron una amenaza a su base de sustentación ideológica.
“La ‘crisis de la pandemia’ emerge como un escenario inesperado pero especialmente propicio, para poner en cuestión estos principios vertebradores de la lógica y la ideología neoliberal.”
La pandemia –como expresión de esas contradicciones y crisis estructurales (que contiene y contempla también a las problemáticas medio-ambientales) constituye un momento de amplificación y develamiento privilegiado de todo ello, tal como lo advierten los propios referentes del sistema.
En un artículo reciente, titulado “Nuevas oportunidades para los marxistas: el cambio climático y el coronavirus”, publicado por el portal Mises Wire, que se define como un medio dedicado a ofrecer “noticias y opiniones contemporáneas a través del lente de la economía austriaca y la economía política libertaria”, se sostiene.
“…el «cambio climático» y la pandemia de coronavirus son coincidencias afortunadas para [los nuevos marxistas]. (…) La epidemia de coronavirus ofrece a todos los enemigos del capitalismo puro una oportunidad aún mayor para derribar lo poco que queda del sistema de libre mercado. Con la ayuda de cierres coercitivos -supuestamente una medida para «combatir el virus»- los gobiernos pueden destruir directamente el capital corporativo, boicotear el comercio mundial y causar un desempleo masivo, dejando así a mucha gente abatida y receptiva a políticas aún más intervencionistas, colectivistas o incluso socialistas”.(21)
Sin duda, el alerta está activo para los representantes e ideólogos de las doctrinas del libre-mercado. Nada de lo que se manifiesta en las calles, especialmente en lo que se ha dado en llamar “movimiento anti-cuarentena”, aparece por generación espontánea. Para comprobarlo alcanza con recorrer los llamados “Think tank” en los que se puede constatar la virulencia con la que se movilizan para librar sus combates ideológicos, o simplemente identificar a los referentes políticas y mediáticos que en cada contexto las promueven.(22)
Probablemente una de las expresiones más acabada en esa dirección, sea el Manifiesto liderado por el escritor peruano Vargas Llosa y rubricado por intelectuales, empresarios y referentes políticos de Europa, América Latina y Estados Unidos. La prosa tiene una agresividad nada habitual para estas derechas atentas a la manipulación mediática. Luego de denostar a las “dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y ubicar a Argentina, México y España como países acechados por Estados intervencionistas, sostienen:
“A ambos lados del Atlántico resurgen el estatismo, el intervencionismo y el populismo con un ímpetu que hace pensar en un cambio de modelo alejado de la democracia liberal y la economía de mercado. Queremos manifestar enérgicamente que esta crisis no debe ser enfrentada sacrificando los derechos y libertades que ha costado mucho conseguir. Rechazamos el falso dilema de que estas circunstancias obligan a elegir entre el autoritarismo y la inseguridad, entre el Ogro Filantrópico y la muerte”.
En cada párrafo de este Manifiesto se pone en evidencia la preocupación que los asiste pero también la violencia que los caracteriza. Los dos últimos términos del fragmento ameritan por sí solos, todo un análisis. De alguna manera en ellos se percibe ese dejo fascistoide propio de estas derechas. Resulta interesante por lo demás, la intertextualidad literaria a la que recurre probablemente la pluma del propio Vargas Llosa, al evocar nada menos que a su par mexicano, el igualmente defensor de “libertades individuales”, el escritor Octavio Paz.
En esa dirección, resultan igualmente significativas, y muy reveladoras las manifestaciones del propio Trump en su campaña electoral, al sostener que en caso de que triunfara Biden (su contrincante demócrata en los próximos comicios), se correría el riesgo de que surgiera una “Venezuela dentro de Estados Unidos”. Es un hecho inédito –al menos para los últimos tiempos- que un presidente de Estados Unidos amenace con la posibilidad de una sedición dentro del propio territorio. La amenaza al orden y la sociedad norteamericana provenía siempre de fuera, del mundo exterior por así decir (el terrorismo, que por lo general llega de oriente, más las “dictaduras” que ellos identifican en muy distintas regiones del planeta, especialmente cuando algún gobierno limita sus intereses económicos y corporativos). Los dichos de Trump van mucho más allá de lo esperable en una contienda electoral. Se inscriben además en un contexto ya convulsionado, y signado por enfrentamientos entre facciones muy antagónicas de la sociedad norteamericana, como lo mostraron los levantamientos populares y antirracistas que se vivieron en ese país recientemente. Levantamientos que, en plena pandemia, tuvieron un alcance también inédito para su historia reciente; los que no pueden comprenderse sin poner en consideración la profunda crisis económica, social y sanitaria que atraviesa el país del norte.(23)
Sería un error ver en Trump a un “loco descarriado”, como tantas veces se lo hace aparecer. Trump es también producto y efecto de una crisis estructural que atraviesa el Capital a escala global. Encerrado en una encrucijada novedosa, que pone en contradicción a distintas facciones e intereses dentro de sus propias filas, cuya expresión más tangible es la llamada “guerra comercial con China”, y, en igual medida, los efectos desbastadores que produce el capitalismo especulativo-financiero globalizado –incluso sobre sectores asociados al capitalismo productivista.(24)
En el marco de esas contradicciones, debe leerse también el llamativo movimiento de “ultra-millonarios” que demandan a los Estados por el cobro de mayores impuestos. El grupo se hace llamar “Millonarios por la Humanidad” e hicieron su aparición un tiempo antes de la pandemia, pero volvieron enfáticamente al ruedo una vez iniciada ésta. Sus declaraciones no dejan de sorprender, bien podrían haber sido escritas por el más acérrimo enemigo del capitalismo. Afirman por ejemplo que la “humanidad es más importante que nuestra plata” y consideran que la situación “no puede resolverse con caridad por más generosa que sea”. Reconocen que mientras la pandemia golpea el mundo, y se avecinan grandes crisis económicas y sociales, ellos tienen dinero por demás:
“A diferencia de decenas de millones de personas en todo el mundo, no tenemos que preocuparnos por perder nuestros trabajos, nuestros hogares o nuestra capacidad de mantener a nuestras familias (…) Así que por favor, hágannos pagar impuestos. Es la elección correcta. Es la única opción”.(25)
Obviamente representan a un grupo muy reducido de todos los millonarios del planeta (basta visitar alguno de los portales de los Think tank para advertir la enfática animadversión que esos “liberales” tienen hacia cualquier política fiscal progresiva).(26) Sin embargo, estos “millonarios humanistas” dan una señal, sin duda, inteligente en términos de las amenazas que podrían cernirse sobre sus intereses particulares,(27) en un escenario político convulsionado e imprevisible en muchos aspectos, como el que ya se percibe.
Es este el marco también en el que surgen los denominados “movimientos anti-cuarentena”, a los que ya nos referimos. De alguna manera mientras las aguas se agitan, mientras el río está revuelto –como se dice-, la ganancia es de pescadores. Probablemente en este caso las consignas que los convocan no deban leerse “al pie de la letra”: todas ellas son profundamente irracionales, cuando no auto-contradictorias. En nuestro parecer, hacen parte de un proceso en el que lo importante –para los sectores aún hegemónicos- es generar las condiciones para que no se advierta –o al menos nadie termine por ponerlo en palabras- que el “rey está desnudo”. En este caso, que no se advierta lo que ya está a la vista de todo/as: los límites cada vez más críticos a los que conduce el capitalismo financiero transnacional que gobierna hegemónicamente el planeta.
Es cierto, por otra parte, que el capitalismo ha sido capaz de sortear las más complejas y difíciles crisis. La del 29 del siglo pasado fue una de ellas. Las amenazas que entonces enfrentaba eran quizás más extremas, entre otras cosas, porque había un modelo alternativo naciente, que se proclamaba capaz de acabar con muchos de los males que lo aquejaban. En ese escenario, se vio necesitado no sólo de redefinir el rol del Estado en políticas cada vez más activas e intervencionistas –en lo económico y en lo social- sino también en crear condiciones subjetivas que desvirtuaran y desviaran el eje de las contradicciones irresolubles que el sistema económico-social enfrentaba. Como muchas veces se ha señalado ese fue el caldo de cultivo que hizo posible la emergencia del régimen nazi-fascista con todo lo que ello supuso para una parte muy importante de la humanidad.
Aunque cueste creerlo por todo lo que sobrevino después, el propio
Churchill se lo expresó a Mussolini en una visita a Italia antes de la
Segunda Gran Guerra:
“Agregaré una palabra sobre el aspecto internacional del fascismo.
Externamente su movimiento ha rendido un servicio al mundo entero. […]
Italia ha demostrado que hay maneras de luchar contra las fuerzas
subversivas, maneras que pueden llevar las masas populares, propiamente
dirigidas, a apreciar y defender el honor y la estabilidad de una
sociedad civilizada. Ha previsto el antídoto necesario al veneno ruso.
De ahora en adelante, ninguna gran nación estará desprovista de un
último medio de protección contra el crecimiento canceroso del
bolchevismo.(28)
No sabemos a ciencia cierta si esta nueva crisis planetaria que se avecina supondrá una transformación efectiva de las bases del capitalismo actual. Todos -o muchos- caminos están abiertos, entre ellos el riesgo de la consolidación de nuevas derechas extremas; pero también la lucha de los pueblos y los países que ya resisten a estas lógicas neoliberales. En principio no hay indicios que ponga en evidencia un cisma inmediato en las estructuras que soportan al actual sistema económico global. Pero sin dudas, la pandemia ahondó en los ya erosionados supuestos ideológicos en los que se sostiene. Develó –como nunca antes probablemente- la irracionalidad de su lógica reproductiva y los supuestos profundamente inhumanos en que se funda.
Si Hegel estuvo en lo cierto, y admitimos con él que “todo lo real es racional, y todo lo racional es real”, hay razones para sospechar precisamente que la irracionalidad del sistema no podrá sostenerse por mucho tiempo (y a escala de la historia uno o dos siglos más no resulta mucho tiempo). Resta averiguar en todo caso si en su derrumbe se lleva a la humanidad consigo.(29)
Roxana Ynoub - Profesora Titular Regular (UBA / UNLa / UNLP).
Notas:
(1) Entendemos por supuesto, que la ideología liberal y neoliberal
no comienza en los noventa. Señalamos simplemente que cobra en ese
momento un fuerte ímpetu hegemónico.
(2) Las transformaciones económicas fueron más o menos profundas
según los contextos o países, pero en todos los casos hubo una franca
orientación hacia políticas más distributivas, y en ocasiones hacia
disputas más estructurales contra los poderes fácticos de la
economía. En un reciente reportaje, Alvaro García Linera resume parte
de las acciones de gobierno que hicieron posible en la gestión en la
que él se desempeñó como vicepresidente de Bolivia, disputar poder
económico desde el Estado: “Para ser progresista, un gobierno tarde o
temprano tiene que darle una potencia económica a las estructuras del
Estado. No absoluta: nunca hemos pensado ni creemos que el socialismo
sea estatizar todo. Pero me atrevo a decir que el Estado debe disponer
del 30% del PBI para arriba”. https://www.revistacrisis.com.ar/notas/bolivia-no-tiene-escrito-su-destino
(3) Aún reconociendo que la crisis del 2008 constituyó una de las
más profundas de las que atravesó el capitalismo en su historia, tal
como lo han señalado los que acuñaron entonces el giro “Nueva
normalidad”: “…el sistema monetario internacional sufrió una “parada
repentina” hace dos años, cuyo impacto adverso todavía lo sienten
millones, si no miles de millones, de personas en todo el mundo” (…)
“«nuestro uso del término fue un intento de situar la discusión más
allá de la noción de que la crisis era una mera herida superficial… al
contrario, la crisis ha calado hondo. Fue el resultado inevitable de un
período extraordinario de varios años que fue de todo menos normal».
Mohamed A. El-Erian (2010). Navigating the New Normal in Industrial Countries Per Jacobsson Foundation Lecture. Fondo Monetario Internacional. Consultado en diciembre de 2020. https://www.imf.org/en/News/Articles/2015/09/28/04/53/sp101010
(4) Aunque algunos países del bloque se resistentes a la idea (los
llamados “cuatro frugales” -Austria, Dinamarca, Suecia y los Países
Bajos-) y prefieren la fórmula ortodoxa de los préstamos, todo parece
indicar que Alemania impondrá su criterio.
(5) Y con una contracción al menos el 6% en su PIB pronosticada para
este año y retrocesos del 7% en Países Bajos, 9% en Bélgica y al
menos del 11% en España o Italia, gran parte del mercado exportador
germano amenazaba con diluirse como un azucarillo. https://www.lainformacion.com/economia-negocios-y-finanzas/merkel-rompe-con-austeridad-deja-como-legado-fondo-reconstruccion/2813121/
(6) K. Marx. El Capital, Libro primero, Volumen I, Sección I, Cap. I, “La Mercancía”.
(7) Nota de Redacción BBC News Mundo: “Coronavirus: por qué la
pandemia puede acelerar la desglobalización de la economía mundial (y
qué peligros conlleva eso)”. 15 abril 2020. https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52155208
(8) La demanda no dejó de aumentar y la oferta se encuentra afectada
debido a que los productores tienen que redoblar esfuerzos por
transportar sus cosechas en medio de las restricciones impuestas para
evitar la expansión del coronavirus. Este fenómeno provocó, además,
un aumento en el llamado “precio futuro” del jugo de naranja, un
indicador basado en el costo de entrega del producto para los próximos
meses. Además, por el lado de la oferta, hay otros problemas como la
falta de trabajadores, ya que las plantaciones introdujeron
restricciones como el distanciamiento social ante la pandemia. Diciembre
2020. https://www.bbc.com/mundo/noticias-52058837
(9) Rob Wallace, Alex Liebman, Luis Fernando Chaves y Rodrick Wallace. Covid-19 y Circuitos de Capital. Agosto 2020. https://jussemper.org/Inicio/Recursos/Info.%20econ/Resources/Covid-19YCircuitosdeCapital.pdf
(10) MERS, SARS, gripe aviar y porcina, virus de la fiebre de Hendra,
Lujo, Marburgo, Lassa, Nipah o Crimea-Congo, Ébola, entre otros.
(11) La prensa mundial alerta toda vez que puede, que los datos de
Venezuela no son confiables. En algunos países incluso no se incluye ni
a Venezuela ni a Cuba en las estadísticas oficiales. Sin embargo,
Venezuela no sólo tuvo un control muy exitoso de la pandemia, sobre
todo en los primeros meses, sino que además lo hace en el marco de la
resistencia a una guerra no convencional, declarada hace ya mucho tiempo
por los grandes poderes del mundo. Durante la pandemia resistió varios
atentados -incluido algunos dirigidos contra el presidente-, y sufrió
un endurecimiento cada vez más drástico del bloqueo económico.
(12) Llamativamente, la revista Time no incluyó a ninguno
de estos en la lista que presentó como los mejores países que llevaban
la pandemia, en una nota aparecida en el mes de junio. ¿Es para
sorprenderse? https://time.com/5851633/best-global-responses-covid-19/
(13) https://www.tiempoar.com.ar/nota/las-disputa-ideologica-global-que-asoma-en-la-nueva-normalidad
(14) La retracción del Estado de las políticas sociales y
sanitarias fue la norma del neoliberalismo, y tuvo probablemente en
varios países europeos sino su epicentro, al menos una fuerte
presencia. A modo de muestra, resultan sumamente reveladoras las
declaraciones del consejero de la Generalitat responsable de la sanidad
pública catalana, ante el recorte de 1000 millones de euros (que
representaban el 10% del presupuesto y que obligaban a cerrar
ambulatorios, ambulancias y servicios hospitalarios), en el año 2010.
Sostuvo entonces que “la salud depende de uno mismo” y que “no hay un
derecho a la salud, porque esta depende del código genético de la
persona, de sus antecedentes familiares y de sus hábitos”. https://elpais.com/diario/2011/10/26/catalunya/1319591239_850215.html
(15) Los valores corresponden a lo registrado al 23/12/2020.
https://datosmacro.expansion.com/otros/coronavirus
(16) Usamos este giro “en última instancia” para evocar la fórmula
que el propio Althusser rescata de Federico Engels, cuando, luego de
reconocer la implicación de factores extraeconómicos en los procesos
que signan el curso de la historia real, incluidos los procesos
revolucionarios, concluye reconociendo -con Engels- que así y todo en
última instancia son dichos factores económico-materiales, los que
ejercen una función predominante en el destino de dichos procesos. Por
otra parte, esta fórmula y sus supuestos, han sido criticados por
corrientes neomarxistas –como la de Laclau-, que al tiempo que recuperan
los aportes de Althusser (entre ellos el concepto de
sobredeterminación) rechazan su visión marxista todavía ortodoxa en
lo que respecta a este punto. (cfr. Laclau y Mouffe, 1985).
(17) Zardoya Laureda R. Idealidad, ideales e ideología. Contracorriente, 1996, 5.
(18) Laval y Dardot (2014). “El neoliberalismo es una forma de vida, no sólo una ideología o una política económica”. https://www.eldiario.es/interferencias/neoliberalismo-ideologia-politica-economica-forma_132_4592247.html
(19) Como se lo ha reconocido muchas veces, el retiro del Estado de
Bienestar, en especial en los países europeos, se consolidó conforme
se producía la caída del bloque soviético. Como también se ha
señalado, esto muestra que en gran medida, el welfare state, fue la respuesta del mundo capitalista ante el temor de una avanzada del régimen socialista sobre esos países.
(20) Probablemente una de las principales diferencias en esos
distintos contextos se puede situar en que, mientras que en los países
centrales la exclusión y marginación recayó fundamentalmente sobre la
población migrante (dado que ésta creció muy significativamente
desde fines del siglo pasado, mientras descendía en igual medida la
natalidad de los países receptores de esa migración); en la periferia
las brechas sociales se acentuaron al interior de la propia población
local.
(21) Dr. Thorsten Polleit is Chief Economist of Degussa and Honorary
Professor at the University of Bayreuth. También es asesor de
inversiones.
(22) Cfr.: “El lobby ultraliberal detrás de las marchas anticuarentena”. Página12. Noviembre 2020. https://www.pagina12.com.ar/287045-el-lobby-ultraliberal-detras-de-las-marchas-anticuarentena
(23) Al momento de cerrar esta nota se desencadenaban acontecimientos
sin precedentes en el escenario político norteamericano, ya que
seguidores de Donald Trump asaltaron violentamente el Capitolio en el
momento en que se debía llevar a cabo la certificación de los votos
que consagraban a Biden como nuevo presidente de los Estados Unidos.
Cualquiera sea la lectura que se siga de estos acontecimientos, ellos
tornan el devenir político y social aún muy incierto de lo que ya
resulta. Lo que por ahora es claro es que Trump ha logrado consolidar y
comenzar a darle entidad política a amplios sectores ultra- derechistas
y neofascistas, que pueden persistir incluso más allá de Trump, entre
otras cosas porque no son más que una expresión de las propias filas
del neoliberalismo. https://vientosur.info/trumpismos-post-trump/
(24) Por otra parte, mientras EEUU está sumido en una grave crisis
política, económica y social, China consolida una alianza sin
precedentes con todo el bloque asiático, que no hará más que
fortalecer su potencial económico, y redefinir el escenario
geopolítico global en la post-pandemia. https://www.reuters.com/article/comercio-asia-rcep-idESKBN27V0BR
(25) La información puede encontrarse en: https://www.millionairesforhumanity.com/press
(26) Como lo señaló también Noam Chomsky en la Cumbre de la
Internacional Progresista: “Ahora el capital está menos gravado que la
fuerza de trabajo. Eso fue una gran victoria para el capital”. https://www.telam.com.ar/notas/202009/515754-chomsky-el-mundo-enfrenta-una-lucha-entre-la-internacional-progresista-y-la-reaccionaria.html
(27) Son sólo 83 firmantes, entre ellos se cuenta el magnate Soros,
objeto de muchas de las críticas que emanan de los anti-cuarentenas.
(28) Recuperado de: https://www.marxists.org/archive/grant/1948/fascism.htm
(29) Al respecto es interesante recordar la consigna con la que
convocó la Primera Cumbre de la Internacional Progresista:
“Internacionalismo o extinción”.
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