El rock tiene una larga tradición anti-bélica que hoy me parece más necesaria que nunca para crear conciencia acerca de las matanzas de diversa índole que aún continúan en todo el planeta. La carnicería desatada por las grandes potencias en Irak a partir de la invasión de 2003 volvió a poner en tela de juicio el rol testimonial del rock y, en general, de todas las ramas del arte en el tercer milenio. Desde que la distribución de la información está a cargo de unos pocos canales monopólicos, hasta la guerra se ha trivializado. En los flashes informativos sólo vemos tanques desfilando por calles lejanas o juegos de luces en la noche. Pero esta trivialización o censura –lisa y llana- de información potencialmente comprometedora para los gobiernos de turno no es algo nuevo sino que existió en todas las épocas de la historia. Y muchas veces le cupo a los artistas el preservar en la conciencia colectiva la memoria de acontecimientos vergonzantes para la humanidad. Esta nota, tan actual y necesaria, corresponde a la pluma del gran Alfredo Rosso en otro aporte contra la estupidez lo que algunos pregonan: la no "politización" del arte, sobretodo teniendo en cuenta que el rock es un hecho político en sí mismo, y más si hablamos de rock progresivo. Una nota creada originalmente para el blog "Con-secuencias" de la revista "Ñ digital", y partes de la misma se utilizaron para un programa musial en "La Casa del Rock Naciente". Espero que disfruten el artìculo.
Piensen tan solo en obras como el “Guernica”, de Picasso, donde quedó reflejado el horror de la destrucción de esa ciudad como práctica de entrenamiento de la Lüftwaffe hitleriana aliada de Franco en la guerra civil española. O “Los fusilamientos del 3 de mayo de 1808”, ese tremendo cuadro de Francisco de Goya que pinta la masacre de grupos de españoles desarmados, masacrados por los solados napoleónicos”. Esta imagen muchos de ustedes la tienen en su casa, sutilmente modificada por Rocambole en la portada de “Bang Bang estás liquidado, de los Redonditos de Ricota.
En el campo del rock hay también una amplia gama de testimonios que delatan atrocidades diversas ocurridas en la historia reciente. La opinión de la prensa y de los propios músicos siempre ha estado dividida sobre esta cuestión. Hay quienes apoyan el rol testimonial de la música popular y hay quienes sostienen que ese papel cuasi-periodístico puede distraerlo de consideraciones estéticas y artísticas.
Más allá de las polémicas, el rock testimonial existe desde siempre, pero tomó una fuerza especial en los años 60 y 70, época en que se dio un protagonismo inédito en la historia de las generaciones jóvenes en el moldeado de la historia mundial. En el despuntar mismo de los 60, cuando se produce el boom del nuevo folk en los clubes del Greenwich Village neoyorquino, un muy joven Bob Dylan enarbolaba una prosa quemante para referirse a los Masters of war con estrofas que no tenían nada de contemporizadoras: “Vengan Señores de la Guerra / ustedes que fabrican armas / ustedes que fabrican bombarderos / ustedes que fabrican grandes bombas / ustedes que se esconden detrás de las paredes / y detrás de los escritorios / quiero que sepan que puedo ver a través de sus máscaras... Ustedes han traído el peor temor que pueda imaginarse / el miedo de traer niños a este mundo...” Un tema impactante que sigue en el repertorio del gran Bob, como habrán comprobado quienes acudieron a sus recientes recitales en Argentina.
En sus momentos más existencialistas, Bob buceaba un poco más en la cuestión de las guerras para abordar la condición humana, lisa y llanamente, en uno de sus primeros éxitos masivos, “Blowin’ in the wind”: ¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre / antes de que se lo llame hombre?... ¿Cuántas veces más deberán volar las balas de cañón / hasta que sean prohibidas para siempre? La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento. El estribillo produce una deliciosa ambigüedad, que hace todavía más relevante a la canción. ¿Es el viento el que trae esa respuesta? ¿O buscar esa respuesta es tan inútil como soplar en el viento?
En una notable demostración de periodismo rockero, el tema “Ohio”, escrito por Neil Young y grabado en un disco single por Crosby, Stills, Nash & Young, estuvo listo a pocas horas de la brutal represión oficial que dejó un puñado de muertos en el campus de la universidad de Kent State, el 4 de mayo de 1970, durante una manifestación en contra de la guerra en Vietnam. La letra decía: “Vienen unos soldaditos de lata junto con Nixon / finalmente nos dejaron solos / este verano se escucha el redoble del tambor / cuatro muertos en Ohio”
Claro que eran días muy especiales, en que los grupos de rock, sobre todo los de la Costa Oeste de Estados Unidos estaban involucrados en las gestas juveniles: las luchas por los derechos civiles de las minorías, por una mayor injerencia de los estudiantes universitarios en cuanto al curso de su educación y –por supuesto- intentando detener la guerra de Vietnam, que ya se había llevado la vida de cientos de jóvenes estadounidenses y de una cantidad incalculable de vietnamitas. El cantante Country Joe McDonald, de Country Joe & the Fish, aprovechó la presencia de casi medio millón de jóvenes en el festival de Woodstock 1969 para cantar su “I-feel-like-I’m fixing-to-die rag” que entre otras cosas les hablaba a los padres de potenciales combatientes con la feroz ráfaga de la ironía:
Contamos cinco, seis, siete / Para ir al Cielo este es nuestro billete/ No hay tiempo para saber la razón / Hurra! Todos vamos derechito al cajón / Vamos, madres del país, esta es la hora / sus hijos a Vietnam envíen sin demora / Vamos padres, no se acobarden / mándenlos antes que sea tarde / y de esta cuadra que sea primera su casa / en recibir a su hijo de vuelta en una caja...” Por su parte Miguel Cantilo y Jorge Durietz grabaron como Pedro y Pablo “En este mismo instante”, que hablaba de los “Pilatos de escritorio” que envían “Cristos al combate” y me recordó un póster pacifista de los años ’70 que tenía la figura de un bebé y una leyenda escrita en su pecho desnudo: “Afortunados los que declaran las guerras. Generalmente son demasiado viejos para ir a pelear y morir.”
No es casual que hayan surgido tantas canciones antibélicas en la década del 60. Con Dylan y con los Beatles, el rock había alcanzado una conciencia mucho más amplia de sus posibilidades y su potencial como agente de cambio. Los analistas políticos de corte reaccionario, que se regodean cínicamente por el supuesto fracaso de las utopías sesentistas y –de paso- incluyen a los rockeros de entonces en la bolsa de los “ilusos idealistas” olvidan la gran cantidad de cambios que los jóvenes desataron en la sociedad de entonces y que el rock contribuyó a solidificar. Desde una actitud mucho más franca hacia el sexo hasta la participación de los alumnos en el diseño de los programas de estudio universitarios, una nueva forma de vestirse y de relacionarse con la autoridad y la formulación de nuevos modelos de vida comunitaria frente a la sociedad de consumo, buscando alternativas frente a la vida sedentaria y a la alienación de las grandes ciudades.
Esta nueva conciencia juvenil no se tragaba el sapo de una guerra supuestamente orientada a detener la expansión comunista en Asia. Ya se hablaba abiertamente de los grandes intereses industriales que yacían detrás de la venta y suministro de material bélico al ejército y las potenciales ganancias multimillonarias que amasarían las empresas multinacionales tras la sobreentendida victoria en el sudeste asiático, colaborando en la “reconstrucción” de Vietnam. Entretanto los soldados seguían cayendo como moscas y el rock alentaba la deserción patriótica en canciones como “Draft resister”, de Steppenwolf
“Pensamos en los que sufren por la honestidad / de negarse a seguir a los traidores de la humanidad / salud a todos los que resisten a la conscripción y luchan por la cordura / no olviden a estos disidentes y a su causa silenciosa y solitaria / cuando los lleven a prisión / irán por vos y por mí.
Crosby, Stills, Nash & Young tenía en David Crosby a uno de los más lúcidos analistas de su tiempo y del rol y la responsabilidad que le cabían a un joven al que no le daba lo mismo todo, un joven que quería tener injerencia sobre la realidad que lo circundaba. En el primer disco de la banda, cuando todavía no se había integrado Neil Young, había una canción llamada “Long time gone” que hablaba de ese momento de oscuridad y de duda, cuando uno siente que todas las fuerzas negras de la reacción, de la censura, de la muerte, caen encima de uno. Pero también un tiempo para juntar fuerzas, para juntar las voluntades que piensan como nosotros, que hay que superar esa oscuridad.
La letra del tema decía: “Doblá cualquier esquina y enterate / escuchá lo que dice la gente/ porque algo está pasando acá / que no resiste la luz del día / pero parece que pasará un largo tiempo todavía, hasta que llegue el alba / Tenés que hablar / tenés que levantar tu voz contra la locura / tenés que decir lo que pensás / si te atrevés / pero no, no trates de que te elijan para un cargo / y si lo hacés, mejor cortate el pelo / porque falta un largo tiempo antes del alba / Sí, tarde mucho en llegar y ha pasado ya mucho tiempo / pero, sabés una cosa? / La hora más oscura / siempre es la que llega justo antes del amanecer…”
El tema de la responsabilidad individual en el marco de los grandes acontecimientos sociales y políticos es espinoso. Es cierto que en democracia, y en teoría, la gente sólo gobierna a través de sus representantes, elegidos en elecciones libres. Pero si los gobernantes que supuestamente manejan la cosa pública en nuestro nombre, se alejan del mandato que se les dio y nos meten en la locura de una guerra, ¿no habrá llegado el momento de decirles basta ya?
La responsabilidad del hombre común, ante la tragedia de la guerra, era subrayada en el tema “Universal soldier”, una canción de Buffy Saint-Marie que se hizo famosa en boca del cantautor escocés Donovan, hablaba del soldado ya no de un país o un continente, sino del soldado universal… “El es el que brinda su cuerpo como arma de guerra / sin él toda esta matanza no podría continuar / él es el soldado universal y tiene mucha culpa e todo esto / sus órdenes ya no vienen de lejos / vienen de él, de vos, de mí / y hermanos ¿no se dan cuenta que así no se termina con la guerra?”
Una idea parecida expresaba un tema escrito en los albores del rock nacional y que estuvo oculto en los archivos del sello CBS durante 30 años. “Soldado”, escrito por Moris e interpretado por los Beatniks en 1966. “Será la última guerra y vendrá la paz / es un engaño absurdo para matar / soldado ya regresa / ven y no luches más / ¿No ves que en dos mil años no ha habido paz?...”
Canciones como “Universal soldier” -o como “Soldado”, de nuestros propios Beatniks- son interesantes porque cambian el enfoque del problema y nos fuerzan a mirar de otra forma a ese “monstruo grande que pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente”, como lo describe León Gieco en “Solo le pido a Dios”. Nos hacen preguntarnos hasta qué punto la gente común es realmente inocente de las atrocidades que comete el gobierno en su nombre. Hoy día vemos que la enorme mayoría de los ingleses, españoles e italianos estaban en contra de la participación de esos tres países en la carnicería bélica que Bush desató en Irak. Lo cual no impidió que Blair, Aznar y Berlusconi persistieran neciamente en la postura de mantener tropas en dicho país. En España recién la presión combinada del nuevo gobierno de Zapatero y la reacción popular ante el sangriento atentado terrorista ocurrido en Madrid el 11 de marzo de 2004 lograron torcer los designios de Aznar y sus aliados políticos. Aunque parezca una verdad de Perogrullo, resulta obvio que los intereses creados, las obligaciones que esos líderes políticos les deben a los grupos de poder y a las corporaciones que los ayudaron a subir al podio gubernamental de sus respectivos países pesan mucho más que la voluntad popular y el interés nacional. Por otra parte, esa voluntad popular ¿hasta qué punto no ha sido llevada a la total indiferencia por una cultura de masas basada en la más absoluta banalidad?
Uno podría preguntarse, como le hacía decir Mick Jagger a su Hombre que Pelea en las Calles, ¿qué puede hacer un pobre muchacho, excepto cantar en una banda de rock? Bueno, para empezar puede ayudar con su obra a que se instale el debate sobre la guerra en la sociedad. Podría decirse que Roger Waters, ex líder de Pink Floyd, tiene inmejorables motivos personales para odiar la guerra, ya que a su padre se lo llevó una ráfaga de balas alemanas en la sangrienta batalla de Anzio, en 1944. La prédica antibélica de Waters fue el leit-motiv del álbum The Final Cut y un tópico central de otros clásicos de Pink Floyd, como The Wall y The Dark Side of the Moon.
Puede parecer un acto de gran inocencia el imaginar que –en pleno siglo XXI- los músicos de rock tengan un rol decisivo en hacer que la gente cobre conciencia sobre los abusos y la desinformación que generan los centros de poder. Pero no debemos olvidar cuántas gestas aparentemente imposibles encendieron la mecha del cambio a partir de la acción de unos pocos visionarios. En el terreno de la resistencia pacífica no está tan lejana la campaña del Mahatma Ghandi por la independencia de la India; o la saga del reverendo Martin Luther King por los derechos civiles de los negros estadounidenses.
El tener una imagen muy popular, el ser un artista de cuya palabra están pendientes millones de fans en todo el mundo es ejercer un poder de comunicación nada despreciable. Pero en los tiempos que corren parecemos más empeñados en ser políticamente correctos que en jugarnos la carrera y la posición y la tranquilidad hogareña en pos de nuestros principios, si es que aún nos quedan principios.
Cuando la guerra en Irak recién comenzaba y la propaganda triunfalista de los republicanos lo dominaba todo, en los medios, en la cultura, en la educación, se desató una caza de brujas digna de los mejores momentos del Macarthismo. La realeza rockera, en su gran mayoría, se volvió conspicua por su silencio. Había demasiadas cosas en juego: carrera, amigos, seguridad individual y sin embargo no todos sus representantes optaron por la política del avestruz. El country-rocker Steve Earle se bancó ser tachado de antiamericano por su pública prédica antibélica y las chicas de las Dixie Chicks enfrentaron un boicot mediático por atreverse a decir que no les gustaba su presidente y a Linda Ronstadt la echaron de un club de Las Vegas por atreverse a exponer su oposición a la guerra.
Patti Smith fue un poco más lejos. En el tema “Radio Baghdad” de su excelente álbum Trampin’ la poeta y músico pionera de la movida punk neoyorquina adoptaba el punto de vista de un anónimo ciudadano iraquí para referirse a la brutal invasión de las potencias occidentales: “...Todas las ramas del conocimiento / acunando la civilización... / oh, Baghdad / nosotros creamos el cero, el número perfecto / y somos nada para ustedes ...tan solo vuestra pesadilla árabe.../ Nuestros niños corrían por las calles / y ustedes mandaron sus llamas / sus estrellas explosivas... / como un loco programa de televisión... Sacaron la sangre de la tierra / pequeñas gotas de petróleo, como pulseras / Nosotros derramamos lágrimas, rubíes. Se las ofrecemos... / Aniquilaron a un pueblo...pero somos más viejos que ustedes...”
Los reflejos del rock tardaron en desentumecerse pero cómo será la brecha, el tajo que abrió la doctrina Bush en la sociedad norteamericana, que en los meses previos a la última elección de presidente, se conoció una auténtica cruzada rockera: la gira “Vote for Change” (Voto para el cambio) de la que formaron parte Bruce Springsteen, R.E.M., Pearl Jam, Jackson Browne y Bonnie Raitt, entre otros, y que atravesó Estados Unidos a lo largo y ancho en un intento de crear conciencia para evitar la reelección del actual presidente. Como sabemos el intento no dio resultados inmediatos, pero tal vez no haya sido un esfuerzo inútil. Será necesario ver, con la perspectiva de la historia futura, si la semilla de la concientización que intentaron estos rockers llega a germinar. Después de todo, no siempre las cosas que se dicen se entienden en toda su magnitud en el momento en que se las está diciendo. Y si no, recuerden los años de plomo de la Argentina y un poeta y rockero que trataba de encontrar en los eufemismos y las metáforas, las palabras certeras que reflejaran la tragedia que estaba sucediendo en el medio de una sociedad que se decía derecha y humana. “No cuentes qué hay detrás de aquel espejo / no tendrás poder / ni abogados / ni testigos / enciendan los candiles que los brujos piensan en volver / a nublarnos el camino / estamos en la tierra de nadie / pero es mía / sobre el pasado y sobre el futuro, ruina sobre ruina…” (Charly García, “Canción de Alicia en el país”, grabada por Serú Girán en el álbum Bicicleta).
Pero sería inocente creer que las canciones que se oponen a las guerras y a las matanzas son producto exclusivo del folk o del rock de los 60’s. Los devotos del tango recordarán que en “Silencio”, grabada en los años ’30, Carlos Gardel hablaba sin ir más lejos de una anciana francesa que tenía cinco hijos, que fueron a la Primera Guerra Mundial y, como dice la letra de Alfredo Le Pera, “la viejecita de canas muy blancas / se quedó muy sola con cinco medallas / que por cinco héroes la premió la patria.”
Y aunque la letra del tema sea muy triste, hay que reconocerlo, ¡el Mudo cada día carta mejor!
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