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Reinventando Chile: Tres Meses Despierto y Contando…

Los chilenos en su encrucijada. Buscando una nueva forma de democracia después de las protestas. No quieren que nadie dirija este proceso. Nadie quiere líderes, porque los líderes son sobornados o asesinados. Mientras hay políticos que le entregan un cheque en blanco a Piñera para sacar cuando quiera a los militares a la calle, un cheque en blanco a FFAA para que maneje un problema político y de orden público. El "Perro Negro" como nuevo ícono de lucha popular, el perro negro antiyuta que acompaña simbólicamente a la "primera línea", esos héroes anónimos de la resistencia en Chile que enfrentan a los carabineros todos los días. Aquí, parte de la historia de un país que está naciendo.

Los Pactos Internacionales de Derechos Humanos de Naciones Unidas en su Artículo 1° estipulan el derecho de autodeterminación de los pueblos, cuya vigencia constituye, en definitiva, la base del sistema democrático; en que todos los miembros de cada pueblo tienen igual dignidad y derechos para participar en la toma de decisiones que comprometen al conjunto de aquellos. Por lo mismo, en la esencia de la idea democrática está el principio de mayoría. Como todos tienen los mismos derechos, las decisiones colectivas deben ser adoptadas por la mayoría del pueblo. Es lo que también se ha denominado como soberanía popular.
"No dejaremos de ser oprimidos hasta que no destruyamos al opresor que habita en nosotros. Nuestra participación en la lucha del pueblo no se limita a los derechos sobre la educación, sino que a todos los derechos humanos y sociales que no existen aquí. Cuando comenzamos a saltar los torniquetes del Metro de Santiago, Chile cambió rotundamente".
Ayelén Salgado y Víctor Chanfreau - Voceros de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios, ACES.

Basta con caminar en los alrededores de Plaza "Dignidad", para encontrar las huellas palpables del estallido social. Veredas, cordones, asientos y muros aparecen como roídos, mordisqueados. Son las minas de proyectiles de la "Primera línea". Y son el testimonio de una rebelión que no ha terminado. Lugares públicos y privados tienen nuevos blindajes de chapa, que señalan cuáles han sido los blancos de la ira popular: bancos, comercios, instituciones gubernamentales. Claras remembranzas de un diciembre de 2001, pero a lo chileno.
Las pintadas se extienden por más de 4 kilómetros a lo largo de la Alameda, socializando el arte rebelde y la creatividad popular al servicio de la Rebelión. Y se intensifican en los alrededores de la plaza que ha sido el epicentro de las manifestaciones que se repiten una y otra vez, a lo largo de cuadras y cuadras. Pueden ver una colección de fotos con estas obras del pueblo, para el pueblo, protagonizado por la figura estelar del "Negro Matapacos", el perro negro antiyuta que se ha convertido en un símbolo de la protesta.

"Los chilenos tenemos una característica muy específica: estamos más o menos acostumbrados a vivir con terremotos. Cuando hay un terremoto, todos sabemos qué hacer. Nos reunimos en el lugar designado, discutimos lo que hay que hacer primero y dividimos el trabajo. Esta vez fue un terremoto social, pero actuamos de acuerdo a las mismas pautas. El 19 de octubre nos reunimos para discutir. Escribimos una carta al Presidente para hacerle conocer las violaciones de los derechos humanos y esa misma mañana organizamos una marcha hasta el palacio de La Moneda. Mientras tanto, los cacerolazos, las protestas con ollas y sartenes, salieron a las calles. Esa fue la primera reacción en ese momento. En las semanas siguientes, creamos grupos de discusión, llamados cabildos, sobre la erupción social. Eso resultó ser una buena salida para toda la energía que se desprendió. En esos grupos de discusión surgió la pregunta por una nueva constitución. No tenía que ser elaborada por los políticos actuales, sino por una asamblea constituyente de personas de la sociedad civil. (...) Trabajamos con grupos temáticos y tenemos voceros rotativos. No queremos que nadie dirija este proceso. Nadie quiere líderes, porque los líderes son sobornados o asesinados."
Paula Muñoz, activista ambiental y miembro activo del MUS

El Ministerio del Interior y el Instituto Nacional de Derechos Humanos hicieron públicas algunas cifras referidas a lo que ha dejado la represión durante los tres meses de despertar social que se vive en Chile. Oficialmente se señala que han detenido a casi 23 mil personas en el país, han herido con bombas lacrimógenas a 253 y han dejado con lesiones oculares a 405 personas al día de hoy, 33 en cambio por estallido o pérdida del globo ocular. Más de 3.649 personas han sido heridas. Se contabilizaron 158 querellas presentadas por homicidio frustrado.

Al mismo tiempo, los datos del organismo indican que se han presentado 1.080 acciones judiciales. De las cuales 770 son por violencia sexual (desnudamientos, tocaciones, amenazas, insultos y cuatro violaciones).


Tres Meses Despierto y Contando…

Por Gonzalo Pehuén desde Santiago, Chile

Tres meses.
Era una tarde de octubre, el día 18 más precisamente; cinco días atrás una chica de Liceo daba un salto que sería fundamental para los tiempos subsiguientes: aún cuando todavía no lo sabían, el salto de ese torniquete del metro el lunes 14 sería un salto para la historia reciente de Chile. Era una tarde como cualquier otra, y quienes desde ese lunes llevábamos la cuenta de los hechos en el metro a raíz del alza en el pasaje, nos encontrábamos con que el centro de Santiago ardía; las autoridades habían decidido cancelar el servicio en plena hora punta con el fin de evitar las evasiones masivas, y aquello que días atrás habían dicho que no había prendido, se extendió como reguero de pólvora, y ardió por todo Chile. Era el 18 de octubre del año 2019, una fecha que quedaría marcada literalmente a fuego en el cuerpo de todo el país. Ese día, sin saberlo, la incompetencia del gobierno había dado inicio a la revuelta.
El panorama ya era conocido, pero no por eso resultaba tedioso. Aunque el número de personas distaba mucho de ser el que fuera dos meses atrás en que ni caminar se podía los viernes en los alrededores de la Plaza de la Dignidad (por entonces todavía denominada Plaza Italia), toda el área en torno era nuevamente escenario de batallas.
Era 17 de enero, apenas a pasos de cumplirse tres meses y la Plaza de la Dignidad nuevamente ardía contra la represión del Estado.


El piso de las veredas ya no existe, un barrial que hace recordar al conurbano bonaerense un día de lluvia es lo que se pisa en la esquina de la Alameda Bernardo O’Higgins con el pasaje Ramón Corbalán, a una cuadra de la plaza. Las calles se riegan como no lo están en casi todo el año; es como si esa agua que es saqueada fuera devuelta por el guanaco, mezclada con ácido, y transformara la Alameda en un pequeño río como aquellos que han sido robados por “Aguas Andinas”.
Una nube ardiente inunda el aire, y solo los gritos de “paco muerto” o “paco perkin” son capaces de cortarla. Los gritos surcan el aire cuales lacrimógenas, la multitud que da cara a los Carabineros se infunda ánimos aullando al unísono mientras avanzan palmo a palmo con los escudos, mientras los “camotes” calientes, recién picados de alguna vereda, vuelan en dirección a la línea de pacos que se encuentra enfrente. El ruido del metal golpeado, el festejo cuando una molotov da en el blanco, los cantos surgidos de algún video viral, la solidaridad despertada de forma espontánea y que en las calles es casi moneda corriente.


Tres meses de revuelta han dejado mucho aprendizaje. Tres meses de revuelta cambiaron la vida de todo un pueblo.
Al contemplarse las cifras duras, las mismas duelen más que cualquier herida que pueda recibirse en el día a día. Más de 300 son los casos de lesiones oculares, 2500 las personas privadas de su libertad, y más de 30 las víctimas fatales del terrorismo del Estado. Los casos de torturas, de apremios ilegales, de violencia política sexual, son casi incontables. Las agresiones perpetradas de forma arbitraria se suman a los casos de secuestros llevados a cabo por civiles, sustrayendo de la vía pública a personas que luego aparecen en alguna comisaría. Los ultrajes sexuales no cesaron al igual que las cacerías desmesuradas en las poblas.
Los números de la revuelta, sin embargo, no logran reflejar el pulso de la calle. El número de personas heridas es realmente mucho mayor al graficado en las estadísticas, ya que no todas son atendidas por equipos médicos. Muchas de las personas detenidas han llegado a figurar como desaparecidas, en algunos casos por días, y en otros han sido “liberadas” sin siquiera haber pasado por una comisaría o dependencia de Carabineros. Los centros de torturas son ocultos por el velo del Estado, que busca tapar bajo la alfombra su accionar terrorista desplazando de su cargo a apenas un puñado de funcionarios. Algo distinto sucede con la ahora emblemática estación Baquedano del metro, esa misma que ubicada en pleno centro de la ciudad y que tras funcionar como centro de tortura durante los días del toque de queda, fue objeto de pedradas, molotovs y de cuanto objeto arrojadizo pudiera valerse la población, tapando casi al completo sus entradas; accesos mismos desde los que en más de una ocasión dispararon perdigones y gases a la multitud que reclamaba.


Sin embargo la población no es “weona” y si de números hablamos, el porcentaje de apoyo al gobierno es cada vez menor, llegándose a mencionar un irrisorio 6% de aprobación. ¿Pero qué puede esperarse de un gobierno electo por menos de un cuarto de la población en condiciones de votar? Tan solo la consulta ciudadana de diciembre contó en algunas regiones con una mayor participación que más de una elección presidencial, contando alrededor de 2 millones y medio de votantes, del cual el 92% se inclinó a favor de una nueva Constitución.
La realidad chilena se va transformando día tras día, y si bien puede que muchxs no estén del todo de acuerdo con las formas democráticas liberales, con el tipo de representatividad que otorga el sufragio, es innegable que el aumento en la participación dan cuenta de un mayor compromiso en las políticas del país, algo que se puede ver en las expresiones de diferentes figuras en los festivales típicos del verano chileno. Y no hace falta mirar las señales de televisión para notar eso: en las calles, en las micros del transporte público, la coyuntura actual es tema de conversación.
La realidad chilena se va transformando a medida que los días se convierten en semanas, y estas se transforman en meses. La realidad chilena lleva tres meses mutando.


La convocatoria del sábado 18 no llegó a ser lo masiva que podía esperarse. No obstante lo que podía apreciarse en la plaza, cordones de Carabineros en las arterias que discurren hacía la Plaza de la Dignidad impidieron el acceso de mucha gente. De todas maneras, se protestó en las poblas, y así y todo ya el mismo viernes el número cuadruplicaba al del sábado. El pasar de las semanas va dejando su huella, no solo por la tierra que va resurgiendo donde otrora hubiera cemento, sino por las heridas en los cuerpos y el ánimo. La tan fetichizada primera línea fue dejada a su suerte en más de una ocasión, acrecentando los riesgos de detenciones y atropellos.
Al transcurrir tres meses, los efectos de no dejar ni un solo día las calles se van sintiendo. El debate frente a quienes solo van a “carretear” (tomar alcohol y “festejar”) se va marcando profundo y plantea un escenario que no a todo el mundo le resulta agradable. Y sin embargo esa masa “pacifista” es muy consciente de que todo es posible gracias a esas personas que arriesgan todo por buscar un Chile más justo.
La celebración del Año Nuevo fue una muestra de ello y de los cambios que se van operando. Desde las 18hs del martes 31 de diciembre hasta las 6hs del 1 de enero no se le dio tregua a los efectivos de Fuerzas Especiales apostados en los alrededores de la Plaza de la Dignidad, mientras miles de personas se congregaban en la misma a compartir la cena de despedida del año. Lxs encapuchadxs recibían comida de parte de voluntarixs que habían instalado una cocina frente a la estación del metro, al igual que las familias que habían trasladado mesas, sillas, heladeritas, y comida de sobra como para repartir a quien no tuviera cena. Hasta el mismo momento de las 00hs fue distinto a cualquier otro; no hubo cuenta regresiva ni gritos de “Feliz Año”, solo el canto de “El pueblo unido jamás será vencido” mientras se compartía el brindis al igual que había sucedido con la cena.



El “Año Nuevo” se comenzaba luchando. Tal y como se especula que pueda llegar a seguir.
Si bien se aprecia una notable baja en las convocatorias, enero no es un mes exento de lucha. El boicot a las PSU estuvo marcado por una fuerte represión al igual que las evasiones al metro, y el atropello de un chico de Liceo por parte de Carabineros en la comuna de Pudahuel llevó a feroces jornadas de manifestaciones en sus calles, desmedidamente reprimidas.
El verano se ha tornado una suerte de tiempo de “descanso”; aunque el centro de la ciudad parezca vacío, en las periferias y regiones la actividad se descentraliza y adopta nuevas modalidades.
Sobre febrero poco se especula, pero se espera que para marzo la “cagá” quede nuevamente. El gobierno se prepara para ello con el paquete de medidas que hacen de los cortes de calle y las caras tapadas delitos mayores que un abuso sexual.
El proceso iniciado el 18 de octubre del 2019 es largo, y aunque mucho ha pasado en el medio, es algo que recién comienza. Las especulaciones son muchas pero ninguna logra dar un panorama certero. Qué puede llegar a surgir del devenir de los hechos se oculta tras una nube de incertidumbre; pero hay una certeza que asoma entre todo eso, y es que al asentarse la tierra del estallido, Chile ya nunca será lo mismo.

Gonzalo Pehuén




Comments

  1. ahora no hay que aflojar así se consigue ese cambio que necesitan ya. Mucha suerte chilenos...

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