Enfrente no hay un partido político. Hay una trampa. La mires por donde la mires. Hay pocas salidas de este laberinto pospandémico y sociópata, porque al lenguaje lo marcan ellos, con sus maquinarias elefantiásicas, sus recursos infinitos y sus bajos instintos. Por eso es bueno ser prudentes y tomar nota de que los vientos soplan violentos, y eso incluye nuestros interiores. La violencia política ha tenido su correlato, durante su incubación, en una violencia social que reproduce en miles de interacciones cotidianas la compulsión de sacarse al otro de encima.
Por Sandra Russo para la a contratapa de P/12 del 29/10/2022
Es un ánimo abismal y a flor de piel de intolerancia a la diferencia. En el tránsito, en las calles, en las escuelas, en los lugares de trabajo, en el fútbol, en los hogares, en los bancos, en las oficinas públicas. Hay irritabilidad. La vida que tenemos es peor a la que teníamos antes de que apareciera el germen de esta anomalía subjetiva y colectiva sembrada palabra por palabra en el desdén y la mentira que inundan el discurso público. Extirpar, eliminar, cancelar, bloquear, denunciar, escrachar, ametrallar, expulsar, herir, matar: apenas un ramillete de verbos que se pusieron en circulación desde los discursos de odio, que en general prende en personas con un umbral muy bajo para la frustración.
Ya «planero» es un insulto, por ejemplo. Y hasta los detenidos por el atentado a Cristina eran voceros antiplaneros en canales de cable. Ahora Macri anticipa un país sin ayuda social porque la maquinaria ha adiestrado a sus seguidores, que creen que los culpables de sus carencias son los que carecen de todo y no él, que se timbeó 45.000 millones de dólares. Y diarios, canales de televisión y radios multiplican el relato del “vago que cobra un plan”, parecido al de las mujeres que se embarazan por una AHU, o al de los militantes a los que mueve interés por los cargos, o al de los empleados estatales que para la derecha siempre han sido, son y serán el hígado del déficit.
Y Macri dice que “al populismo se lo derrota combatiéndole el relato”. Hablan de relato porque no pueden hablar de historia. Con la idea de relato disimulan su procedencia histórica, que es la de los enemigos de los pueblos. Ahí se parte la lógica y se bifurcan los caminos. Nosotros nos sentimos profundamente inmersos en una posta histórica tan importante y crucial que se llevó las vidas de centenares de miles a lo largo de los siglos, porque generación tras generación se llevaron las banderas de la independencia y la soberanía nacional, en ese continuo vital que es el colectivo más grande del que nos sentimos parte.
Ellos hasta hace veinte años coimeaban a presidentes corruptos o hacían negocios con presidentes de facto. Después descubrieron que era a través de fachadas de partidos políticos que podían obtener el control total del Estado y ponerlo a su servicio, que indefectiblemente es económico. Y cuando gobiernan, no tienen ningún prurito en violar todas las reglas y en arruinar al país, porque la política es su medio, pero su fin es el desmantelamiento total país. Tienen gula de plusvalía.
Cuando se habla de una crisis global y de una ultraderecha global, también se habla de una potenciación de fuerzas nunca vista: los ricos del mundo están unidos. O por lo menos, los que están defendiendo a Occidente en medio una guerra que no tiene el menor sentido salvo el de haber exacerbado el neonazismo en todo el mundo.
Estados Unidos está defendiéndose atacando, y aquí también ataca. Su embajador omnipresente nos lo confirma día por medio. Vino a ayudar a ordenar este temita de la Justicia. ¿Cómo es posible que nos haya invadido esta especie de anestesia que años atrás nos hubiera parecido intolerable? No hay que hablar del pasado porque la gente quiere escuchar hablar del presente y el futuro. Eso hace JxC, precisamente, lo hizo en una de las cosas más bonitas que según Marcos Peña hizo el gobierno de Macri, poner animales en los billetes: “Por fin algo vivo, ¿no?”
Esa frase desnuda algo profundo de las ultraderechas, aunque usen traje de derecha canchera. Para ellos no hay ningún héroe inmortal, están todos muertos. Es más, los mataron sus choznos o facciones con las que ellos estarían de acuerdo: qué tanto esclavo retobado.
Nosotros encima no nos ponemos de acuerdo y parecemos tropezar cinco veces con la misma piedra. No hay sentido de realidad, y la realidad es escabrosa.
Lo que tenemos, no sé si todos pero la enorme mayoría, es el sentido de responsabilidad para con este país, donde están enterrados nuestros muertos y donde vivirán nuestros hijos y nietos. Ese país del que ellos quieren ser socios exclusivos. La idea de la exclusividad no es compartida. A nosotros nos gusta incluir, incluso a ellos, al menos en el registro de la ley y los derechos humanos, y obviamente, como se demostró en los juicios, nos gusta incluirlos también en las garantías constitucionales de las que ellos nos expulsan. No hay simetría.
Salen con las banderas siempre, y dime de qué presumes y te diré qué te falta. La Argentina siempre les importó un carajo, si querían regalar las Malvinas porque era un gasto más. Nosotros tenemos este país tantas veces desgarrador al que sin embargo amamos. La única salida del laberinto será aferrarnos a ese pálpito amoroso y no dejar que hagan de este territorio un souvenir sangriento, porque es obvio que no sólo están dispuestos sino convencidos. Enfrente no hay un partido político sino una fachada, una gran simulación. Hacer ver esto es una tarea monumental. Y no alcanzará el amor, si no es feroz.
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