Desde méxico el Rafa Nori nos recuerda otra banda de aquel país y nos sirve para recrear una notable nota de nuestro amigo Callenep, mientras nos dice: "Real de catorce banda mexicana, toda una institución del blues-rock por estos rumbos que está por cumplir 40 años de trayectoria, este es su primer disco publicado". Otra de las leyendas de la ola de rock mexicano que rompía a mediados de los años 80 es Real de Catorce, una banda que corre dentro de esa movida aunque su género no es el rock sino una forma mestiza, eléctrica y poética de blues a la mexicana. Como sabemos, casi todas las formas de rock llevan en su ADN genes de blues que se notan en mayor o menor medida, pero en el caso de Real de Catorce se trata de un blues eléctrico auténtico, levemente fusionado con otros géneros, influenciado por una forma de melancolía que tiene tanto de rivera del Mississippi como de llanura de fuego del campo mexicano: es claro que en los más bellos momentos de la música tradicional mexicana hay una profunda languidez, una especie de nostalgia que se adapta como anillo al dedo cuando entra en contacto con el lenguaje de los esclavos del algodón estadounidense en las manos de esta genial banda.
Artista: Real de Catorce
Álbum: Real de Catorce
Año: 1987
Género: Blues eléctrico / Blues Rock
Duración: 35:15
Nacionalidad: México
Año: 1987
Género: Blues eléctrico / Blues Rock
Duración: 35:15
Nacionalidad: México
Me voy a detener
un ratito en el origen del nombre de la banda, porque su historia y
su significado son parte de su misticismo. Real de Catorce es un
pueblo, una pequeña ciudad del desierto del norte de México.
Durante las épocas colonial y republicana (desde la década de 1770
y hasta principios del siglo XX) fue un importante centro minero, en
el estado de San Luis Potosí, y no lleva el nombre del cerro de
plata de Bolivia por casualidad sino porque también producía
grandes cantidades del blanco metal que enriqueció a Europa.
Enclavado en una encrucijada de empinadas quebradas en la sierra del
Catorce, es Real porque lo eran todas las minas en tiempos
coloniales: pertenecían al rey. Lo que no se sabe a ciencia cierta
es por qué “de Catorce”; corren leyendas que explican el número.
Una dice que la pequeña e inhóspita serranía rodeada de desiertos
era guarida de una banda de asaltantes de caminos que en total
sumaban catorce bandidos. Otra, que era refugio de indios bárbaros,
insumisos e inconquistables, y que en cierta ocasión un regimiento
colonial subió a apaciguarlos y fue derrotado; la siguiente
expedición habría encontrado ahí, en una de las cañadas, catorce
cadáveres a los que los guerreros chichimecas les habrían arrancado
las cabelleras. Otra, que un grupo de catorce caminantes se
detuvieron en un lugar a pasar la noche y prendieron un fuego en
cuyos rescoldos encontrarían, al día siguiente, una límpida hoja
de plata, descubriendo así la primera veta.
Real de Catorce |
Pero al Real se le
acabó la veta un día y se convirtió, casi, en un pueblo fantasma.
Casi, porque para entonces la fama de milagrero del San Francisco de
Asís que habita la hermosa iglesia neoclásica de la Purísima
Concepción, siguió, y sigue hasta hoy, atrayendo devotos peregrinos
cada octubre en busca de su milagro. Esta capacidad espiritual, sin
embargo, tal vez no se le debe a la imagen de San Francisco por sí
sola, sino que en ella parece sincretizarse un culto más largo.
Efectivamente, la sierra de Catorce y los desiertos que la circundan,
son desde tiempos muy anteriores a la Conquista, lugares de
peregrinación de distintas etnias, entre las que sobreviven hasta
hoy los wixarika, conocidos como huicholes por la gente mestiza. Este
grupo étnico resistente, nunca sometido y solo parcialmente
convertido al cristianismo, más cercano a los nativos
norteamericanos que a las civilizaciones mesoamericanas, habita las
escarpadas montañas de la Sierra Madre Occidental, hacia la
vertiente del Pacífico, en los estados de Jalisco y Nayarit, pero
anualmente sus chamanes, los marakames, y miembros elegidos de sus
comunidades realizan una expedición sagrada, de más de 400
kilómetros, hasta el cerro Quemado, el más alto de la sierra de
Catorce, en cuyas faldas se levanta el pueblo fantasma, hoy
convertido en potente atractivo turístico. Para los wixarica, la
región de Catorce lleva el nombre de Wirikuta y representa el lugar
a donde el dios venado los llevó y les entregó sus huellas: el
hikuri o peyote, un cacto que crece apenas al ras de la tierra y que
contiene el alcaloide mezcalina, poderoso psicodélico cuyos efectos
juegan un papel central en su cultura y que puede verse manifestado
en el alucinante colorido de su arte visual.
El uso del peyote
más allá de la tradición wixarika comenzó a extenderse a partir
de la publicación de Las enseñanzas de Don Juan
de Carlos Castaneda, un antropólogo de origen peruano nacionalizado
estadounidense. Sin ser un texto antropológico propiamente dicho,
lleno de fantasía y más cercano a la “Nueva Era”, Las
enseñanzas de Don Juan y una
abundante secuela de publicaciones, crearon culto entre los hippies,
tanto gringos como mexicanos, y provocaron que la juventud de ese
tiempo también emprendiera sus propias peregrinaciones a Wirikuta.
Todo
ello convierte a la sierra de Catorce y al Real en una especie de
centro espiritual donde confluyen al menos tres formas de
religiosidad: la tradición indígena ancestral, la fe cristiana
mestiza y los vapores del New Age de
juventudes urbanas y mochileros globales.
Pues
bien, toda esta historia
parece estar concentrada en la decisión de estos músicos de
darle a su banda de blues el nombre de ese lugar tan especial, así
como de la costumbre de José Cruz de presentarse en sus conciertos con el rostro pintado a la
manera de los marakames wixarikas.
Este
disco, homónimo, lanzado al espacio
sonoro en 1987, dos años
después de fundada la banda, es el primero de su discografía que ya
alcanza 12 producciones, dos
de ellas en vivo, más un DVD, en una trayectoria de 30 años. Aunque
la banda se ha desarrollado en el tiempo y ha tenido cambios de
integrantes alrededor de su
fundador, quizá sea este disco uno de los mejores de su producción.
Se trata de un aterrizaje limpio en uno de los géneros más próximos
al corazón, desde una mirada muy mexicana. La poética de Cruz,
autor de todas las letras y gran parte de las músicas, es
interesante, cuenta con cierto nivel de misticismo, muy a tono con lo
que evoca el nombre de la banda y está siempre cercana a la vida de
los bajos fondos, al recuento de las actividades de los habitantes de
la noche, a la tristeza, la melancolía, la deseperanza,
el abandono y la soledad, vistos desde una perspectiva sensible y a
veces surrealista (otras veces crudamente realista, como
en “Mujer sucia”). El
primer tema del disco, “Azul” sigue siendo uno de los clásicos
en la historia del rock mexicano, de ejecución obligada en cada
recital de Real de Catorce.
“Paria's Blues” es otro ejemplo de extraordinario blues mestizo,
y en “Flores en la ventana” podemos escuchar una intervención
sorprendente de la flauta traversa en el marco del blues, acompañando
la declamación de versos románticos de José Cruz.
Como
definiéndose, el disco incluye un texto poético:
“Nos gusta beber y torear autos
llenar de blueses la noche. Amar a mujeres desconocidas reírnos de
la vida con una luz de bengala en cada mano. Atrapar las palomas de
la muerte y clavetearlas en el manto rojo del crepúsculo. Solemos
besar a nuestras novias antiguas y después compartirlas con calor.
Tememos que este asunto termine de pronto y nos pesque desnudos una
tarde sin Dios. Nos gusta chuparnos el pulgar mojado de ginebra,
cotorrearnos y mentarnos la madre muy en serio. Somos hijos
descarriados. Somos hijos buenos y tristes. Moldeados de una resaca
de sesentayochos, Beatles y terremotos sin posibilidad de lazar
estrellas o dejarnos mojar por chisguetes de luz invernal. Nos gusta
torear autos, llenar de blueses la noche.”
En
2006 Real de Catorce sufrió un duro impasse que casi logró poner
punto final a su historia, de no ser por el tesón casi heroico de su
fundador. Sufriendo de esclerosis múltiple, enfermedad que ha
afectado severamente su capacidad de movimiento y acción, ese año,
después de un colapso en su salud, la banda entró en una pausa que
comenzó a prolongarse. Mostrando una inusitada incomprensión, su
personal de apoyo administrativo y
luego también sus compañeros músicos culparon
al músico por la inactividad y fincaron
una demanda contra él en la
que exigían el pago de “salarios caídos”, ¡como si él fuera
el patrón de una empresa! La
banda se dividió en los que lo apoyaron y los que lo atacaron. Pero
José se defendió, contrademandó por discriminación y ganó el
pleito conservando el nombre de la banda, la cual refundó y siguió
adelante, ya sin tocar la guitarra por
los estragos de su enfermedad,
pero manteniéndose como uno de los mejores ejecutantes de armónica
en México, como cantante con ese estilo nasal que le es
característico y como compositor. Hoy Real de Catorce de José Cruz
sigue ahí y su música ha sido reconocida como patrimonio musical
por la Fonoteca Nacional.
Dada
la fama y la importancia de esta banda en México, hay muchos
textos escritos sobre ellos.
Aquí van algunos de esos
textos, comenzando por un
testimonio del propio José Cruz que
aparece en el sitio www.culturablues.com:
En 1987 Real sacó a la venta su
primer disco homónimo: Real de Catorce.
Producto de la venta del cassette que vendíamos en los conciertos,
decidí con Carlos Nunez, tecladista y amigo, grabar en el estudio de
Los Joao, otras 4 canciones: “Azul”, “El lobo”,
“Me miraba a los ojos” y el
“Paria's Blues”,
que completarían el primer LP. La portada del soldador con casco de
minero es de David Maawad, fotógrafo del archivo Casasola, y en el
interior, las viñetas del cerro del quemado, rodeado por un burro
con un amplificador de guitarra a cuestas, dibujadas por Manuel
Ahumada.
El esfuerzo de la primera
representante, Julia Camargo, quien metió a Real a un pequeño
estudio a grabar las cuatro primeras canciones: “Soledad y sol”,
“Mujer sucia”, “El halcón” y “Flores en la ventana”,
resultó un éxito de ventas.
En el '86, a fin de año,
viajaríamos a la extinta Union Soviética donde tendríamos una gran
y prometedora respuesta del público. En el '87, recién llegados del
trascendental viaje, presentamos nuestro primer disco en el Teatro de
la Ciudadela, con un lleno total y muchas expectativas del público;
recuerdo que salí al escenario con un gorro de nutria y canté en
ruso: Ojos negros. Esa noche, Real de Catorce iniciaría su
encumbramiento como grupo de rock y blues en español.
Blues y luz. José Cruz.
Los dibujos de Ahumada a los
que se refiere el texto anterior:
En el mismo sitio, un comentario del disco:
“Azul”, simplemente exquisita, la canción que inicia la reseña
de la discografía completa de José Cruz y Real de Catorce. Un blues
que desde el principio definió a la banda en el género musical, y
por supuesto en el estilo y rumbo de las letras de sus canciones
originales y en español. En esas épocas de su realización y del
surgimiento de la banda, apenas por algún lugar en el mundo, se
fraguaba la etiqueta de rock alternativo, seguramente si hubiese
estado ya más consolidado el subgénero, Real de Catorce hubiera
entrado en él. Pero bueno, estamos ante una canción que ha
trascendido en el tiempo y que en su ejecución en vivo Real, la fue
haciendo cada más espectacular, aún hoy en día, es grato escuchar
las versiones que hacen de ella, la propia banda; así como también,
los diversos grupos de rock y blues en el país.
“Me miraba a los ojos”, una canción conformada por tres partes,
una primera que suena a balada-rock y por momentos a un bolero, la
segunda despunta en un rock-pop ochentero, y para terminar en una
rock latino que contiene un solo de armónica interesante. Los
arreglos para unir las partes, es lo que hacía e hizo a la banda
diferente a otras propuestas.
“Flores en la ventana”, más o menos a la parte de estilo
rock-pop, del tema anterior, se presenta esta canción que tiene como
sección interesante y diferente el arreglo de flauta, sobre unos
fondos de cuerdas con los teclados.
“Soledad y sol”, una de las primeras piezas de José, en donde
inicia con poesía en la letra, y un acompañamiento musical que pasa
a segundo plano, para la segunda parte, se dirige a un ritmo reggae,
para culminar de nuevo con el rock-pop que caracterizó a este álbum,
se destaca un corto pero vigoroso solo de guitarra para el final.
“El halcón”, un tema en dos o tres partes, primero suena un
rocanrolito con algo de blues, para pasar al pop con los teclados
sintetizados y terminar con otro estilo de rocanrolito sesentero,
todo eso en menos de tres minutos, interesantes fusiones.
“Paria's Blues”, un blues lento, que si bien no tuvo la suerte
del gran “Azul”, no debió haber quedado tan olvidado, gran rola,
estupenda parte en el sólo de armónica. El piano en segundo plano,
pero como en casi todo el disco, le dio un toque muy compacto al
sonido de Real en estas sus primeras grabaciones.
“Mujer sucia”, con un ritmo machacante en la primera parte, que
hace recordar al Peter Gun del compositor estadunidense de jazz y
ritmos latinos: Henri Mancini. Para desembocar al pop-rock y
constantes cambios de ritmo, incluso con tintes de jazz con un sax
que se pasea en algunas partes de la canción.
“El lobo”, un pop-rock totalmente ochentero, con todos los
ingredientes, el ritmo, los rasgueos y sonidos de las guitarras, el
sintetizador, el órgano, en fin con muchos teclados, y que se
soporta en una buena letra con un final inesperado.
Mr. Wikipedia dice:
Real de Catorce se formó en 1985,
dando su primer concierto en Rockotitlán en la ciudad de México el
12 de diciembre. De inmediato comienza a sobresalir de entre el resto
de los grupos de la época al apostar por el blues, un género
musical que, si bien tiene una buena cantidad de seguidores en
México, no tenía ningún representante sobresaliente, lo que los
convirtió en el principal exponente del género en su país. Dentro
de las estructuras propias del blues han realizado fusión con
géneros como el rock, jazz y swing. Las composiciones líricas y
musicales de José Cruz siempre han tenido un soporte musical por
músicos virtuosos en sus respectivos instrumentos. A ello sumado el
talento poético de Cruz, ha convertido a Real de Catorce en un grupo
respetado y popular, considerados junto a La Barranca y Santa Sabina
como grupos de culto.
Se caracterizan, igualmente, por ser
ejemplo de la promoción y distribución cultural independiente de
las grandes discográficas. Además, su trabajo es reconocido por
público de todas las edades, quienes mantenían sus presentaciones
por todo el país con una asistencia nutrida.
Entre sus canciones más populares
están “Azul” (su primer éxito), “El ángel”, “Al rojo de
la tarde”, “Pago mi renta con un poco de blues”, “Blues del
atajo”, “Dorina y Abel”, “El Quinqué”, “Beso de
ginebra”, “Mujer liviana”, “La venenosa”, “El
anticuario”, “Agua con sal”, “No soy el hombre de tu vida”,
“El Gárgaras”, “Lila”, “Sola”, “Vacía” y “Dramas
para piano y violín”.
Su nombre es tomado del pueblo
minero de San Luis Potosí.
El 2 de noviembre de 2006 en pleno
concierto José Cruz, vocalista y compositor de Real de Catorce,
sufre de un paro respiratorio a causa de su severa crisis de
esclerosis múltiple que padece desde 2005. Durante su lenta
recuperación el grupo musical se dividió en dos bandos, fracturando
la banda. En 2007 algunos integrantes y colaboradores del grupo
demandan a José Cruz ante la Junta Local de Conciliación y
Arbitraje del DF por salarios caídos.
En last.fm:
Aún estaban frescos los estragos del terremoto que sacudió la
ciudad de México, en septiembre de 1985, cuando Real de Catorce dio
su primer concierto el 12 de diciembre del mismo año en Rockotitlán,
lugar de reciente creación que luego sería uno de los principales
foros para el rock mexicano.
Real de Catorce lo conformaron: José Cruz Camargo (composición,
voz, armónica, slide, guitarra eléctrica y acústica), Fernando
Ábrego (batería), Severo Viñas (bajo, hasta 1989), Rafael Herrera
(bajo de 1989 a 1991), Juan Cristóbal Pérez Grobet (bajo de 1992 a
1998), Jorge Velasco (A partir de 1999), José Iglesias (primera
guitarra y flautista, hasta 1998), Julio Zea (primera guitarra;
ingresó en 1999), Carlos Torres (violín, teclados, entró en el
2000).
En 1987 apareció su primer álbum, el autonombrado Real de
Catorce, un clásico ya en la cultura mexicana que disfruta de la
buena música. En este disco se encuentra el tema, más que un
clásico, una canción de culto: “Azul”.
Su propuesta de blues en español con ligeras incursiones de reggae,
rock duro y hasta rap y pop, muy pronto ganó el respeto de
escritores, prensa cultural e incluso de musicólogos, debido a su
calidad y carácter innovador tanto en la música como en las letras.
Esta confianza y credibilidad no la han inspirado otros conjuntos,
que por ganar un fugaz sitio en el mercado son menos cuidadosos con
lo que hacen. Real de Catorce, en cambio, optó por dejar que su
trabajo madurara. De ahí la vigencia y relevancia de su obra.
En el sitio www.yaconic.com, una reseña de un concierto de 2013:
A unos días de que se presente el libro, Voy a morir, biografía
de José Cruz, de Juan Pablo Proal, presentamos una reseña de
uno de los recientes conciertos del músico fundador de Real de
Catorce con su renovada alineación. Un sábado de pre-posadas,
cuando la calle se arropó de fiestas y paseos, la legendaria
agrupación de Blues se presentó en el Jardín Hidalgo de Coyoacán,
al sur de la ciudad de México.
Acordes que ni Jazz, ni Blues, sino un desquicio musical entre
saxofón, percusiones, guitarras —frenéticas de vez en cuando—,
piano, bajo y una joven voz femenina, me dieron la bienvenida con El
boxeador: “¿Podrías amar a un boxeador después de perder el
último combate?”. Es José Cruz y su nuevo Real de Catorce.
Más que la presentación en grupo, lo emotivo de la velada fue la
presencia de Cruz en un escenario. No es noticia nueva la esclerosis
múltiple que ha deteriorado su cuerpo y capacidades motrices. Por
ello, le es difícil tomar una guitarra para interpretar sus propias
canciones; sin embargo, la armónica parece una extensión de su
cuerpo.
Si bien en esta ocasión no se encontraba postrado en una silla de
ruedas, su mirada demostraba un cansancio opacado por su entrega al
público: miradas de complicidad ante ciertos versos porque, cabe
decirlo, Pepe Cruz es un poeta que ha editado un libro —De los
textos del alcohol— cuyas (pocas) regalías lo mantienen al igual
que sus discos.
“Quiero probar la fantasía que me ayude a vivir/ porque me muero
día a día/ y no me quiero morir”. Una relación de confidencia
entre el vocalista rupestre y los presentes: señores de melena cana
y abrigos oscuros; morros cuyos padres o hermanos mayores les
presentaron al rial y familias con niños preescolares que coreaban
en washawasheao algunas letras. Como si la Navidad se hubiera
presentado antes. “¡Eres grande José! ¡Eres un poeta!”.
“¡Llévate la historia!”. Alguien pide esa rola y José
contesta: “La historia se la llevó Calderón y antes de él Fox y
antes Zedillo y ahora se la lleva Peña”. Un concierto que se
prolongaría por alrededor de dos horas y media, debía tener por
momentos una actitud revoltosa-grillera que dejara entrever la
resistencia con la que José ha seguido su carrera a pesar de su
enfermedad.
Siempre independiente. “Real
de Catorce desde siempre fue independiente porque así lo decidí.
Sin productores que nos dijeran qué hacer… ¡Ese es el primer
disco que sacamos!”, señala José Cruz cuando unas manos entre los
asistentes sobresalen con un viejo y nostálgico vinil del 89: una
imagen de un soldado apuntando con su rifle a algún mortal, quizás
sólo porque sí. Tiene en la parte superior izquierda el nombre de
la agrupación.
El dueño es un hombre de melena cana y piel arrugada. Se acerca al
escenario, disco bajo el brazo, para saludar al vocalista en una
especie de comunión: apretón de manos, un agradecimiento por la
especie de tributo que culminó al elevar el acetato (publicado en
1987) como hostia en plena misa. Una escena poco común en un
concierto.
Real de Catorce mantuvo su carrera como agrupación independiente, y
aunque no tuvo problemas con disqueras, sufrió esa ruptura de muchas
bandas: una larga pugna para saber quiénes eran los dueños del
nombre y de las regalías que al final ganó José Cruz. Real, más
que un grupo grande podría decirse que es de culto si tomamos en
cuenta monstruos mediáticos del tipo Café Tacvba o Caifanes. El
ideal de fama y fortuna se encuentran lejos de la realidad de esta
banda y su fundador.
Entre vitoreos, José sonríe al tiempo que sus músicos interpretan
canciones como “La medicina”, “Llévate la historia”, “El
misterio de las cosas”, “La Buenos Aires”, “Contraley” y un
largo etcétera. “Esta se la dedico a la Betsy Pecanins, porque
ella empezó a hacer blues en español y nadie le dijo nada, pero
cuando yo lo hice me criticaron porque decían que eso no se podía
hacer. De todos modos, desde que escribimos la canción supimos que
iba a ser un éxito y lo fue”. “Azul” suena en sus primeros
acordes a través de los instrumentos de sus nuevos y jóvenes
músicos, la mayoría alumnos suyos, y entre los que se encuentra su
hija.
El rito de la luz y el Blues. Entre
las canciones, también se podían escuchar algunos poemas
relacionados con el grupo, el desierto y el fruto de conocimiento que
éste otorga, tan venerado como presente en la historia de la
agrupación: el hikuri (nombre que los huicholes dan al peyote).
En algún momento, casi al inicio del concierto, alguien me dijo:
“Tómale un chingo de fotos porque puede ser la última vez que lo
vemos arriba de un escenario”. Parecía que no era el único con
esa idea: cámaras amateurs o profesionales, celulares, tabletas,
ipods… todo tipo de aparatos con los cuales era posible robar un
instante de la vida de Cruz podían encontrarse allí. Incluso
algunos padres paraban a sus hijos frente al escenario para tomarles
una foto pa’l recuerdo.
Ojalá no haya sido una de las últimas presentaciones de José Cruz
acompañado de su nuevo Real. Lo que sí es que más que concierto,
resultó una especie de rito en el que no existía división entre
escenario y público: un diálogo musical del que todos disfrutamos.
Blues y luz, larga vida al Real.
Otro texto en www.rockmx.com.mx:
El blues como vida
En 1985, año de una gran desgracia civil en el Distrito Federal, y
no obstante, muestra inmediata de fraternidad de todos los
capitalinos, hacía su primera aparición Real de Catorce, en un 12
de diciembre (fecha harto mística para todos los mexicanos) en el
mítico Rockotitlán. Con un sonido muy peculiar, fruto de la unión
de los talentos amantes del blues de sus integrantes, pronto Real de
Catorce se hizo de un lugar muy importante en el público mexicano.
Sus fundadores son José Cruz, Fernando Ábrego, José Iglesias y
Severo Viñas, aunque por el grupo han pasado distintos talentos
musicales, e infinidad de invitados en cada material, añadiendo algo
de sí a la banda son los dos primeros quienes han permanecido en la
mayoría de los proyectos de Real.
Fue en noviembre de 1983 que Real de Catorce, durante el V Festival
de Blues del Auditorio Nacional, fueron apadrinados por Betsy
Pecannins y "Papa" John Creach. De ahí en adelante Real de
Catorce fue ganando espacios y público, inmortalizando rolas como
"Azul", "Me Miraba a los Ojos", entre otras más,
a cual más llena de dulce melancolía.
Real de Catorce es considerado un grupo de culto, y el exponente del
blues en México, por demás. En los –ahora– lejanos ochenta,
fueron los primeros en ser invitados a dar una presentación en la
hoy extinta Unión Soviética. A su sonido han sumado ritmos como el
reggae, rumba, e incluso rap. Es patente la postura del grupo
respecto a la inclusión de música popular mexicana. A sus
presentaciones acuden lo mismo jóvenes que adultos, seguidores
incansables del sentimiento que se transmite en cada concierto, del
que es responsable en buena parte el propio José Cruz, al aderezar
cada concierto con trozos recitados de poesía (suya), sin contar el
lánguido sonido de su inseparable armónica.
Real de Catorce compone a partir de temáticas simplemente humanas,
sin distinción de género: prostitución, autoritarismo, amor,
romance, lujuria, individualismo… lo que se puede oír con Real de
Catorce es vigente hoy porque trasciende edades, no hace diferencia
en que el escucha tenga 40 ó 16. "El blues como vida",
dice José Cruz cada vez que se presenta la oportunidad. Y el público
aplaude.
En su primer álbum dieron de que hablar a toda una generación.
Muchos recuerdan Real de Catorce (1987 ) como el soundtrack de una
época entera. "Azul" fue el éxito de éxitos que saltó a
la fama, que en esos tiempos se conseguía por medio del viejo e
infalible modo del boca a boca. Cassettes rolaban por las manos de
los imberbes, a cual más fascinado por ese sonido tan cadencioso,
aderezado de la visceralidad más brutal que era la poesía de José
Cruz, mayormente compositor y letrista de la banda. Cruz evidenciaba
sus problemáticas en la música, de un modo tan intenso que cada
concierto era una comunión con el público, que las más de las
veces se entregaba a la dulzura de la melancolía en un vaivén de
sensaciones. No hay que decir que los éxitos se sumaron a la lista
de Real de Catorce con sus siguientes materiales: Tiempos Oscuros,
de 1988, y Mis Amigos Muertos, del 89, demostraron que Real de
Catorce había llegado para quedarse. Fue en el álbum posterior,
Voces interiores, con el que ahuyentaron a un buen número de
adeptos al hacer un rap con "Voces familiares", que sonaba
bastante ochentero a pesar de su muy buena letra. Sin embargo, a
pesar de este tropiezo, Real de Catorce conservó estilo y frescura
en sus propuestas musicales y lograron reivindicarse en sus discos
posteriores.
Los discos en vivo grabados el 27 de Junio de 1997 se llevan a cabo
en el ya conocido Rockotitlán con el fin de homenajear a su
guitarrista Pepe Iglesias quien hace su despedida oficial de la banda
para ser reemplazado por Julio Zea. Después de estas sesiones en
vivo la banda regresa al estudio para grabar lo que sería
considerado por algunos uno de los mejores discos del rock nacional:
Cicatrices, en este disco la banda demuestra sus años de
experiencia y lo reflejan en rolas basadas en el blues rural apoyado
por la guitarra acústica de José Cruz la cual toma un papel
protagónico en el disco. Piezas como "Un Largo Rato",
"Lila", "Anforita de Blues" y "La Venenosa"
son grandes ejemplos del concepto de este álbum.
Pese a la gran aceptación del público hacia estos músicos, a
mediados de Diciembre de 2006 el grupo suspendió sus presentaciones
a causa de la esclerosis múltiple que aqueja a José Cruz. Con
diferentes versiones por cada parte, José Cruz anunció su regreso
en Junio de 2007 sin el resto de los músicos de Real de Catorce. No
obstante los problemas que puedan existir entre los músicos, el
valor y la herencia de la banda son innegables a cualquier nivel.
Real de Catorce supo confrontar el concepto importado de blues con la
mexicanidad, haciendo del blues un instrumento vital, la voz de
varias generaciones que hacían suya esta música que alguna vez
parecía difícil de apropiar.
Flor Y. Guga
En el suplemento Domingo de El Universal, este sentido
reportaje de 2012 que presenta al José Cruz en su profunda humanidad
y estoica resistencia:
Si la muerte se arrepiente...
...tocaré un par de blueses antes de que se apague el sol. José
Cruz, líder de Real de Catorce, padece esclerosis múltiple desde
hace siete años, pero sigue dando conciertos, aunque ahora sólo
puede cantar durante 45 minutos. Su vida, como el blues, está tocada
por la tristeza y la melancolía, la traición y el abandono. Esta es
la historia de una leyenda viviente del blues en español.
1995. José Cruz Carmargo
Zurita raspa suavemente las cuerdas de su guitarra negra mientras los
asistentes a la explanada
del Centro Nacional de las Artes, en el sur de la Ciudad de México,
se contonean con parsimonia desde las sillas o el piso de los
pasillos. El líder de Real de Catorce tiene el cabello negro y
ondulado, largo hasta los hombros, porta una chamarra oscura de
cuero, un pantalón de mezclilla. Interpreta “La viuda del blues”,
una rola que después se convertiría en “Azul”, la
canción-emblema de la mítica banda de blues.
Azul... azul
Una música lenta y azul.
Recargada en la tibia quimera,
despidiendo un anhelo
que va en autobús.
Un rasguño en la media,
navegando la espera...
la viuda del blues.
El cantante está por cumplir 40 años, luce fuerte, sensual como su
música. Disfruta hacerla suya. Los presentes aplauden mientras el
hombre se adueña del escenario. Tiene la confianza de quien pisa
tierra conocida. La trompeta de Jesús López sustituye el solo de
José Iglesias, calificado como el mejor guitarrista en la historia
del grupo. José Cruz los presenta ante los asistentes, les da su
lugar, reconoce el talento que lo rodea. El público ovaciona a cada
uno de los integrantes, pero aplaude con más ganas cuando toca el
turno de Iglesias.
José tiene los bíceps más famosos del rock and roll mexicano de
los noventa. Mujeres como Kena Moreno, quien en la década pasada fue
delegada en Benito Juárez, asisten a los conciertos para deleitarse
con la música, pero también para mirar la musculatura del hombre.
Es 1995, el año en que la banda cumplió una década de haberse
fundado, un año en que muchos consideraban que Real de Catorce era
uno de los mejores grupos de blues en español.
El blues es sinónimo de melancolía y tristeza, pero a los 40 años
José Cruz lucía completo, feliz, exitoso. El destino aún no le
mostraba su mala cara.
Noviembre de 2006. Real de Catorce se prepara para dar un
concierto, uno más. José sabe que no está bien de salud. Necesita
oxígeno y un banco donde sentarse para poder permanecer en el
escenario, aditamentos que sus representantes no incluyeron en la
lista.
El maestro del blues cae al piso en pleno concierto, se desmaya. Se
trata de un paro respiratorio, un brote característico del
agravamiento de la esclerosis múltiple, una enfermedad crónica,
degenerativa, que ataca al cerebro y que, desde 2005, le marca cada
minuto de su vida.
Tras su precaria recuperación, José no sabe de sí mismo, no sabe
quién es, ni qué hace, si es de día o de noche. El paro le provocó
amnesia. Tiene que verse en videos, escucharse, platicar con sus
familiares y tomar terapias para recuperar su vida.
Real de Catorce está en pausa obligada. Sus compañeros insisten en
que toque, que cumpla con las presentaciones programadas.
—¡No uses bastón en el escenario, te ves muy mal! —le reclaman.
—Pero lo necesito —contesta él.
Ahora la fatiga crónica le impide caminar más allá de 20 metros,
debe usar silla de ruedas. Tampoco puede hablar más de 40 minutos.
Sus piernas tiemblan, sus músculos están rígidos y su vitalidad
mengua a la par de su memoria a corto plazo.
“Pero si te ves tan bien”. La primera vez que lo vi, fuera
de los escenarios, fue en su casa. Había acordado una entrevista con
él días antes.
—¿Tenías rato esperando? —me pregunta con dificultad al bajarse
del automóvil blanco de Miguel, su acompañante.
Mientras intenta abrir la puerta de su casa, me invita a mí y a
Miguel a comer. A primera vista, la casa luce triste y abandonada.
Bombo, un perro pequeño y negro, ladra a todo extraño que se
acerque a la reja negra. Tras cruzar el patio, está la puerta
blanca. José la abre e inmediatamente el olor a medicina y hospital
se esparce en el ambiente. Hace falta luz en el interior, los
instrumentos musicales que ocupa para dar clases todos los jueves
están en el piso. Reconocimientos, fotos y carteles están pegados
en las paredes.
Luego nos dirigimos a un restaurante. El músico elige sopa de
tortilla y milanesa gratinada. Después de pedir su comida me cuenta
que tiene prohibido comer lechuga, berros y tomar café, entre otras
cosas. Comienza hablándome de su enfermedad, da la impresión que
nació con ella. Sabe con detalle de qué se trata, conoce los
síntomas, pero ella misma lo traiciona, se hace presente de manera
práctica en sus conversaciones.
—La doctora Quiñoles me ayudó mucho. Ella es experta en la
enfermedad, tiene una asociación que se llamaba Juntos Combatiendo
la Esclerosis Múltiple… No, es… Combatiendo Juntos… no me
acuerdo… ¿Cómo serían sus siglas?
—Este… Ce... E…
—No, es CEJUM… JUCEM… o algo así... Disculpa, es la
enfermedad, se me olvida la memoria a corto plazo.
Si este episodio pasara con alguna persona que no sabe nada respecto
a la enfermedad de José, pensaría que el músico se burla de la
capacidad de atención de quien lo escucha o, más radical, que son
las secuelas de alguna droga, pero no es así.
El hombre que antes gozaba viajar en transporte público ahora debe
ser trasladado a sus conciertos en ambulancia. Prepararse para ellos
es un ritual de prevención constante: tanque de oxígeno, silla de
ruedas, dosis de Interferol (tratamiento para controlar la
enfermedad) y un poco estrés.
El José de Tlalpan. A José
la vida no le ha resultado fácil: el amor, la salud y las relaciones
familiares le han cobrado facturas dolorosas. El éxito quizá sea su
excepción: encontró su lugar en los ochenta, a la par de la
nacionalización del rock.
En 1985, Real de Catorce surgió de la mano de una serie de artistas
que se reunían en espacios pequeños y hasta clandestinos, con la
intención de expresar con música su concepción personal de la
situación política y social que existía en México.
Uno de estos lugares fue el Foro Tlalpan, creado en el sur de la
Ciudad de México, y sitio en donde Roberto González conoció a José
Cruz. El primer bajista de la agrupación apenas logra recordar al
José de Tlalpan, tuvo que reunirse con él hace dos años para
aclarar sus dudas respecto a la creación de Real de Catorce. No
estaba seguro si él había propuesto, en un primer momento, el
nombre de la banda durante un concierto que ofrecieron arriba de un
ring de boxeo, en el gimnasio del Centro de Coyoacán.
—José tenía muy claro lo que quería hacer. Su obra tiene
congruencia. Siempre fue una persona clavada y constante. Él quería
hacer blues y no perdió la convicción —me cuenta el bajista
Roberto González, en una entrevista realizada en su casa.
González fundó, junto con Fernando Ábrego y José, el colectivo
original de Real de Catorce. Ensayaban todos los días y se
presentaban tres veces por semana en el Distrito Federal y en
ciudades cercanas.
El nombre del grupo guarda estrecha relación con el poblado de Real
de Catorce, en San Luis Potosí, y con la riqueza cultural y
espiritual de los huicholes, filosofía que José Cruz adaptó a su
vida, sobre todo en los últimos años.
El crecimiento espiritual de José se ve reflejado en su trato, en
sus conciertos y hasta en su casa. El músico, en cada presentación,
acostumbra pintarse la cara con líneas que simbolizan parte de la
idiosincrasia del huichol: el cuerpo, el alma, el cuerpo causal
(consecuencias) y el supracausal (la divinidad).
Me encontré con José Cruz por segunda vez en su casa. Me recibió
en silla de ruedas, sus piernas ya no temblaban, tenía más fluidez
en el habla y menos lapsos de pérdida de memoria. Se veía más
recuperado por el efecto del Interferol que le suministraron un día
antes. Esta vez recordó los años de juventud temprana, cuando su
espíritu de izquierda radical estaba en plena explosión, cuando
tenía energía para protestar y dedicar canciones a situaciones
sociales concretas.
—Ahora, por la enfermedad, tengo tiempo para reflexionar, pienso en
ese tramo de mi vida, en la energía y la persistencia que tenía
para realizar una idea. La velocidad con la que vivía —me explica
el músico mientras trae a su mente los recuerdos.
José Cruz me cuenta que salió de su casa a los 17 años en busca de
su lugar en el mundo. Estaba interesado en el conocimiento interior
del ser humano y se dedicó a experimentar, a vivir con rapidez e
intensidad. En esa búsqueda de su propio aprendizaje, de su
descubrimiento como persona, el joven experimentó con drogas: desde
la heroína hasta los ácidos. También militó en el Partido
Comunista, lo hacía con convicción, constancia, se entregó de
corazón a la izquierda radical, hasta que conoció sus carencias y
contradicciones.
El muchacho no quería cambiar al mundo, quería cambiarse a sí
mismo. Comenzó por la reflexión sobre su persona y canalizó su
energía en concretar proyectos, sueños personales que se vieron
reflejados en el éxito de su grupo.
“No me dejes por favor”. Es
la canción que le compuso a su última pareja, con la que vivió
cuatro años en Xochimilco. Ella se fue cuando la enfermedad avanzó.
No me dejes (por favor)
que me quiero ahogar en ti
no te vayas en un tren
no navegues hacia el sur.
Me sentencias a vivir.
No me dejes (por favor)
me derrumbo, no doy más.
Eres mi necesidad, mi droga.
Me sentencias a vivir.
Considera la tortura de la tarde
la camisa desgarrada
de mi última canción.
En las manos de un ladrón
sin paz ni voz
las arterias y los clavos de este blues.
Las arterias y los clavos
de este blues.
Considera la tortura de la tarde
la camisa desgarrada
de mi última canción.
En las manos de un ladrón
sin paz ni voz
las arterias y los clavos de este blues.
Las arterias y los clavos
de este blues.
Pero el caso del músico no es el único. Otros pacientes que padecen
escrerosis múltiple también enfrentan el abandono de sus parejas,
pues es difícil sobrellevar los picos y brotes de la enfermedad.
—Ella me dijo que quería vivir sola, y se fue. Yo le contesté:
'Si te quieres ir, vete, tarde o temprano te vas a ir. Esta
enfermedad es muy fuerte, es canija y si no tienes la fortaleza para
quedarte, tarde o temprano te vas a ir. Por primera vez en tu vida sé
congruente'.
—¿Supongo que fue difícil?
—Sí, fue difícil, me dolió mucho… incluso todavía me duele.
Él se quedó con la enfermedad, el compromiso del pago de la renta y
con su hija.
También lo abandonaron sus compañeros de Real de Catorce. Ellos lo
demandaron ante la Junta Local de Conciliación y Arbitraje del DF
por salarios caídos.
En medio de la tormenta, Cruz visitó a su tanatóloga, no entendía
la razón real de la demanda, sobre todo de Fernando Ábrego, su ex
amigo, con quien mantuvo una relación "a prueba de fuego
durante más de 20 años". La especialista le recomendó
escribirles para despedirse de ellos, del rencor, del enojo y de
todos esos sentimientos que perjudicaban su salud.
—¿Entonces ya no te duele? —le pregunto sabiendo que puedo tocar
fibras sensibles.
—Ya no, al principio fue difícil manejar la situación, pero ya no
me duele ni tengo rencor. Esos sentimientos ya no me hacen daño.
La muerte anunciada. Sin
aferrarse a la vida, porque sabe que va a morir, Cruz insiste en que
no se va a dejar vencer, pues tiene esperanza y ha trabajado en
conseguir las herramientas necesarias para enfrentar la situación y
tratar su frustración y la de sus allegados.
Sentado en su cama, el músico tiene innumerables anécdotas que
contar, no respeta los 45 minutos que tiene para hablar y no
agitarse. Cuenta historia tras historia. Le brillan los ojos, le
tiembla la pierna derecha, pero mantiene el entusiasmo.
—¿Cómo quieres que te recuerden? —le pregunto al músico, al
hombre.
—Quiero que me recuerden como soy, no quiero ocultar mi enfermedad.
Soy un simple ser humano, no soy un héroe, por eso quiero que me
vean para dar una lección de vida con una enfermedad que no tiene
cura.
Me voy de su casa. En mi mente suena “Lección de vida”, una
canción que resume su filosofía.
Si la muerte se arrepiente
de arrojarme a un cajón,
tocaré un par de blueses
antes de que se apague el sol.
Una extraña enfermedad
se alojó en mi habitación.
Mis amigos verdaderos
me han traído de comer,
me dejaron una vela
y unas plumas de un halcón.
Un peyote me protege
de la trampa y la traición.
Los chamanes me enseñaron
la visión al interior,
me dijeron que el desierto
se camina con valor,
que el guerrero llega lejos,
aunque sea con bastón.
Si la muerte se arrepiente
de arrojarme a un cajón,
tocaré un par de blueses
antes de que se apague el sol.
Una extraña enfermedad
se alojó en mi habitación.
Un saludo a mis amigos
de banqueta y callejón:
los poetas del abismo,
los rupestres del amor.
Tomen mi lección de vida
y también mi corazón.
Lista de Temas:
1. Azul
2. Me miraba a los ojos
3. Flores en la ventana
4. Soledad y sol
5. El halcón
6. Paria's Blues
7. Mujer sucia
8. El lobo
1. Azul
2. Me miraba a los ojos
3. Flores en la ventana
4. Soledad y sol
5. El halcón
6. Paria's Blues
7. Mujer sucia
8. El lobo
Alineación:
- Fernando Ábrego / Batería
- José Cruz Camargo / Voz, armónica, guitarra
- José Iglesias / Guitarra y flauta
- Severo Viñas / Bajo
Participación:
Carlos Núñez C / guitarra en 1, 3, 6, 7
Alberto Delgado / sax en 1, 7
- Fernando Ábrego / Batería
- José Cruz Camargo / Voz, armónica, guitarra
- José Iglesias / Guitarra y flauta
- Severo Viñas / Bajo
Participación:
Carlos Núñez C / guitarra en 1, 3, 6, 7
Alberto Delgado / sax en 1, 7
Gracias hermano a los tiempos esto ....
ReplyDeletegrande
ReplyDeletealguna posibilidad de subir algo en vivo de real de 14??? tengo algo de ellos ´pero la calidda comparada con el subido aqui, no tiene posibilidad de competir ,,,,desde pto montt chile gracias!!!
ReplyDeletePor desgracia no tengo los discos en vivo, pero la próxima vez que ponga un pie en el DF nos hacemos con ellos.
ReplyDeleteHabría la posibilidad de resubir este disco, pero con las pistas separadas?
ReplyDeleteGracias de antemano
This comment has been removed by the author.
ReplyDeleteOh, ignora por favor el último comentario. Acabo de descubrir cómo separar las pistas con Medieval CUE Splitter
ReplyDeleteGracias por el aporte, blues de primer nivel siempre!!
ReplyDeletePueden encontrar todos sus discos desde Soulseek, plataforma disponible tanto para Linux como Windows, ya en formato MP3 o en FLAC
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