Darwin jamás imaginó que su obra científica se iba a demostrar de un modo tan trágico. Hay zonas de la razón humana a las que la ciencia no llega por sí sola. Del mismo modo, hay puntos de nuestra sensibilidad a las que no podemos llegar tan sólo con el arte. Muy cada tanto aparecen películas que son a la vez de formidables herramientas para el conocimiento científico y que nos demuestran que ciencia y arte no debieran ser necesariamente dos mundos tan distantes. Tal es el caso del magnífico documental La pesadilla de Darwin, que desde su título propone un tema científico pero que en su recorrido nos lleva a conclusiones y a sensaciones que ni el arte ni la ciencia podrían por llevar su cuenta.
Título original: Darwin’s Nightmare – Le cauchemar de Darwin
Año: 2004
Género: Documental
Duración: 107 min.
Nacionalidad: Austria-Francia-Bélgica-Alemania
Todos tenemos más o menos idea de qué trata la teoría de Darwin, el tema del origen de las especies, la selección natural y tantos conceptos que hoy nos resultan incuestionables. Gracias a esta película podremos dimensionar, como pocas veces, la enorme responsabilidad que esta teoría representa en nuestros días, con una humanidad capaz de forzar el rumbo de la naturaleza pero que se no se detiene a medir sus consecuencias.
La historia en cuestión empezó hace ya cincuenta años en el lago Victoria, en el corazón del África, cuando para satisfacer las ansias de pesca de los colonos británicos se introdujo una especie muy requerida por su carne: la perca del Nilo. Esta resultó ser tan agresiva que terminó depredando a casi todas las otras especies de este ecosistema a tal punto de que ha tenido que recurrir al canibalismo para su supervivencia. La desaparición de estas otras especies provocó un descontrolado crecimiento de la vegetación del lago, y con ello la modificación en la calidad del agua que en algunas zonas se ha vuelto irrespirable. Todo esto de por sí ya justifica el nombre del título del documental, porque seguramente Darwin jamás hubiera imaginado que su obra científica se iba a demostrar de un modo tan trágico, y justo en la región del África en donde se ha consensuado el inicio de la aventura humana.
Título original: Darwin’s Nightmare – Le cauchemar de Darwin
Año: 2004
Género: Documental
Duración: 107 min.
Nacionalidad: Austria-Francia-Bélgica-Alemania
Todos tenemos más o menos idea de qué trata la teoría de Darwin, el tema del origen de las especies, la selección natural y tantos conceptos que hoy nos resultan incuestionables. Gracias a esta película podremos dimensionar, como pocas veces, la enorme responsabilidad que esta teoría representa en nuestros días, con una humanidad capaz de forzar el rumbo de la naturaleza pero que se no se detiene a medir sus consecuencias.
La historia en cuestión empezó hace ya cincuenta años en el lago Victoria, en el corazón del África, cuando para satisfacer las ansias de pesca de los colonos británicos se introdujo una especie muy requerida por su carne: la perca del Nilo. Esta resultó ser tan agresiva que terminó depredando a casi todas las otras especies de este ecosistema a tal punto de que ha tenido que recurrir al canibalismo para su supervivencia. La desaparición de estas otras especies provocó un descontrolado crecimiento de la vegetación del lago, y con ello la modificación en la calidad del agua que en algunas zonas se ha vuelto irrespirable. Todo esto de por sí ya justifica el nombre del título del documental, porque seguramente Darwin jamás hubiera imaginado que su obra científica se iba a demostrar de un modo tan trágico, y justo en la región del África en donde se ha consensuado el inicio de la aventura humana.
Sigamos. Alrededor del lago vive mucha gente. Tres países comparten sus costas y uno de ellos es Tanzania. Hasta allí fue el director belga Hubert Sauper, a la ciudad costera de Mwanza, en donde están montadas las factorías que procesan la perca del Nilo que será consumida en las mesas del primer mundo, industria que les deja buenas ganancias a los empresarios e intermediarios pero de la que apenas subsisten pescadores y operarios. Hasta aquí, no tenemos más que uno de tantos escenarios tercermundistas, lamentables y habituales.Felipe Bonacina
Sin embargo, hay algo que se adivina mucho más grave. Hay datos que el director dosifica inteligentemente y que huelen mucho peor que el pescado podrido. Son detalles que parecen a priori laterales y que comienzan a abrir interrogantes. ¿Cuál es el secreto inconfesable que guardan los aviadores rusos que fletan el pescado hacia Europa? ¿Qué se hace con las sobras que no se consumen en Europa? ¿Cómo sobreviven las prostitutas y los niños que pululan por la ciudad? ¿De qué se alimentan y adónde han ido a parar aquellos que han quedado afuera de la industria pesquera?
Las respuestas van a aparecer como un mazazo, así de violentas, acaso impulsadas por su propia gravedad. Desprovista de una línea editorial, sin textos explicativos y confiando plenamente en la fuerza de los testimonios recogidos, La pesadilla de Darwin nos introduce en una realidad cada vez más aterradora.
Sería muy simple decir que estamos frente a una crítica al capitalismo construida con testimonios y argumentos más que sólidos. Lo que en realidad vemos aquí es que el capitalismo moderno funciona como una maquinaria perfectamente calibrada en la que cada cual tiene su lugar, desde el rico comensal europeo hasta los africanos que fríen los agusanados restos del pescado para sobrevivir. Aquel viejo colonialismo europeo que promovió alguna vez el concepto de “darwinismo social” para atribuirse una superioridad manifiesta sobre otras naciones, dejó como legado un ecosistema en vías de destrucción. Lo que no ha cambiado entre una época y otra es quién se queda con la parte del león.
Algo inusual sucede con este documental, y es que muy al contrario de lo que suele suceder con las películas que despiertan nuestro interés, uno quiere que termine lo antes posible. Algo similar a querer despertar de una pesadilla que ya no es de Darwin sino colectiva. Ver esto no significa, entiéndase, un ejercicio de masoquismo, sino un desafío a nuestra capacidad de procesar malas noticias.
Gracias señor de Moog (o cabeza, para los amigos). Esto parece ser buenísimo
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