Quizá porque el encargo de musicar “Las vírgenes suicidas” (1999) les llegó en una etapa todavía temprana de su carrera, Air no encararon la tarea como un trámite, sino que dieron lo mejor de sí mismos para deslizarse por la fatal desazón adolescente que regía la ópera prima de Sofia Coppola. De hecho, Nicolas Godin y Jean-Benoît Dunckel llegaron más lejos que la directora, que acabó aligerando el tono del filme respecto a los brutos de rodaje con que el dúo ideó el hilo conductor de la banda sonora. Por ejemplo, en el montaje final “Dirty Trip” se quedó sin la secuencia para la que había sido diseñada: un descenso a los desconciertos del sexo reflejado en una espiral paranoica con cuerdas propias de un thriller, y donde juega un rol importante la batería del Redd Kross Brian Reitzell.
Si bien es cierto que “The Virgin Suicides” (2000) se ajusta sin dificultad al ideario de Air, con una línea estética fascinada por el Moog y unos desarrollos que rebajan la densidad de lo progresivo, el contrapunto de la triste historia de las hermanas Lisbon da a su sonido una cualidad dramática que no solemos encontrar en su discografía. Se trata de una elegía por la juventud que tiene su single-leitmotiv en esa “Playground Love” que Thomas Mars (Phoenix) canta escondido bajo el seudónimo de Gordon Tracks.
Reeditada con motivo de su decimoquinto aniversario en distintos formatos de lujo variable, “The Virgin Suicides” añade como principal extra un segundo CD con versiones en directo, entre las que destacan los temas más agitados: la citada “Dirty Trip” y “Dead Bodies”, que, en medio de coros, teclados tensos y ritmos hiperventilados, acaban mirando de refilón a Goblin.
Vivimos una época violenta, muy violenta; quizás tan violenta como otras épocas, sin embargo, la diferencia radica en que la actual es una violencia estructural y mundial; que hasta la OMS retrata como "epidemia mundial" en muchos de sus variados informes de situación. En ese engendro imperial denominado (grandilocuentemente) como "el gran país del norte", la ignorancia (junto con otras bestialidades, como el supremacismo, el racismo y la xenofobia, etc.) adquiere ribetes escandalosos, y más por la violencia que se ejerce directamente sobre aquellos seres que los "ganadores" han determinado como "inferiores". Aquí, un texto fechado en 1980 donde el genio de la ciencia ficción Isaac Asimov hace una crítica mordaz sobre el culto a la ignorancia, un culto a un Dios ciego y estúpido cual Azathoth, que se ha esparcido por todo el mundo, y aquí tenemos sus consecuencias, las vivimos en nuestra cotidaneidad. Hoy, como ayer, Cthulhu sigue llamando... ah,
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