8 de junio a las 19:48. Represión contra la comunidad senegalesa en Once y en muchos otros lugares de Buenos Aires, Argentina. La policía en la CABA profundiza la violencia contra los vendedores ambulantes en la ola xenófoga de Corporación Cambiemos. Ya lo dijimos muchas veces, el neoliberalismo solamente conduca al racismo, la discriminación, el fascismo y el nazismo. Es el corazón del sistema. Como lo fue en épocas de Hitler y las empresas que financieron su llegada al poder, tomando mano de obra esclava de los campos de concentración. Para ilustrar la desgarradora inhumanidad traemos un poema sobre inmigración escrito por una inmigrante: "Hogar", de Warsan Shire, una joven británica de origen somalí.
El camino del fascismo
Nadie sale de casa a menos que el hogar sea la boca de un tiburónWarsan Shire
Sólo corres hacia la frontera
cuando ves a toda la ciudad corriendo también
tus vecinos corriendo más rápido que tú
aliento sangriento en sus gargantas
el chico con el que fuiste a la escuela
que te besó mareado detrás de la vieja fábrica de hojalata
tiene un arma más grande que su cuerpo
sólo sales de casa
cuando en casa no te dejan quedarte.
nadie sale de casa a menos que te persiga el hogar
fuego bajo los pies
sangre caliente en el vientre
no es algo que nunca hayas pensado en hacer
hasta que la daga queme las amenazas en tu cuello
e incluso entonces llevaste el himno bajo tu aliento
sólo rompiendo tu pasaporte en los aseos de un aeropuerto
sollozando mientras cada bocado de papel
dejó claro que no volverías.
tienes que entender,
que nadie pone a sus hijos en un bote
a menos que el agua sea más segura que la tierra
nadie se quema las palmas de las manos
bajo los trenes
debajo de los carros
nadie pasa días y noches en el estómago de un camión
alimentándose de periódicos a menos que las millas viajadas
signifiquen algo más que un viaje.
nadie se arrastra por debajo de las vallas
nadie quiere ser golpeado
compadecido
nadie elige campos de refugiados
o cateos al desnudo donde tu cuerpo se queda adolorido
o en prisión,
porque la prisión es más segura
que una ciudad de fuego
y un guardia de prisión en la noche
es mejor que un camión cargado
de hombres que se parecen a tu padre
nadie podría soportarlo
nadie podría soportarlo
ninguna piel sería lo suficientemente dura
Vuelvan a casa negros
refugiados
inmigrantes corruptos
solicitantes de asilo
chupando nuestro país hasta dejarlo seco
negros con las manos extendidas
huelen raro
salvajes
arruinaron su país y ahora quieren
arruinar el nuestro
cómo hacen las palabras
las miradas sucias
caen sobre tus espaldas
tal vez porque el golpe es más suave
que un miembro arrancado
o las palabras son más tiernas
que catorce hombres entre tus piernas
o los insultos son más fáciles de tragar
que los escombros
que el hueso
que el cuerpo de tu hijo en pedazos.
Quiero irme a casa,
pero mi hogar es la boca de un tiburón
mi casa es el cañón de la pistola
y nadie saldría de casa
a menos que el hogar te persiguiera hasta la orilla
a menos que la casa te dijera
para acelerar tus piernas
deja tu ropa
arrástrate por el desierto
vadea a través de los océanos
ahógate
sálvate
ten hambre
pide limosna
olvida el orgullo
tu supervivencia es más importante
Nadie se va de casa hasta que el hogar tenga una voz sudorosa en tu oído.
diciendo vete,
huye de mí ahora
No sé en qué me he convertido.
pero sé que en cualquier parte
es más seguro que aquí.
El camino del fascismo
Un movimiento despertado de su latencia capaz de destruir todo sentimiento humanitario.Carolina Vásquez Araya - Periodista y editora con más de 30 años de experiencia, cuyos logros profesionales en el desarrollo de proyectos de gran éxito avalan sus cualidades de liderazgo, creatividad y relaciones públicas. Ha aportado sus conocimientos en proyectos de organizaciones con intereses orientados al desarrollo social, cultural y económico del país, con especial énfasis en el sector de cultura y educación, emprendimiento, derechos humanos, justicia, ambiente, mujeres y niñez. Chilena en Guatemala.
Europa, Estados Unidos y ahora América Latina viven bajo la sombra de uno de los movimientos más destructivos de la historia de la Humanidad. El fascismo revivido hace estragos con cualquier intento de humanizar las políticas de los Estados y carcome el alma misma de las sociedades, creando una ola de rechazo por todo lo considerado “diferente” y segregando a los grupos más pobres como si fueran estos los culpables por todos los males del planeta.
En ese ambiente de desprecio y represión contra las personas por motivos de etnia, religión, nivel socio económico o simplemente por hablar otro idioma, son los cuerpos de choque –uniformados o mercenarios- quienes realizan la tarea de hacer saber cuáles son las reglas del juego. Por esas reglas de la discriminación y el racismo es como niñas, niños, hombres y mujeres del triángulo norte de Centro América sufren persecuciones, violaciones, tortura y muerte, por la sola audacia de haberse atrevido a cruzar fronteras que supuestamente los llevarían a encontrar mejores condiciones de vida. Así fue como una jovencita de apenas 20 años –Claudia Patricia Gómez González- perdió la vida de un balazo en la cabeza disparado por un guardia fronterizo al ingresar a territorio estadounidense.
Claudia Patricia encontró la muerte por mandato desde la cabeza misma del imperio, desde el momento que el presidente del país más poderoso del planeta emprendió la misión de “limpiar” su territorio de latinos y toda clase de extranjeros “indeseables” para sus planes de imponer un estilo fascista de gobierno. Al parecer ignorante de su propia historia, este mandatario se ha empeñado, con una persistencia digna de mejores causas, a la tarea de transformar a la sociedad estadounidense en una especie de modelo de su concepto de comunidad en la cual no tiene cabida la diversidad.
Claudia Patricia no encaja en el perfil aceptable para las leyes de inmigración de Estados Unidos. Tampoco encajó en los grupos objetivo de los planes de desarrollo de su país, Guatemala, en donde no tuvo oportunidad de tener acceso a una educación de calidad que le permitiera progresar en la vida. De haberla tenido, hoy probablemente viviría. En su pueblo, San Juan Ostuncalco, tal y como suele suceder en las áreas rurales guatemaltecas, los servicios estatales son deficientes; la población carece de agua potable, letrinas y cobertura educativa suficiente para una población en creciente aumento, con niveles inaceptables de pobreza y abandono.
Así como ella no encajaba en los planes de su gobierno, tampoco lo han hecho los miles de niños, niñas y adolescentes migrantes desde estas tierras, quienes atrapados en una cadena de horrores desde su nacimiento y ávidos de encontrar una ruta hacia el futuro, se lanzan en una aventura demencial. De ese desfile interminable hacia la tierra de la abundancia son pocos quienes logran su cometido. Muchos quedan en el camino sometidos a los más atroces abusos por las organizaciones criminales, dedicadas -con complicidad de las autoridades de todos los países involucrados- al muy productivo negocio de la trata de seres humanos. Otros, simplemente, son víctimas de su propia fragilidad y quedan tirados en el desierto, ahogados en los ríos durante una travesía para la cual nunca estarían preparados o muertos de un balazo, pero sin quien registrara el hecho para denunciarlo.
De este lado del continente su familia la llora y las redes hierven de justa indignación por este absurdo hecho de sangre. Las autoridades, por su parte, muy atareadas en luchar contra la Cicig para poner atención a este “hecho aislado”.
A Claudia Patricia la condenaron su pobreza, su país y el fascismo revivido.
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