El cuarto album del ex miembro de Pink Floyd, Roger Waters, es un disco muy cabezón, no sólo por el hecho musical sino por la ácida crítica social que conlleva en su seno. Siguiendo una vieja fórmula musical que aún sigue siendo efectiva, sumado a una crítica a la sociedad actual; Donald Trump, la crisis de refugiados, la opresión, el atentado contra nuestra intimidad, la hipnosis de los medios de comunicación, el individualismo, el consumismo, las almas vacías de todos para calmar el ansia de bolsillos llenos de pocos... "Esta es la vida que realmente queríamos?" se pregunta Walters en medio del desastre que deja la sociedad capitalista en todo nuestro pequeño mundo, con indelebles rastros del Floyd era Waters. Belleza y precisión musical, amargura y bronca en textos de dientes apretados. Otro gran aporte del Mago Alberto...
Artista: Roger Waters
Artista: Roger Waters
Álbum: Is This the Life We Really Want?
Año: 2017
Género: Rock progresivo
Nacionalidad: Inglaterra
Año: 2017
Género: Rock progresivo
Nacionalidad: Inglaterra
Lista de Temas:
1. When we were Young
2. Déjà Vu
3. The Last Refugee
4. Picture That
5. Broken Bones
6. Is this the Life we Really Want?
7. Bird in a Gale
8. The Most Beautiful Girl
9. Smell the Roses
10. Wait for Her
11. Oceans Apart
12. Part of Me Died
1. When we were Young
2. Déjà Vu
3. The Last Refugee
4. Picture That
5. Broken Bones
6. Is this the Life we Really Want?
7. Bird in a Gale
8. The Most Beautiful Girl
9. Smell the Roses
10. Wait for Her
11. Oceans Apart
12. Part of Me Died
Alineación:
- Roger Waters / voces, guitarra acústica, bajo
Nigel Godrich / teclados, guitarra, arreglos
Gus Seyffert / guitarra, teclados, bajo
Jonathon Wilson / guitarra, teclados
Roger Manning / teclados
Lee Padroni / teclados
Joey Waronker / batería
Jessica Wolfe / coros
Holly Proctor / coros
Lucius: coros
- Roger Waters / voces, guitarra acústica, bajo
Nigel Godrich / teclados, guitarra, arreglos
Gus Seyffert / guitarra, teclados, bajo
Jonathon Wilson / guitarra, teclados
Roger Manning / teclados
Lee Padroni / teclados
Joey Waronker / batería
Jessica Wolfe / coros
Holly Proctor / coros
Lucius: coros
Recortando viejos clichés pero manteniendo esos característicos intermedios psicodélicos de fuga y misterio, Waters opera nuevamente como error de sistema dentro del mismo sistema y actualiza el "Apocalypse Now!"; una guerra siempre perdida de la humanidad toda, un estado de ánimo vencido y disminuido ante las corporaciones religiosas, petroleras y tecnológicas, el cinismo y la impericia de gobernantes corruptos, la violencia de guerras interminables y desiguales, la voracidad de las redes sociales y los drones que vigilan cielos ajenos, los crudos negocios de los medios masivos de comunicación, de las redes de trata. La portada vuelve a ser un muro; de trazos de fibrón negro que esconden palabras que no pueden ser dichas, resaltando la duda: ¿es esta la vida que realmente queremos?.
El album fue grabado durante 2014 y 2017, luego de su última exitosa gira con The Wall. Roger Waters ha presentado algunas canciones en vivo en sus últimos conciertos, pero este nuevo proyecto será nuevo en absoluto. En un principio el álbum trataría sobre un abuelo que junto a su nieto viajarían por el mundo buscando la respuesta a la pregunta "¿Porque están muriendo los Niños?". Este primer proyecto iba a tener un formato de Radio-Teatro, pero al empezar a trabajar con el productor Nigel Godrich, este recomendó cambiar el foco de la obra, llevando al actual concepto del álbum. El mismo trata sobre la unión de las personas para dejar las diferencias de lado.Wikipedia
Waters no se priva de maldecir tantas veces como necesita, acá quiere que entendamos qué es lo que nos queda por hacer, dadas las circunstancias: "No podemos retrasar el reloj ni volver en el tiempo / Pero podemos decir: ‘Fuck You!, no vamos a escuchar tu mierda ni tus mentiras".
Ah... antes de seguir, me imagino que nadie será tan desubicado de pedir links de descarga aquí, les aclaro que no los hay y no habrá links de descarga puestos en esta página. Hecha la aclaración, pasamos a unos buenos comentarios, hay muchos más para quien le interese. Y obvio que empezamos con la crítica del Mago Alberto.
A estas alturas del partido no creo que haya nada nuevo en el concepto musical ni en la idea de producción de lo que pueda hacer Roger Waters, después de 25 años sin lanzar nada de estudio, una de las usinas de Pink Floyd vuelve con las vocecitas, los latidos de corazón, los autos, e impregna un disco nuevo de una infinidad de cosas viejas, propias de la ex banda, por eso acá van a encontrar aires de Animals, de Wish, de The Wall, de The Dark, y todo eso es precisamente Waters, cada pequeño efecto, cada idea es de su creación, quizás algunos cuestionen tanta similitud, pero qué otra cosa se puede esperar de alguien que creó su propio sello, su propia identidad musical, y nos dió tanto pero tanto de tan buena música y de vuelo, así que los pretenciosos abstenerse, esto es ni mas ni menos que otro ladrillo en la pared.Mago Alberto
De este modo, Waters vuelve a poner el foco en la situación política, con alusiones a líderes "sin cerebro", a las incursiones armadas de las potencias a los países del Medio Oriente, y al drama de los refugiados, entre otras cuestiones; como así también a la alienación, la locura y la muerte. Waters redondea quizás su disco más "floydeano" desde su alejamiento de la banda.
Hay muchos comentarios como para que me ponga a escribir más, y todos los comentarios son mejores que lo que puedo escribir yo... así que empezamos a copiar y pegar.
No hay nada estrictamente “nuevo” en el primer disco del bajista y cantante desde Amused to Death, pero no es una mala noticia: la tensión nunca resuelta entre el hombre y la manía sirve como disparador para canciones donde aparecen temas conocidos y climas que atrapan.Cristian Vitale
Aún no está el soporte físico. Nadie lo ha escuchado completo, todavía, y lo que resalta en el inicio es claramente una incógnita: saber de qué va “lo nuevo” de Roger Waters. Hasta antes de que empiece a sonar enterito el disco, en la cúpula del Centro Cultural Kirchner, la única información que circula entre los privilegiados escuchas es un diario de cuatro páginas (tapa, contratapa y dos hojas internas) con las letras de doce piezas, todas suyas. El título, otro de los elementos paramusicales, permite prever una atmósfera densa. Como de percepción de un mundo que no sería el mejor de los mundos. Se llama ¿Is this the life we really want? (algo así como ¿Es esta la vida que realmente queremos?) y, tratándose de quien se trata, es casi imposible que no se deba a una pregunta existencial. Existencial y compartida, claro, porque al menos desde The Wall –incluso antes– las constantes auterreferencias del bajista, cantante y enorme compositor inglés incluyen un afuera. Dice a otros. Piensa a otros. Habla de él, y casi por ende de una porción de humanidad. Es yoica más que ególatra. Y por ahí marchan sus malestares, sus recurrentes preguntas, su melancolía vital.
Un rápido raid de lectocomprensión por esas historias –aún sin sus músicas– da que ellas hablan, en una especie de dialogo platónico entre un abuelo y su nieto, de la soledad del hombre en este mundo interconectado, virtual, vigilado. De guerras y amenazas latentes. De Afganistán, Guantánamo o Laredo. De una historia que parece ser más cíclica que lineal, o evolutiva, como aún la piensan determinados idealistas del progresismo decimonónico (“El templo está en ruinas / los banqueros engordan”). De la necesidad, al cabo, de encontrar un refugio ante tanto castigo sutil, corrosivo, impersonal. El disparador no dista mucho de aquel que dio lugar al concepto de Radio K.A.O.S (1987), la tensión nunca resuelta entre el hombre y la máquina, su alienación simbolizada en el hombre mudo que sintoniza ondas de radio en su cabeza para intentar comunicarse con el exterior. En concreto, habla de imaginarse dios, o un drone “patrullando cielos extranjeros”, y ver cómo actuaría en consecuencia (“Deja vu”); se pone en la piel de un refugiado de guerra (“The last refugee”); vuelve sobre otro crudo alegato antibélico (“Smell the roses”); reparte ironías sobre el sueño americano (“Broken Bones”); y critica la indiferencia social y la frivolidad en dos temas seminales: “Bird in a gale” y “The most beatiful girl”.
Todo ese raid para, ahora sí, direccionar sentidos hacia la música. Igual que en los textos, “lo nuevo” de Waters va entre millones de comillas. Es más, quien pretenda encontrar algo del orden del cambio debería ir desistiendo del intento, ya. Lo que el alma mater de Pink Floyd trae “de nuevo” es nada nuevo. Es, por contrario, el desarrollo acabado y pertinaz de un estilo de los más definidos y personales que haya dado la música occidental en los últimos cincuenta años. Si tal sonido, con o sin Pink, es único en el mundo es porque la principal preocupación de su creador, al menos desde The Dark Side of the Moon para acá, fue exprimir las fronteras de una forma, de un contenido estético a esta altura inimitable. Impensable en otro cráneo que no sea el suyo. Con eso se van a encontrar las huestes floydianas, pese a los veinticinco años que separan este Is this the life... de aquel formidable Amused to death, su último disco solista, exceptuando los trabajos en vivo y las compilaciones que median entre ambos. Is this the life..., pese a ciertos matices, va en línea con Amused. Y si sintoniza con Amused..., también resuena al aura onírica de The pros and Cons of hitch hiking (1984), aunque sin el tópico sexual o cierto “minimalismo” –también entre millones de comillas– que caracterizó a aquél.
Más aún, recala en la impronta de esa banda de sonido transgeneracional que anuda Wish you were here (disco que nombra explícitamente en la abismal “Picture that”) con The final cut (1983). Una viajada elipsis que, tras una breve introducción instrumental y climática (“When we were young”), muestras sus vísceras floydianas a través de “Deja vu”, un folk lisérgico, que remite por momentos a ciertos pasajes de Animals (1977), aunque más sereno y despojado, y por otros a canciones incluso más antiguas, como “Green in the colour”, remanso acústico de More (1969). Lo cíclico se reinventa a sí mismo –también– a través de la serena y melancólica “The last refugee”; o de “Picture that” cuyo loop, pese a lo que pueda aportar el vertiginoso avance tecnológico, viaja hasta la extensa “Pigs”, también de Animals. U, oída desde otro ángulo, a una especie de Tangerine Dream pero caliente. Otra similitud que sugiere la pieza es el sonido del teclado: lo más parecido al de Rick Wright en “Have a cigar” (Wish you were here), que se escuchó en años.
Waters se reinventa de igual forma –y bien– en “Broken Bones”, uno de los temas álgidos, bien del riñón floydiano. En él convive la pata folk espesa con un lirismo que ayuda a calmar. A fugarse un rato –¿para qué existió Floyd si no?– de las garras de un panóptico que se está apropiando de la humanidad en estos tiempos difíciles. El tema que da nombre al disco, acompaña “la” pregunta existencial que hila fino el concepto de obra en tensión, propio del universo Waters. Acompañan la densa y rabiosa “Bird in gale” y una balada (la mencionada “The most beatiful girl”) que equilibra los tantos mediante un trip melancólico a la The Wall. Tras ellas, y fiel a la fiebre orfebre de su creador, “Smell the roses” emerge como la pieza más personal del disco. Sobre todo por un acento puesto en el ritmo, más que en las armonías o en la creación de climas. Resalta en ella, además, el Waters que construye músicas con perfección de relojero y volantazos de motoquero. En medio de esta pieza, en rigor, aparece un fulminante solo de guitarra a lo Gilmour que surte el mismo efecto que un cross a la mandíbula. Cosas del péndulo Roger, al cabo, que siempre vuelve sobre sí como en los dos temas calmos, para fogón de alba (“Wait for her”, “Oceans apart”). Y en un final apocalíptico cuyo nombre es parte de un muro que, pese a semejante sublimación, aún se sigue cerrando: “Part of me dead”.
Seamos sinceros, a quien le interesa un nuevo disco de Roger Waters a estas alturas, salvo a la vieja guardia de fans acérrimos de Pink Floyd de la cual soy miembro para más inri. Es igualmente cierto que Roger levanta la misma pasión que odio entre los diferentes sectores de público amante de rock. Cuantas veces abre oído lo coñazo que pueden ser discos como The Final Cut y/o la integridad de la discografía de Waters en solitario. También es verdad que a muchos les gusta despotricar sobre la vieja guardia para darse aires de enteradillo y modernos, pero una vez a solas escuchan a las grandes bandas que dieron brillo a la palabra Rock.Laurent Berger
Los trabajos del bajista de Pink Floyd son discos de temática sesuda y que requiere una escucha atenta. Nunca han sido discos de fácil digestión, ya que evidentemente su música no es Pop juvenil ni nada que se le parezca, dios nos libre! La verdad sea dicha soy gran admirador de discos como The Pros and Cons of Hitch Hiking y Radio Kaos, pero reconozco que la noticia de un nuevo disco del antiguo miembro de Pink Floyd me dejó algo frío, para empezar, Is This The Life We Really Want? es de por si un título poco prometedor para un disco de rock; sería perfecto para algún libro de auto ayuda o para algún seminario sobre hacia donde se dirige el futuro de la humanidad. La portada me parece horrible y la verdad sea dicha es que todas las portadas de los discos en solitario de Roger son horripilantes y de mal gusto.
Ahora nos queda el contenido; no nos olvidemos que es su primer álbum en solitario tras 25 años de inactividad compositiva y que alguna cosa interesante tendrá que contarnos a través de esos doce cortes que tiene el trabajo.
Producido por Nigel Godrich, un hombre al que se le puede considerar como el sexto miembro de Radiohead y que además participa activamente con su guitarra y arreglos a lo largo del disco, nos da indicio que a lo mejor el sonido se ha modernizado, pero no hay sorpresa, decir que el disco suena a Roger Waters es un eufemismo, es el digno sucesor natural de sus anteriores trabajos tanto por la música como por el espíritu que emana. Waters se enfrascó en una paranoia con The Wall de la cual jamás ha vuelto o querido deshacerse de ella. Por lo que si el oyente no comulga con anteriores trabajos difícilmente caerá bajo los influjos de Is This Life We Really Want?
El disco nos narra con un cierto humor sardónico típico del músico británico sus vicisitudes con el alcohol hasta la incipiente psicosis mundial con el auge del terrorismo, todo ello bañado como he dicho anteriormente con una banda sonora que suena a “Deja Vu” con la diferencia de que se ha dado más protagonismo a unos arreglos grandilocuentes en vez de a esas guitarras siderales que hacia las delicias en los discos de Pink Floyd o el aquel The Pros and Cons of Hitch Hiking.
Waters ha sabido rodearse de sangre joven y talentosa como en el caso de Nigel, y en Jonathan Wilson que es el que aporta esos chispazos más psicodélicos. También ha contado para la grabación con Gus Seyffert Roger Joseph Manning Jr. , Lee Pardini , Joey Waronker y el dúo de coristas formado por Jessica Wolfe y Holly Laessig.
¿La banda sonora para la presidencia de Donald Trump? Posiblemente, ya que el disco de Waters desprende un efluvio de pesimismo muy logrado. Waters siempre ha manifestado una fuerte convicción de ideología de izquierdas, aunque difícil de creer con la fortuna amasada y los precios de sus conciertos y merchandising . Su crítica a numerosos ámbitos de nuestra sociedad suena más convincentes y aquí si tiene credibilidad su discurso, por ello funciona su disco.
No es un disco de Pink Floyd, aunque guiños a la banda que fundo junto a Syd Barrett no faltan tanto en los efectos sonoros como en los arreglos de teclado. Por poner algunos ejemplos citaré “Bird In A Gale” o “Smell The Rose” que son puro Pink Floyd y puede darnos una idea de lo que podría haber sido un disco del grupo en 2017.
Waters a sus 73 años sigue cantando con elegancia y haciendo discos donde sus paranoias siguen sin demonizarse y pecan a veces de excesivas, pero es tal magia y el “ Savoir Faire” de este icono del rock que consigue que al final del disco uno quede encandilado y atónito que Mr Roger Waters, sin hacer nada nuevo, consiga dejarme satisfecho.
Echaba mucho en falta poder escuchar algo nuevo de uno de los compositores más grandes de la historia del Rock, Roger Waters, el que fuera bajista y cantante, junto a David Gilmour, de Pink Floyd. Y es que han tenido que pasar 25 años para que el veterano músico se decidiera a lanzar el sucesor del gran "Amused To Death". Es más que comprensible mi desesperación, y la de muchos, al esperar durante tantos años a escuchar un nuevo LP de Roger.Dieguitoacdc
Es más famosa la ideología de izquierdas de este artista, quien ya en los tiempos de Pink Floyd compuso numerosas canciones contra la sociedad que le había tocado vivir. Álbumes como "Animals" (este especialmente) , "The Wall" o "The Final Cut" estuvieron impregnados de crítica a numerosos ámbitos de la sociedad. En este nuevo capítulo de Waters en solitario, parece que el convulso momento que pasa nuestro mundo ha vuelto a tocarle la moral (por no hablar mal) y le ha llevado a crear este disco. Su repudia ante el nombramiento del polémico Donald Trump, a quien ya le ha dedicado algún "homenaje en directo" (véase el "Pigs" que le dedicó en México en 2016), la crisis de refugiados, el creciente individualismo, así como el enfermizo consumismo han sido temas que el bajista ha decidido abarcar en "Is This The Life We Really Want?"
Cuando te sientas a escuchar algo que lleva la firma de Waters, ya sea en solitario o con Pink Floyd, tienes que dejar a un lado la idea de "voy a disfrutar de un disco cargado de optimismo". No amig@, hay artistas que prefieren usar su música como una pistola con la que pueden "desangrar" a la sociedad, tratando de recordarnos que no todo es bello en la vida y hay muchas cosas que cambiar.
¿Qué podemos esperar de "Is This The Life We Really Want"?
- Desde luego, cosas muy buenas si eres fan de Pink Floyd. Waters ha logrado revivir el espíritu de los británicos, creando canciones a partir de su sonido, tan querido y reconocido por millones de personas.
- El disco engancha, gusta desde la primera escucha y te deja con un gran sabor de boca.
¿Qué NO podemos esperar de "Is This The Life We Really Want"?
- No es un disco muy cañero. Solo dos o tres canciones realmente suenan potentes, pero este posible "punto negativo" es contrarrestado por un buen puñado de canciones más melódicas.
- He dicho en el anterior apartado que suena a Pink Floyd, pero obviamente no vamos a escuchar a David Gilmour y su magia en la guitarra, o a Mason, o a Richard Wright.... no es un disco de Pink Floyd pese a sus claras influencias.
La producción de este disco ha corrido a cargo de Nigel Godrich, famoso por su trabajo con Radiohead y Paul McCartney . Se nota a lo largo del disco que es este quien se encarga de la producción puesto que predominarán mucho los teclados, un acompañamiento muy querido por este personaje.
Además de Godrich (producción y teclados), Waters (voz, guitarra acústica y bajo), ha contado para la grabación del nuevo álbum con Gus Seyffert (guitarra y teclados), Jonathan Wilson (guitarra y teclados), Roger Joseph Manning Jr. (teclados), Lee Pardini (teclados), Joey Waronker (batería) y el dúo de coristas formado por Jessica Wolfe y Holly Laessig.
Sin mucho más que añadir, comienzo a analizar tema a tema este álbum:
El disco abre con la breve "When we were Young" en la que Waters no da la bienvenida con un collage de voces hablando y reflexionando mientras la intensidad y el volumen de estas y de los teclados van poco a poco creciendo y un reloj escupe su "tic tac" sin parar, lo que es un claro guiño a los tiempos de Pink Floyd, y más concretamente a aquel clásico que se encuentra en el "Dark Side Of The Moon" y que recibe el nombre de "Time".
Tras estos primeros instantes de máxima locura, la introducción se une a la bella "Déjà Vu", una canción que mezcla la elegancia y la capacidad de emocionar que tenía Pink Floyd, con arreglos orquestales que la hacen aún más bella. Waters canta a la perfección cada verso (mucha atención al grito que hace en un momento de la canción), como la veterana estrella del Rock curtida en miles de escenarios que es. Para los que echamos en falta los tiempos de Pink Floyd, esta canción nos acerca a aquella época, uniendo aspectos de otras canciones como "Mother", "Pigs On The Wing" o "Southampton Dock", lo que es realmente emotivo y de agradecer a Roger. Con mucha contundencia ante un mundo revuelto en el que los drones y la violencia destruyen poco a poco el lugar que ocupaban el amor, el deseo y la belleza, Waters lo tiene muy claro: "Si fuera Dios, creo que podría haberlo hecho mejor".
Seguimos en la misma línea de suavidad con la sorprendente "The last refugee", en la que el groove que desprende la batería y los teclados van construyendo una preciosa canción en la que Waters toca el problema de los refugiados con un gran armamento de metáforas. Increíble como mantiene la voz a sus 73 años este coloso. Una composición que si te pilla en un mal día puede sacarte un par de lágrimas.
"Y busca el horizonte
y encontrarás a mi niña
por la orilla"
Uno de los momentos más interesantes del álbum llega con "Picture That", la canción que resume perfectamente el contenido lírico de todo el LP. Waters ataca con esta composición a los políticos, a la corrupción, a los "niños de la guerra", a la falta de justicia, a la prostitución, a la Bahía de Guantánamo, ...la crítica convertida en una letra. Es de los cortes más cañeros de todo el disco, con unos momentos brillantes de las guitarras y de los teclados. Numerosos cambios de ritmo rompen con la monotonía que en un principio parecía que podrían crear los versos, cuya estructura podría sonaba poco cambiante. Increíble el instrumental que se inicia aproximadamente en el minuto 4:20 de forma contínua hasta el final, que avanza desde lo más melódico y dramático hasta melodías demasiado próximas al sonido de Pink Floyd, en la que todo suena perfecto. Parte de este éxito pertenece a Nigel, quien ha cuidado mucho el sonido de cada instrumento, tratando de sacarle lo mejor . Candidata seria a ser de las más queridas del disco, aunque tiene dura competencia.
"Imagine un palacio de justicia sin leyes de mierda
Imagine una casa de campo sin putas
Imagine un váter sin jodidos desagües
Imagine un político sin un cerebro de mierda"
Temo que esta canción exceda en elogios a Roger, pero soy fanático de él y de Pink Floyd y a veces reconozco que se me pueda ir la pinza. Pido disculpas antes de continuar la marcha ;)
No existe el adjetivo exacto para definir todo lo que transmite "Broken Bone", una canción acústica muy cercana de nuevo a baladas de Pink Floyd como "Mother", en la que Roger trata uno de los asuntos que desde joven más han atormentado su mente: la guerra.
Desgarradora letra en la que habla sin tapujos de la manipulación de las mentes que sufren muchos jóvenes hoy en día, inculcándoles el concepto de "guerra" como sinónimo de libertad y como el método más adecuado para obtener el perdón de Dios. Tampoco se olvida en la letra de rajar contra la sociedad americana tras la Segunda Guerra Mundial (ahí falleció el padre de Roger), que en vez de aprender a valorar la vida y a vivir en la humildad optó por vivir persiguiendo el "sueño americano", dando la espalda a la libertad y al amor. No obstante, tras dejar claro que no hay vuelta atrás en el tiempo, con un contundente "Fuck You...We will not listen to your bullshit and lies" ("Que te den...no escucharé tus mierdas y tus mentiras"), el cantante nos invita a no dejarnos engañar por el poder y construir una sociedad pacífica. Sublime composición, muy emotiva, que pone de manifiesto eso de que "los viejos rockeros nunca mueren".
"Cuando la Segunda Guerra Mundial terminó
Aunque la pizarra nunca fue limpiada
Podríamos haber recogido los huesos rotos
Podríamos habernos liberado
Pero elegimos la abundancia
Elegimos el sueño americano
Y, oh cariñosa libertad,
¡Cómo te abandonamos!"
Altísimo nivel el que contiene este álbum en general. Curiosamente es el turno de la canción que da nombre al LP y que nos pregunta si es esta la vida que queremos. Un corte que necesitaría una reseña entera solamente para este, puesto que el contenido lírico es enorme. Instrumentalmente hablamos de una canción muy lograda, que tiene una base de blues, pero oscurecida por el sonido tétrico de los teclados, de los punteos de guitarra, del bajo y, obviamente, de la dramática voz de Waters. Con decir que el tema se inicia con un discurso de Donald Trump podremos imaginarnos perfectamente a quién le dedica el británico la letra. Ataque sin piedad hacia las polémicas decisiones del mandamás americano ("y cada vez que un idiota se convierte en presidente..."), especialmente a sus políticas migratorias en contra de los extranjeros. La voz de Waters, con el paso del tema, comienza a demonizarse, a sonar más agresiva contra el mundo, recordándome en muchos instantes a la voz del gran Leonard Cohen. También Waters, en esta dosis de realidad que tanto dista de nuestros sueños, defiende la libertad de prensa y la caída de la prostitución con frases como "Cada vez que una novia rusa se anuncia para la venta, y cada vez que dejan a un periodista pudrirse en la cárcel y cada vez que la vida de una niña es casualmente gastada...".
Cuando se habla con tanta claridad, lo mejor es callarse y aplaudir:
"El miedo, el miedo impulsa los molinos del hombre moderno,
el miedo nos mantiene a todos en línea
Miedo a todos los extranjeros
Miedo a todos sus crímenes
¿Es esta la vida que realmente queremos?
Seguramente debe ser así..para esto existe una democracia y lo que todos decimos va"
Conectada con la pista anterior, llega "Bird In A Gale", una canción extraña, cargada de psicodelia y buen Rock (nada mal la combinación). Los versos suenan bastante correctos, aunque tal vez le falte un poco más de electricidad, pero no queda mal tal y como suena. La segunda mitad es una auténtica locura, con referencias notables a los primeros discos de Pink Floyd con el desaparecido Syd Barrett. Puede que esta sea la canción más floja del conjunto, pese a las buenas intenciones de Waters.
La canción más romántica lleva el nombre de "The most beatiful girl", una bella balada, en muchos momentos parecida a las que pueden escucharse en "The Wall". Preciosa actuación de toda la banda (¡sobresalientes arreglos de cuerda!)y gigantesca actuación de Waters con el micrófono. Tal vez, seis minutos sean un poco excesivas para la canción. Los dos últimos minutos podría habérselos ahorrado perfectamente, y así finalizar la canción en el momento justo, puesto que el final puede sonar algo más aburrido. Aún así, todo se le puede perdonar a Waters tras crear la canción que se nos viene encima ahora mismo...
Sí señores, la canción más eléctrica del disco, y con una atmósfera 100% Pink Floyd (¡cómo me recuerda al "Animals"). El bajo de Waters impone respeto con una línea logradísima, sobre la que el resto de la banda se mueve a placer. No faltará un intermedio más progresivo, en el que se empezarán a sumar sonidos varios que nos conducirán a un solo de guitarra muy acertado. Volveremos a detectar guiños a Pink Floyd con los ladridos de perros, referencia al "Animals". Una canción que vuelve a atacar al mundo actual con un extenso juego de metáforas. Sin duda, de los momentos de más nivel el disco.
"Esta es la habitación donde fabrican los explosivos
Donde ponen sus nombres sobre la bomba
Aquí es donde sepultan los "peros" y los "si"
Y vetan palabras como correctas e incorrectas"
Nueva balada. "Wait For Her", que tiene algunos momentos de mucha similitud con "Déjà Vu", nos devuelve la magia y la solemnidad imperante en el disco, con algunas alteraciones en el sonido que la hacen aún más interesante, gracias principalmente a las esporádicas apariciones de la guitarra . Elegante letra, cargada de sentimiento y sinceridad. Roger tiene claro que noo todo va a ser maldecir el mundo y dejarnos con un mensaje pesimista.
Unida a la pista anterior por el sonido de las gaviotas, llega la breve "Oceans Apart", una canción de poco más de un minuto de duración marcada por la repetición del punteo de guitarra acústica de "Déjà Vu", que nos conducirá a "Part Of Me Died", la última canción del disco, con la que Waters vuelve a dejar dejar un par de mensajes más en contra de todo lo que ocurre hoy en día:
"La parte que es envidiosa, fría y tortuosa
Codiciosa, traviesa, global, colonial
Sediento de sangre, ciego, estúpido y barato
Centrado en las fronteras y sacrificando ovejas
Quema de libros, bulldozer de viviendas
Ordenar matanza selectiva con drones, inyecciones letales, arresto sin juicio
Visión monocular, gangrena y limo, unción, sarcasmo
El asalto común, los asesinos, orgullosos de su labor, manteados
Piratería, avaricia, ataques con ácido a mujeres por asesinos.
Y pervertidos y hackers
La manipulación de los votos y la compra de poder."
En el último verso del disco, Waters deja claro que es mejor "fumarse el cigarrillo final" que vivir en el constante arrepentimiento y en la impotencia de no saber qué hacer para cambiar la situación. El telón desciende poco a poco. El disco se ha terminado.
No es nada fácil escribir una conclusión sobre lo que acabo de escuchar, pero allá va:
Waters ha sabido usar el sonido que creó junto a Gilmour, Barrett, Wright y Mason en un pasado, sin llegar a abusar de él. Jugó bien sus propias cartas y supo construir un disco serio, humilde, sencillo y sin miedo al "¿qué pensarán?". Valiente apuesta en un momento en el que se necesitan héroes que prediquen la paz y el fin de la violencia.
En el aspecto lírico, estamos ante uno de los mejores trabajos de los últimos años. Roger se ha trabajado mucho este aspecto, lo que agradecemos todos los que siempre que escuchamos una canción nueva nos gusta detenernos un buen rato en la letra para entenderla y sacar nuestras propias conclusiones. Temáticamente podemos dividirla solamente en dos grandes bloques (crítica social y amor), pero en ningún momento echaremos en falta otros posibles argumentos. Hacía años que no disfrutaba tanto leyendo cada letra.
En lo instrumental, es un LP que no decepciona en absoluto. Como dije al principio, no es un disco de Pink Floyd y, como tal, no está Gilmour a la guitarra, ni Wright a los teclados, ni Mason en la batería, pero todos los músicos que han acompañado en este álbum a Roger han hecho una labor encomiable, sin un pero. Sí que hay canciones que exceden un poco en duración, y que se echan en falta dos o tres canciones más rockeras. La primera mitad del disco es una joya, una obra maestra musical, mientras que la segunda pierde un poquito de magia, exceptuando la mastodóntica "Smell The Roses".
Finalmente, me ha costado ponerle una nota concreta al disco. Si solo hiciera caso a las letras, no dudaría en ponerle el 10, pero atendiendo a la globalidad del disco, a todos los aspectos que lo rodean, le voy a dar un, en mi opinión, merecido 9,5. El 10 creo que solo está al alcance de los discos de Waters en Pink Floyd, pero un 9,5 es una altísima nota para un veterano guerrero que no se resigna a pelear por cambiar el mundo y luchar por obtener "la vida que realmente queremos".
¡Gracias por tanto Roger!
Siempre que se separan bandas importantes, en donde hay dos referentes principales, viene la pregunta sobre quién era mejor. Pasó con los Beatles (¿Lennon o McCartney?), Serú Girán (¿Charly o Lebón?), los Redondos (¿Indio o Skay?). Cuando un integrante fundamental de una banda se aleja, la pregunta cambia por cuál de las dos versiones gusta más: ¿Te gusta más el Genesis de Peter Gabriel o de Phil Collins?, ¿te gusta más el Pink Floyd de Roger Waters o de David Gilmour? Durante muchos años dije que Pink Floyd prescindía de Waters, de hecho continuaron con una exitosa carrera sin el bajista y sus shows eran demoledores. Si bien la producción discográfica solista de Waters no es prolífica, tiene shows y giras memorables, para muestra basta un botón y les menciono tres “The Wall Live In Berlin” (1990), “In The Flesh Tour” (1999) y la gira solista “The Wall Live” (2010) que lo mantuvo 4 años alrededor del mundo.Leonardo Muro
Después de 25 años Waters está estrenando nuevo disco de estudio, el cuarto en 33 años. Luego de escucharlo vuelvo a reformularme aquella innecesaria pregunta pero que siempre se hace ¿Era mejor el Pink Floyd de Waters o de Gilmour? La respuesta sigue siendo difícil, pero hay algo de lo que no cabe la menor duda, Roger Waters es el alma de Pink Floyd.
“Is This The Life We Really Want?” es el nombre de este nuevo disco cuya temática no es nueva, habla de cuestiones que Waters ya había planteado antes, lo sigue haciendo con rabia, criticando al sistema y el rumbo del mundo, pero esta vez se lo escucha como si estuviera resignado. Los temas que atraviesan el disco son la soledad del hombre en un mundo super ultra interconectado, virtual, vigilado, las permanentes amenazas latentes de guerras y atentados, Afganistán, Guantánamo, Laredo, historias que parece ser más cíclicas que lineales, el peligroso pensamiento de determinados idealistas del pseudo progresismo, la necesidad de encontrar un refugio ante tanto castigo corrosivo e impersonal, los drones que patrullan los cielos extranjeros , la tensión nunca resuelta entre el hombre y la máquina, su alienación simbolizada en el hombre mudo que sintoniza ondas de radio en su cabeza para intentar comunicarse con el exterior, como en “La Hija De La Lágrima” de Charly García.
El productor del disco es Nigel Godrich, quien ya trabajó anteriormente con artistas de la talla de Radiohead y Paul McCartney, entre otros. Godrich resalta la voz cavernosa de Waters y le inyecta una artillería de efectos sonoros, un truco que aprendió de Pink Floyd, es así que permanentemente crean distintos climas con sampleos de bombas, transmisiones de guerra, el tic tac de un reloj, radios antiguas, ladridos de perros, helicópteros, latidos de corazón y sobregrabaciones de voces, con lo cual es inevitable recordar a Pink Floyd. Las obsesiones personales Waters se actualizan en el contexto de la asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el Brexit, la avanzada bélica de Corea del Norte, los devastadores efectos del cambio climático y los permanentes atentados terroristas en todo el mundo.
El disco comienza y termina con trilogías, la primera está conformada por “When We Were Young”, “Déjà Vu” y “The Last Refugee”; luego toma la guitarra de “Déjà Vu” para la trilogía del final integrada por “Wait For Her”, “Oceans Apart” y “Part Of Me Died”. El punto más alto del disco lo consigue en “Smell The Roses”.
“Is This The Life We Really Want?” no es un disco optimista, es un disco realista desde la oscura mirada de alguien que siempre fue muy crítico con la política, la sociedad, las imposiciones culturales conservadoras y el sistema opresivo.
Si buscamos similitudes o puntos de conexión con el pasado artístico de Roger Waters, en “Is This The Life We Really Want?” podemos encontrar elementos de “Meddle” (1971), “The Dark Side Of The Moon” (1973), "Wish You Were Here" (1975), "Animals" (1977), "The Wall" (1979), “The Final Cut” (1983), "The Pros And Cons Of Hitch Hiking" (1984), "Radio K.A.O.S." (1987) y "Amused To Death" (1992).
En estas 12 canciones el creador de “The Wall” no propone planteos nuevos, pero los desarrolla de manera magistral. “Is This The Life We Really Want?” parece un disco de Pink Floyd pero sin los integrantes de Pink Floyd.
Después de 25 años Roger Waters nos entrega nuevo material. El genio sigue intacto.
A 25 años de Amused to death, su último trabajo discográfico, el músico británico Roger Waters vuelve a publicar un nuevo disco de estudio con canciones originales, un trabajo producido por el célebre Nigel Godrich, en el que con una atmósfera sonora que remite a Pink Floyd, la banda que lideró hasta 1982, realiza una descarnada lectura de la realidad política y los males de la vida moderna, temáticas recurrentes en toda su obra.Télam
Is this the life we really want?, que verá la luz pública este viernes 2 de junio, contiene doce cortes en los que Waters resigna aspectos melódicos y apela a sumar capas de teclados, en lugar de recurrir a virtuosas instrumentaciones, para crear sus tradicionales climas intensos y angustiantes, en este caso, magistralmente elaborados por Godrich, la mano detrás de joyas como OK Computer, de Radiohead, y Chaos and creation on the backyard, de Paul McCartney.
Casi como un guiño a la agrupación que integró junto a David Gilmour, Richard Wright y Nick Mason, el disco es atravesado por voces y sonidos de relojes, que suelen enlazar las canciones, al modo en que ocurría en el recordado Dark side of the moon.
En tanto, el ex Pink Floyd le pone voz a la locura, se convierte en el histriónico orador que encarnaba cuando interpretaba In the flesh, en The Wall, o apela a su desgarrador tono para volver a cantarle a las mismas cuestiones que interpelan su alma desde los primeros años con su histórica banda.
De este modo, Waters vuelve a poner el foco en la situación política, con alusiones a líderes “sin cerebro”, a las incursiones armadas de las potencias a los países del Medio Oriente, y al drama de los refugiados, entre otras cuestiones; como así también a la alienación, la locura y la muerte.
El disco abre con When we were Young, precisamente una suerte de collage sonoro, con voces, como si estuvieran pronunciando discursos, que crecen en volumen e intensidad, junto a un enloquecedor “tic-tac”, que finalmente se funden con un colchón de teclados, en lo que puede ser considerado el inicio de un inquietante viaje.
Un rasgueo de guitarra acústica que logra imponerse a ese caos sonoro abre paso a Deja vu, una balada a la que se le suma un piano, a mitad de camino entre los pasajes más melódicos de The Wall y Wish you were here. Algunos efectos sonoros y un arreglo de cuerdas le agregan dramatismo a la canción sobre el final, hasta que da paso al siguiente corte.
Se trata de The last refugee, que comienza a armarse con un groove de batería y distintos teclados que van dando forma a una melodía que se revela con la entrada de la voz de Waters. Estos tres primeros cortes conforman una especie de introducción homogénea cuyo carácter cambia de manera radical con la cuarta canción, que presenta un tono distinto al que venía mostrando el disco.
Picture that consiste en una larga diatriba política en donde Waters escupe toda su rabia sobre uno de los climas más rockeros del disco, con un tempo alto, en el que pinta una rabiosa aldea global en la que destacan Afganistán, la Bahía de Guantánamo, político corruptos y jueces “sin leyes”.
Las texturas suaves regresan con Broken bone, una canción acústica con un aire a Mother, en donde vuelve a aparecer el fantasma de la guerra en el universo Waters.
El sexto tema es el que le da nombre al disco, un lamento sobre lo soñado y lo que realmente fue, que suena a blues trunco, sugerido en el ritmo de la batería, pero disipado de inmediato con la aparición de algunos sutiles sonidos de guitarra y la sumatoria de teclados,
Un final abrupto con el sonido de una alarma da paso al siguiente corte, Bird in a gale, una lunática interpretación de Waters sobre una pesada atmósfera rockera, en un combo que le pone sonido a la locura.
Con The most beatiful girl vuelve el romanticismo, de la mano de un piano y un arreglo de cuerdas que oficiará de bálsamo hasta la llegada de Smell the roses, la canción más furiosa y lograda de todo el disco.
Un poderoso ritmo bien marcado de batería, una gran interpretación vocal, la aparición de algunas guitarras distorsionadas, unos breves fraseos como lamentos y una parte media en donde se logra una notable collage sonoro conforman un cocktail que hacen de este tema el punto más alto del álbum.
Como al inicio, el cierre del disco está dado por tres canciones que, adrede, presentan similitudes de modo que conforman un todo de tres partes. Se trata de Wait for her, Oceans apart y Part of me died, las cuales remiten levemente a Nobody home, sobre todo por el tratamiento del piano y los teclados.
De esta manera, Waters redondea quizás su disco más “floydeano” desde su alejamiento de la banda, con la sutil pero determinante diferencia de que prescinde del virtuosismo de sus excompañeros
El disco lo estoy escuchando de nuevo y me gusta, y estoy de acuerdo con los comentarios de los muchachos vertidos en esta reseña. Me parece que Roger pudo modernizar ciertos sonidos propios de su personalidad artística para dejar su marca musical personal luego de su polémica ópera francesa. Un trabajo disfrutable de uno de los más grandes cerebros de la historia del rock.
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