La hegemonía del capitalismo a ultranza en todo el mundo, elección de Trump y el ascenso electoral de elementos neofascistas en Europa han puesto de manifiesto la amenaza de una forma de política autoritaria que ascienden elecciones populares pero con poco respeto al imperio de la ley y a los derechos de las minorías, denotando un amplio sector sumido en una letal combinación de nacionalismo, xenofobia, precariedad, crisis y miedo al futuro que acosa al mundo, en una sociedad cautiva de las grandes empresas y corporaciones que tienen el poder mundial, con poblaciones cada vez más pobres (producto de la concentración capitalista) alarmadas por la llegada de refugiados que huyen de las guerras imperiales norteamericanas de las que Europa ha sido cómplice; haciendo resurgir ese nacionalismo que siempre ha ensangrentado al mundo y otra vez se apodera de las calles. ¿Por qué millones de trabajadores apoyan a empresarios como Trump, Macri o Macron, entre tantos otros?. La competencia, el consumismo, el exitismo, son una verdadera semilla del odio que ha sido el mágico alimento a estas situaciones de desesperación. Es el gérmen de un futuro que da miedo de solo pensarlo, sino aparece a tiempo el antídoto unitario a la enfermedad individualista de ésta mortal época. Aquí, una recorrida por el espiral de insensatez que ha sido implantado en el mundo y hoy se convierte en un monstruoso e imparable Frankenstein.
Una marcha nazi con antorchas tuvo lugar en Sofía, la capital búlgara, el 17 de febrero de 2018, con la participación de un partido miembro del actual gobierno búlgaro. Fue en la décima edición consecutiva de una celebración en memoria del general Jristo Lukov, promotor del antisemitismo en Bulgaria y colaborador de los nazis. La celebración se realizó con apoyo de la Unión de Patriotas, partido miembro de la coalición gubernamental búlgara.
Pero esto cada vez se está viendo más seguido por aquellos pagos de Europa.
Países que hasta hace poco identificábamos como exponentes de tolerancia, respeto y libertad cuentan hoy con representantes de la ultraderecha en sus Parlamentos respectivos. No son ni uno, ni dos, ni tres. La complicidad del sistema con el rebrote del fascismo es, por tanto, evidente.
El 11 de noviembre de 2017, decenas de miles de fascistas polacos desfilaron por las calles de Varsovia (la ciudad que resistió al nazismo, la del levantamiento del ghetto) clamando una Polonia blanca, pedían la expulsión de los refugiados que han huido de las guerras, y exigían la persecución de los comunistas. El desfile fue visto con simpatía por el gobierno polaco, una organización nacionalista de extrema derecha que ganó las elecciones en 2015.
En Rusia, los nazis-barras bravas seguidores del Spartak de Moscú tienen una larga fama en lo que hace a provocar disturbios de tinte racista, hacen desmanes en diferentes lugares donde se presenta su equipo, mientras el partido Rusia Unida se ha hecho célebre por organizar los "trenes blancos": operaciones de limpieza en subtes y trenes donde muelen a golpes a musulmanes, homosexuales, negros y latinoamericanos, y atacar las concentraciones del Partido Comunista.
En Bulgaria, la ultraderecha ha organizado grupos de matones para capturar a los refugiados que llegan al país, fenómeno que ha aparecido también en Finlandia y Suecia, acompañado de proclamas nazis, como las de Martin Strid, dirigente del Sverigedemokraterna sueco (de extrema derecha, que cuenta con 49 diputados en el parlamento), quien llegó a afirmar recientemente que los musulmanes "no son completamente humanos".
Un rasgo del reforzamiento de la extrema derecha es que ha pasado de la marginalidad a tener un importante arraigo local, como muestra el Frente Nacional en Francia, capaz incluso de organizar actos con ocasión del 1º de Mayo para lanzar sus propuestas a los trabajadores, y de tener gran influencia entre los jóvenes, hasta el punto de que aproximadamente el treinta y cinco por ciento de los franceses de entre 18 y 24 años, suele votarles. Han sido capaces de utilizar todo tipo de insatisfacciones sociales para darles una explicación y una solución reaccionaria, xenófoba, nacionalista, que hunde sus raíces en la búsqueda de un pasado idealizado de una nación que nunca existió, sin renunciar por ello a presentarse como una fuerza sensata capaz de gobernar, como ha hecho Marine Le Pen.
En Gran Bretaña, Francia o Austria, la extrema derecha ha sido capaz de marcar la pauta a los gobiernos sobre las leyes migratorias.
Pero la peste xenófoga no sólo ataca a Europa, porque Estados Unidos asiste al resurgimiento del Ku Klux Klan, que compite codo a codo con los neonazis y la Derecha Alternativa (denominada "Alt-right", controvertido "grupo de choque" ultraderechista y nacionalistas blancos que apoyan de Donald Trump). Todos confluyen en una nueva tendencia que es la única en ascenso: el neo-fascismo a lo yanky.
En latinoamérica, si bien el alcance e influencia política de estos grupos violentos es bastante limitada, también existen organizaciones con un ideario radical y vienen creciendo. Desde promover la superioridad del hombre blanco hasta atacar a los homosexuales. En Colombia la organización Tercera Fuerza se reúne para conmemorar el aniversario del nacimiento de Adolfo Hitler, en México existen desde grupos en Facebook que reivindican la "raíz europea" del país frente a la cultura indígena, hasta organizaciones como El Yunque, la más poderosa agrupación de la derecha radical ultracatólica que tendría como objetivo "instaurar el Reino de Dios" en México. Podemos hablar también de Patria Nueva Sociedad en Chile, del Partido Nacionalsocialista Brasileño, la Unión Radical Nacional Socialista en Bolivia y Paraguay Nacional Socialista.
En Argentina, el partido neonazi Nuevo Orden Social Patriótico, junto con el partido ultranacionalista Bandera Vecinal liderado por Alejandro Biondini como sus máximos exponentes, apoyando al gobierno amarillo del Sr. Tijeras Macri (hasta han tenido reuniones en la casa de gobierno). Pero además con diversos grupúsculos que aparecen en las provincias para darle su toque lugareño a este fanatismo universal, como el caso del Movimiento Veganista. Y podríamos seguir dando ejémplos del mismo índole.
La práctica desaparición de la izquierda en todo el mundo dejó un vacío que se llena con propuestas demagógicas, populistas, xenófobas, violentas, de extrema derecha y fascistas, que, además, no dudan en lanzar discursos de supuesta protección para los trabajadores junto al culto de la "identidad nacional" en un supuesto retroceso ante una "invasión" (que está lejos de ser real) que los habilita a una defensa que sólo puede ponerse en manos de los patriotas de la extrema derecha: sus devotos se proclaman auténticos franceses, argentinos, yankys, coreanos, alemanes o finlandeses. La llegada de refugiados, en el caso de Europa principalmente de Oriente Medio (a consecuencia de las guerras impuestas por Estados Unidos), en EEUU provenientes de México y latinoamérica en general, ha fortalecido a la extrema derecha. Pero lo que más genera las condiciones para el resurgimiento de esta nueva derecha son las mismas condiciones generadas por el neoliberalismo: la vulnerabilidad social, la insatisfacción por la realidad, el individualismo, la competencia, la pobreza y el bajo nivel de empleo. Condiciones que, dicho sea de paso, la extrema derecha no soluciona en nada.
Esa nueva extrema derecha no duda, incluso, en recurrir a cierto lenguaje "antisistema" (muy a lo Trump). Pero sus ataques a la globalización, a las viejas élites políticas, sus proclamas contra la corrupción en gobiernos, instituciones y partidos, van de la mano de sus arremetidas contra la legalización del aborto, su defensa de la familia tradicional y su homofobia, su visceral rechazo a los sindicatos, y su militancia en la religión, que conviven con su afirmación del papel secundario de las mujeres (pese a que algunas de sus dirigentes lo son, como Marine Le Pen o Frauke Petry) .
Reforzada por la victoria de Trump en Estados Unidos y su avance en Euripa, pero en todo el mundo en general, la extrema derecha ataca la globalización, como hace la izquierda, aunque partiendo de supuestos completamente distintos.
Así, la articulación de un discurso xenófobo, racista, contrario a la globalización, con elementos populistas, se ha convertido en un aglutinante de la inseguridad, la explotación y el miedo con que el nuevo capitalismo ha apresado a muchos jóvenes y trabajadores pobres, y el rechazo a los inmigrantes se ha naturalizado: casi han desaparecido de las informaciones de prensa las noticias sobre agresiones, maltratos o muertes producidas por estos clanes, aunque en todo el mundo han aumentado notablemente.
A continuación, un pantallazo de cómo el capitalismo a ultranza actual va dando paso a una nueva forma fascista, mientras la concentración de riquezas sigue en alza, al igual que la pérdida de garantías de una mejor vida para todos.
La Evolución de la Serpiente
El neoliberalismo nació como un "proyecto de clase". Un proyecto de clases altas que ante la caída de los niveles de ganancia desde las décadas de los 60 y 70 querían suprimir a los trabajadores y revertir esta tendencia desmantelando todo lo colectivo y social organizado. Desde sus inicios fue una "guerra de clases desde arriba", y para tapar su verdadera naturaleza se ideó toda una campaña de simulaciones ideológicas. "Las divisiones de clases y su lucha ya son cosas del pasado", decían; "las únicas divisiones que importan ahora son las identitarias". Así buscaron despolitizar lo público y dejar a los trabajadores confundidos y aferrados a las únicas identidades "disponibles": étnica, nacional y religiosa.
"El trabajo ya es cosa del pasado", decían los neoliberales, cuando en realidad estaban obsesionados con él y con la idea de flexibilizar su rígido marco legislativo (la flexibilización laboral tuvo su auge en los 90 pero empezó mucho antes). Por ello, desprestigiar a los sindicatos fue una de las claves de su estrategia, a la par que se sembró una fuerte campaña contra cualquier idea de solidaridad, de igualdad, de lucha social, de ideales y de valores humanitarios, reemplazados por la búsqueda del éxito, el dinero, el consumismo y el prestigio como direccionadores del todo social. Este "disciplinamiento" de las sociedades fue sutil (principalmente desde los medios de comunicación) o drástico. Macron pretende aprobar una reforma laboral aún más amplia. En Argentina tendremos que lidiar con la flexibilización laboral que pretende el Sr. Tijeras Macri y su séquito de amarillos, copiando el modelo brasilero de Temer, y podríamos seguir nombrando casos similares en muchos países de todo el mundo. De a poco, estamos volviendo a las condiciones de trabajo del siglo XIX, es a lo que apunta el proyecto neoliberal: reducir el poder de los trabajadores y ponerlos en una posición en la que no sean capaces de resistir los procesos de explotación masiva, creando un esclavizado ser humano donde, bajo el imperativo del rendimiento y la ley de la competencia, el sistema se apropia incluso de la vida íntima de los individuos.
Por ejemplo, (vamos otra vez con Chile) una vez consumado el golpe de estado, Pinochet impuso a los trabajadores chilenos un represivo Código de Trabajo que –entre otros– daba prioridad a los acuerdos laborales y salariales por empresa sobre los tradicionales, por sectores. Estas formas de operar siguen funcionando más de 40 años después, basta recordar que en Francia, el "socialista" Hollande hizo lo mismo: los acuerdos por empresa y la nueva primacía del contrato particular por encima de la vieja ley general de regulación del trabajo, pero
Recordemos que una de las causas del resurgimiento de los partidos ultraderechistas es que se muestran como instrumentos para oponerse a la inmigración, que es percibida injustamente como competidora en el mercado del trabajo y como receptora de recursos negados a los trabajadores autóctonos.
Es así que la nueva derecha liberal está muy lejos de aquella derecha neoliberal de Margaret Thatcher o Vaclav Klaus... al menos en su estética. En su interior operan mecanismos similares que permiten la concentración de riquezas en pocas manos, pero ahora apoyados por una horda embrutecida que impone su política visceral desde las bases sociales, renovando el ya conocido "divide y reinarás", en la magnanimización de la lucha de pobres contra pobres. Por ejemplo, Thatcher era una defensora a ultranza del individualismo, consideraba que el individuo era centro de la sociedad y el que debía proveerse de todo lo necesario para subsistir. De hecho, llegó a declarar que "no hay tal cosa como la sociedad". Thatcher consideraba la pobreza un defecto de la personalidad y acusaba a los pobres de estar en su situación por propia responsabilidad (no muy lejos de lo que piensa mucha gente allegada que seguramente todos conocemos y dice lo mismo). Incluso, Thatcher llego a denominar como "parásitos" a todos aquellos ciudadanos que usaban los servicios públicos: "debemos respaldar a los trabajadores, no a los vagos", dijo Thatcher dentro de su campaña de criminalización contra los más pobres, y luego de realizar amplios recortes laborales y persecuciones de los sindicatos y cualquier organización que pudiera llegar a nuclear a los trabajadores. Es evidente que ello no está muy lejano a lo que sucede hoy en Argentina y en muchas partes del mundo.
Si el neoliberalismo sembró los ideales antihumanistas en todos los rincones del mundo al mismo tiempo que siembra insatisfacción social, delincuencia, corrupción, incertidumbre, pobreza, caída de los empleos y el nivel de vida de las poblaciones, esta crisis económica y social contribuye, sin duda alguna, a fomentar la intolerancia, la no-solidaridad, el racismo, la xenofobia y el fanatismo. ¿Qué mejor caldo de cultivo para la extrema derecha, tan populista como demagoga y tan intransigente como fascista? El neoliberalismo tienen mucho que ver con todo esto y sus políticas están en el origen de la crisis de ética y de valores, que hace posible que en lugar de responsabilizar de la situación a sus verdaderos responsables, se trasladen las culpas a quienes son víctimas de la pobreza en sus países de origen, la falta de oportunidades en sus lugares de acogida, los trabajos cada vez menos remunerados y el odio feroz ante su cultura y su religión. Los inmigrantes (ya sean musulmanes, bolivianos, peruanos, sudacas, etc.) se convierten en los chivos expiatorios de la crisis. Un discurso incomprensible a la luz de la razón, pero real.
El impacto emocional de los atentados terroristas que se han sucedido en los últimos años en París, Toulouse, Niza, Madrid, Barcelona, Londres, Manchester, Berlín, Estocolmo, Oslo o Bruselas, que el nuevo fascismo vincula, en una interesada y absurda mezcolanza, a los musulmanes, los refugiados o la inmigración, obviando la complicidad europea en las guerras imperiales norteamericanas, en el incendio de Oriente Medio y del norte de África, y sus consecuencias.
¿Y por casa cómo andamos?
Estados Unidos culpa a latinos, negros y musulmanes de su crisis, y los yankys eligen a Trump, que culpa a su vez a Obama. En Argentina se culpa a paraguayos, bolivianos y peruanos y se vota al Sr. Tijeras Macri, que a su vez culpa de la pesada herencia a CFK. Las similitudes de lo que sucede en todo el mundo llama mucho la atención. Los ingleses optan por echarle la culpa a la Unión Europea de su crisis en lugar de asumir las consecuencias del thatcherismo. En todas partes ganan los candidatos que le echan la culpa al otro: gana el candidato de los cobardes en la era de los cobardes, ya que básicamente el individualismo imperante genera seres cobardes, infelices que viven, eligen, votan y actúan cobardemente. Los nuevos líderes son los que plantean la cobardía como valor moral y ético para justificar el ataque al que (dice mentirosamente) intenta quedarse con el fruto del trabajo individual, incluso fomentando la violencia. Es el gérmen autoritario que ha prendido en los cuatro puntos cardinales y está hechando raíces.
En Argentina, la concepción social del gobierno amarillo es básicamente represiva y violenta, como lo señalan sus antecedentes desde antes de alcanzar el gobierno nacional, entre otros los muertos y heridos del Parque Indoamericano (2010); y los pacientes, profesionales y trabajadores reprimidos del Hospital Borda (2013). Le siguieron los presos políticos, el fin del estado de derecho y el recrudecimiento de las muertes por gatillo fácil. Pero las represiones más brutales, si caben comparaciones, han sido las de diciembre de 2017. ¿Cómo explicar esa voluntad represiva en un gobierno democrático, sin caer en una asociación simple con la dictadura militar? El Señor Tijeras Macri intenta forjar un régimen autoritario siguiendo el modelo de Santos o Peña Nieto.
El respaldo del gobierno al policía bonaerense Luis Chocobar, que fusiló por la espalda a un adolescente desarmado en fuga luego de un robo, entra en la misma categoría que el apoyo oficial a gendarmes y prefectos cuyo obrar ilegal produjo las muertes de Santiago Maldonado en Chubut y Rafael Nahuel en Río Negro.
El panorama de las libertades en la Argentina de Corporación Cambiemos es un panorama sombrío. Cuando mediante procedimientos mafiosos el gobierno intenta silenciar las voces de la oposición, la libertad de prensa peligra y luego peligran las libertades individuales. Sin duda la Argentina va en camino de ser un régimen autoritario, con una sociedad disciplinada, reprimida y con miedo, potenciando el papel de las fuerzas armadas y policiales. Alimentar el odio de los sectores más recalcitrantemente gorilas de la sociedad argentina haciéndo de ello una política de Estado, mientras se despliega sin vacilaciones un poder omnímodo para amedrentar a los opositores, y desarticular a cualquier oposición que aparezca es, como mínimo, una tendencia a destruir la libertad de expresión de un modo autoritaria.
El ex Supremo y actual juez de la CIDH Eugenio Zaffaroni surge en la escena como si fuera un golpista confeso cuando expresó su deseo de que este gobierno termine cuanto antes "porque nos está llevando a una catástrofe social", acusándolo de "apología del crimen". ¿Dónde quedó aquello de "no perseguir al que piensa distinto"? Que Zaffaroni haya omitido su opinión no es la reivindicación de ningún delito. Y la sugerencia de un juicio político tampoco vulnera la Constitución. Nadie imputó al Sr. Tijeras Macri como golpista cuando dijo en agosto de 2010 que "habría que tirar a Kirchner por la ventana porque no lo aguantamos más". Ni tampoco se lo acusó de nada al aplaudir la destitución de Dilma Roussef en Brasil por delitos no demostrados. Y nadie se asombra de que confabule con el Imperio para provocar la caída de Nicolás Maduro en Venezuela.
¿Y dónde lleva el proceso del autoritarismo sin freno? Simple, a más y más violencia destructiva mientras no se ataca el verdadero problema: la concentración brutal de riquezas. Y quien no crea que un brote de esas características pudiera ocurrir, puede leer en la historia reciente, por ejemplo con la trayectoria del violento golpista carapintada Aldo Rico, apologista del genocidio en Argentina y fundador del Modin, partido ultraderechista que tuvo muy buenas performances electorales. Aldo Rico ganó las elecciones como intendente de la ciudad de San Miguel (Gran Buenos Aires) y luego, como ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires, fue obligado a renunciar por hechos de corrupción. Si no hubiese sido tan torpe seguramente su carrera política podría haber formado un bloque ultranacionalista de mucha consideración. ¿Alguien cree que esta tendencia puede solamente haber quedado en esa anécdota?...
Y ya que traemos a colación al señor Rico, recordemos que el 9 de julio de 2016, el Gobierno del Sr. Tijeras Macri invitó a Aldo Rico a participar en un desfile militar en que se reivindicó a varios militares condenados por delitos de lesa humanidad y tráfico de bebés, cómplices de la dictadura cívico-militar argentina.
Si nos ceñimos a la que es para mí una de las mejores definiciones de los regímenes autoritarios, la que nos ofrece Juan José Linz, diciendo que éstos se caracterizan por un pluralismo político limitado y además no responsable, falto de una ideología elaborada, carente de una movilización política intensa, y en el que el líder o un grupo reducido de oligarcas ejercen el poder dentro de unos límites formalmente mal definidos, pero relativamente predecibles. Definición perfecta para el gobierno amarillo. De que este autoritarismo corporativo marque el camino de un posible nuevo partido con tendencias totalitarias y fascistas hay solo un paso: una ideología nacionalista, antiliberalista, antiparlamentarista, y anticomunista vendría a ser una profundización de los valores que impulsan los amarillos. ¿Todo esto te suena muy alocado? Ojalá! Pero recordemos que el movimiento fascista en toda América Latina tiene su historia y se sitúa como un fenómeno derechista y mucho más conservador que el fascismo europeo, con desarrollo autóctono y donde las comparaciones con otras regiones del mundo sitúan la experiencia fascista latinoamericana dentro de un contexto mucho más amplio, impulsados en muchos países (Chile, Argentina, Brasil, etc.) en su momento como ecos del movimiento político fascista europeo. Hoy, cuando nuevamente en Europa resurge el autoritarismo extremo ¿porqué no pensar en que su eco llegará nuevamente a estas tierras?. han ayudado a derrocar el gobierno de Dilma Rousseff, donde la corrupta derecha brasileña logró ponerse a la cabeza del Gobierno sin necesitar elecciones gracias a los mismos políticos y partidos que impusieron las medidas neoliberales en Brasil, son los mismos racistas que discriminan y se han opuesto a los cupos a afrodescendientes en las Universidades, son los mismos que se han opuesto al matrimonio homosexual o a los derechos de las personas, son los mismos que hablan de más empleo cuando militan para precarizar cada vez más a los trabajadores y brindar más ganancias para las empresas.
Ya en Brasil estos brotes fascistas
Podemos nombrar hechos en la misma dirección en toda América Latina: desde el indulto y derecho de gracia al ex dictador Alberto Fujimori en Perú, un notorio recrudecimiento del fascismo en Colombia, lo mismo sucede en Chile, Brasil, México y allí por donde queramos mirar.
Estas derechas, que cada vez más van de la mano con movimientos evangélicos (muy cercanos al conservadurismo) que arrastran a gentes que no tienen nada que ver con la elite económica pero que los termina apoyando, impulsan un proyecto totalitario que pone a la democracia en jaque y perfilando una tendencia preocupante.
Del neoliberalismo al fascismo
"La sociedad de consumo es una forma suave de Estado policial. Creemos tener la capacidad de elegir, pero todo es obligatorio. Tenemos que seguir comprando o fracasamos como ciudadanos. El consumismo crea enormes necesidades inconscientes que sólo el fascismo puede satisfacer.” De las distopías de J. G. Ballard se ha dicho que son proféticas. Adjetivo sobrero, pues se tratan, en parte, de ensayos en forma de relato de ficción, ¿y acaso no busca toda distopía ser una radiografía de nuestro presente? Ballard escribió "Kingdom Come" en el año 2006. En la novela, una suerte de movimiento neofascista se incuba en Londres.
Hoy en día, las transformaciones que están ocurriendo toman direcciones inesperadas produciendo desorientación general respecto al futuro y a lo que se debe hacer en el presente. El 1% posee más riqueza que el 99% restante de las personas del planeta. La solución fascista solamente es un falsa salida facilista de la antigua lucha de pobres contra pobres.
Pero... ¿Cómo llegamos a aceptar a la violencia y la negación del otro como única salida posible?
Para ello, debemos tener en cuenta las consecuencias de la política neoliberal que estamos viviendo, entre otras:
Observamos, en todo el mundo, un tipo de crítica al sistema democrático que ve el mal no únicamente a "los políticos" sino a "la política tradicional" como tal. Es desde allí que hayan surgido en varias partes del mundo, empresarios convertidos en presidentes, tal el caso de Trump en EEUU, Sr Tijeras Macri en Argentina, Macron en Francia, Berlusconi en Italia (que está nuevamente muy bien posicionado) y un sinfín de ejemplos.
Este rechazo general de toda la política y los personajes políticos no genera la iniciativa de sectores de la sociedad dispuestos a insertarse en los organismos políticos para cambiarlos desde adentro, desde la militancia pero con idearios de solidaridad, un verdadero patriotismo (en el sentido de poner al pueblo como lo más importante) y no corrupción. Al contrario, se tiende a apoyar a los grandes grupos empresariales nacionales y multinacionales, y sus directivos, plagados de antihumanismo, corrupción y avaricia, y responsables de la mayor parte de los problemas que estamos viviendo. Vendría a ser, por ejemplo, que para evitar envenenarnos con el glifosato con que rocían nuestra comida, nos tomamos una pastilla de cianuro.
"Cuando compramos algo, inconscientemente creemos que se nos ha entregado un regalo", dice uno de los personajes de "Kingdom Come" sobre la sociedad de consumo. "¿Y la política exige un flujo constante de regalos? ¿Un nuevo hospital, una nueva escuela, una nueva carretera…?", le pregunta el protagonista. "Exacto. Y todos sabemos lo que les ocurre a los niños que nunca reciben regalos. Y todos somos niños hoy", responde. El consumismo, que en la novela se caracteriza como una "ideología de la redención", se vio afectado por la crisis de 2008 que hizo evaporarse el crédito y los ahorros de miles de personas, entre ellos los dos segmentos de población arriba descritos. Aquí entran en escena los ejércitos de neonazis y similares. Como escribe Ballard, este tipo de movimientos han reorganizado las vidas de sus seguidores, permitiéndoles marchar "orgullosamente y al unísono, con el entusiasmo militar de un pueblo que va a la guerra, mientras permanecen fieles al sueño pacífico de sus patios y barbacoas".
Debemos entender que los pueblos no sólo han sido en buena medida abandonados por los partidos políticos tradicionales de toda bandera, dejándole todo el espacio político a la nueva derecha, sino también por los profesionales liberales y los académicos, entre quienes se encuentran los más destacados "empresarios de la etnicidad y la memoria". Para los pueblos no hay representación política, tampoco representación mediática, y ahora, con la crisis, ni siquiera les es disponible el ejercicio de autoafirmación a través del consumo. Aquí es cuando llaman a la puerta los "empresarios de la política" de la nueva derecha, secundados por la orda de xenófogos. Es todo un mercado por explotar, como han sabido ver bien los empresarios-políticos de marketing de la nueva derecha. Ese mercado empieza en la periferia de la sociedad de consumo y del espectáculo, en los supermercados low cost, que proporcionan, a precios asequibles y por momentos, la ilusión de poder acceder al mundo como mera acumulación de mercancías. "Están al limite, esperando que aparezca algo grande y extraño", escribe Ballard. Ese "algo grande y extraño" ¿no está surgiendo ya en Europa y EEUU? Y quizás, sin saberlo, también muy cerca de tu casa.
La solución que ofrece el fascismo es la salida fácil en la que muchos entran, ya traen incorporado el odio hacia el otro, la competencia y desconocen cualquier cosa parecida a la solidaridad. Simplemente, las poblaciones están educadas para el odio, la xenofobia y el autoritarismo es solamente una consecuencia.
Conclusión
Como tratamos de describir, el "sistema" crea el problema, y él mismo ofrece la solución: fácil, rápida, virulenta: es el capitalismo transformándose en fascismo... ¿Qué es el fascismo? La definición política más común es la unión de las corporaciones y el Estado.
Somos testigos de la creación de un nuevo discurso, está en nosotros seguir sus gritos huecos y llenos de odio, y eso decidirá el futuro. Detener al nuevo fascismo es imprescindible, así como también descreer de las reglas de juego del sistema capitalista, que lleva al planeta a la destrucción, y que mantiene hipnotizados a los pacientes espectadores de la modernidad, paralizados esperando la hecatombe. Aunque vivamos en una pesadilla, se está produciendo un cambio, que estamos en un época para reinventar alternativas, experimentar con políticas y movimientos sociales.
"La aparente permisividad de nuestra sociedad de consumo es una falsedad. Hay una ideología real e inconsciente que unifica a todos, y que es la ideología del consumo... El consumismo es lo que considero el verdadero y nuevo fascismo. Ahora que puedo hacer una comparación, me he dado cuenta de una cosa que escandalizará a los demás, y que me hubiera escandalizado a mí mismo hace diez años. Que la pobreza no es el peor de los males y ni siquiera la explotación. Es decir, el gran mal del hombre no estriba en la pobreza y la explotación, sino en la pérdida de singularidad humana bajo el imperio del consumismo. Bajo el fascismo se podía ir a la cárcel. Pero hoy, hasta eso es estéril. El fascismo basaba su poder en la iglesia y el ejército, que no son nada comparados con la televisión"Pier Pàolo Pasolini
Una marcha nazi con antorchas tuvo lugar en Sofía, la capital búlgara, el 17 de febrero de 2018, con la participación de un partido miembro del actual gobierno búlgaro. Fue en la décima edición consecutiva de una celebración en memoria del general Jristo Lukov, promotor del antisemitismo en Bulgaria y colaborador de los nazis. La celebración se realizó con apoyo de la Unión de Patriotas, partido miembro de la coalición gubernamental búlgara.
Pero esto cada vez se está viendo más seguido por aquellos pagos de Europa.
Países que hasta hace poco identificábamos como exponentes de tolerancia, respeto y libertad cuentan hoy con representantes de la ultraderecha en sus Parlamentos respectivos. No son ni uno, ni dos, ni tres. La complicidad del sistema con el rebrote del fascismo es, por tanto, evidente.
El 11 de noviembre de 2017, decenas de miles de fascistas polacos desfilaron por las calles de Varsovia (la ciudad que resistió al nazismo, la del levantamiento del ghetto) clamando una Polonia blanca, pedían la expulsión de los refugiados que han huido de las guerras, y exigían la persecución de los comunistas. El desfile fue visto con simpatía por el gobierno polaco, una organización nacionalista de extrema derecha que ganó las elecciones en 2015.
En Rusia, los nazis-barras bravas seguidores del Spartak de Moscú tienen una larga fama en lo que hace a provocar disturbios de tinte racista, hacen desmanes en diferentes lugares donde se presenta su equipo, mientras el partido Rusia Unida se ha hecho célebre por organizar los "trenes blancos": operaciones de limpieza en subtes y trenes donde muelen a golpes a musulmanes, homosexuales, negros y latinoamericanos, y atacar las concentraciones del Partido Comunista.
En Bulgaria, la ultraderecha ha organizado grupos de matones para capturar a los refugiados que llegan al país, fenómeno que ha aparecido también en Finlandia y Suecia, acompañado de proclamas nazis, como las de Martin Strid, dirigente del Sverigedemokraterna sueco (de extrema derecha, que cuenta con 49 diputados en el parlamento), quien llegó a afirmar recientemente que los musulmanes "no son completamente humanos".
Un rasgo del reforzamiento de la extrema derecha es que ha pasado de la marginalidad a tener un importante arraigo local, como muestra el Frente Nacional en Francia, capaz incluso de organizar actos con ocasión del 1º de Mayo para lanzar sus propuestas a los trabajadores, y de tener gran influencia entre los jóvenes, hasta el punto de que aproximadamente el treinta y cinco por ciento de los franceses de entre 18 y 24 años, suele votarles. Han sido capaces de utilizar todo tipo de insatisfacciones sociales para darles una explicación y una solución reaccionaria, xenófoba, nacionalista, que hunde sus raíces en la búsqueda de un pasado idealizado de una nación que nunca existió, sin renunciar por ello a presentarse como una fuerza sensata capaz de gobernar, como ha hecho Marine Le Pen.
En Gran Bretaña, Francia o Austria, la extrema derecha ha sido capaz de marcar la pauta a los gobiernos sobre las leyes migratorias.
El paisaje político europeo está moteado por seguidores de los camisas pardas que han realizado un oportuno aggiornamento, y por una nueva extrema derecha que ha conseguido conectar con importantes capas de la población. Desde el Frente Nacional francés, pasando por la Lega Nord italiana, el Vlaams Belang belga, el Partij voor de Vrijheid holandés (de Geert Wilders, que se convirtió en el segundo partido más votado en las elecciones de marzo de 2017); el FPÖ austriaco, la AfD alemana, el UKIP británico, los Perussuomalaiset (Auténticos finlandeses), el Dansk Folkeparti de Dinamarca, el Sverigedemokraterna, SD, (Demócratas de Suecia, que consiguió el 13 % de los votos en las elecciones de septiembre de 2014), así como el gobernante Fidesz húngaro de Viktor Orban (aunque, formalmente, pertenezca al Partido Popular europeo), y el también húngaro Jobbik (que consiguió el 20% de los votos en las últimas elecciones), o el PiS polaco de Jarosław Kaczyński y Beata Szydło (que forma grupo con el Partido Conservador británico), todos ellos, configuran un amenazador bloque político, al que se añade el fascismo ucraniano o los movimientos ultraderechistas en Estados Unidos; incluso en Brasil repunta la extrema derecha, siempre abominando del comunismo.Higinio Polo
En el Parlamento europeo, la ultraderecha configura un grupo (Europa de las naciones y de las libertades) que cuenta con treinta y siete diputados (del FN francés, FPÖ, Vlaams Belang , AfD, Lega Nord, Partij voor de Vrijheid holandés, KNP polaco, un conservador rumano y un miembro del UKIP británico). En diciembre de 2016, Norbert Hofer, candidato del FPÖ austriaco (Partido de la Libertad, de extrema derecha) consiguió casi el cincuenta por ciento de los votos en las elecciones presidenciales.
En Alemania, a partir de 2014 el movimiento PEGIDA (Patriotas europeos contra la Islamización de Occidente) agrupó a la xenofobia e islamofobia, para dejar paso después a la Alternativa para Alemania, AfD, que en las elecciones de septiembre de 2017 consiguió casi seis millones de votos, 94 escaños en el Bundestag y casi el 13 por ciento de los votos, convirtiendo a la extrema derecha en la tercera fuerza de Alemania: muestra su relevancia si se comparan esos resultados con los nueve millones y medio de votos del SPD o los quince millones de la CDU de Merkel. En las elecciones presidenciales francesas de mayo de 2017, la fortaleza de la extrema derecha fue tal que la derecha y una parte de la izquierda llamaron, en la segunda vuelta, a votar a Macron, un neoliberal, pese a lo cual Le Pen consiguió el 34% de los votos.
Pero la peste xenófoga no sólo ataca a Europa, porque Estados Unidos asiste al resurgimiento del Ku Klux Klan, que compite codo a codo con los neonazis y la Derecha Alternativa (denominada "Alt-right", controvertido "grupo de choque" ultraderechista y nacionalistas blancos que apoyan de Donald Trump). Todos confluyen en una nueva tendencia que es la única en ascenso: el neo-fascismo a lo yanky.
En latinoamérica, si bien el alcance e influencia política de estos grupos violentos es bastante limitada, también existen organizaciones con un ideario radical y vienen creciendo. Desde promover la superioridad del hombre blanco hasta atacar a los homosexuales. En Colombia la organización Tercera Fuerza se reúne para conmemorar el aniversario del nacimiento de Adolfo Hitler, en México existen desde grupos en Facebook que reivindican la "raíz europea" del país frente a la cultura indígena, hasta organizaciones como El Yunque, la más poderosa agrupación de la derecha radical ultracatólica que tendría como objetivo "instaurar el Reino de Dios" en México. Podemos hablar también de Patria Nueva Sociedad en Chile, del Partido Nacionalsocialista Brasileño, la Unión Radical Nacional Socialista en Bolivia y Paraguay Nacional Socialista.
En Argentina, el partido neonazi Nuevo Orden Social Patriótico, junto con el partido ultranacionalista Bandera Vecinal liderado por Alejandro Biondini como sus máximos exponentes, apoyando al gobierno amarillo del Sr. Tijeras Macri (hasta han tenido reuniones en la casa de gobierno). Pero además con diversos grupúsculos que aparecen en las provincias para darle su toque lugareño a este fanatismo universal, como el caso del Movimiento Veganista. Y podríamos seguir dando ejémplos del mismo índole.
La práctica desaparición de la izquierda en todo el mundo dejó un vacío que se llena con propuestas demagógicas, populistas, xenófobas, violentas, de extrema derecha y fascistas, que, además, no dudan en lanzar discursos de supuesta protección para los trabajadores junto al culto de la "identidad nacional" en un supuesto retroceso ante una "invasión" (que está lejos de ser real) que los habilita a una defensa que sólo puede ponerse en manos de los patriotas de la extrema derecha: sus devotos se proclaman auténticos franceses, argentinos, yankys, coreanos, alemanes o finlandeses. La llegada de refugiados, en el caso de Europa principalmente de Oriente Medio (a consecuencia de las guerras impuestas por Estados Unidos), en EEUU provenientes de México y latinoamérica en general, ha fortalecido a la extrema derecha. Pero lo que más genera las condiciones para el resurgimiento de esta nueva derecha son las mismas condiciones generadas por el neoliberalismo: la vulnerabilidad social, la insatisfacción por la realidad, el individualismo, la competencia, la pobreza y el bajo nivel de empleo. Condiciones que, dicho sea de paso, la extrema derecha no soluciona en nada.
Hay muchas personas que no lo están pasando bien y que están temiendo por su futuro. Hasta la fecha, los responsables políticos no se han tomado en serio los miedos y angustias de los ciudadanos; al contrario su política está diseñada para aumentar la inseguridad. Con una política que parte de la cohesión social, basada en más igualdad y más seguridad social, es como mejor se puede prevenir el ideario marginador, derechista y racista. Pero una política que sigue insistiendo en las recetas neoliberales, creando más inseguridad social y competencia no hará otra cosa que promover aún más este ideario.Albrecht Müller - PEGIDA. Sin intervención correctora por parte de la política, esta protestas o similares pasarán a ser problemas duraderos
Esa nueva extrema derecha no duda, incluso, en recurrir a cierto lenguaje "antisistema" (muy a lo Trump). Pero sus ataques a la globalización, a las viejas élites políticas, sus proclamas contra la corrupción en gobiernos, instituciones y partidos, van de la mano de sus arremetidas contra la legalización del aborto, su defensa de la familia tradicional y su homofobia, su visceral rechazo a los sindicatos, y su militancia en la religión, que conviven con su afirmación del papel secundario de las mujeres (pese a que algunas de sus dirigentes lo son, como Marine Le Pen o Frauke Petry) .
Reforzada por la victoria de Trump en Estados Unidos y su avance en Euripa, pero en todo el mundo en general, la extrema derecha ataca la globalización, como hace la izquierda, aunque partiendo de supuestos completamente distintos.
Así, la articulación de un discurso xenófobo, racista, contrario a la globalización, con elementos populistas, se ha convertido en un aglutinante de la inseguridad, la explotación y el miedo con que el nuevo capitalismo ha apresado a muchos jóvenes y trabajadores pobres, y el rechazo a los inmigrantes se ha naturalizado: casi han desaparecido de las informaciones de prensa las noticias sobre agresiones, maltratos o muertes producidas por estos clanes, aunque en todo el mundo han aumentado notablemente.
A continuación, un pantallazo de cómo el capitalismo a ultranza actual va dando paso a una nueva forma fascista, mientras la concentración de riquezas sigue en alza, al igual que la pérdida de garantías de una mejor vida para todos.
Aclaración introductoria: una de las consecuencias del modelo socioeconómico neoliberal resulta la desintegración social que deja a su paso. Y como siempre hay alguien que critica que hablamos del actual sistema como "neoliberalismo" cuando por tal o cual razón teórica el actual modelo de consumismo no se puede llamar neoliberal. Antes de que se atrevan a tacharnos de ignorantes, les recuerdo que hace poco tiempo, en el año 2016, el mismo Fondo Monetario Internacional dedicó un informe al neoliberalismo (volumen 53, numero 2, de la sección de Finanzas y desarrollo de la voluminosa obra técnica del FMI) bajo el titulo de: "Neoliberalism: oversold?" Que viene a significar "El neoliberalismo: ¿una idea vendida con celo excesivo?". El neoliberalismo (o como quieran llamarlo) existe y engloba medidas jurídicas, sociales, educativas, culturales, institucionales. Y además, no funciona, la menos para la gran mayoría.
Pero nuestra concepción y crítica del modelo neoliberal surge más que nada de las ideas y preconceptos que desde la década del 60 los medios de comunicación lavan la cabeza de las poblaciones de todo el mundo en una suerte de "McDonalización" de nuestro estilo de vida: exitismo, dinero como valor principal, individualismo, sálvese quien pueda, ruptura de los lazos de solidaridad social, odio a la política en general y a cualquier medio de cambio social en particular. El neoliberalismo es, en definitiva, un conjunto de dispositivos que sitúa a la gente en una lógica de competencia, una imposición que obliga a funcionar dentro de un sistema competitivo, una política de mercado que se aplica a todos los ámbitos vitales, generando nuevas patologías como el estrés, la ansiedad o las depresiones, ya que esta competitividad empuja a la gente a sus propios límites... sin que los alcancen nunca. En el campo político se observa que esta competitividad se ha convertido en un "principio" incluso superior a la voluntad de los ciudadanos: las reformas del mercado de trabajo, bajar los impuestos a las grandes empresas, todo esto se produce en nombre de la competencia internacional (para que "lluevan las inversiones" en medio de una sequía). Esta idea de "competitividad" se ha convertido en un principio superior incluso a las necesidades y los derechos fundamentales de los ciudadanos, como por ejemplo la educación, trabajo o la seguridad.
Estas "reglas de juego" impuestas pueden verse en la práctica de diferentes formas según la región y el país, por ejemplo en el Chile de 1998, un informe producido por el PNUD vaticinaba la aparición de cierto malestar y sensación de inseguridad tras ocho años desde la vuelta a la democracia. El estudio evidenció que este problema estaba relacionado principalmente con tres elementos, pilares de su modelo de desarrollo:
Más o menos en todos los lugares la sensación es idéntica, con los localismos del caso.
- El modelo actual mantuvo inalterables las desigualdades sociales históricas. Parte de este problema se evidencia por la forma en que operan los sistemas de salud, educación y el mercado laboral.
- Tiende a no escuchar las subjetividades de las personas, no se valora su experiencia, por lo que no hay un vínculo afectivo con el desarrollo del país y ello le quita sustentabilidad en el tiempo.
- La estrategia de modernización chilena ha hecho uso extremo de las lógicas mercantiles, las que han debilitado las redes de confianza y cooperación entre las personas. La competitividad extremada ha socavado los flujos de información, el intercambio de conocimientos y experiencias, la colaboración gratuita.
Tampoco podemos hablar de fascismo como tal, no estamos hablando del sistemas de ideas impusadas por Benito Mussolini, en todo caso podemos hablar de una práctica violenta que se diferencia por los localismos de cada país, pero que básicamente tienen el mismo odio y le misma violencia. Creo que todos entenderán de qué hablamos cuando decimos "fascismo", "neofascismo" sin tener que referirnos a "fascismoislamismo", "fascismo islámico", "nuevo totalitarismo", etc.
La Evolución de la Serpiente
El neoliberalismo nació como un "proyecto de clase". Un proyecto de clases altas que ante la caída de los niveles de ganancia desde las décadas de los 60 y 70 querían suprimir a los trabajadores y revertir esta tendencia desmantelando todo lo colectivo y social organizado. Desde sus inicios fue una "guerra de clases desde arriba", y para tapar su verdadera naturaleza se ideó toda una campaña de simulaciones ideológicas. "Las divisiones de clases y su lucha ya son cosas del pasado", decían; "las únicas divisiones que importan ahora son las identitarias". Así buscaron despolitizar lo público y dejar a los trabajadores confundidos y aferrados a las únicas identidades "disponibles": étnica, nacional y religiosa.
"El trabajo ya es cosa del pasado", decían los neoliberales, cuando en realidad estaban obsesionados con él y con la idea de flexibilizar su rígido marco legislativo (la flexibilización laboral tuvo su auge en los 90 pero empezó mucho antes). Por ello, desprestigiar a los sindicatos fue una de las claves de su estrategia, a la par que se sembró una fuerte campaña contra cualquier idea de solidaridad, de igualdad, de lucha social, de ideales y de valores humanitarios, reemplazados por la búsqueda del éxito, el dinero, el consumismo y el prestigio como direccionadores del todo social. Este "disciplinamiento" de las sociedades fue sutil (principalmente desde los medios de comunicación) o drástico. Macron pretende aprobar una reforma laboral aún más amplia. En Argentina tendremos que lidiar con la flexibilización laboral que pretende el Sr. Tijeras Macri y su séquito de amarillos, copiando el modelo brasilero de Temer, y podríamos seguir nombrando casos similares en muchos países de todo el mundo. De a poco, estamos volviendo a las condiciones de trabajo del siglo XIX, es a lo que apunta el proyecto neoliberal: reducir el poder de los trabajadores y ponerlos en una posición en la que no sean capaces de resistir los procesos de explotación masiva, creando un esclavizado ser humano donde, bajo el imperativo del rendimiento y la ley de la competencia, el sistema se apropia incluso de la vida íntima de los individuos.
Por ejemplo, (vamos otra vez con Chile) una vez consumado el golpe de estado, Pinochet impuso a los trabajadores chilenos un represivo Código de Trabajo que –entre otros– daba prioridad a los acuerdos laborales y salariales por empresa sobre los tradicionales, por sectores. Estas formas de operar siguen funcionando más de 40 años después, basta recordar que en Francia, el "socialista" Hollande hizo lo mismo: los acuerdos por empresa y la nueva primacía del contrato particular por encima de la vieja ley general de regulación del trabajo, pero
Recordemos que una de las causas del resurgimiento de los partidos ultraderechistas es que se muestran como instrumentos para oponerse a la inmigración, que es percibida injustamente como competidora en el mercado del trabajo y como receptora de recursos negados a los trabajadores autóctonos.
Es así que la nueva derecha liberal está muy lejos de aquella derecha neoliberal de Margaret Thatcher o Vaclav Klaus... al menos en su estética. En su interior operan mecanismos similares que permiten la concentración de riquezas en pocas manos, pero ahora apoyados por una horda embrutecida que impone su política visceral desde las bases sociales, renovando el ya conocido "divide y reinarás", en la magnanimización de la lucha de pobres contra pobres. Por ejemplo, Thatcher era una defensora a ultranza del individualismo, consideraba que el individuo era centro de la sociedad y el que debía proveerse de todo lo necesario para subsistir. De hecho, llegó a declarar que "no hay tal cosa como la sociedad". Thatcher consideraba la pobreza un defecto de la personalidad y acusaba a los pobres de estar en su situación por propia responsabilidad (no muy lejos de lo que piensa mucha gente allegada que seguramente todos conocemos y dice lo mismo). Incluso, Thatcher llego a denominar como "parásitos" a todos aquellos ciudadanos que usaban los servicios públicos: "debemos respaldar a los trabajadores, no a los vagos", dijo Thatcher dentro de su campaña de criminalización contra los más pobres, y luego de realizar amplios recortes laborales y persecuciones de los sindicatos y cualquier organización que pudiera llegar a nuclear a los trabajadores. Es evidente que ello no está muy lejano a lo que sucede hoy en Argentina y en muchas partes del mundo.
Si el neoliberalismo sembró los ideales antihumanistas en todos los rincones del mundo al mismo tiempo que siembra insatisfacción social, delincuencia, corrupción, incertidumbre, pobreza, caída de los empleos y el nivel de vida de las poblaciones, esta crisis económica y social contribuye, sin duda alguna, a fomentar la intolerancia, la no-solidaridad, el racismo, la xenofobia y el fanatismo. ¿Qué mejor caldo de cultivo para la extrema derecha, tan populista como demagoga y tan intransigente como fascista? El neoliberalismo tienen mucho que ver con todo esto y sus políticas están en el origen de la crisis de ética y de valores, que hace posible que en lugar de responsabilizar de la situación a sus verdaderos responsables, se trasladen las culpas a quienes son víctimas de la pobreza en sus países de origen, la falta de oportunidades en sus lugares de acogida, los trabajos cada vez menos remunerados y el odio feroz ante su cultura y su religión. Los inmigrantes (ya sean musulmanes, bolivianos, peruanos, sudacas, etc.) se convierten en los chivos expiatorios de la crisis. Un discurso incomprensible a la luz de la razón, pero real.
Esa marcha de fuego de Varsovia ha sido la última manifestación fascista en Europa, pero los antecedentes son numerosos, y se extienden por todos los países europeos. La política exterior de las principales potencias occidentales, que apoyaron el fanatismo religioso (como en Oriente Medio) y cualquier manifestación conservadora o nacionalista, con el objetivo de luchar contra el comunismo, está en el origen de muchos de los problemas de hoy. Margaret Tatcher, ayudando en 1988 al sindicato anticomunista polaco Solidarność, como hicieron también Reagan y el Vaticano, y como continuaron haciendo después los dos Bush, Clinton, e incluso Obama, con otras organizaciones reaccionarias, alimentaron el resurgimiento de la extrema derecha y del fascismo: a veces, con cálculo político; en otras ocasiones, con una delirante irresponsabilidad, como se vio, en 2014, con el golpe de Estado en Ucrania, que ha llevado a un país europeo a contar con ministros fascistas. Kaczyński formó parte de ese sindicato derechista, Solidarność , apoyado por Estados Unidos, y no es casual que hoy las organizaciones de jóvenes de su partido, el PiS, difundan ideas ultranacionalistas y de extrema derecha. También Janusz Ryszard Korwin-Mikke formó parte de Solidarność , ese eurodiputado que considera inferiores a las mujeres y que es tan comprensivo con Hitler. Los ejemplos son numerosos.Higinio Polo
El impacto emocional de los atentados terroristas que se han sucedido en los últimos años en París, Toulouse, Niza, Madrid, Barcelona, Londres, Manchester, Berlín, Estocolmo, Oslo o Bruselas, que el nuevo fascismo vincula, en una interesada y absurda mezcolanza, a los musulmanes, los refugiados o la inmigración, obviando la complicidad europea en las guerras imperiales norteamericanas, en el incendio de Oriente Medio y del norte de África, y sus consecuencias.
¿Y por casa cómo andamos?
Estados Unidos culpa a latinos, negros y musulmanes de su crisis, y los yankys eligen a Trump, que culpa a su vez a Obama. En Argentina se culpa a paraguayos, bolivianos y peruanos y se vota al Sr. Tijeras Macri, que a su vez culpa de la pesada herencia a CFK. Las similitudes de lo que sucede en todo el mundo llama mucho la atención. Los ingleses optan por echarle la culpa a la Unión Europea de su crisis en lugar de asumir las consecuencias del thatcherismo. En todas partes ganan los candidatos que le echan la culpa al otro: gana el candidato de los cobardes en la era de los cobardes, ya que básicamente el individualismo imperante genera seres cobardes, infelices que viven, eligen, votan y actúan cobardemente. Los nuevos líderes son los que plantean la cobardía como valor moral y ético para justificar el ataque al que (dice mentirosamente) intenta quedarse con el fruto del trabajo individual, incluso fomentando la violencia. Es el gérmen autoritario que ha prendido en los cuatro puntos cardinales y está hechando raíces.
Una particularidad común en varios movimientos, pero más radical en la Argentina, es la relación entre lo secular y lo sagrado. Fascismo y divinidad. En Italia, este papel mítico de la figura del líder adquirió formas sacras: Mussolini era un dios. En la Argentina, hubo una vuelta de tuerca más: no sólo se construyó la figura sacralizada de un líder -como, por ejemplo, ocurrió con José Félix Uriburu-, sino que los fascistas argentinos concluyeron que hay un solo dios: Jesucristo. Algo muy distinto a Italia. A Mussolini le molestaría porque, para él, si había un dios, era el Duce. Para los argentinos, en cambio, la relación con la divinidad era mucho más íntima. Pensaban que su fascismo era mejor que el italiano o el alemán porque era el brazo político de Dios. Y, si bien en Rumania o España, hubo casos similares, lo que dio una particularidad a la Argentina fue que, en los años ’30 y ’40, esa idea era compartida por sectores importantes del catolicismo.Federico Finchelstein - Historiador, académico argentino de la New School de Nueva York
En Argentina, la concepción social del gobierno amarillo es básicamente represiva y violenta, como lo señalan sus antecedentes desde antes de alcanzar el gobierno nacional, entre otros los muertos y heridos del Parque Indoamericano (2010); y los pacientes, profesionales y trabajadores reprimidos del Hospital Borda (2013). Le siguieron los presos políticos, el fin del estado de derecho y el recrudecimiento de las muertes por gatillo fácil. Pero las represiones más brutales, si caben comparaciones, han sido las de diciembre de 2017. ¿Cómo explicar esa voluntad represiva en un gobierno democrático, sin caer en una asociación simple con la dictadura militar? El Señor Tijeras Macri intenta forjar un régimen autoritario siguiendo el modelo de Santos o Peña Nieto.
El respaldo del gobierno al policía bonaerense Luis Chocobar, que fusiló por la espalda a un adolescente desarmado en fuga luego de un robo, entra en la misma categoría que el apoyo oficial a gendarmes y prefectos cuyo obrar ilegal produjo las muertes de Santiago Maldonado en Chubut y Rafael Nahuel en Río Negro.
El panorama de las libertades en la Argentina de Corporación Cambiemos es un panorama sombrío. Cuando mediante procedimientos mafiosos el gobierno intenta silenciar las voces de la oposición, la libertad de prensa peligra y luego peligran las libertades individuales. Sin duda la Argentina va en camino de ser un régimen autoritario, con una sociedad disciplinada, reprimida y con miedo, potenciando el papel de las fuerzas armadas y policiales. Alimentar el odio de los sectores más recalcitrantemente gorilas de la sociedad argentina haciéndo de ello una política de Estado, mientras se despliega sin vacilaciones un poder omnímodo para amedrentar a los opositores, y desarticular a cualquier oposición que aparezca es, como mínimo, una tendencia a destruir la libertad de expresión de un modo autoritaria.
El ex Supremo y actual juez de la CIDH Eugenio Zaffaroni surge en la escena como si fuera un golpista confeso cuando expresó su deseo de que este gobierno termine cuanto antes "porque nos está llevando a una catástrofe social", acusándolo de "apología del crimen". ¿Dónde quedó aquello de "no perseguir al que piensa distinto"? Que Zaffaroni haya omitido su opinión no es la reivindicación de ningún delito. Y la sugerencia de un juicio político tampoco vulnera la Constitución. Nadie imputó al Sr. Tijeras Macri como golpista cuando dijo en agosto de 2010 que "habría que tirar a Kirchner por la ventana porque no lo aguantamos más". Ni tampoco se lo acusó de nada al aplaudir la destitución de Dilma Roussef en Brasil por delitos no demostrados. Y nadie se asombra de que confabule con el Imperio para provocar la caída de Nicolás Maduro en Venezuela.
¿Y dónde lleva el proceso del autoritarismo sin freno? Simple, a más y más violencia destructiva mientras no se ataca el verdadero problema: la concentración brutal de riquezas. Y quien no crea que un brote de esas características pudiera ocurrir, puede leer en la historia reciente, por ejemplo con la trayectoria del violento golpista carapintada Aldo Rico, apologista del genocidio en Argentina y fundador del Modin, partido ultraderechista que tuvo muy buenas performances electorales. Aldo Rico ganó las elecciones como intendente de la ciudad de San Miguel (Gran Buenos Aires) y luego, como ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires, fue obligado a renunciar por hechos de corrupción. Si no hubiese sido tan torpe seguramente su carrera política podría haber formado un bloque ultranacionalista de mucha consideración. ¿Alguien cree que esta tendencia puede solamente haber quedado en esa anécdota?...
Y ya que traemos a colación al señor Rico, recordemos que el 9 de julio de 2016, el Gobierno del Sr. Tijeras Macri invitó a Aldo Rico a participar en un desfile militar en que se reivindicó a varios militares condenados por delitos de lesa humanidad y tráfico de bebés, cómplices de la dictadura cívico-militar argentina.
Si nos ceñimos a la que es para mí una de las mejores definiciones de los regímenes autoritarios, la que nos ofrece Juan José Linz, diciendo que éstos se caracterizan por un pluralismo político limitado y además no responsable, falto de una ideología elaborada, carente de una movilización política intensa, y en el que el líder o un grupo reducido de oligarcas ejercen el poder dentro de unos límites formalmente mal definidos, pero relativamente predecibles. Definición perfecta para el gobierno amarillo. De que este autoritarismo corporativo marque el camino de un posible nuevo partido con tendencias totalitarias y fascistas hay solo un paso: una ideología nacionalista, antiliberalista, antiparlamentarista, y anticomunista vendría a ser una profundización de los valores que impulsan los amarillos. ¿Todo esto te suena muy alocado? Ojalá! Pero recordemos que el movimiento fascista en toda América Latina tiene su historia y se sitúa como un fenómeno derechista y mucho más conservador que el fascismo europeo, con desarrollo autóctono y donde las comparaciones con otras regiones del mundo sitúan la experiencia fascista latinoamericana dentro de un contexto mucho más amplio, impulsados en muchos países (Chile, Argentina, Brasil, etc.) en su momento como ecos del movimiento político fascista europeo. Hoy, cuando nuevamente en Europa resurge el autoritarismo extremo ¿porqué no pensar en que su eco llegará nuevamente a estas tierras?. han ayudado a derrocar el gobierno de Dilma Rousseff, donde la corrupta derecha brasileña logró ponerse a la cabeza del Gobierno sin necesitar elecciones gracias a los mismos políticos y partidos que impusieron las medidas neoliberales en Brasil, son los mismos racistas que discriminan y se han opuesto a los cupos a afrodescendientes en las Universidades, son los mismos que se han opuesto al matrimonio homosexual o a los derechos de las personas, son los mismos que hablan de más empleo cuando militan para precarizar cada vez más a los trabajadores y brindar más ganancias para las empresas.
Ya en Brasil estos brotes fascistas
Podemos nombrar hechos en la misma dirección en toda América Latina: desde el indulto y derecho de gracia al ex dictador Alberto Fujimori en Perú, un notorio recrudecimiento del fascismo en Colombia, lo mismo sucede en Chile, Brasil, México y allí por donde queramos mirar.
Estas derechas, que cada vez más van de la mano con movimientos evangélicos (muy cercanos al conservadurismo) que arrastran a gentes que no tienen nada que ver con la elite económica pero que los termina apoyando, impulsan un proyecto totalitario que pone a la democracia en jaque y perfilando una tendencia preocupante.
Del neoliberalismo al fascismo
"La sociedad de consumo es una forma suave de Estado policial. Creemos tener la capacidad de elegir, pero todo es obligatorio. Tenemos que seguir comprando o fracasamos como ciudadanos. El consumismo crea enormes necesidades inconscientes que sólo el fascismo puede satisfacer.” De las distopías de J. G. Ballard se ha dicho que son proféticas. Adjetivo sobrero, pues se tratan, en parte, de ensayos en forma de relato de ficción, ¿y acaso no busca toda distopía ser una radiografía de nuestro presente? Ballard escribió "Kingdom Come" en el año 2006. En la novela, una suerte de movimiento neofascista se incuba en Londres.
Hoy en día, las transformaciones que están ocurriendo toman direcciones inesperadas produciendo desorientación general respecto al futuro y a lo que se debe hacer en el presente. El 1% posee más riqueza que el 99% restante de las personas del planeta. La solución fascista solamente es un falsa salida facilista de la antigua lucha de pobres contra pobres.
Pero el individualismo lleva necesariamente a la lucha por la supremacía del más fuerte y a la búsqueda del éxito a cualquier precio. Tal postura comenzó con unos pocos que respetaron ciertas reglas de juego entre sí frente a la obediencia de los muchos. De todas maneras esta etapa se agotará en un "todos contra todos" porque tarde o temprano se desbalanceará el poder a favor del más fuerte y el resto, apoyándose entre sí o en otras facciones, terminará por desarticular tan frágil sistema.Silo - Segunda Carta a mis Amigos
Pero... ¿Cómo llegamos a aceptar a la violencia y la negación del otro como única salida posible?
Para ello, debemos tener en cuenta las consecuencias de la política neoliberal que estamos viviendo, entre otras:
- La creciente desigualdad social.
- La pérdida de seguridad y garantía social.
- Las justificadas angustias de la gente ante la pérdida de su calidad de vida.
- El creciente embrutecimiento social que proviene de una polarización social cada vez más extendida.
- La creciente competencia y competitividad entre las personas (por ejemplo en el mercado de trabajo) que genera odio, exitismo y marginaciones.
- La aceptación del ideario neoliberal en todos los partidos políticos.
- El miedo al futuro.
- La arrogancia de la clase dominante frente a las necesidades sociales y los deseos de las personas.
Observamos, en todo el mundo, un tipo de crítica al sistema democrático que ve el mal no únicamente a "los políticos" sino a "la política tradicional" como tal. Es desde allí que hayan surgido en varias partes del mundo, empresarios convertidos en presidentes, tal el caso de Trump en EEUU, Sr Tijeras Macri en Argentina, Macron en Francia, Berlusconi en Italia (que está nuevamente muy bien posicionado) y un sinfín de ejemplos.
La crisis global nos afecta y arrastra, perdemos referencias estables y nos resulta cada vez más difícil planificar nuestro futuro. Lo más grave es que no podemos llevar adelante una acción de cambio coherente porque las antiguas formas de lucha que conocíamos han fracasado y porque la desintegración del tejido social impide la movilización de conjuntos humanos importantes. Desde luego, nos ocurre lo que a todas las personas que sufren las dificultades actuales e intuyen el empeoramiento de las condiciones. Nadie puede ni quiere moverse en acciones destinadas al fracaso y, al mismo tiempo, nadie puede continuar así. Y lo peor es que con nuestra inacción estamos dejando el paso libre a mayores desigualdades e injusticias. Formas de discriminación y atropello, que creíamos superadas, renacen con fuerza. Si es tal la desorientación y la crisis, ¿por qué no podrían servir de referencia social nuevas monstruosidades cuyos representantes digan con claridad, y luego exijan, qué debemos hacer todos y cada uno de nosotros? Esos primitivismos son hoy más posibles que nunca porque su discurso elemental se propaga con facilidad y llega aún a quienes se encuentran en situación-límite.Silo - Quinta Carta a mis Amigos
Con mayor o menor información mucha gente sabe que la situación es crítica en términos aproximados a los que hemos venido utilizando. Sin embargo la opción que se está siguiendo cada vez con más vigor es la de ocuparse de la propia vida, haciendo caso omiso de las dificultades de otros y de lo que ocurre en el contexto social. En muchos casos celebramos las objeciones que se hacen al Sistema, pero estamos muy lejos de intentar un cambio de condiciones. Sabemos que la Democracia actual es simplemente formal y que responde a los dictámenes de los grupos económicos, sin embargo lavamos nuestra conciencia en ridículas votaciones a los partidos mayoritarios porque sufrimos el chantaje de apoyar a ese sistema o posibilitar el surgimiento de las dictaduras. Ni pensamos que el hecho de votar y reclamar el voto a favor de los pequeños partidos puede constituirse en un fenómeno de interés a futuro, del mismo modo que el apoyo a la formación de organizaciones laborales fuera del marco establecido puede convertirse en importante factor de aglutinación. Rechazamos el trabajo arraigado en barrios, en poblaciones, en sectores ciudadanos y en nuestro medio inmediato porque lo vemos demasiado limitado, pero sabemos que es allí donde comenzará la recomposición del tejido social a la hora de la crisis de las estructuras centralizadas. Preferimos atender al juego de superficie, de cúpulas, de notables y de formadores de opinión en lugar de tener el oído presto para escuchar el subterráneo reclamo del pueblo. Protestamos por la acción masiva de los medios de difusión controlados por los grupos económicos en lugar de lanzarnos a influir en los pequeños medios y en todo resquicio de comunicación social. Y si seguimos militando en alguna organización política progresista nos movemos a la pesca de algún incoherente con “prensa”, de alguna personalidad que represente a nuestra corriente porque es más o menos potable para los medios informativos del Sistema. En el fondo nos sucede todo eso, porque creemos que estamos vencidos y no nos queda otro recurso que amasar en silencio nuestra amargura. Y a esa derrota la llamamos “dedicarnos a nuestra propia vida”. Entre tanto, “nuestra propia vida” acumula contradicciones y vamos perdiendo el sentido y la capacidad de elección de las condiciones en que queremos vivir.
Este rechazo general de toda la política y los personajes políticos no genera la iniciativa de sectores de la sociedad dispuestos a insertarse en los organismos políticos para cambiarlos desde adentro, desde la militancia pero con idearios de solidaridad, un verdadero patriotismo (en el sentido de poner al pueblo como lo más importante) y no corrupción. Al contrario, se tiende a apoyar a los grandes grupos empresariales nacionales y multinacionales, y sus directivos, plagados de antihumanismo, corrupción y avaricia, y responsables de la mayor parte de los problemas que estamos viviendo. Vendría a ser, por ejemplo, que para evitar envenenarnos con el glifosato con que rocían nuestra comida, nos tomamos una pastilla de cianuro.
Mientras crece el poder regional y mundial de las compañías multinacionales, mientras se concentra el capital financiero internacional, los sistemas políticos pierden autonomía y la legislación se adecua a los dictámenes de los nuevos poderes. Numerosas instituciones pueden hoy ser suplidas directa o indirectamente por los departamentos o las fundaciones de la Compañía que está en condiciones en algunos puntos de asistir al nacimiento, capacitación, ubicación laboral, matrimonio, esparcimiento, información, seguridad social, jubilación y muerte de sus empleados y sus hijos. El ciudadano ya puede, en ciertos lugares, sortear aquellos viejos trámites burocráticos tendiendo a manejarse con una tarjeta de crédito y, poco a poco, con una moneda electrónica en la que constarán no solamente sus gastos y depósitos sino todo tipo de antecedentes significativos y situación actual debidamente computada. Desde luego que todo esto ya libera a unos pocos de enlentecimientos y preocupaciones secundarias pero estas ventajas personales servirán también a un sistema de control embozado. Al lado del crecimiento tecnológico y la aceleración del ritmo de vida la participación política disminuye, el poder de decisión se hace remoto y cada vez más intermediado. La familia se reduce y estalla en parejas cada vez más móviles y cambiantes, la comunicación interpersonal se bloquea, la amistad desaparece y la competencia envenena todas las relaciones humanas al punto que desconfiando todos de todos, la sensación de inseguridad ya no se basa en el hecho objetivo del aumento de la criminalidad sino sobre todo en un estado de ánimo. Debe agregarse que la solidaridad social, grupal e interpersonal desaparece velozmente, que la drogadicción y el alcoholismo hacen estragos, que el suicidio y la enfermedad mental tienden a incrementarse peligrosamente.Silo - Segunda Carta a mis Amigos
"Cuando compramos algo, inconscientemente creemos que se nos ha entregado un regalo", dice uno de los personajes de "Kingdom Come" sobre la sociedad de consumo. "¿Y la política exige un flujo constante de regalos? ¿Un nuevo hospital, una nueva escuela, una nueva carretera…?", le pregunta el protagonista. "Exacto. Y todos sabemos lo que les ocurre a los niños que nunca reciben regalos. Y todos somos niños hoy", responde. El consumismo, que en la novela se caracteriza como una "ideología de la redención", se vio afectado por la crisis de 2008 que hizo evaporarse el crédito y los ahorros de miles de personas, entre ellos los dos segmentos de población arriba descritos. Aquí entran en escena los ejércitos de neonazis y similares. Como escribe Ballard, este tipo de movimientos han reorganizado las vidas de sus seguidores, permitiéndoles marchar "orgullosamente y al unísono, con el entusiasmo militar de un pueblo que va a la guerra, mientras permanecen fieles al sueño pacífico de sus patios y barbacoas".
Debemos entender que los pueblos no sólo han sido en buena medida abandonados por los partidos políticos tradicionales de toda bandera, dejándole todo el espacio político a la nueva derecha, sino también por los profesionales liberales y los académicos, entre quienes se encuentran los más destacados "empresarios de la etnicidad y la memoria". Para los pueblos no hay representación política, tampoco representación mediática, y ahora, con la crisis, ni siquiera les es disponible el ejercicio de autoafirmación a través del consumo. Aquí es cuando llaman a la puerta los "empresarios de la política" de la nueva derecha, secundados por la orda de xenófogos. Es todo un mercado por explotar, como han sabido ver bien los empresarios-políticos de marketing de la nueva derecha. Ese mercado empieza en la periferia de la sociedad de consumo y del espectáculo, en los supermercados low cost, que proporcionan, a precios asequibles y por momentos, la ilusión de poder acceder al mundo como mera acumulación de mercancías. "Están al limite, esperando que aparezca algo grande y extraño", escribe Ballard. Ese "algo grande y extraño" ¿no está surgiendo ya en Europa y EEUU? Y quizás, sin saberlo, también muy cerca de tu casa.
La solución que ofrece el fascismo es la salida fácil en la que muchos entran, ya traen incorporado el odio hacia el otro, la competencia y desconocen cualquier cosa parecida a la solidaridad. Simplemente, las poblaciones están educadas para el odio, la xenofobia y el autoritarismo es solamente una consecuencia.
Conclusión
Como tratamos de describir, el "sistema" crea el problema, y él mismo ofrece la solución: fácil, rápida, virulenta: es el capitalismo transformándose en fascismo... ¿Qué es el fascismo? La definición política más común es la unión de las corporaciones y el Estado.
Crear problemas y después ofrecer soluciones: "problema-reacción-solución". Se crea un problema, una situación prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.Sylvain Timsit - Las 10 Estrategias de Manipulación de Masas
El cambio acelerado que se está presentando en el mundo lleva a una crisis global del sistema y a un consecuente reordenamiento de factores. Todo ello será la condición necesaria para lograr una estabilidad aceptable y un desarrollo armónico del planeta. Por consiguiente, a pesar de las tragedias que pueden avisorarse en la descomposición de este sistema global actual la especie humana prevalecerá sobre todo interés particular. En la comprensión de la dirección de la historia que comenzó en nuestros antepasados homínidas radica nuestra fe en el futuro. Esta especie que ha trabajado y luchado durante millones de años para vencer el dolor y el sufrimiento no sucumbirá en el absurdo. Por ello es necesario comprender procesos más amplios que simples coyunturas y apoyar todo lo que marche en dirección evolutiva aún cuando no se vean sus resultados inmediatos. El descorazonamiento de los seres humanos valerosos y solidarios retrasa el paso de la historia. Pero es difícil comprender ese sentido si la vida personal no se organiza y orienta también en dirección positiva. Aquí no están en juego factores mecánicos o determinismos históricos, está en juego la intención humana que tiende a abrirse paso ante todas las dificultades.Silo - Segunda Carta a mis Amigos
Somos testigos de la creación de un nuevo discurso, está en nosotros seguir sus gritos huecos y llenos de odio, y eso decidirá el futuro. Detener al nuevo fascismo es imprescindible, así como también descreer de las reglas de juego del sistema capitalista, que lleva al planeta a la destrucción, y que mantiene hipnotizados a los pacientes espectadores de la modernidad, paralizados esperando la hecatombe. Aunque vivamos en una pesadilla, se está produciendo un cambio, que estamos en un época para reinventar alternativas, experimentar con políticas y movimientos sociales.
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