En un golpe global a la libertad de expresión encarcelan a Assange. En el mundo en que las fake news tienen más peso que la verdad, es coherente que intenten descuartizar a quien profese la verdad. Descubridor de la putrefacción política internacional y los mayores crímenes de guerra de nuestro tiempo, tiro de gracia del viejo periodismo; mientras Daniel Santoro es premiado, Assange va en cana. Assange, fundador de Wikileaks, se había convertido en una persona peligrosa para los Estados Unidos. Publicó miles de documentos secretos del Pentágono y del Departamento de Estado, que revelaban los crímenes cometidos por soldados norteamericanos en las guerras de Afganistán e Irak. Los aparatos de seguridad no perdonan: para el país del norte, Assange es un "terrorista". Lo ha acusado de traición y de difundir documentos secretos varias autoridades norteamericanas han postulado públicamente que Julian Assange debía morir, así, sin rodeos. En consonancia con ello, las acusaciones formales que le dirigieron en EE.UU. prevén penas que llegan hasta la ejecución pública para el hombre que probó, entre muchísimas otras cosas, la putrefacción política mundial, los negocios más sucios del momento, los mayores crímenes de guerra de nuestros días, y la absurda fragilidad de la máquina militar más poderosa del planeta, y que encima no pudieron callarlo, no pudieron comprarlo, no pudieron pararlo.
Durante siete años (desde el momento en que Julian Assange buscó refugio por primera vez en la embajada ecuatoriana en Londres) se nos ha venido diciendo que no había ninguna amenaza real de extradición de Assange a Estados Unidos y que todo estaba en febriles imaginaciones de conspiradores paranoides. Según el orden establecido, quienes sosprechamos de las intenciones del gran poder, estábamos equivocados. Hasta que la realidad demuestra lo contrario. Con la debida obediencia de un buen administrador colonial, Lenin Moreno, el gobernante del flamante estado norteamericano de Ecuador, entregó en Londres a Julian Assange, el periodista más importante del mundo a juzgar por el tamaño de sus enemigos. El arresto de Assange es un golpe a la libertad de expresión, un ataque a la prensa independiente y un claro atentado a la búsqueda de la verdad. Pero vienen por todos.
Julian Assange es un ejemplo fulimante de lo que el verdadero periodismo puede hacer ya sin necesitad de la inmensa maquinaria vetusta de los grandes medios.
En un mundo donde la libertad de expresión ha sido prostituida como concepto, porque solo unos privilegiados pueden acceder a los medios y otros no. Ahora tenemos una apuesta a libre mercado y por ende la información que se ha vuelto un producto más que se negocia. La trama que derivó en su asilo fue compleja. Frente a todas estas imputaciones, Assange pidió protección en Suecia, pero le fue denegada. En el país nórdico, Julian fue víctima de una operación judicial que lo llevó a ser perseguido por dos graves acusaciones: una de violación y otra de abuso sexual. Algo similar a lo que ocurre en Argentina: un fiscal dice que no ha habido delito, corren al fiscal, el que toma nuevamente el caso anula lo actuado con anterioridad y pide su captura.
Sólo para ejemplificar con el caso argentino, los cables de la embajada norteamericana en Argentina revelados por Assange mostraron el vínculo-dependencia que tenían con la representación diplomática estadounidense Mauricio Macri, Elisa Carrió, Jorge Lanata, el fiscal Alberto Nisman, el Grupo Clarín y otros tristes personajes del poder local.
Hace poco tiempo, Julian Assange liberó el contenido de un cable de Embajada de EEUU sobre patentes farmacéuticas y propiedad intelectual de Argentina. si quieren revisarlo, aquí hay más información...
Pero además WikiLeaks reveló el manual de las Fuerzas Armadas estadunidenses para la prisión de Guantánamo (entre otras cosas, quedó al descubierto el uso de perros en sesiones de tortura contra los internos); un video del ataque aéreo a civiles en Bagdad (12 civiles pacíficos asesinados por soldados que comentaban los hechos de manera despreocupada); los documentos clasificados conocidos como “Los diarios de Afganistán” (que revelan masacres contra civiles cometidos por la coalición estadunidense y el encubrimiento de matanzas cometidas por talibanes); los “registros” de la guerra de Irak (en los que Estados Unidos reconoce que el 60 por ciento de los 110 mil asesinados son civiles), y los mensajes enviados entre el Departamento de Estado con sus embajadas (entre otros asuntos, revelan el espionaje contra jefes de Estado y de gobierno de diversos países).
El exconsultor de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA), Edward Snowden, junto con destacadas autoridades de diversos países, expresaron su solidaridad con Assange. La plataforma de difusión de documentos secretos WikiLeaks, que llevaba días advirtiendo que Moreno se disponía a retirar a Assange la protección diplomática que le dio hace casi siete años su predecesor Rafael Correa, denunció inmediatamente la decisión de Quito como "ilegal" y "en violación del derecho internacional". Edward Snowden dijo en Twitter: "La debilidad de la acusación de EEUU contra Assange es chocante. La acusación de que intentó ayudar a descifrar una contraseña durante su mundialmente famoso reportaje ha sido pública durante casi una década; es el conde que el Departamento de Justicia de Obama se negó a acusar, diciendo que ponía en peligro el periodismo".
Carlos Poveda, abogado de Julian Assange en territorio ecuatoriano recordó que el diario New York Times expuso que el reciente acuerdo firmado entre el Fondo Monetario Internacional y Ecuador habría estado supeditado a la entrega de Assange por parte de las autoridades ecuatorianas.
Assange será encarcelado en EE.UU. Será torturado. Se lo obligará a delatar a sus colaboradores. Aun si resistiera los tormentos, hay altas probabilidades de que sea condenado a muerte. El poder, una vez más, intenta “matar al mensajero”. Desconoce que, aun con ese método de terror, no pueden matar la verdad.
El verdadero "delito" de Julian fue el de haberse expresado, haber puesto a disposición de todo el mundo información que -de otra forma- nunca llegaría a conocimiento de nadie. Ni siquiera vendió o negoció esa información: la "colgó" en un portal de Internet. Pero el neoliberalismo, que es un modelo ideado por perversos, tiene en los patologizados su herramienta más efectiva.
La maquinación contra Assange busca castigar su desafío al poder y advertir a quienes publiquen información "no autorizada", aunque ésta tenga interés público. Atenta, finalmente, no sólo contra un individuo de nacionalidad australiana y 47 años de edad, sino contra el derecho humano a saber y contra las personas que buscan construir sociedades más democráticas. Es una dictadura "democrática" sobre la humanidad.
Y revela que poco ha cambiado el ejercicio del poder desde antes de la Revolución Francesa de 1789. El oscurantismo de nuestros días es el mismo que llevó a Voltaire a decir: "Es peligroso tener la razón cuando el gobierno está equivocado".
La operación para cazar a Assange y ejecutar sobre él la venganza de unos poderes fácticos que se sintieron mas desnudos y heridos que nunca llevaba años en marcha, aunque de alguna manera hacía ya mucho tiempo que habían vencido, porque siete años encerrado entre cuatro paredes ya es una victoria de los criminales y una derrota del decente. Durante siete años, hemos tenido que escuchar a un coro de periodistas, políticos y “expertos” diciéndonos que Assange no era más que un fugitivo de la justicia, y que podía confiarse en que los sistemas legales británico y sueco abordarían su caso en pleno cumplimiento de la ley. En todo ese tiempo, apenas alguna voz de los medios “convencionales” se levantó en su defensa.
Habrá que ver si consigue sobrevivir a la prisión, pero si lo hace jamás podrá tener un trabajo normal ni podrá caminar con su familia con tranquilidad ni siquiera imaginará viajar para disfrutar de unos días de descanso. Todo eso no existirá jamás para él. Y ello se debe a que nuestra sociedad, Occidente, ha fallado a aquellos que más dieron por hacerla mejor. A los que se enfrentaron al poder.
Sin embargo, la mayor cuchillada de la emboscada la ha recibido la democracia, también rehén de Occidente. Porque la detención del activista australiano es la constatación del fracaso de toda una sociedad. El certificado de defunción de la Europa de los Derechos Humanos.
Finalmente pasó lo que ya parecía inevitable. Julian Assange, fundador del sitio WikiLeaks, fue expulsado de la embajada de Ecuador en Londres. Más allá de la justificación basada en supuestos incumplimientos de un protocolo imposible de cumplir (no solo Assange no podía opinar de nada sino que el medio que fundó, WikiLeaks, tampoco podía opinar de nada), fue expulsado por razones estrictamente políticas, ya que Moreno quiere despegarse del legado antiimperialista de su antecesor Rafael Correa.
La detención de Assange, fue, lisa y llanamente, un acto de terrorismo. Quienes organizaron la detención, y sus socios, buscan aleccionar a todos los que se atrevan a desafiar al poder, sembrar el terror en todos los que se atrevan a buscar la verdad y echar luz sobre los oscuros manejos que tiene el Departamento de Estado de Estados Unidos a través de sus embajadas y el vínculo de estas con los medios de comunicación hegemónicos y con los líderes regionales de la derecha.
Si fuera por la Justicia británica, la detención de Assange en ese país no iba durar mucho. Está acusado de un delito excarcelable, violar las condiciones de su libertad condicional, basada en una orden de captura del gobierno sueco por una investigación de presuntos delitos sexuales que ya fue archivada y en la cual Assange nunca fue acusado. Si no interviene Estados Unidos, se presenta ante el juez, declara, paga la multa y queda libre. Pero Estados Unidos intervino y minutos después de la detención la Cancillería británica emitió un comunicado anunciando que Estados Unidos había pedido la extradición del editor. De ser deportado, Assange enfrentaría cargos de traición y espionaje por la megafiltración de cables diplomáticos conocida como Cablegate en el 2010. EEUU ha presentado una acusación en contra de Assange, por supuesto complot con su fuente, Chelsea Manning, para extraer los cables y darlos a conocer. Gran parte del juicio a Manning giró alrededor del tema de si WikiLeaks había sido un receptor pasivo de los cables o si se había confabulado de alguna manera para obtenerlos.
WikiLeaks ha sido retratado como un fenómeno de la era de la información, lo cual es. Pero es mucho más. Su objetivo de justicia a través de la transparencia es el más antiguo y la mejor tradición del periodismo. Si bien es cierto que es muy delgada la línea entre el periodismo de investigación y el terrorismo a través del robo de información secreta, así como es muy delgada la línea entre el espionaje y la diplomacia, sería una hipocresía mantener que los periodistas son meros receptores pasivos de secretos que nos quieren contar. ¿O piensan decir lo mismo de los periodistas-espías que pululan desde hace años por los medios argentinos?
El caso Assange no termina aquí. Aún queda lo más importante. ¿Qué ocurre con los derechos humanos? Estados Unidos discurre por un camino que nos llevará a todos al desastre. Recientemente amenazó con la prohibición de visados a los miembros del Tribunal Penal Internacional que investiguen casos como la supuesta responsabilidad de miembros de esa alta instancia de militares norteamericanos en Afganistán. Hace apenas unos días hizo efectiva esta sanción retirando el visado a la fiscal del TPI Fatou Bensouda que junto a sus colaboradores indaga desde 2016 la posible responsabilidad de soldados estadounidenses entre 2003 y 2004, en los presuntos crímenes de guerra cometidos en Afganistán.
Desgraciadamente, Occidente vive en el anacronismo, en la lenta agonía de nuestras democracias, en el continuo atropello de los poderosos. Assange será encerrado, perderá su libertad y mañana, tal vez pasado, dejará de ser noticia, como le sucedió a Manning. Languidecerá en una prisión. Estados Unidos cobrará su venganza y el resto del mundo contemplará el espectáculo entre impasible, impotente e indolente. No es tiempo para los Derechos Humanos ni para la Democracia. No es tiempo de alertadores o denunciantes de corrupción, es tiempo de soplones y chivatos. Es tiempo de venganza.
Ahora nos ofrecerán un nuevo conjunto de engaños y confusiones sobre Assange para mantenernos anestesiados, para evitar que nos indignemos cuando nuestros derechos se vean afectados y para evitar que nos demos cuenta de que los derechos de Assange y los nuestros son indivisibles.
Nuestro fracaso, como sociedad, es cultural y educativo. Nietzche postulaba "Dios ha muerto", como una forma de increpar a la humanidad para que se hiciera cargo de sus problemas dejando de buscar justificaciones en las religiones. Hoy, los nuevos sacerdotes están en el periodismo y el poder judicial. La Verdad ha muerto. Y sin verdad, no hay justicia. Y sin justicia, no hay paz.
Assange debería ser ejemplo de lo que un ciudadano debería hacer. Debería ser un ejemplo en las escuelas, un referente para las familias del servicio que todos debemos a nuestras sociedades. Y también recuerdo de un tiempo en el que alertar o denunciar suponía sufrir una terrible persecución. Ya lo demostró acabadamente Stephen Krasner, célebre profesor de la Universidad de Stanford, de cómo la soberanía legal internacional, muchas veces nada tiene que ver con la realidad, y como siempre los fuertes se imponen a los débiles para torcer su voluntad. Con esta perfidia, el orden liberal de Latinoamérica suma otra bolsa de desperdicios a su monumental Basurero de la Vergüenza, y prepara una mancha más de sangre inocente en el envilecido prontuario de infamia y servilismo que ha sabido labrarse a través de la historia.
Más allá del ajedrez geopolítico, en un día así uno no puede dejar de pensar que más allá del ícono está el ser humano. Un tipo tierno, vivaz, tímido a su manera, obstinado, mandón, ingenioso, amante del queso francés y del malbec argentino, que para poder publicar no tuvo miedo a enfrentarse al Pentágono ni a quemar puentes con China, Rusia y la Unión Europea hasta quedar completamente aislado, que pasó seis años y diez meses en un encierro atroz, vigilado, espiado, de a ratos aislado e incomunicado.
Durante siete años (desde el momento en que Julian Assange buscó refugio por primera vez en la embajada ecuatoriana en Londres) se nos ha venido diciendo que no había ninguna amenaza real de extradición de Assange a Estados Unidos y que todo estaba en febriles imaginaciones de conspiradores paranoides. Según el orden establecido, quienes sosprechamos de las intenciones del gran poder, estábamos equivocados. Hasta que la realidad demuestra lo contrario. Con la debida obediencia de un buen administrador colonial, Lenin Moreno, el gobernante del flamante estado norteamericano de Ecuador, entregó en Londres a Julian Assange, el periodista más importante del mundo a juzgar por el tamaño de sus enemigos. El arresto de Assange es un golpe a la libertad de expresión, un ataque a la prensa independiente y un claro atentado a la búsqueda de la verdad. Pero vienen por todos.
Julian Assange es un ejemplo fulimante de lo que el verdadero periodismo puede hacer ya sin necesitad de la inmensa maquinaria vetusta de los grandes medios.
Poco resta por agregar a todo lo que ya se ha dicho, y se venía diciendo, del caso Assange. Una operación absolutamente violatoria del derecho internacional tal como lo estableciera el Grupo de Trabajo de la ONU contra las Detenciones Arbitrarias que, ya en una extensa resolución fechada el 4 de diciembre de 2015, establecía que la detención del fundador de WikiLeaks era arbitraria e ilegal y debía ser puesto en libertad. No sólo eso, en su numeral 100 requería que “los gobiernos de Suecia y el Reino Unido… garantizaran la situación del Señor Assange para asegurar su seguridad e integridad física, facilitar el ejercicio de su derecho a la libertad de movimientos de manera lo más expedita posible y para asegurar el pleno disfrute de los derechos garantizados por las normas internacionales relativa a la detención de personas.”Atilio Boron
En un mundo donde la libertad de expresión ha sido prostituida como concepto, porque solo unos privilegiados pueden acceder a los medios y otros no. Ahora tenemos una apuesta a libre mercado y por ende la información que se ha vuelto un producto más que se negocia. La trama que derivó en su asilo fue compleja. Frente a todas estas imputaciones, Assange pidió protección en Suecia, pero le fue denegada. En el país nórdico, Julian fue víctima de una operación judicial que lo llevó a ser perseguido por dos graves acusaciones: una de violación y otra de abuso sexual. Algo similar a lo que ocurre en Argentina: un fiscal dice que no ha habido delito, corren al fiscal, el que toma nuevamente el caso anula lo actuado con anterioridad y pide su captura.
Sólo para ejemplificar con el caso argentino, los cables de la embajada norteamericana en Argentina revelados por Assange mostraron el vínculo-dependencia que tenían con la representación diplomática estadounidense Mauricio Macri, Elisa Carrió, Jorge Lanata, el fiscal Alberto Nisman, el Grupo Clarín y otros tristes personajes del poder local.
Hace poco tiempo, Julian Assange liberó el contenido de un cable de Embajada de EEUU sobre patentes farmacéuticas y propiedad intelectual de Argentina. si quieren revisarlo, aquí hay más información...
Pero además WikiLeaks reveló el manual de las Fuerzas Armadas estadunidenses para la prisión de Guantánamo (entre otras cosas, quedó al descubierto el uso de perros en sesiones de tortura contra los internos); un video del ataque aéreo a civiles en Bagdad (12 civiles pacíficos asesinados por soldados que comentaban los hechos de manera despreocupada); los documentos clasificados conocidos como “Los diarios de Afganistán” (que revelan masacres contra civiles cometidos por la coalición estadunidense y el encubrimiento de matanzas cometidas por talibanes); los “registros” de la guerra de Irak (en los que Estados Unidos reconoce que el 60 por ciento de los 110 mil asesinados son civiles), y los mensajes enviados entre el Departamento de Estado con sus embajadas (entre otros asuntos, revelan el espionaje contra jefes de Estado y de gobierno de diversos países).
"Acabará en los libros de historia. Puede que los críticos de Assange lo celebren, pero es un momento oscuro para la libertad de prensa"Edward Snowden, autor de una filtración de más de un millón de documentos que destaparon una operación de espionaje masivo orquestada por EEUU
El exconsultor de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA), Edward Snowden, junto con destacadas autoridades de diversos países, expresaron su solidaridad con Assange. La plataforma de difusión de documentos secretos WikiLeaks, que llevaba días advirtiendo que Moreno se disponía a retirar a Assange la protección diplomática que le dio hace casi siete años su predecesor Rafael Correa, denunció inmediatamente la decisión de Quito como "ilegal" y "en violación del derecho internacional". Edward Snowden dijo en Twitter: "La debilidad de la acusación de EEUU contra Assange es chocante. La acusación de que intentó ayudar a descifrar una contraseña durante su mundialmente famoso reportaje ha sido pública durante casi una década; es el conde que el Departamento de Justicia de Obama se negó a acusar, diciendo que ponía en peligro el periodismo".
Carlos Poveda, abogado de Julian Assange en territorio ecuatoriano recordó que el diario New York Times expuso que el reciente acuerdo firmado entre el Fondo Monetario Internacional y Ecuador habría estado supeditado a la entrega de Assange por parte de las autoridades ecuatorianas.
Assange será encarcelado en EE.UU. Será torturado. Se lo obligará a delatar a sus colaboradores. Aun si resistiera los tormentos, hay altas probabilidades de que sea condenado a muerte. El poder, una vez más, intenta “matar al mensajero”. Desconoce que, aun con ese método de terror, no pueden matar la verdad.
El verdadero "delito" de Julian fue el de haberse expresado, haber puesto a disposición de todo el mundo información que -de otra forma- nunca llegaría a conocimiento de nadie. Ni siquiera vendió o negoció esa información: la "colgó" en un portal de Internet. Pero el neoliberalismo, que es un modelo ideado por perversos, tiene en los patologizados su herramienta más efectiva.
La maquinación contra Assange busca castigar su desafío al poder y advertir a quienes publiquen información "no autorizada", aunque ésta tenga interés público. Atenta, finalmente, no sólo contra un individuo de nacionalidad australiana y 47 años de edad, sino contra el derecho humano a saber y contra las personas que buscan construir sociedades más democráticas. Es una dictadura "democrática" sobre la humanidad.
Y revela que poco ha cambiado el ejercicio del poder desde antes de la Revolución Francesa de 1789. El oscurantismo de nuestros días es el mismo que llevó a Voltaire a decir: "Es peligroso tener la razón cuando el gobierno está equivocado".
La operación para cazar a Assange y ejecutar sobre él la venganza de unos poderes fácticos que se sintieron mas desnudos y heridos que nunca llevaba años en marcha, aunque de alguna manera hacía ya mucho tiempo que habían vencido, porque siete años encerrado entre cuatro paredes ya es una victoria de los criminales y una derrota del decente. Durante siete años, hemos tenido que escuchar a un coro de periodistas, políticos y “expertos” diciéndonos que Assange no era más que un fugitivo de la justicia, y que podía confiarse en que los sistemas legales británico y sueco abordarían su caso en pleno cumplimiento de la ley. En todo ese tiempo, apenas alguna voz de los medios “convencionales” se levantó en su defensa.
Habrá que ver si consigue sobrevivir a la prisión, pero si lo hace jamás podrá tener un trabajo normal ni podrá caminar con su familia con tranquilidad ni siquiera imaginará viajar para disfrutar de unos días de descanso. Todo eso no existirá jamás para él. Y ello se debe a que nuestra sociedad, Occidente, ha fallado a aquellos que más dieron por hacerla mejor. A los que se enfrentaron al poder.
Sin embargo, la mayor cuchillada de la emboscada la ha recibido la democracia, también rehén de Occidente. Porque la detención del activista australiano es la constatación del fracaso de toda una sociedad. El certificado de defunción de la Europa de los Derechos Humanos.
¿Assange paranoico? Cuando usted vive en un departamento con micrófonos ocultos por todos lados y es víctima de una vigilancia organizada por los servicios secretos, ¿quién no lo sería? ¿Megalómano? Cuando el (ahora ex) jefe de la CIA dice que su prioridad es el arresto de Assange, ¿no implica eso que se es una “gran” amenaza para algunos al menos? ¿Qué se comporta como la cabeza de una organización de espías? Pero resulta que Wikileaks es una organización de espías, aunque aclarando que sirve a la gente común, manteniéndola informada de lo que pasa entre los bastidores del poder.Slavoj Žižek
Entonces vayamos a la gran pregunta, ¿por qué ahora? Pienso que un nombre lo explica todo: Cambridge Analytica – que significa enteramente lo que representa Assange, por lo que lucha y por lo que describe sobre el vínculo entre las grandes corporaciones privadas y las agencias gubernamentales.
Recuérdese cómo la obsesión de la injerencia rusa en las elecciones de Estados Unidos se convirtió en un tópico gigantesco. Ahora se sabe que no fueron piratas informáticos rusos (con Assange) los que empujaron a los electores hacia Trump. Quienes lo hicieron fueron nuestras propias agencias de procesamiento de datos unidas con fuerzas políticas.
Lo anterior no quiere decir que los rusos y sus aliados sean inocentes: es probable que ellos trataran de influenciar el resultado de la misma manera que Estados Unidos lo hace en otros países (solo que en este caso se le llama ayuda a la democracia). Pero sí significa que el ogro que distorsiona nuestra democracia está aquí, no en el Kremlin. Precisamente lo que Assange afirma desde hace tiempo.
¿Dónde exactamente está este gran ogro? Para aprehender el alcance completo de este control y manipulación uno tiene que dar un paso más allá del vínculo entre corporaciones privadas y partidos políticos (como Cambridge Analytica) y observar la interpenetración de compañías de procesamiento de datos como Google o Facebook, y agencias de seguridad del Estado.
Finalmente pasó lo que ya parecía inevitable. Julian Assange, fundador del sitio WikiLeaks, fue expulsado de la embajada de Ecuador en Londres. Más allá de la justificación basada en supuestos incumplimientos de un protocolo imposible de cumplir (no solo Assange no podía opinar de nada sino que el medio que fundó, WikiLeaks, tampoco podía opinar de nada), fue expulsado por razones estrictamente políticas, ya que Moreno quiere despegarse del legado antiimperialista de su antecesor Rafael Correa.
La detención de Assange, fue, lisa y llanamente, un acto de terrorismo. Quienes organizaron la detención, y sus socios, buscan aleccionar a todos los que se atrevan a desafiar al poder, sembrar el terror en todos los que se atrevan a buscar la verdad y echar luz sobre los oscuros manejos que tiene el Departamento de Estado de Estados Unidos a través de sus embajadas y el vínculo de estas con los medios de comunicación hegemónicos y con los líderes regionales de la derecha.
Si fuera por la Justicia británica, la detención de Assange en ese país no iba durar mucho. Está acusado de un delito excarcelable, violar las condiciones de su libertad condicional, basada en una orden de captura del gobierno sueco por una investigación de presuntos delitos sexuales que ya fue archivada y en la cual Assange nunca fue acusado. Si no interviene Estados Unidos, se presenta ante el juez, declara, paga la multa y queda libre. Pero Estados Unidos intervino y minutos después de la detención la Cancillería británica emitió un comunicado anunciando que Estados Unidos había pedido la extradición del editor. De ser deportado, Assange enfrentaría cargos de traición y espionaje por la megafiltración de cables diplomáticos conocida como Cablegate en el 2010. EEUU ha presentado una acusación en contra de Assange, por supuesto complot con su fuente, Chelsea Manning, para extraer los cables y darlos a conocer. Gran parte del juicio a Manning giró alrededor del tema de si WikiLeaks había sido un receptor pasivo de los cables o si se había confabulado de alguna manera para obtenerlos.
Acusada de ser la fuente de ese video estremecedor donde soldados estadounidenses masacran civiles desarmados por diversión; Chelsea Manning , que por entonces aún era Bradley y soldado del ejército de ese país, fue apresada y sentenciada.Mabaires
Apresada en Irak, fue enviada a una prisión militar en Kuwait, luego a EEUU, a la prisión de Quantico donde en enero de 2011 sus abogados demostraron que estaba siendo sometida a diferentes abusos y castigos. Intentó suicidarse dos veces.
Su condena se cumpliría en el año 2045. Pero fue liberada en 2017, tras cumplir 7 años de prisión, luego que Barack Obama, cedió a la presión internacional y conmutó su pena.
La primera semana de marzo, hace un mes y medio atrás, el gobierno de Donald Trump vuelve a llevarla a prisión.
Con una metodología similar a la que usa el juez Claudio Bonadío y el fiscal Carlos Stornelli, la encarcelan y le dicen que su situación podría mejorar si declara contra Julian Assange y Wikileaks.
El juez Bonadío yankee es el juez de distrito (un juez municipal) Claude Hilton quien dijo que Chelsea permanecerá encarcelada hasta que hocique.
Bueno, en realidad, hasta que se quiebre...
Lo dijo de otra manera: "hasta que preste testimonio o el Gran Jurado finalice su investigación".
WikiLeaks ha sido retratado como un fenómeno de la era de la información, lo cual es. Pero es mucho más. Su objetivo de justicia a través de la transparencia es el más antiguo y la mejor tradición del periodismo. Si bien es cierto que es muy delgada la línea entre el periodismo de investigación y el terrorismo a través del robo de información secreta, así como es muy delgada la línea entre el espionaje y la diplomacia, sería una hipocresía mantener que los periodistas son meros receptores pasivos de secretos que nos quieren contar. ¿O piensan decir lo mismo de los periodistas-espías que pululan desde hace años por los medios argentinos?
El caso Assange no termina aquí. Aún queda lo más importante. ¿Qué ocurre con los derechos humanos? Estados Unidos discurre por un camino que nos llevará a todos al desastre. Recientemente amenazó con la prohibición de visados a los miembros del Tribunal Penal Internacional que investiguen casos como la supuesta responsabilidad de miembros de esa alta instancia de militares norteamericanos en Afganistán. Hace apenas unos días hizo efectiva esta sanción retirando el visado a la fiscal del TPI Fatou Bensouda que junto a sus colaboradores indaga desde 2016 la posible responsabilidad de soldados estadounidenses entre 2003 y 2004, en los presuntos crímenes de guerra cometidos en Afganistán.
La amenaza que veíamos venir desde hace tempo se ha hecho realidad. Reino Unido, tras violentar durante estos años todas las normas del derecho internacional, ha cumplido su función de brazo ejecutor después de que el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, supeditado a los intereses de los EEUU de Donald Trump, haya retirado el asilo político a Julian Assange. En unas imágenes que deberían ruborizar a cualquier demócrata, el Gobierno de Ecuador ha abierto la puerta de su embajada para permitir que la policía británica sacara de forma violenta al fundador de WikiLeaks.Baltasar Garzón
Es muy grave lo ocurrido, y plantea un futuro incierto a Julian Assange quien después de casi ocho años de reclusión inhumana en el recinto de la embajada ecuatoriana, se encuentra ahora a expensas de lo que la Corte de magistrados de Westminster determine, una vez se ponga en marcha la extradición al país norteamericano. De inicio, el periodista buscó refugio ante la orden de aprehensión de Suecia por denuncia de violación, una causa que ya fue archivada en mayo del pasado año. Ahora enfrenta la condena por haber incumplido las medidas cautelares de su libertad, cuestión que siempre hemos aceptado y nunca hemos eludido responder tanto en Suecia como en Gran Bretaña, pero denunciando, a la vez, la instrumentación que de estos países hacía EEUU. Al final se ha desvelado la trama. Incluso desde diciembre de 2017 existía una orden de detención de la justicia estadounidense en Londres, a pesar de que tanto los británicos como el gobierno del presidente Moreno, específicamente el canciller Valencia, lo negaron.
Tras ese argumento se escondía la verdadera razón de la persecución contra el activista: Estados Unidos no puede consentir que Assange, mediante WikiLeaks, haya hecho públicos miles y miles de documentos militares y diplomáticos de carácter confidencial, denunciando torturas y crímenes de guerra por parte de responsables militares de ese país en lugares como Irak o Afganistán y filtraciones de las comunicaciones entre embajadas USA con Gobiernos y servicios de información en todo el mundo.Las acusaciones de Suecia siempre fueron para su defensa una argucia para extraditarle a Estados Unidos, donde podría ser juzgado por tal causa. Sabemos ahora que, en efecto, lo que latía bajo este asunto era la acusación por conspiración por parte de una Corte estadounidense. Y es probable que este delito, el de conspiración para hackear ordenadores, sea solo el principio, porque buscan con ello eliminar la verdadera base política de la persecución.La acción británica viene precedida de una serie de incumplimientos de los convenios internacionales. Gran Bretaña ha estado prescindiendo, obviando, incumpliendo y violentando todas las normas del derecho internacional y de los derechos humanos. No han atendido al salvoconducto que pedía Ecuador desde hace años porque había otorgado un asilo, y una vez otorgado el asilo los demás países tienen que cumplirlo.Sobre el papel de Ecuador, poco puedo añadir a lo que ha manifestado el expresidente Rafael Correa, quien en su día en nombre de los Derechos Humanos asiló a Assange, que ha criticado la detención y ha calificado de “traidor” al actual presidente por permitir su arresto. “Esto jamás será olvidado por la humanidad entera. Uno de los actos más atroces fruto del servilismo, la vileza y la venganza. La historia será implacable con los culpables de algo tan atroz”, ha dicho Correa, añadiendo: “De ahora en adelante, a nivel mundial la canallada y la traición podrán ser resumidas en dos palabras: Lenín Moreno”.Pocas veces he asistido a tan sorprendente actuación contra lo que marca el derecho de asilo como la que este jueves hemos vivido. Las confusas afirmaciones del actual mandatario ecuatoriano, lo dicen todo: “Ecuador da por finalizado el asilo diplomático otorgado al señor Assange en el año 2012. Por seis años y diez meses el pueblo ecuatoriano ha garantizado los derechos humanos del señor Assange y ha cubierto sus necesidades cotidianas en nuestras instalaciones de la embajada en Londres”. “El señor Assange violó reiteradamente disposiciones expresas de las convenciones sobre asilo diplomático. Violó particularmente la norma de no intervenir en los asuntos internos de otros estados”, ha añadido. Extremo este que es incierto, porque la acusación en este sentido siempre fue una argucia, como queda demostrado por los SMS que obran en la causa.La concesión del asilo lo fue por riesgo fundado, de acuerdo con las convenciones aplicables al caso. Su retirada solo se puede producir si aquel riesgo desaparece. En este caso, lejos de que el peligro haya desaparecido, se ha incrementado exponencialmente con las declaraciones recurrentes de autoridades norteamericanas, que han llegado a calificar a Wikileaks de organización terrorista. Tampoco se ha realizado ningún procedimiento de revisión con alegaciones para el asilado, como requería imperativamente la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, al cerrar la demanda de medidas cautelares formulada meses atrás.La mezcla de argumentos es difícil de comprender. De una parte, Moreno parece reprochar el gasto que la delegación ha cubierto. De otra, culpa a Assange de expresar sus opiniones sin concretar qué normas de derecho internacional ha afectado, de tal modo que se ha hecho merecedor de una sanción tan peligrosa. También de que es editor de WLO, cuando esto ya no es así; como tampoco tiene que ver con la filtración de los INApapers. O porque, y aquí viene el punto álgido, según Moreno, ha solicitado a Reino Unido que no entregue a Assange a un país en que se ejerza la tortura o exista la pena capital. Y asegura que los británicos han dado su asentimiento por escrito pero ¿acaso está exento Estados Unidos de estas dos condiciones? Es incontestable que la pena de muerte existe y uno de los elementos básicos por los que el país de Trump ha saltado a la palestra en WikiLeaks es por los supuestos malos tratos sistemáticos cuando así lo han considerado los poderes militares en casos de conflicto. Y además, un país en el que no se garantiza la ausencia de la tortura como puso de manifiesto el Relator contra la tortura Juan Méndez en el caso de Chelsea Manning, que fue sometida a un trato cruel, inhumano y degradante y que nuevamente ha sido encarcelada, el riesgo que corre Julian Assange si la extradición se materializa, es inmenso.Aún queda lo más importante. ¿Qué ocurre con los Derechos Humanos? Estados Unidos discurre por un camino que nos llevará a todos al desastre. Recientemente amenazó con la prohibición de visados a los miembros del Tribunal Penal Internacional que investiguen casos como la supuesta responsabilidad de miembros de esa alta instancia de militares norteamericanos en Afganistán. Hace apenas unos días hizo efectiva esta sanción retirando el visado a la fiscal del TPI Fatou Bensouda que junto a sus colaboradores indaga desde 2016 la posible responsabilidad de soldados estadounidenses entre 2003 y 2004, en los presuntos crímenes de guerra cometidos en Afganistán. Ante tal sinrazón, Bensouda ha manifestado que seguirá cumpliendo su deber.¿Muerto el perro se acabó la rabia? Esa parece ser la política del país más poderoso del mundo. Si la Corte Penal Internacional (CPI) puede afectar a los propios intereses, se anula y prohíbe, por más que Afganistán forme parte de los 124 países que han ratificado el Estatuto de Roma y que este tribunal sea una instancia superior, internacional, que garantiza la protección de las víctimas. Si un periodista activista denuncia ante el mundo las irregularidades, trapacerías, asesinatos, corrupción y manejos de la potencia mundial, se le persigue, aísla y aprovechando un giro a la derecha en el Gobierno de Ecuador, que hasta entonces entorpecía el objetivo marcado, se logra que esta nación levante el asilo acordado y dé vía libre para acabar con el estorbo Assange. ¡Menuda suerte que el presidente Correa, de talante progresista, fuera sustituido por Moreno, de talante marcadamente de derechas. ¡Vaya casualidad!El caso Assange no termina aquí. Su equipo legal y yo, como coordinador de la defensa del periodista, no estamos dispuestos a permitir tal atropello. Pelearemos como David contra Goliat, como venimos haciendo desde hace años. Este asunto va más allá de una filtración o de un entramado de conflictos legales. Estamos hablando del derecho de los ciudadanos del mundo a conocer en manos de quién estamos, de lo que nos ocultan y de a dónde pretenden conducirnos. Y una vez que sabemos, no es tan fácil callar al mensajero. Lo que pretende Estados Unidos, apoyado en quienes le están favoreciendo, no es otra cosa que impunidad. No podemos ni debemos tolerarlo, y no lo haremos.
Desgraciadamente, Occidente vive en el anacronismo, en la lenta agonía de nuestras democracias, en el continuo atropello de los poderosos. Assange será encerrado, perderá su libertad y mañana, tal vez pasado, dejará de ser noticia, como le sucedió a Manning. Languidecerá en una prisión. Estados Unidos cobrará su venganza y el resto del mundo contemplará el espectáculo entre impasible, impotente e indolente. No es tiempo para los Derechos Humanos ni para la Democracia. No es tiempo de alertadores o denunciantes de corrupción, es tiempo de soplones y chivatos. Es tiempo de venganza.
Ahora nos ofrecerán un nuevo conjunto de engaños y confusiones sobre Assange para mantenernos anestesiados, para evitar que nos indignemos cuando nuestros derechos se vean afectados y para evitar que nos demos cuenta de que los derechos de Assange y los nuestros son indivisibles.
Nuestro fracaso, como sociedad, es cultural y educativo. Nietzche postulaba "Dios ha muerto", como una forma de increpar a la humanidad para que se hiciera cargo de sus problemas dejando de buscar justificaciones en las religiones. Hoy, los nuevos sacerdotes están en el periodismo y el poder judicial. La Verdad ha muerto. Y sin verdad, no hay justicia. Y sin justicia, no hay paz.
Assange debería ser ejemplo de lo que un ciudadano debería hacer. Debería ser un ejemplo en las escuelas, un referente para las familias del servicio que todos debemos a nuestras sociedades. Y también recuerdo de un tiempo en el que alertar o denunciar suponía sufrir una terrible persecución. Ya lo demostró acabadamente Stephen Krasner, célebre profesor de la Universidad de Stanford, de cómo la soberanía legal internacional, muchas veces nada tiene que ver con la realidad, y como siempre los fuertes se imponen a los débiles para torcer su voluntad. Con esta perfidia, el orden liberal de Latinoamérica suma otra bolsa de desperdicios a su monumental Basurero de la Vergüenza, y prepara una mancha más de sangre inocente en el envilecido prontuario de infamia y servilismo que ha sabido labrarse a través de la historia.
Más allá del ajedrez geopolítico, en un día así uno no puede dejar de pensar que más allá del ícono está el ser humano. Un tipo tierno, vivaz, tímido a su manera, obstinado, mandón, ingenioso, amante del queso francés y del malbec argentino, que para poder publicar no tuvo miedo a enfrentarse al Pentágono ni a quemar puentes con China, Rusia y la Unión Europea hasta quedar completamente aislado, que pasó seis años y diez meses en un encierro atroz, vigilado, espiado, de a ratos aislado e incomunicado.
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