El gigantesco salto que la música experimentó en el paso de la Edad Media al Renacimiento, no volvería a producirse salvo, quizás, a mediados del siglo XX. No obstante, los sucesivos períodos históricos fueron haciéndose corresponder en lo musical y su influencia social, de forma concurrente a las demás manifestaciones artísticas e idiosincrásicas. Centrando un tanto las características principales de la época barroca, basaremos este período entre los años 1550 al 1750 aproximadamente. El surgimiento del período Barroco se inicia en Italia y fue ampliamente impulsado por los intereses eclesiásticos, tratando de contraponerse a la Reforma luterana que, por su parte, se expandía por los países centrales de Europa. El protestantismo, sin embargo, no resultó precisamente ajeno al desarrollo de este movimiento, aunque sus importantes diferencias fueron muy enriquecedoras en el pensamiento y la concepción del arte.
El planteamiento barroco identificado por algunos autores como “lo femenino” por su abundancia de formas redondeadas y su profunda conexión con la creación imaginativa, fue objeto de una concepción peyorativa durante diversas épocas que, igualmente, alternan con otras en las que el reconocimiento de sus valores intrínsecos contribuye a la exaltación de este período. Se trata de la contraposición al anterior racionalismo y profundo sentido de la realidad, impulsando la fantasía, la creación imaginativa desligada del concepto restringido de la realidad y difuminando la frontera entre lo fantástico y lo puramente real.
A partir de esta concepción, tanto las Iglesias, como las monarquías absolutistas, vieron en el arte un perfecto instrumento de propaganda para sus respectivas expansiones. Se incrementa el recurso a la magnificencia, como expresión de la potencia y el poder de sus respectivos mecenas y se propicia la difusión popular entre sus súbditos y fieles.
El siglo XVII se caracterizó por una profunda crisis social: las grandes hambrunas, surgidas a partir de las luchas interminables entre reinos y dinastías; las esquilmantes incursiones en la recién descubierta América, amén de una serie continua de sequías y pestes, produjeron una sangrante depauperación de las clases populares, hasta el punto de que los mendicantes superaban en número a quienes podían subsistir de sus propias economías.
En lo puramente musical, la época barroca nos aporta las formas más conocidas por el gran público en nuestros días: el concierto, la ópera, la sonata… y los creadores más popularmente reconocidos, como Bach, Haendel, Scarlatti, Telemann, Monteverdi….
En el barroco, consecuencia del predominio del arte visual e imaginativo, surgen la danza y la ópera como géneros más fructíferos. Los festejos se acompañan con danzas como elemento central y, a su vez, la danza es parte integral del desarrollo programático al que se adscribe.
Como sublimación de las representaciones teatrales, surgen las óperas que, en principio, toman el carácter inicial de drama, acoplándolo al planteamiento operístico. Sus temas, inicialmente, se vinculan fuertemente al clasicismo griego, abordando personajes como Ovidio, Orfeo, etc. El desarrollo de la oratoria aporta el empleo de brillantes textos, muy apreciados en su momento.
De algún modo en paralelo a estas composiciones, se crea la forma Oratorio, utilizada fundamentalmente en el terreno religioso, pero que carece en sí de representación teatral, interpretándose únicamente en modo de ejecución musical.
Todas estas creaciones asumen el estilo rebuscado, contrastado, fantasioso y descarnado que constituye el germen de esta época. Es en estos siglos, sobre todo, en el XVII, cuando se produce la definitiva disociación entre música vocal o coral y la puramente instrumental. En ésta, se empiezan a desarrollar las distintas formas que conocemos en nuestros días.
En realidad, el término “barroco” en la música, se adoptó de la construcción arquitectónica, que se identifica con retorcido, recargado, envuelto. Este término proviene, a su vez, del vocablo berrueco o barrueco, que viene a denominar perla deformada o joya falsa.
Las composiciones musicales de la época se transforman radicalmente respecto a sus precedentes renacentistas: en lugar de la igualación del discurso y la importancia de cada una de las voces (ya sean corales o instrumentales), se impone un estilo en el que destacan las extremas, en tanto que las medianas ornamentan el conjunto. Típicamente se construye una voz baja, en modo de bajo continuo, que va modulando las distintas frases musicales a través de su propio discurso. Se reafirma el contraste de manera muy destacada, fomentando la fantasía e imaginación en un planteamiento expresivo que tendrá mucho eco en una etapa posterior, como el romanticismo. Se incrementan los conjuntos de cuerda frotada, que desembocarán en las orquestas sinfónicas, con instrumentos de tipo solista, como el clave, órgano positivo, tiorba, guitarra barroca, arpa, etc. La voz intérprete del bajo continuo se ejecuta mediante los instrumentos más graves, como el violonchelo, viola da gamba, fagot, etc.
Pocas instituciones eran capaces de sostener capillas de músicos profesionales, quienes formaban parte de la servidumbre del mandatario o iglesia correspondiente. Estas capillas, como dijimos, estaban encargadas de expandir, mediante la música, las ideas de la contrarreforma (en el caso de las instituciones eclesiásticas o papales) como arma propagandística de la doctrina.
Esa lucha entre la contrarreforma católica y la expansión de la doctrina luterana, cristalizó en diferencias sustanciales en los asentados modelos musicales de los distintos países. Por ejemplo: mientras que en Italia se cultivaba un estilo más basado en la tradición renacentista, en Alemania, J.S.Bach componía cantatas y misas para la Iglesia luterana, en fuerte contraste con los motetes anteriores. En Francia, Jean-Baptiste Lully, como buen exponente de la Corte de Versalles comandada por Luis XIV, cultivó una música danzarina, compuesta por piezas breves, enlazadas en un conjunto conocido como Suite.
Pero, si algún estilo concreto se destacó en esta época, hasta el punto de dominar los diferentes enfoques en todas las cortes europeas, fue el estilo italiano, ejemplarizado en Vivaldi, de ritmo rápido, constantes escalas y uso profusamente empleado de la improvisación. El gusto por la oratoria desembocó en la expresión de la ópera y del oratorio, representación de carácter religioso muy abundantemente empleada en catedrales de toda Europa.
Poco a poco se fue posicionando el público burgués, gracias al empleo de los teatros, sobre todo, en Italia, como centros de ejecución musical, que seguiría creciendo en adelante.
Ya en el período temprano del barroco, destacan dos mujeres compositoras: Francesca Caccini, (1587-1640), creadora de la ópera “La Liberazione di Ruggiero Dall isola dAlcina” primera ópera representada fuera de Italia; y Maddalena Casulana (1544-1590), primera mujer en la historia de la música occidental que publicó sus obras impresas.
Se considera que el compositor cumbre de la época barroca fue J. S. Bach, quien, mediante sus oratorios de las Pasiones (modalidad peculiar del género en la reforma protestante), sus cantatas y la magnífica obra “El Clave Bien Temperado” escrita originalmente para clave, constituye una de las cumbres de la historia de la música occidental.
Fernando Fernández Fuentes
Por Fernando Fernández Fuentes
El planteamiento barroco identificado por algunos autores como “lo femenino” por su abundancia de formas redondeadas y su profunda conexión con la creación imaginativa, fue objeto de una concepción peyorativa durante diversas épocas que, igualmente, alternan con otras en las que el reconocimiento de sus valores intrínsecos contribuye a la exaltación de este período. Se trata de la contraposición al anterior racionalismo y profundo sentido de la realidad, impulsando la fantasía, la creación imaginativa desligada del concepto restringido de la realidad y difuminando la frontera entre lo fantástico y lo puramente real.
A partir de esta concepción, tanto las Iglesias, como las monarquías absolutistas, vieron en el arte un perfecto instrumento de propaganda para sus respectivas expansiones. Se incrementa el recurso a la magnificencia, como expresión de la potencia y el poder de sus respectivos mecenas y se propicia la difusión popular entre sus súbditos y fieles.
El siglo XVII se caracterizó por una profunda crisis social: las grandes hambrunas, surgidas a partir de las luchas interminables entre reinos y dinastías; las esquilmantes incursiones en la recién descubierta América, amén de una serie continua de sequías y pestes, produjeron una sangrante depauperación de las clases populares, hasta el punto de que los mendicantes superaban en número a quienes podían subsistir de sus propias economías.
En lo puramente musical, la época barroca nos aporta las formas más conocidas por el gran público en nuestros días: el concierto, la ópera, la sonata… y los creadores más popularmente reconocidos, como Bach, Haendel, Scarlatti, Telemann, Monteverdi….
En el barroco, consecuencia del predominio del arte visual e imaginativo, surgen la danza y la ópera como géneros más fructíferos. Los festejos se acompañan con danzas como elemento central y, a su vez, la danza es parte integral del desarrollo programático al que se adscribe.
Como sublimación de las representaciones teatrales, surgen las óperas que, en principio, toman el carácter inicial de drama, acoplándolo al planteamiento operístico. Sus temas, inicialmente, se vinculan fuertemente al clasicismo griego, abordando personajes como Ovidio, Orfeo, etc. El desarrollo de la oratoria aporta el empleo de brillantes textos, muy apreciados en su momento.
De algún modo en paralelo a estas composiciones, se crea la forma Oratorio, utilizada fundamentalmente en el terreno religioso, pero que carece en sí de representación teatral, interpretándose únicamente en modo de ejecución musical.
Todas estas creaciones asumen el estilo rebuscado, contrastado, fantasioso y descarnado que constituye el germen de esta época. Es en estos siglos, sobre todo, en el XVII, cuando se produce la definitiva disociación entre música vocal o coral y la puramente instrumental. En ésta, se empiezan a desarrollar las distintas formas que conocemos en nuestros días.
En realidad, el término “barroco” en la música, se adoptó de la construcción arquitectónica, que se identifica con retorcido, recargado, envuelto. Este término proviene, a su vez, del vocablo berrueco o barrueco, que viene a denominar perla deformada o joya falsa.
Las composiciones musicales de la época se transforman radicalmente respecto a sus precedentes renacentistas: en lugar de la igualación del discurso y la importancia de cada una de las voces (ya sean corales o instrumentales), se impone un estilo en el que destacan las extremas, en tanto que las medianas ornamentan el conjunto. Típicamente se construye una voz baja, en modo de bajo continuo, que va modulando las distintas frases musicales a través de su propio discurso. Se reafirma el contraste de manera muy destacada, fomentando la fantasía e imaginación en un planteamiento expresivo que tendrá mucho eco en una etapa posterior, como el romanticismo. Se incrementan los conjuntos de cuerda frotada, que desembocarán en las orquestas sinfónicas, con instrumentos de tipo solista, como el clave, órgano positivo, tiorba, guitarra barroca, arpa, etc. La voz intérprete del bajo continuo se ejecuta mediante los instrumentos más graves, como el violonchelo, viola da gamba, fagot, etc.
Pocas instituciones eran capaces de sostener capillas de músicos profesionales, quienes formaban parte de la servidumbre del mandatario o iglesia correspondiente. Estas capillas, como dijimos, estaban encargadas de expandir, mediante la música, las ideas de la contrarreforma (en el caso de las instituciones eclesiásticas o papales) como arma propagandística de la doctrina.
Esa lucha entre la contrarreforma católica y la expansión de la doctrina luterana, cristalizó en diferencias sustanciales en los asentados modelos musicales de los distintos países. Por ejemplo: mientras que en Italia se cultivaba un estilo más basado en la tradición renacentista, en Alemania, J.S.Bach componía cantatas y misas para la Iglesia luterana, en fuerte contraste con los motetes anteriores. En Francia, Jean-Baptiste Lully, como buen exponente de la Corte de Versalles comandada por Luis XIV, cultivó una música danzarina, compuesta por piezas breves, enlazadas en un conjunto conocido como Suite.
Pero, si algún estilo concreto se destacó en esta época, hasta el punto de dominar los diferentes enfoques en todas las cortes europeas, fue el estilo italiano, ejemplarizado en Vivaldi, de ritmo rápido, constantes escalas y uso profusamente empleado de la improvisación. El gusto por la oratoria desembocó en la expresión de la ópera y del oratorio, representación de carácter religioso muy abundantemente empleada en catedrales de toda Europa.
Poco a poco se fue posicionando el público burgués, gracias al empleo de los teatros, sobre todo, en Italia, como centros de ejecución musical, que seguiría creciendo en adelante.
Ya en el período temprano del barroco, destacan dos mujeres compositoras: Francesca Caccini, (1587-1640), creadora de la ópera “La Liberazione di Ruggiero Dall isola dAlcina” primera ópera representada fuera de Italia; y Maddalena Casulana (1544-1590), primera mujer en la historia de la música occidental que publicó sus obras impresas.
Se considera que el compositor cumbre de la época barroca fue J. S. Bach, quien, mediante sus oratorios de las Pasiones (modalidad peculiar del género en la reforma protestante), sus cantatas y la magnífica obra “El Clave Bien Temperado” escrita originalmente para clave, constituye una de las cumbres de la historia de la música occidental.
Fernando Fernández Fuentes
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