La policía del neoliberalismo está matando hermanos latinoamericanos. Las protestas en Colombia y la brutal represión desatada por el gobierno de Iván Duque han convocado las miradas del mundo: Colombia es un caos. Colombia está enardecida, está de luto, mal gobernada y sumida en la incertidumbre. Las diez principales ciudades son un territorio de represión. En sus calles los uniformados tiran sin piedad sobre los manifestantes que piden el fin del régimen neoliberal, se contabilizan más de mil heridos, cincuenta muertos y cerca de noventa desaparecidos. Al igual que sucedió en Chile, el neoliberalismo convirtió a la sociedad en una olla a presión que tarde o temprano estallaría. Y estalló. El neoliberalismo ha estropeado la vida de los colombianos sometiéndolos a una pobreza estructural. El modelo económico de derecha ahora está en crisis y solo piensa en someter a como de lugar la reacción de los ciudadanos, mientras que millones se rebelan contra el uribismo, que junto con la política chilena forman la parte más cruel del neoliberalismo en nuestra América.
Lo que hasta el lunes eran marchas contra la reforma tributaria que el Gobierno ya retiró del Congreso -este miércoles el Legislativo formalizó ese paso por unanimidad-, se transformó ahora en un movimiento de masas que alargó el pliego de demandas: el Comité exige garantías y libertades democráticas, garantías constitucionales a la movilización y la protesta, desmilitarización de las ciudades, cese de las masacres y castigo a los responsables.
"La economía es el método, el objetivo es cambiar el corazón y el alma".
Margaret Thatcher, pionera del modelo neoliberal
La protesta contra la reforma tributaria (un proyecto regresivo y recesivo que, al mejor estilo neoliberal, que mantiene todos los privilegios para los dueños de las finanzas y grandes empresarios y pretende que la población en general pague por la crisis económica, agudizada por la pandemia, pero que venía de antes) entra en su séptimo día aunque el gobierno haya dicho que la retira. Pero va mucho más allá, contra los abusos cometidos en su guerra contra el pueblo por la oligarquía sometida al imperio, que ha convertido a Colombia en uno de los paises más desiguales, donde, pese a los acuerdos de paz, las masacres y asesinatos son pan de cada día. En el momento del estallido y de estas movilizaciones, Colombia cursaba el llamado tercer pico de la pandemia, lo que significa que el desabastecimiento en medicina y oxígeno en las ciudades puede llevar a una catástrofe, que se encuentran militarizadas: el ejército, el Escuadron Antidisturbios (ESMAD), la policía nacional y grupos armados parapoliciales componen un escenario de violencia reducredecida contra el pueblo.
Hay, hay mucho misterio en tus ojos
why hay, hay mucha chispa aún en tu cerebro loco.
Pero estás hundido en tu propia herida.
Hay, hay muchas formas de pelar el gato
why, ay, ay, puede fusilarte hasta la Cruz Roja
En esta vieja cultura frita.
Vas, ay, apartando a golpes tus dolores.
Así vas a ser el más premiado de la morgue.
Porque estás hundido en tu propia herida.
Te encanará un robocop sin ley.
Un crono-rock japolicía hecho en Detroit.
Ay, ay, la gente decente es diferente
Pero, ay, ay, tu belleza empieza a abrirse paso.
En esta vieja cultura frita.
Te encanará un robocop sin ley.
Un crono-rock hecho en Detroit.
Redonditos de Ricota - Fusilados por la Cruz Roja (La Mosca y la Sopa, 1991)
Además del talante autoritario y la absoluta falta de sensibilidad por parte de los pupilos políticos del ex presidente Álvaro Uribe, los acontecimientos de esta semana han vuelto a desnudar la hipocresía de las derechas de siempre: partidos políticos, medios de comunicación, organizaciones autodenominadas "de la sociedad civil" y otros que se proclaman paladines de la libertad, la democracia y los derechos humanos cuando se trata de desestabilizar a naciones que defienden su soberanía, ahora, mientras Duque manda tanquetas y helicópteros contra manifestantes inermes, permanecen en ominoso silencio.
Han transcurrido mas de 16 meses en que por las circunstancias de la pandemia el movimiento social se aplacó, sin embargo, los problemas que propiciaron la acción de masas del 2019 se complicaron aun mas debido a la caída de la economía, la generalización del desempleo, el incremento de la pobreza, la corrupción con el manejo de la pandemia y la manipulación con el proceso de vacunación, lo que hizo que el desespero y la indignación crecieran entre la ciudadanía, misma que reventó con el infame proyecto de reforma tributaria que cayó como un baldado de agua fría sobre la gente angustiada, empujándola a volcarse a las calles y a la huelga para frenar el esperpento del Ministro de Hacienda y su equipo neoliberal, cebado en el despojo de los dineros públicos, como se pudo confirmar en el debate sobre los contratos sobre el agua en mas de 300 municipios del país, donde Alberto Carrasquilla montó el gran negociado que le permitió embolsillarse más de 700 mil millones de pesos para el agua que fueron a parar a los paraísos fiscales del Caribe, asunto que está pendiente de ser aclarado por las autoridades judiciales internacionales pues en Colombia la impunidad es absoluta.
En particular, ha resultado reveladora la inacción de organizaciones defensoras de las garantías individuales y colectivas afines a Washington, del propio Departamento de Estado y de la principal correa de transmisión de sus intereses en la región, la Organización deEstados Americanos, presidida por Luis Almagro.
Esas instancias, siempre prestas a apoyar actos de protesta contra gobiernos que no se pliegan a la voluntad de la Casa Blanca, han evadido cualquier posicionamiento real –en el caso del Departamento de Estado, no ha habido ninguno, y Almagro no ha hecho declaraciones a título personal– en torno a la que es, hoy, la mayor crisis institucional y de derechos humanos en el continente, con lo cual ratifican, por enésima ocasión, el doble rasero que guía sus agendas.
El neoliberalismo está agotado en Colombia, y se está agotando en casi todos los puntos de América Latina. Lamentablemente, la actual Colombia en llamas y Chile (que fuera el modelo neoliberal de éxito, los liberales en América Latina y el mundo lo ponían de ejemplo) lo confirman: el fin del neoliberalismo será violento. Esperemos que la solidaridad sea más fuerte.
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