"Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas".Ramón Carrillo, primer ministro de Salud Pública de la República Argentina.(1949 / 1954)
"Una revolución no es solamente lo que sucede en las armas sino ante todo lo que sucede en las almas"Adolfo Gilly
"Los verdaderos libertarios son los anarquistas, por lo menos los de antes estaban vinculados a la clase obrera y encabezaban las centrales Sindicales.Julio Cesar Tetti en el Face del blog cabezón
Ellos no estaban de acuerdo con el estado ni con la propiedad privada, en eso eran coherentes. Porque es el estado el que despoja a la mayoría que la propiedad privada, porque sin estado que la valide, no existiría la propiedad privada. Yo no comparto el ideal anarquista, pero lo respeto, aunque me parezca irrealizable, pero me da mucha bronca que esos garcas como Milei y etc. le roben el nombre a los anarquistas cuando de libertarios no tienen nada, solo serían libres para hacer lo que se les canta quienes tuvieran más propiedades (un título de propiedad es un papel pintado y avalado por el estado) y más dinero (también papel pintado y avalado por el estado). El resto, cuanto menos tengan menos libres serían (¿o son? ¿o somos?)."
Si hay incautos que creen en las líneas noticiosas y de opinión de estos medios, al día de hoy estarán convencidos de que la Ciudad de Buenos Aires ya dejó atrás el coronavirus, pues casi todos los títulos y artículos centran la pandemia en los barrios pobres del Gran Buenos Aires. Pareciera que estos medios dialogan solo con un núcleo duro, en el que conviven totalitarismo e ignorancia, se tapa la realidad de algunas zonas y se demoniza a otras, según la bandera ideológica que impera en cada lugar.
Siguiendo otra de sus inveteradas costumbres, no ha dejado de sacarle provecho a la crisis sanitaria y a la misma cuarentena, por todos los resquisicos y recovecos posibles, sin ningún pudor: desde despedir trabajadores pese a las prohibiciones legales, hasta rebajarles los salarios, pagárselos en cuotas o hacer que se los pague el Estado; o aprovechar créditos blandos, rebajas de aportes patronales e impuestos u otros beneficios pensados para los que la pasan mal, pero aprovechados por ellos, que la pasan muy bien.
Aunque sin usar todavía el grotesco neologismo "infectadura", ya el lunes 25 de mayo Clarín fogoneó la denuncia de totalitarismo en una nota de la editora Fesquet. Cuarentena "en conflicto con la libertad" agitó el miércoles Morales Solá en la portada de La Nación: "La Argentina vive en virtual estado de sitio". En Clarín, el mismo día, Van der Kooy aplaudió las protestas por "las libertades individuales". Kirschbaum aportó luego la infaltable apelación fantasmagórica a Venezuela mientras La Nación, con firma de Luciano Román, habló de "encierro de nuestro pensamiento". Laborda en ese diario salpimentó preanunciando hiperinflación y caos, mientras Di Marco tecleó sobre un gobierno sometido a los epidemiólogos, anticipándose a las eminencias creadoras de la palabreja "infectadura" aunque haciendo copiar y pegar con lo dicho por Patricia Bullrich. El pronóstico de apocalipsis fue replicado por Infobae, con proyecciones de inflación y devaluación, el cóctel ideal para mover a parte de la clase media. Y así llegamos nuevamente a Clarín, Fioriti saborea "una incipiente rebeldía", por una cuarentena ya cuestionada por expertos que no tienen nombre. Van der Kooy apuesta por la "tensión política y social". Para aterrorizar un poco más a la platea, Fernández Díaz alerta en La Nación: "el monstruo congelado despierta" y "reaparición del monstruo dormido", en una nota que otra vez parte de una cita de Borges, y no quiso ser menos Guadalupe, quien recurre a Charles Perrault y habla de la abuelita en cuarentena que prepara, dio o dará un zarpazo. Y aquí la evidencia más aterradora todavía: la abuelita usa "barbijo colorado".
Luego viene el ataque del columnista Liotti en La Nación, Como el Presidente no tiene un plan de ninguna clase, dice, enfrenta las críticas a pura gestualidad. Si el paralelo de Juan José Sebrelli entre esta villa y el Gueto de Varsovia se rebeló como un delirio y un insulto a la historia y a las víctimas del criminal nazi, no fue a menos el presunto pensador del clarinete sabatino, Miguel Wiñazki, quien habla de una villa "amurallada" porque "hay muros que no cayeron en 1989 junto al muro de Berlín".
El relato sobre un gobierno que no acierta en ningún frente, el maltrato a la figura presidencial, los pronósticos sombríos, de la hiperinflación al "trapo rojo", no parecen dialogar con los relevamientos y encuestas que, con sus más y sus menos, siguen dando un respaldo general a la gestión de la crisis.
Todos los días te cambian el espejo donde piden que nos miremos.
Así fue pasando Chile que era un ejemplo de "cuarentena inteligente" frente a la realidad desbordada de hoy, O Suecia hasta el momento que se compararon los fallecidos por millón de habitantes y así van girando de país en país. Ahora están con el "modelo" de nuestros hermanos uruguayos que cuentan aproximadamente con la misma población que la Provincia de Santa Fe. El relato sirve para seguir peleando por la plata, el fin principal en estas semanas de renegociación de la deuda...
El que se hinca, se muere
Por Epigmenio Ibarra
En el otoño del neoliberalismo, a sus cancerberos, a aquellos que desde las páginas de los diarios, en las estaciones de radio o las cadenas de tv lo han defendido por décadas, y lo defienden todavía, ya se les agotaron los argumentos —como a ese sistema, las reservas—. Les quedan sólo —para librar un combate de nuevo tipo— sus viejas armas: el insulto, la descalificación, la calumnia.
Fueron hasta hace muy poco el “cuarto poder”. Vidas y prestigios dependían de su pluma, de sus dichos, de un reportaje desplegado en primera plana, de su imagen en pantalla —aun cuando se mantuvieran en silencio— porque los rostros y los gestos también hablan.
Una columna, un editorial, un montaje suyo en la tv o la radio, podía destruir una carrera completa, desvirtuar una causa, deslegitimar una lucha social o política ante la opinión pública.
El viejo régimen, al que servían, les permitía hacer y deshacer en tanto no cuestionaran al Presidente en turno ni atacaran seriamente los fundamentos del sistema.
La inteligencia del Estado les pasaba información cuidadosamente expurgada; de las filtraciones y la intriga palaciega obtenían sus grandes exclusivas. El chisme era y sigue siendo la sustancia de su trabajo. Eran políticamente correctos e informativamente inocuos, a menos, claro, de que fueran instrumento de una venganza ritual en curso.
Se acostumbraron a que la realidad se ajustara a sus designios. El “rebaño”, la “masa”, el “populacho”, la “audiencia cautiva” seguían fielmente los designios de ese “círculo rojo”, de ese puñado de iluminados conocedores de los arcanos del poder.
Dibujaban el país y proyectaban el futuro a su antojo; justo como hoy, también a su antojo, quieren reconstruir el pasado. Como si nosotros no tuviéramos más memoria del mismo que sus editoriales y sus entrevistas a modo, que esos sesudos análisis con los que justificaban la actuación del poder corrupto al que servían.
Yo estoy vivo gracias a que, una mañana de 1981 antes de salir a cubrir mi primer combate, Domingo Rex, un valiente y generoso camarógrafo ganador del premio Pulitzer, me dijo: “Pase lo que pase no te hinques; el que se hinca, se muere”.
Eran días oscuros y terribles. Entre quienes llegábamos a cubrir la guerra en El Salvador estaban frescas las imágenes de Bill Stewart, corresponsal norteamericano, ejecutado a sangre fría por un guardia somocista. “Cuando le ordenaron que se hincara y Bill hizo caso —decía Domingo— el guardia, por desprecio, le descerrajó un tiro sin pensarlo”.
La comentocracia no mata, no son guardias somocistas, aunque sirven a personajes tan siniestros como aquellos, pero calumnia, insulta, pretende negarte el derecho a ser, a expresar tus ideas. Con la mentira sistemática e impune intenta anularte, humillarte. Como todo le ha fallado, como el país no se hundió con la pandemia, las obras de infraestructura van y la transformación avanza, actúa ahora con miedo y desesperación.
Desde el odio escribe, comenta, reportea. En la injuria y el desprecio se refugia para no debatir. No entiende que aquí la transformación no se hizo con las armas, pero que —como dice Gilly— cambió las almas. Jamás me hinqué en la guerra, menos he de hacerlo ahora. Nadie —entre quienes estamos contra la corrupción y por la justicia y la paz— se hinca ya ante el otrora omnímodo poder de la comentocracia. Nadie se arredra ante sus mentiras. El principio rector de su triste y anacrónico oficio (calumnia, que algo queda) ha dejado ser letal como era antes.
Epigmenio Ibarra
aplausos para esta entrada
ReplyDeletefuck off peronistas,puercos.
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