Están denunciando que en Chile están funcionando improvisados centros clandestinos de detención, como en las dictaduras. Una dictadura improvisada la de Piñera, al frente de un gobierno que refleja la decadencia de su proyecto político heredado de la dictadura militar, que no tiene interés en ofrecer más respuesta que a las preguntas hechas por los poderosos, un gobierno que como tantos otros en América Latina es una estrategia aparentemente democrática pero de profundo perfil fascista manejado por la derecha neoliberal. Significativamente, Chile fue la primera nación en la que se aplicó ese dogma económico, por la simple razón de que los ciudadanos se encontraban postrados y atomizados por el terror de la dictadura pinochetista y no tenían manera de oponerle resistencia. La desigualdad brutal, la carestía, la privatización de todo lo imaginable y la falta de movilidad social son los factores del hartazgo ciudadano, que se hace patente ante la falta de representatividad de la formalidad política e institucional, no existe ninguna solución fácil para volver a la gobernabilidad, pues no se mira en el escenario chileno una autoridad capaz de convocar a un diálogo que genere consensos sobre el nuevo país que las mayorías desean.
Parece totalmente apropiado que Chile esté a la vanguardia de las protestas que arrasan el mundo en este otoño de descontento, ya que Chile sirvió como laboratorio para la transformación neoliberal de la economía y la política que ha barrido al mundo desde la década de 1970.
En este otoño de descontento, personas de Chile, Haití, Honduras, Irak, Egipto y Líbano se están levantando contra el neoliberalismo, que en muchos casos les ha sido impuesto por invasiones estadounidenses, golpes de estado y otros usos brutales de la fuerza. La represión contra los activistas ha sido salvaje, con más de 250 manifestantes asesinados en Irak solo en octubre, pero las protestas han continuado y crecido. Algunos movimientos, como en Argelia y Sudán, ya han forzado la caída de gobiernos corruptos y arraigados.
La experiencia histórica de América Latina nos enseña que el neoliberalismo no tiene respuestas sociales, sino respuestas autoritarias. Chile no está en guerra, pero el Gobierno sí. Los militares y la policía están cometiendo flagrantes violaciones a los derechos humanos, ejerciendo la tortura y el asesinato de civiles. La crisis del régimen chileno demuestra que el liberalismo es capaz de sacrificar, ya no solo los fundamentos de la igualdad y la solidaridad como bases ilusorias del liberalismo político, sino también del orden democrático. En consonancia con ello, ya pesa una demanda por crímenes de lesa humanidad contra Piñera.
Y el director de Carabineros dice que hubo excesos "en un rango bastante aceptable" (!!!). ¿A cuantas vidas corresponderá ese "rango aceptable"?. ¿Donde estará la varilla donde medir esa "aceptabilidad"? ¿Cual será el "rango aceptable" de sufrimiento que tienen que soportar los pueblos antes de decir basta?
En Chile el 1% de la población concentra el 26,5% de la riqueza nacional. Pero esto no es una tendencia nacional, sino que es el rostro de la economía capitalista mundial, en la cual el 45% de la riqueza mundial está en manos del 1% más rico del mundo. En las dos décadas del “oasis chileno” la tasa de suicidio ha aumentado en un 90%. Chile es el cuarto país más infeliz del mundo, según el Informe Ipsos Global Advisor on Global Happiness 2019, y los estudios reflejan que es el país más desigual de la OCDE.
Las actividades se reanudaron en Santiago y las principales ciudades del país aunque los chilenos están atentos a las manifestaciones masivas que se convocan en redes.
¿Qué pueden hacer los chilenos protestando en las calles si no hay un red política que contenga y afiance como bandera sus necesidades? En un terreno político destruido por el neoliberalismo más feroz, no existen herramientas constitucionales para encausar los requerimientos. ¿Quien controlará el rumbo que se tome si es que el poder decide trabajar en una nueva Constitución? ¿Qué es lo que cambiaría si renuncia Piñera? ¿Cómo llegar a obtener resultados en el día a día de los ciudadanos raptados por un sistema inhumano? ¿Cómo lograr cambios de fondo que es lo que necesitan las mayorías, y no es otra cosa que cambios profundos en el sistema, que no es otra cosa que una revolución?.
Pero si los millones de chilenos en la calle pueden llegar al punto de inflexión para una exitosa democracia popular no violenta, Chile puede estar liderando el camino hacia una revolución política y económica mundial.
Y quizás sea hora de mirar con atención esta posible caída del nuevo Muro de Berlín del Neoliberalismo...
Parece totalmente apropiado que Chile esté a la vanguardia de las protestas que arrasan el mundo en este otoño de descontento, ya que Chile sirvió como laboratorio para la transformación neoliberal de la economía y la política que ha barrido al mundo desde la década de 1970.
En este otoño de descontento, personas de Chile, Haití, Honduras, Irak, Egipto y Líbano se están levantando contra el neoliberalismo, que en muchos casos les ha sido impuesto por invasiones estadounidenses, golpes de estado y otros usos brutales de la fuerza. La represión contra los activistas ha sido salvaje, con más de 250 manifestantes asesinados en Irak solo en octubre, pero las protestas han continuado y crecido. Algunos movimientos, como en Argelia y Sudán, ya han forzado la caída de gobiernos corruptos y arraigados.
La experiencia histórica de América Latina nos enseña que el neoliberalismo no tiene respuestas sociales, sino respuestas autoritarias. Chile no está en guerra, pero el Gobierno sí. Los militares y la policía están cometiendo flagrantes violaciones a los derechos humanos, ejerciendo la tortura y el asesinato de civiles. La crisis del régimen chileno demuestra que el liberalismo es capaz de sacrificar, ya no solo los fundamentos de la igualdad y la solidaridad como bases ilusorias del liberalismo político, sino también del orden democrático. En consonancia con ello, ya pesa una demanda por crímenes de lesa humanidad contra Piñera.
Y el director de Carabineros dice que hubo excesos "en un rango bastante aceptable" (!!!). ¿A cuantas vidas corresponderá ese "rango aceptable"?. ¿Donde estará la varilla donde medir esa "aceptabilidad"? ¿Cual será el "rango aceptable" de sufrimiento que tienen que soportar los pueblos antes de decir basta?
En Chile el 1% de la población concentra el 26,5% de la riqueza nacional. Pero esto no es una tendencia nacional, sino que es el rostro de la economía capitalista mundial, en la cual el 45% de la riqueza mundial está en manos del 1% más rico del mundo. En las dos décadas del “oasis chileno” la tasa de suicidio ha aumentado en un 90%. Chile es el cuarto país más infeliz del mundo, según el Informe Ipsos Global Advisor on Global Happiness 2019, y los estudios reflejan que es el país más desigual de la OCDE.
Las actividades se reanudaron en Santiago y las principales ciudades del país aunque los chilenos están atentos a las manifestaciones masivas que se convocan en redes.
En un Chile onírico los celulares acumulan videos, textos e imágenes. A lo largo de más de cuatro mil kilómetros, en los ciento ochenta que separan la cordillera del mar, en este país tan improbable y, por eso mismo, tan real, es fácil detectar las fake-news pues, hoy, son más verosímiles que la verdad factual. Gente en número desbordante deambula con carteles, gritos y cacerolas. Imposibles yuxtaposiciones de videos de militares: uno jugando con civiles a que una pelota-globo no toque el suelo y otro causando una herida transfixiante en el muslo de un civil. Hay muertos y heridos. Hay saqueos. Hay, y esto es inédito, incendios. Y hay mucha gente pacíficamente marchando. Gente que se acerca y rodea a militares en las afueras de sus cuarteles como si no supieran que estos portan armas letales. Un sueño.Ennio Vivaldi Véjar - Chile onírico
Si los sueños aspiran a satisfacer deseos inconscientes, quizás el de este pueblo sea el de reencontrarse. Devolverle un sentido a cada vida para que converja en un destino común. Que a cada cual de nuevo le permitan, a través de un fondo solidario, ayudar a alguna anciana para que ella pueda recibir la atención médica que necesita. Sabe que eso hoy le está prohibido. Quizás ya no quiere más seguir preocupándose solo de sí mismo y solo para sí mismo. Quizás también quisiera que sus hijos reciban una buena educación que no esté predefinida por el dinero que pueda pagar y que la reciban en un entorno plural, enriquecido por una diversidad de orígenes socioeconómicos, ideológicos, culturales.
No intentaré señalar con certeza los determinantes causales de lo que hoy ocurre. Sí sugerir un factor permisivo. Como un edificio que se desploma cuando se destruye uno de sus muros estructurales, lo que vivimos hoy no hubiera ocurrido si no se hubiese arrasado con la educación pública en los niveles básico y medio. Y eso es lo que se ha venido haciendo por muchos años sin el menor remordimiento. Un documento del Ministerio de Hacienda de tiempos de Pinochet afirmaba que nada sería más perjudicial que tener una educación pública, gratuita y de buena calidad. En efecto, se argumentaba, eso desincentivaría a las familias a querer pagar más por una mejor educación, perdiéndose ese espíritu competitivo basado en la libertad de elegir que está a la base de todo progreso. Puedo enviar copia facsimilar de ese documento a quien me lo solicitare.
(...) Quienes marchan hoy están descontentos y frustrados. Muchos de ellos fueron engañados por un sistema que los empujó a endeudarse para acceder al espejismo de una educación universitaria que, en la realidad, no les proveería ni una formación integral que los convirtiera en reflexivos ciudadanos del mundo, ni un título profesional que les garantizara empleabilidad.
¿Qué pueden hacer los chilenos protestando en las calles si no hay un red política que contenga y afiance como bandera sus necesidades? En un terreno político destruido por el neoliberalismo más feroz, no existen herramientas constitucionales para encausar los requerimientos. ¿Quien controlará el rumbo que se tome si es que el poder decide trabajar en una nueva Constitución? ¿Qué es lo que cambiaría si renuncia Piñera? ¿Cómo llegar a obtener resultados en el día a día de los ciudadanos raptados por un sistema inhumano? ¿Cómo lograr cambios de fondo que es lo que necesitan las mayorías, y no es otra cosa que cambios profundos en el sistema, que no es otra cosa que una revolución?.
Pero si los millones de chilenos en la calle pueden llegar al punto de inflexión para una exitosa democracia popular no violenta, Chile puede estar liderando el camino hacia una revolución política y económica mundial.
No es la conciencia de clase, como se preconizaba, la que nos mueve. Es la conciencia de la vida, que emerge de un universo y un planeta que demanda un buen vivir para todas y todosRamón Griffero - ¿Chile, el Muro de Berlín del neoliberalismo?
Y quizás sea hora de mirar con atención esta posible caída del nuevo Muro de Berlín del Neoliberalismo...
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