El Covid-19 ha provocado una crisis humanitaria de proporciones pero sobretodo un desastre económico sin parangón. Es probable que el virus no solo nos contagie sino también infecte nuestras estructuras, todo el orden político y cultural, representando un momento de viraje en la historia. La pandemia del coronavirus emergió abruptamente como un acelerador de los procesos de crisis/reconfiguración ya evidentes en el capitalismo. Entre otras cosas, el Codiv-19 ha puesto de manifiesto que no somos, como dijo la Primera Ministra Británica, Margaret Thatcher, hombres y mujeres aislados: la tragedia desatada y las medidas para enfrentarla son prueba evidente que la sociedad existe, que somos parte de un colectivo, y que ello obliga a la solidaridad. Mientras las medidas de contención del Covid-19 no pueden ser aplicadas eficazmente porque las personas necesitan trabajar para alimentar a sus familias, en Wall Street cuentan ganancias mientras que en el resto del mundo cada día se cuentan más tumbas. En definitiva, lo mismo de siempre, pero agravado: gente común versus hijos de puta. Un post dedicado a Luis Yañez Orellana, ya que su comentario parió esta nota.
Nos encontramos ahora en mitad de una crisis del capitalismo y en un mundo que tiene características profundamente inestable. Pero no es una crisis, es el principio del fin capitalismo como lo conocemos.
Habitamos un mundo de claroscuros, un mundo de monstruos. La transnacionalización del capital y la ruptura de la noción centro-periferia han puesto, en este siglo XXI, el mundo al revés. Esto nos obliga a enfrentamos a profundos escenarios de violencia en la medida en que Estados Unidos va perdiendo su hegemonía económica y política, y otros proyectos, como el de Rusia o el de China, van surgiendo y conformando un nuevo escenario internacional.
Copio un comentario que salió en nuestro blog cabezón y que dió origen a esta nota, el comentario era referido a este nuevo esenario y la pandemia que a venido a dinamizar estos procesos de descomposición:
Todo indica que la crisis que actualmente estamos viviendo es un punto de inflexión en la historia. Al término de la pandemia nuestras vidas y sociedades no serán iguales a las de antes.
En nuestra vida cotidiana, aquello que creímos sólido y necesario muestra su fugacidad y precariedad que nos hace dudar de todo. Pero en realidad ese orden, esos modelos de vida, esos valores, se desvanecen para exhibir su falsedad. Lo que se viene, enfrente, es completamente irracional, es el monstruo de Gramsci, y son nuestros propios monstruos multiplicados por el desorden imperante. El neoliberalismo recurrirá al disparate, al miedo, al odio. Ante ello, no habrá margen para la argumentación y el razonamiento lógico. Es importante entenderlo y prepararse para eso.
Vivimos una preocupante incertidumbre, porque se desconoce cuánto durará la clausura de actividades, la ausencia de ingresos, el desempleo y tampoco cuando se descubrirá una vacuna o medicamento eficaz. Todos sufrimos la incertidumbre ¿No era esto lo que quería el ex ministro de Educación Bullrich cuando dijo "Debemos crear argentinos capaces de vivir en la incertidumbre y disfrutarla"?.
Una cosa que está barriendo el Covid es toda la lógica neoliberal que reinaba hasta hace muy poco.
La dramática realidad actual nos obliga a revisar por completo el modelo económico-social y el Estado mínimo que lo sustenta. Porque el contrato social instalado por Margaret Thatcher y Ronald Reagan, a comienzos de los años ochenta y luego impuesto por el Consenso de Washington a todos los países, ha cerrado las puertas a derechos sociales fundamentales allí donde no existían, o limitándolos, donde ya estaban instalados.
Actualmente estamos entre dos épocas históricas: AC y DC; antes de Covid-19 y después de Covid-19. No creo que, como decía Luis Yañez Orellana, el virus sea tan tremendamente importante de por sí, sino que vino a acelerar todo el proceso de descomposición social e institucional, que de por sí habría durado un tiempo más.
Las poderosas corporaciones se encuentran ya listas para navegar por las aguas desconocidas (o eso intentarán) de este tiempo intermedio, tiempo de monstruos según Gramsci, aunque nadie sabe muy bien qué vendrá después. Pero si los poderosos la tienen mal, menos equipados están los pobres y la clase trabajadora, que no pueden reunirse para protestar o manifestarse en busca de mejores condiciones de vida sin ponerse en riesgo, en este reino de la necropolítica.
El nuevo coronavirus también ha amplificado la enorme desigualdad que domina nuestra sociedad. Basta con observar la desconexión entre el mercado de valores y la difícil situación de los trabajadores, parece que con cada anuncio de pérdida histórica de empleos, el índice Dow Jones y el Standard & Poor’s 500 se disparan hacia arriba.
Como ya sabemos; el virus también ha dejado al desnudo la incapacidad del Estado subsidiario y el modelo económico neoliberal para proteger la sociedad, a todos sus miembros. En todo el mundo cunde la incertidumbre y ha quedado de manifiesto que el mercado no es capaz de proteger la sociedad. Ello permite comprender la irracionalidad e injusticia que ha significado la precarización de la sanidad pública y otros derechos sociales indispensables, así como la grave crisis medio ambiente.
La Política de la Muerte
Para encontrar ejemplos de la necropolítica de los hijos de puta, acá y en todos lados, bastaría con remitirse a los cercanos y actuales de Trump y Bolsonaro (aunque la lista es larga), que presencian como sus países se deslizaron por la pendiente de una tragedia sanitaria no ya sin hacer nada al respecto, sino dejando deliberadamente que eso suceda. Aquí en Argentina, la cuarentena les sirvió de excusa para despedir, rebajar sueldos y hacerse pagar los sueldos por el Estado.
Es que para la derecha las personas son elementos descartables, apenas un número en las estadísticas o un factor del proceso productivo, y no precisamente el más cuidado y valorado. No es un juicio de valor, es una simple constatación de algo que está en su misma esencia, en tanto expresión política más cabal del capitalismo más descarnado.
En el caso particular del macrismo (la encarnación más contemporánea de la derecha en clave electoral en Argentina) las muertes humanas son apenas un peldaño o escalón de su ascenso al poder, desde Cromagnon para acá: como ha sido siempre, la derecha usa políticamente la muerte, sea dispensándola en forma directa (como cuando gobernaba apoyada en tanques y bayonetas), o aprovechándola políticamente, como con la tragedia de Once.
Esas políticas y miradas, en la vida cotidiana, tiene consecuencias. Los trabajadores del sector informal tienen ante sí un dilema durante la pandemia del coronavirus que no pueden resolver: ir a trabajar o morirse de hambre. En Argentina (y sucede algo parecido en muchos otros lugares) empleados, sub empleados o sujetos a una humillante asistencia social, siguen ganando las calles de los municipios del conurbano profundo, allí donde los teléfonos de emergencia repiten indiferentes mensajes grabados y los hospitales rebalsan de infectados, porque saben que si no enfrentan al virus en esa intemperie peleando un plato de comida para sus hijos, bajo el techo más precario los aguarda la parca ostentando la máscara del hambre.
Secciones enteras de la economía están colapsando, pero la economía no significa nada; son hombres y mujeres excluidos de la sociedad e incluso de la vida. Las grandes multinacionales van a poder comprar, a bajo precio, las compañías en bancarrota. Estamos presenciando pasivamente la destrucción de la economía real y la concentración de actividades en las multinacionales. Esto compromete los esfuerzos de los gobiernos dirigidos a proteger a la población y puede ser fuente de tensiones sociales.
“En poco tiempo hemos distribuido kilos y kilos de comida, en cientos de mesas de ranchos. Hemos picado, cortado y lavado cantidad enorme de comida que llega porque lxs humildes que están un poquitito mejor colaboran con quienes estamos peor. Hemos amasado amor por toneladas y sabemos que solo hasta ahora hemos laburado muchísimo más que cientos y cientos de politiquerxs que andan dando vuelta por ahí, a salvo del hambre, del Covid y de la bala de la yuta. Nuestro laburo nos llena de orgullo, un orgullo que solo es porque es colectivo”.Olla Popular "Sólo el pueblo salvará al pueblo", Barrio Los Hornos, La Plata.
Nos encontramos ahora en mitad de una crisis del capitalismo y en un mundo que tiene características profundamente inestable. Pero no es una crisis, es el principio del fin capitalismo como lo conocemos.
Habitamos un mundo de claroscuros, un mundo de monstruos. La transnacionalización del capital y la ruptura de la noción centro-periferia han puesto, en este siglo XXI, el mundo al revés. Esto nos obliga a enfrentamos a profundos escenarios de violencia en la medida en que Estados Unidos va perdiendo su hegemonía económica y política, y otros proyectos, como el de Rusia o el de China, van surgiendo y conformando un nuevo escenario internacional.
"La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados"Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel
Copio un comentario que salió en nuestro blog cabezón y que dió origen a esta nota, el comentario era referido a este nuevo esenario y la pandemia que a venido a dinamizar estos procesos de descomposición:
Luis Yañez Orellana Perfil Lleno: El articulo es excelente, lo que todavía me sorprende y mucho que aquí, me refiero a Cabeza De Moog, se tiene asumido de que estamos viviendo la peor plandemián de esta esquina de la galaxia, es así realmente???Face del blog cabezón
Cabeza de Moog: Yo no creo que esta sea la peor pandemia ni mucho menos, pero creo que es la que aparece justo en un momento de transformaciones y caída del sistema capitalista tal como lo conocemos, de "malestar de la cultura" y de crisis de valores. y no creo que lo importante sea la pandemia en sí, sino que puede ser la gotita que rebalsa el vaso.
Todo indica que la crisis que actualmente estamos viviendo es un punto de inflexión en la historia. Al término de la pandemia nuestras vidas y sociedades no serán iguales a las de antes.
En nuestra vida cotidiana, aquello que creímos sólido y necesario muestra su fugacidad y precariedad que nos hace dudar de todo. Pero en realidad ese orden, esos modelos de vida, esos valores, se desvanecen para exhibir su falsedad. Lo que se viene, enfrente, es completamente irracional, es el monstruo de Gramsci, y son nuestros propios monstruos multiplicados por el desorden imperante. El neoliberalismo recurrirá al disparate, al miedo, al odio. Ante ello, no habrá margen para la argumentación y el razonamiento lógico. Es importante entenderlo y prepararse para eso.
"Estos son tiempos difíciles. Gran parte del dolor es por elección. No tendría que ser así. No es por el virus per se. Es a causa de la pandemia de codicia y la mentira de la teoría económica del derrame que nos condujo a movernos en la dirección equivocada desde el principio. Incluso antes de que llegara el nuevo coronavirus, demasiadas personas en cargos de poder estaban muy cómodas con la muerte de otras personas. Tenemos 140 millones de personas pobres y de bajos ingresos en el país, el 43% de la nación, 700 personas al día que mueren por la pobreza o por no contar con suficientes recursos económicos. Ya antes de la llegada de la Covid-19, teníamos dos millones y un cuarto de personas al año y 80 millones de personas en total sin seguro de salud o con seguro de salud limitado".Reverendo William Barber II - Copresidente de la Campaña de los Pobres y presidente de la organización sin fines de lucro Repairers of the Breach (“Reparadores de la brecha”, en español)
Una cosa que está barriendo el Covid es toda la lógica neoliberal que reinaba hasta hace muy poco.
"Para nosotros, la población pobre, negra y periférica, pasar a la "normalidad" es tan solo volver a lo que nosotros consideramos un "genocidio"".Cleiton Ferreira
La dramática realidad actual nos obliga a revisar por completo el modelo económico-social y el Estado mínimo que lo sustenta. Porque el contrato social instalado por Margaret Thatcher y Ronald Reagan, a comienzos de los años ochenta y luego impuesto por el Consenso de Washington a todos los países, ha cerrado las puertas a derechos sociales fundamentales allí donde no existían, o limitándolos, donde ya estaban instalados.
"Soy un trabajador de McDonald’s aquí, en Kansas City, Missouri. Hago huelga porque, como pueden ver y escuchar, soy un humano como ustedes. Puede que no sea médico o paramédico, pero estoy aquí en el frente como ellos, y soy humano como ellos. Nos merecemos equipos de protección, pago de riesgos, atención médica y ganar 15 dólares la hora: es apenas un salario digno. Nosotros no tenemos un salario digno. Solo merezco ser tratado como un ser humano y es por eso que estoy en huelga".Fred Marion - Manifestante virtual en la huelga nacional organizada por trabajadores de la cadena de McDonald’s
Actualmente estamos entre dos épocas históricas: AC y DC; antes de Covid-19 y después de Covid-19. No creo que, como decía Luis Yañez Orellana, el virus sea tan tremendamente importante de por sí, sino que vino a acelerar todo el proceso de descomposición social e institucional, que de por sí habría durado un tiempo más.
Las poderosas corporaciones se encuentran ya listas para navegar por las aguas desconocidas (o eso intentarán) de este tiempo intermedio, tiempo de monstruos según Gramsci, aunque nadie sabe muy bien qué vendrá después. Pero si los poderosos la tienen mal, menos equipados están los pobres y la clase trabajadora, que no pueden reunirse para protestar o manifestarse en busca de mejores condiciones de vida sin ponerse en riesgo, en este reino de la necropolítica.
El nuevo coronavirus también ha amplificado la enorme desigualdad que domina nuestra sociedad. Basta con observar la desconexión entre el mercado de valores y la difícil situación de los trabajadores, parece que con cada anuncio de pérdida histórica de empleos, el índice Dow Jones y el Standard & Poor’s 500 se disparan hacia arriba.
Como ya sabemos; el virus también ha dejado al desnudo la incapacidad del Estado subsidiario y el modelo económico neoliberal para proteger la sociedad, a todos sus miembros. En todo el mundo cunde la incertidumbre y ha quedado de manifiesto que el mercado no es capaz de proteger la sociedad. Ello permite comprender la irracionalidad e injusticia que ha significado la precarización de la sanidad pública y otros derechos sociales indispensables, así como la grave crisis medio ambiente.
La Política de la Muerte
Para encontrar ejemplos de la necropolítica de los hijos de puta, acá y en todos lados, bastaría con remitirse a los cercanos y actuales de Trump y Bolsonaro (aunque la lista es larga), que presencian como sus países se deslizaron por la pendiente de una tragedia sanitaria no ya sin hacer nada al respecto, sino dejando deliberadamente que eso suceda. Aquí en Argentina, la cuarentena les sirvió de excusa para despedir, rebajar sueldos y hacerse pagar los sueldos por el Estado.
Es que para la derecha las personas son elementos descartables, apenas un número en las estadísticas o un factor del proceso productivo, y no precisamente el más cuidado y valorado. No es un juicio de valor, es una simple constatación de algo que está en su misma esencia, en tanto expresión política más cabal del capitalismo más descarnado.
En el caso particular del macrismo (la encarnación más contemporánea de la derecha en clave electoral en Argentina) las muertes humanas son apenas un peldaño o escalón de su ascenso al poder, desde Cromagnon para acá: como ha sido siempre, la derecha usa políticamente la muerte, sea dispensándola en forma directa (como cuando gobernaba apoyada en tanques y bayonetas), o aprovechándola políticamente, como con la tragedia de Once.
Esas políticas y miradas, en la vida cotidiana, tiene consecuencias. Los trabajadores del sector informal tienen ante sí un dilema durante la pandemia del coronavirus que no pueden resolver: ir a trabajar o morirse de hambre. En Argentina (y sucede algo parecido en muchos otros lugares) empleados, sub empleados o sujetos a una humillante asistencia social, siguen ganando las calles de los municipios del conurbano profundo, allí donde los teléfonos de emergencia repiten indiferentes mensajes grabados y los hospitales rebalsan de infectados, porque saben que si no enfrentan al virus en esa intemperie peleando un plato de comida para sus hijos, bajo el techo más precario los aguarda la parca ostentando la máscara del hambre.
Secciones enteras de la economía están colapsando, pero la economía no significa nada; son hombres y mujeres excluidos de la sociedad e incluso de la vida. Las grandes multinacionales van a poder comprar, a bajo precio, las compañías en bancarrota. Estamos presenciando pasivamente la destrucción de la economía real y la concentración de actividades en las multinacionales. Esto compromete los esfuerzos de los gobiernos dirigidos a proteger a la población y puede ser fuente de tensiones sociales.
El Suicidio o la Alternativa de un Mundo Nuevo
Como vemos el capitalismo implosiona poco a poco en la medida que acaba con recursos, acaba con el ambiente y acaba con el trabajo.
El virus cambiará nuestras sociedades, como lo hizo la peste negra en la Edad Media y también como sucedió con la gripe española en 1918. Pero más lo cambiará el proceso social y político mundial y la aceleración en marcha.
Si queremos tener una noción de la tendencia para salir de esta nueva crisis neoliberal más allá de la distorsión provocada por la pandemia, deberemos observar cómo se resolvió la anterior de 2008: rescates nacionales y expansión cuantitiativa. Privatizaciones, inundación de crédito y deuda. Después de 12 años ¿cómo concluirá esta nueva crisis de 2020? Rescates nacionales y expansión cuantitativa. Privatizaciones e inundación de crédito y deuda. A lo cuál podemos sumar tasas negativas de tipos de interés. Todo esto sumados a las múltiples crisis no resueltas.
Vamos a un fascismo partitocrático liberal, ya casi estamos en ello, porque no importa el signo del partido que llegue al poder, las políticas no cambian demasiado. Vamos a un régimen autoritario como el de Trump, Bolsonaro o Macri pero más virulento, más autoritario. De momento, estamos ahí en la barbarie, y pasaremos a algo peor: los monstruos de Gramsci.
Pero la crisis que estamos viviendo es un momento de viraje en la historia. A la salida del coronavirus viviremos pero también tendremos la oportunidad de construir una sociedad más humana, que coloque en su centro a las personas y no los negocios. Necesitamos terminar con una economía sujeta a la crueldad de los mercados y para ello habrá que atender nuevas exigencias productivas, sociales y medioambientales. Deberá prevalecer el desarrollo y no el crecimiento.
Lo único que conseguirá el futuro fascismo es acelerar el proceso, ya que no solo no acabará con los problemas de concentración del capitalismo sino que los agrabará, y drenará por la fuerza las fuentes de beneficio. La verdad es que desconozco el límite, no sé dónde puede parar esto, pero sencillamente se tirará del hilo hasta que se corte.
Sin embargo, la dirección y radicalidad de los cambios no están garantizados. Dependerán de la fuerza y voluntad de los hombres y mujeres, afectados durante décadas por la desprotección del sistema y las reglas de juego de los hijos de puta. Y, sobre todo, dependerá de la convergencia orgánica de los movimientos identitarios, sociales, barriales y territoriales, junto a la construcción de una orgánica política que los represente.
Al fin y al cabo, lo único importante es saber si queremos seguir viviendo y en qué condiciones queremos hacerlo.
Como vemos el capitalismo implosiona poco a poco en la medida que acaba con recursos, acaba con el ambiente y acaba con el trabajo.
El virus cambiará nuestras sociedades, como lo hizo la peste negra en la Edad Media y también como sucedió con la gripe española en 1918. Pero más lo cambiará el proceso social y político mundial y la aceleración en marcha.
Si queremos tener una noción de la tendencia para salir de esta nueva crisis neoliberal más allá de la distorsión provocada por la pandemia, deberemos observar cómo se resolvió la anterior de 2008: rescates nacionales y expansión cuantitiativa. Privatizaciones, inundación de crédito y deuda. Después de 12 años ¿cómo concluirá esta nueva crisis de 2020? Rescates nacionales y expansión cuantitativa. Privatizaciones e inundación de crédito y deuda. A lo cuál podemos sumar tasas negativas de tipos de interés. Todo esto sumados a las múltiples crisis no resueltas.
Vamos a un fascismo partitocrático liberal, ya casi estamos en ello, porque no importa el signo del partido que llegue al poder, las políticas no cambian demasiado. Vamos a un régimen autoritario como el de Trump, Bolsonaro o Macri pero más virulento, más autoritario. De momento, estamos ahí en la barbarie, y pasaremos a algo peor: los monstruos de Gramsci.
Pero la crisis que estamos viviendo es un momento de viraje en la historia. A la salida del coronavirus viviremos pero también tendremos la oportunidad de construir una sociedad más humana, que coloque en su centro a las personas y no los negocios. Necesitamos terminar con una economía sujeta a la crueldad de los mercados y para ello habrá que atender nuevas exigencias productivas, sociales y medioambientales. Deberá prevalecer el desarrollo y no el crecimiento.
Lo único que conseguirá el futuro fascismo es acelerar el proceso, ya que no solo no acabará con los problemas de concentración del capitalismo sino que los agrabará, y drenará por la fuerza las fuentes de beneficio. La verdad es que desconozco el límite, no sé dónde puede parar esto, pero sencillamente se tirará del hilo hasta que se corte.
Sin embargo, la dirección y radicalidad de los cambios no están garantizados. Dependerán de la fuerza y voluntad de los hombres y mujeres, afectados durante décadas por la desprotección del sistema y las reglas de juego de los hijos de puta. Y, sobre todo, dependerá de la convergencia orgánica de los movimientos identitarios, sociales, barriales y territoriales, junto a la construcción de una orgánica política que los represente.
Al fin y al cabo, lo único importante es saber si queremos seguir viviendo y en qué condiciones queremos hacerlo.
Comments
Post a Comment