“Quiero trabajar, que se me valore como trabajadora y se me pague como corresponde”, nos dice Natalia Verónica Gulino, de 37 años y quien desde hace 12 está en el organismo.
Hizo sus primeras armas en 2007, en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, donde trabajó un año y medio. “Como estaba sin contrato, cuando se me presentó una oportunidad laboral de tenerlo, terminé trabajando en COPIDIS, la Comisión de Discapacidad del Gobierno de la Ciudad, donde comenzaron, persistiendo incluso, hasta hoy, todos mis problemas”.
Natalia presenta una discapacidad visual a causa de una patología atípica de nacimiento (Trisomía del IX Par). Todavía recuerda una de las primeras tareas que le ordenaron: “Me da verguenza contarlo. Me dieron un listado de gente sorda, del Registro Laboral, y yo tenía que llamar para ver si querían participar de una encuesta. Encima para una empresa privada. Yo les advertí que las personas sordas no pueden atender el teléfono y me respondieron que tenían familiares para eso. Obviamente, cuando empecé a llamar, me ligué muchísimas puteadas”, relató.No solo eso, ella misma tuvo que adecuarse su espacio laboral: “Siempre me tuve que llevar yo el lector de pantallas. Además, como había compañeros que me hacían la vida imposible porque les molestaba la voz sintética robótica del lector, me llevé auriculares. Porque ni siquiera auriculares me dio COPIDIS”.
Cuando tuvo oporunidad de algún “pase” para salir del horror lo aprovechó: entre 2013 y 2014 estuvo en Comisión en ATE Capital. En 2015 trabajó con Alejandro Bodart en la Legislatura Porteña, “quien conociendo mi problemática dentro de COPIDIS y mis capacidades, no dudó en llevarme a trabajar con él, gestionando un nuevo pase en comisión”.
Comprometida, en las PASO 2015 ocupó la séptima posición en la lista de precandidatos/as a miembros de la Junta Comunal de la Comuna 12 porteña, para la lista de la “Alianza MST-Nueva Izquierda”.
Luchadora, militante, no duda en alzar la voz y pelear por sus derechos. En sus primeros años en el gobierno porteño la pasó realmente mal, cuenta. “Fueron muchos años de trabajo en forma totalmente precaria, trucha e ilegal, motivo por el cual, no dudé en afiliarme a ATE y en hacer públicos mis reclamos y denuncias por el mal funcionamiento del sector y por los actos discriminatorios recibidos en el área en cuestión”. Recién en junio de 2018 logró su paso a planta transitoria, y sigue dando pelea: “Me corresponde entrar en planta permanente, que se me reconozca la antigüedad y que se me equipare el sueldo, ya que es mucho menor al de otros trabajadores. Estoy indignada, porque me sigo sintiendo discriminada, al ver que mi salario queda por debajo de lo que cobran otros empleados públicos con mi misma antigüedad y por iguales tareas que puedo realizar yo y eso, entre otras cosas, claramente es por una persecución ideológica, y en represalias por siempre defender mis derechos, agremiándome y negándome rotundamente a realizar trabajos partidarios”.
Como ejemplo cita: “En el año 2011, el Jefe de Personal de ese entonces, Marcelo Cano, con la remera amarilla puesta en el respaldo de mi silla, me invitó elegantemente a ir a pintar las paredes para la puesta en valor, que estaban haciendo, de un edificio de la Ciudad de Buenos Aires, así como también a repartir globos y volantes, instalándome en las sillas con sombrillas de colores para la campaña política de ese año”.
Sueña con que el presidente, la vice o Máximo Kirchner la escuchen. Porque hasta los más luchadores, a veces, se cansan: “Te aseguro que es muy feo lo que me toca vivir y levantarse todos los días con tanta angustia y desolación, viendo como todo se va complicando aún más, por eso, siento que Alberto, Cristina y Máximo, son la última esperanza que me queda, para poder salir adelante…”, concluye.
Y desde acá, ayudando a difundir su historia, empujamos un poquito para acercarla a sus sueños.
Guillermo Carlos Delgado Jordan
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