Mientras el gobierno quiere liberar genocidas, nosotros vamos a la plaza por el 24 de Marzo. Porque pareciera que a cuarenta y dos años del golpe militar y la instalación del terrorismo de estado en Argentina, las cosas estuvieran al revés. Que lejos de haber avanzado, retrocediéramos. Que este 24 nos encontrara cada vez más lejos del "Nunca Más" y más cerca del "Otra Vez". En las listas que se dieron a conocer figuran, entre otros, el "Tigre" Acosta y Afredo Astiz, y por esa razón, la convocatoria al acto de hoy por el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia incluye expresamente una consigna contra la posibilidad de que haya "genocidas sueltos". La memoria todavía se construye, los desaparecidos nos faltan, las respuestas siguen pendientes, los asesinos no dijeron nunca nada, no se arrepintieron y esperan confiados, ahora más que nunca. Que los alcance un repudio inclaudicable sella los intersticios por donde se cuelan discursos de impunidad, ya que parece que la Revolución de la Alegría es tal únicamente para el poder concentrado, el capital y los genocidas.
Lo que pasó nos pasó a todos, también les pasó a quienes nacieron mucho después, el pasado está aún insistiendo en lo que aflora con venganza rabiosa y odio dirigido a todo sueño liberador, a toda solidaridad, a todo compromiso.
Quizás no tengas un familiar desaparecido, tal vez no hayas sentido la pavorosa ausencia, el no saber, la persecución, la necesidad de callar un nombre o cambiar de ciudad o de apariencia.
Quizás no tuviste que esperar años, ilusionado con la llegada de elecciones y un estado de derecho. O el regreso de alguien querido, alguien que conociste, un compañero, una amiga, tu padre, tu hija, tu hermano... que no volvió.
Sabemos muy bien lo que ocurrió en la dictadura que comenzó el 24 de marzo de 1976. El 24 de marzo de 1976 el Departamento de Estado Norteamericano impulsó un golpe cívico-militar en la Argentina, estructurado por José Alfredo Martínez de Hoz en representación conjunta de la banca extranjera y la Sociedad Rural, ejecutado por las Fuerzas Armadas, justificado por los principales diarios, y bendecido por la Iglesia Católica.
Tan retorcidos están los tiempos históricos, que el programa económico de ajuste del ¿actual? gobierno es casi un calco del plan del ministro de Economía de la primera Junta Militar: Martínez de Hoz, cuyas disposiciones centrales incluían congelamiento salarial, "limpieza" política y achicamiento del Estado; eliminación de retenciones a la exportación agropecuaria; reducción de aranceles de importación; eliminación de subsidios, créditos de fomento y prestaciones sociales; incremento de tarifas de servicios públicos; liberalización de los mercados cambiario y financiero; financiamiento del déficit público mediante colocación de títulos de deuda; reducción del gasto, del empleo y del déficit del gobierno; privatización de empresas que habían pasado al control estatal.
La misma censura informativa, producto de la hegemonía mediática impuesta por decreto, el despido de cientos de periodistas no afines, el apriete a medios no oficialistas vía recorte de pauta publicitaria oficial. La utilización de fuerzas de gendarmería para responder al conflicto social, el aval dado a asesinatos de gatillo fácil policial, los planes de militarizar el escenario para combatir el narcotráfico y otros delitos, devuelven nuevamente el protagonismo a cuerpos armados, instalando además un clima represivo generalizado.
Es un 24 de Marzo, en el que a 42 años del horror, la faz social aparece invertida.
Pero no del todo. La memoria existe. Millones de argentinos salimos a la calle a decir que no habrá vuelta atrás. Conocemos fechas, rostros, crímenes. Hemos tenido la fortuna de ver varios de los rostros responsables culminar sus días en la cárcel. Hemos conocido la lucha de las madres y las abuelas. Hemos visto maravillosos desenlaces con el encuentro de los nietos, uno a uno, año a año.
Nuestros ojos se han abierto ante tanta infamia y crimen, para no olvidar.
La salida de la cárcel del "ángel de la muerte" y de tantos otros nada tiene de "humanitaria". Es una clara señal política: las mismas Fuerzas Armadas que ejecutaron el genocidio quieren ser hoy reinsertadas en la represión interior. La doctrina de esta "reinserción" es la que dicta todos los días la ministra de Seguridad, cuando elogia a la policía del gatillo fácil y la cacería a mansalva. Para demostrarlo, están los crímenes de Santiago Maldonado, Rafael Nahuel y muchos otros en una lista que crece día a día y no excluye ni a niños. El objetivo de este reforzamiento represivo es claro: apuntalar la política de tarifazos, despidos y despojo al salario.
Estos días son como un ritual de volver a mirar los rostros de los desaparecidos, de las víctimas, para recordar a los extremos a los que ha llegado esta sociedad antes, y que podría volver a pasar, distinta pero igual. Revivir la infinita tristeza por el dolor padecido para no vivirlo nunca más. Los presos políticos de hoy, los muertos de hoy, los hambreados de hoy, todos ellos son un espejo al pasado, al horror... el encarcelamiento de activistas sociales como Milagro Sala y otros militantes de la Tupac Amaru, D´Elía, Esteche, Zannini (quien fuera también preso político entre el 75’ y el 78’), Héctor Timerman (hijo del periodista Jacobo Timerman, desaparecido por la policía del genocida Ramón Camps) o Julio De Vido, rememoran las prácticas de secuestro sin juicio ni condena de aquellos años de terror institucional.
Debemos cumplir el ritual para volver a saber, para volver a conocer lo que muy bien sabemos y conocemos. Que no olvidamos ni olvidaremos.
En este marzo de 2018 hay algo que parece acentuarse. Quizá suceda todos los meses de marzo, en las vísperas del 24. Sabemos todo eso, pero es como si lo volviéramos a saber. Como si no lo hubiéramos creído del todo. Como si cada 24 de marzo se hiciera un ritual colectivo para no olvidar eso que querríamos olvidar, porque el olvido sería la única forma de hacer como si nunca hubiera ocurrido.
Lo que pasó nos pasó a todos, también les pasó a quienes nacieron mucho después, el pasado está aún insistiendo en lo que aflora con venganza rabiosa y odio dirigido a todo sueño liberador, a toda solidaridad, a todo compromiso.
Quizás no tengas un familiar desaparecido, tal vez no hayas sentido la pavorosa ausencia, el no saber, la persecución, la necesidad de callar un nombre o cambiar de ciudad o de apariencia.
Quizás no tuviste que esperar años, ilusionado con la llegada de elecciones y un estado de derecho. O el regreso de alguien querido, alguien que conociste, un compañero, una amiga, tu padre, tu hija, tu hermano... que no volvió.
Sabemos muy bien lo que ocurrió en la dictadura que comenzó el 24 de marzo de 1976. El 24 de marzo de 1976 el Departamento de Estado Norteamericano impulsó un golpe cívico-militar en la Argentina, estructurado por José Alfredo Martínez de Hoz en representación conjunta de la banca extranjera y la Sociedad Rural, ejecutado por las Fuerzas Armadas, justificado por los principales diarios, y bendecido por la Iglesia Católica.
Tan retorcidos están los tiempos históricos, que el programa económico de ajuste del ¿actual? gobierno es casi un calco del plan del ministro de Economía de la primera Junta Militar: Martínez de Hoz, cuyas disposiciones centrales incluían congelamiento salarial, "limpieza" política y achicamiento del Estado; eliminación de retenciones a la exportación agropecuaria; reducción de aranceles de importación; eliminación de subsidios, créditos de fomento y prestaciones sociales; incremento de tarifas de servicios públicos; liberalización de los mercados cambiario y financiero; financiamiento del déficit público mediante colocación de títulos de deuda; reducción del gasto, del empleo y del déficit del gobierno; privatización de empresas que habían pasado al control estatal.
La misma censura informativa, producto de la hegemonía mediática impuesta por decreto, el despido de cientos de periodistas no afines, el apriete a medios no oficialistas vía recorte de pauta publicitaria oficial. La utilización de fuerzas de gendarmería para responder al conflicto social, el aval dado a asesinatos de gatillo fácil policial, los planes de militarizar el escenario para combatir el narcotráfico y otros delitos, devuelven nuevamente el protagonismo a cuerpos armados, instalando además un clima represivo generalizado.
Es un 24 de Marzo, en el que a 42 años del horror, la faz social aparece invertida.
Pero no del todo. La memoria existe. Millones de argentinos salimos a la calle a decir que no habrá vuelta atrás. Conocemos fechas, rostros, crímenes. Hemos tenido la fortuna de ver varios de los rostros responsables culminar sus días en la cárcel. Hemos conocido la lucha de las madres y las abuelas. Hemos visto maravillosos desenlaces con el encuentro de los nietos, uno a uno, año a año.
Nuestros ojos se han abierto ante tanta infamia y crimen, para no olvidar.
La salida de la cárcel del "ángel de la muerte" y de tantos otros nada tiene de "humanitaria". Es una clara señal política: las mismas Fuerzas Armadas que ejecutaron el genocidio quieren ser hoy reinsertadas en la represión interior. La doctrina de esta "reinserción" es la que dicta todos los días la ministra de Seguridad, cuando elogia a la policía del gatillo fácil y la cacería a mansalva. Para demostrarlo, están los crímenes de Santiago Maldonado, Rafael Nahuel y muchos otros en una lista que crece día a día y no excluye ni a niños. El objetivo de este reforzamiento represivo es claro: apuntalar la política de tarifazos, despidos y despojo al salario.
Estos días son como un ritual de volver a mirar los rostros de los desaparecidos, de las víctimas, para recordar a los extremos a los que ha llegado esta sociedad antes, y que podría volver a pasar, distinta pero igual. Revivir la infinita tristeza por el dolor padecido para no vivirlo nunca más. Los presos políticos de hoy, los muertos de hoy, los hambreados de hoy, todos ellos son un espejo al pasado, al horror... el encarcelamiento de activistas sociales como Milagro Sala y otros militantes de la Tupac Amaru, D´Elía, Esteche, Zannini (quien fuera también preso político entre el 75’ y el 78’), Héctor Timerman (hijo del periodista Jacobo Timerman, desaparecido por la policía del genocida Ramón Camps) o Julio De Vido, rememoran las prácticas de secuestro sin juicio ni condena de aquellos años de terror institucional.
Debemos cumplir el ritual para volver a saber, para volver a conocer lo que muy bien sabemos y conocemos. Que no olvidamos ni olvidaremos.
"Hay que hacer las cosas más bellas que el enemigo".Haroldo Conti
En este marzo de 2018 hay algo que parece acentuarse. Quizá suceda todos los meses de marzo, en las vísperas del 24. Sabemos todo eso, pero es como si lo volviéramos a saber. Como si no lo hubiéramos creído del todo. Como si cada 24 de marzo se hiciera un ritual colectivo para no olvidar eso que querríamos olvidar, porque el olvido sería la única forma de hacer como si nunca hubiera ocurrido.
El gobierno de Cambiemos, encabezado por Mauricio Macri encuentra todos los años la manera de incomodar una fecha que tiene un peso simbólico insoslayable para quienes hacen de la defensa de los derechos humanos una bandera. El 24 de Marzo pasado estuvo signado por las declaraciones oficiales que ponían den duda la cifra de 30.000 desaparecidos.
Esta vez, el hostigamiento es menos simbólico y más concreto: en diversas listas que está haciendo circular el Ministerio de Justicia con nombres de posibles destinatarios del beneficio de prisión domiciliaria figuran reconocidos genocidas como Alfredo Astiz, Jorge "Tigre" Acosta, Julio "el Turco Julián" Simón y Adolfo Donda, entre otros.
En la "Carta a la Junta Militar", Rodolfo Walsh puso el dedo en la llaga: la operatoria represiva estaba copiada de los métodos usados por otros ejércitos sobre una población extranjera: "muchos de esos rehenes son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas según la doctrina extranjera de “cuenta-cadáveres” que usaron los SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam".
Que no aceptaremos un país para pocos. Que la reconciliación con el pasado no es posible sin justicia ni arrepentimiento verdadero. Que distorsionar la memoria es robar el futuro. Que la reparación histórica por tanto sufrimiento es imprescindible.
Millones de personas en todas las ciudades, pueblos y parajes, unidos por un mismo temblor y clamor, resistimos y resistiremos la manipulación de minorías que añoran una falsa paz social, injusta y acrítica. Decimos y diremos que no habrá progreso si no es de todos y para todos. Que la exclusión no es el camino. Que el racismo europeizante, vigente desde hace siglos y tan presente en el gobierno actual, impide el verdadero desarrollo de nuestro pueblo.
Decimos y diremos que los Derechos Humanos, el derecho igualitario de acceso a la educación, la salud, la vivienda, a un ingreso digno y suficiente, el derecho a la equidad de género y a la protección contra la violencia enquistada en el sistema de apropiación capitalista, son lo más importante. Lo único que merece cuidado. Cuidado que los títeres instalados por la banca y el poder corporativo para administrar el desastre que ellos mismos provocaron, no pueden ni quieren darle.
Esta vez, el hostigamiento es menos simbólico y más concreto: en diversas listas que está haciendo circular el Ministerio de Justicia con nombres de posibles destinatarios del beneficio de prisión domiciliaria figuran reconocidos genocidas como Alfredo Astiz, Jorge "Tigre" Acosta, Julio "el Turco Julián" Simón y Adolfo Donda, entre otros.
Hagamos caminar la memoriaAdolfo Perez Esquivel
Siempre señalo que la memoria nos ayuda a comprender el presente y construir nuevos caminos. Los sobrevivientes a la dictadura militar en Argentina tenemos la responsabilidad de transmitir a las nuevas generaciones no sólo lo vivido durante esa época de terror, persecuciones, desapariciones, exilio, cárcel, torturas y un modelo económico neoliberal excluyente, sino además la necesidad de comprender por qué se llegó a esa situación donde las libertades democráticas de los pueblos fueron sometidas por la violencia y se impuso el totalitarismo.
Lo ocurrido en la Argentina no fue un hecho aislado en el continente, donde se implantó la Doctrina de Seguridad Nacional de los Estados Unidos y la operación Cóndor. Hoy, a 42 años del golpe militar tenemos que analizar dónde estamos, qué pasa con las políticas de derechos humanos en nuestro país y el continente.
No hace falta una lectura muy profunda para constatar graves retrocesos impulsados por el actual gobierno nacional: cierran escuelas, desmantelan hospitales, aumentan la inflación, los despidos de trabajadores/as, aumentan la pobreza y el hambre actual y futura porque nos están endeudando en el exterior a niveles insostenibles como continuadores del mismo modelo neoliberal de la dictadura. Ante el lógico aumento de los conflictos sociales, la respuesta fue fomentar más represión de las fuerzas de seguridad, y más persecución y encarcelamiento político de los opositores por pensar distinto, como denunció la ONU, la OEA y acaba de denunciar Amnistía Internacional. Cómo si fuera poco han creado la “doctrina Chocobar” de matar y luego preguntar, y continúan insistiendo en dar el beneficio de prisión domiciliaria a condenados por crímenes de Lesa Humanidad como Astiz y Etchecolatz. Parece que para este gobierno la vida no vale, o al menos la vida de algunos.
Podría continuar señalando las violaciones de los derechos humanos y de los pueblos por el gobierno nacional y los provinciales, pero lo central es que después de mucho tiempo logramos unir criterios, voluntades y fuerzas para enfrentar la violencia del Estado y la pérdida de derechos del pueblo.
Necesitamos de la unidad en la diversidad, dejar a un lado los partidismos mediocres y buscar los consensos de todos los sectores sociales, políticos, culturales y religiosos. Necesitamos construir más espacios de reflexión crítica y construcción social, para saber el país que queremos y hacia dónde vamos.
El desafío es grande pensando lo que ocurre en el continente. Los golpes de Estado están avanzando en la región con nuevas modalidades: golpes parlamentarios, judiciales y mediáticos. Vivimos un proceso de recolonización que debemos resistir generando medios alternativos para enfrentar el accionar de la prensa canalla que busca denigrar y acusar a opositores sociales, sindicales, políticos para justificar un sistema de dominación.
Tengamos en cuenta que democracia y derechos humanos son valores indivisibles, si se violan los derechos humanos se debilitan las democracias y se abre el camino al totalitarismo. Estamos frente a desafíos superadores para construir un nuevo amanecer para nuestro pueblo. No olvidemos que lo que sembramos recogemos.
Este 24 de marzo nos movilizamos por más Memoria, Verdad y Justicia, porque son 30.000, fue un genocidio y decimos Nunca Más.
Que no aceptaremos un país para pocos. Que la reconciliación con el pasado no es posible sin justicia ni arrepentimiento verdadero. Que distorsionar la memoria es robar el futuro. Que la reparación histórica por tanto sufrimiento es imprescindible.
Millones de personas en todas las ciudades, pueblos y parajes, unidos por un mismo temblor y clamor, resistimos y resistiremos la manipulación de minorías que añoran una falsa paz social, injusta y acrítica. Decimos y diremos que no habrá progreso si no es de todos y para todos. Que la exclusión no es el camino. Que el racismo europeizante, vigente desde hace siglos y tan presente en el gobierno actual, impide el verdadero desarrollo de nuestro pueblo.
Decimos y diremos que los Derechos Humanos, el derecho igualitario de acceso a la educación, la salud, la vivienda, a un ingreso digno y suficiente, el derecho a la equidad de género y a la protección contra la violencia enquistada en el sistema de apropiación capitalista, son lo más importante. Lo único que merece cuidado. Cuidado que los títeres instalados por la banca y el poder corporativo para administrar el desastre que ellos mismos provocaron, no pueden ni quieren darle.
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