Skip to main content

Egberto Gismonti - No Caipira (1978)

Artista: Egberto Gismonti
Álbum: Sol Do Meio Dia
Año: 1977
Género: Jazz Fusión / Latin Jazz
Duración: 50:39
Nacionalidad: Brasil


Lista de Temas:
1. Saudações
2. Nó Caipira
3. Palácio De Pinturas
4. Maracatu
5. Frevo
6. Sertão Brasileiro
7. Selva Amazônica
8. Canção Da Espera

Alineación:
- Egberto Gismonti / cavaquinho, viola, acoustic guitar, kalimba, pios, piano, pífano, voice
- Zé Eduardo Nazário / drums, tabla, percussion, voice
- Robertinho Silva / woody blocks, talking drum, xequerê
- Mauro Senise / C flute, G flute, flautim, flute, pífano,alto & soprano sax
- Celso Woltzenlongel / flute
- José Cardoso Botelho / clarinete
- Netinho / clarinete
- Zeca Assumpção / contrabass
- Edson Lobo / contrabass
- Sandrino Santoro / contrabass


Y vuelve Gilgamesh y otra vez nos trae sorpresas! Bueno, en este caso cumple una promesa.
Yo lo estoy escuchando por primera vez, una joya tremenda! pero no voy a hacer un comentario del disco, sólo diré que me parece genial y que por ninguna razón se lo deben perder, ecléctico, inclasificable, magestuoso, impresionante, personalmente me suena como un Astor Piazzolla brasilero.

Among Gismonti's best records, Nó Caipira is great, though one can't help but feel that it could be even greater.
A great variety of sounds and songs, from saudades to improvised parts, from chamber music to orchestrated parts, intense and challenging, not as coherent as infancia but nevertheless beautiful.


Y claro, el tipo es tan grande que todo comentario le queda chico, sobré se ha escrito, por ejemplo, lo siguiente:

He aquí un compositor que se desdobla en cada oportunidad para caminar por caminos diferentes, por senderos que le llevan siempre a otros lugares. Y, aunque enclavado en la gran tradición singular y colectiva de su país –pocos músicos mostraron tanto interés en abrazar sus raíces–, su formación musical y su larga y prolífica carrera lo han llevado a la universalidad. Hay pocos, en este continente, de la anchura y amplitud del brasileño Egberto Gismonti.
He aquí, además, uno de los más sencillos y aplomados seres humanos en esta tierra. Su música se basa en el placer de hacerla –por más compleja que esta sea– y jamás ha sido movido por los artificios de la potencial celebridad. Ha hecho mucha música seria, popular, orquestal, como solista, electrónica, para filmes, danzas y ballets, se introdujo en la amazonía para procurar de allí los sonidos de la selva primitiva, se introdujo en Viena para procurar los sonidos de Grieg y Ravel, tocó con los grandes del jazz y con los desconocidos de su pueblo, y sobre todo con su hijo, Alexandre, para algunos potencial merecedor de su estirpe. Todo y con todos tocó Gismonti.
He aquí un hombre al que las etiquetas no le caben. Tampoco los géneros que la industria musical ha catalogado. Por ejemplo, su álbum “Dança das cabeças”, junto con Nana Vasconcelos, fue premiado en Alemania como el mejor disco del año de 1976 en la categoría de música culta, en Inglaterra como el mejor disco folklórico, en Francia como mejor grabación de música contemporánea y en Estados Unidos ganó un premio como mejor álbum de jazz. “Y en Brasil nos premiaron –acota Gismonti– por las dudas”.
¿Cómo hacer, en estas palabras, justicia frente a una obra capital, prolífica –más de 60 álbumes editados, la mayoría para la prestigiada disquera alemana ECM–, y sobre todo una cuyo repertorio –el célebre repertorio gismontiano– indagó en los laberintos sonoros de su patria a partir de un reconocimiento de contrastes, logrando así una extraña síntesis donde cabían el aborigen junto al africano, el árabe junto al europeo, el pobre junto al rico, la etnia junto al mestizaje? Sólo se me ocurre dejando un poco las palabras a un lado y presentando este programa sobre su música.
El suyo es un país de mezclas. Allí se confunden europeos, africanos e indios brasileños. “Estamos tan mezclados, dice Gismonti, que se nos permite tener todas estas historias. Mientras tenemos la gran industria, hay todavía mucha pobreza. En estas ciudades la gente habla sobre la última tecnología… 100 metros más allá hay gente cuyo salario es de 150 dólares al mes”. País de contradicciones, pero país lleno de historia y arte. Un país lleno de música. Egberto Gismonti epitomiza una gran parte de esa dualidad: culto y popular, orquestal y solitario, occidental y originario, mínimo y barroco. En sus manos, sin embargo, ese aparente desdoblamiento, esa dicotomía intrínseca en su música, es perfectamente natural y, cuando uno escucha su música, está perfectamente integrada.
Egberto Gismonti ha sido un hueso duro de roer para la industria musical. Él no se acopló nunca a las exigencias de las disqueras, y por eso graba para dos sellos: ECM –la célebre disquera alemana de músicas de jazz contemporáneo– y la suya propia, Carmo. Con ECM graba “porque Manfred (Eicher – el dueño de la disquera) es mi amigo personal. De lo contrario solo haría discos en mi propio sello” dice. A pesar de eso, y dentro de los géneros de la música contemporánea, Gismonti es uno de los más accesibles creadores. Su música no suena difícil o intelectual –con alguna excepción– y por el contrario es consistentemente bella, conmovedora, apasionada.
Solo faltaría decir, hoy, que Egberto Gismonti es una referencia en toda América Latina. Es, me parece, uno de sus músicos más influyentes. No hay estudiante de guitarra que no aprenda sus piezas; no hay compositor serio que lo desconozca. Por todas partes se escucha su nombre, dentro del ambiente musical, y sus permanentes giras por todo el mundo son renombradas. A veces ejecuta su música en solitario, pero en su mayoría, arma grupos pequeños y grandes para ello.
Tan lejos tan cerca

Pero dejo algún comentario de terceros para completar mi impresión, y como siempre, algún video para el que esté distraido sepa de que va esto. Traduzcan ustedes si es que no entienden... y si hay alguno que se anime con un cometario propio, lo esperamos ansiosos para incluirlo en esta entrada.

“Saudações”, a faixa de abertura de Nó Caipira, soa como uma antecipação da Lei da Anistia, que vigoraria no ano seguinte ao lançamento desse disco: na bossa de Gismonti e Paulo César Pinheiro (uma das duas co-autorias do álbum – a segunda é “Canção da Espera” com Geraldo Carneiro), o primeiro, que a interpreta apenas com um violão, canta como se estivesse voltando de um exílio político: “Que prazer/Rever-te/Gozando paz, saúde, amor, felicidade/Ai que bom/Que tremenda saudade”. Mas a chave conceitual do disco se faz presente no momento em que Egberto diz: “E volto ao nosso lar”, onde ele faz questão de acentuar a sílaba “no”, antes de chegar no “s”, para dar a impressão de que ele dirá apenas “nó”, o que de fato ele concretiza no final da música, ao repetir somente “no”, sem pronunciar o resto da palavra.
Digo que “Saudações” é a chave conceitual deste álbum porque nela fica exposta a proposta estética de Nó Caipira: o “nó” estabelecido aqui, é o musical (ou musicais), que une Gismonti à sua terra. O músico havia passado uma temporada no exterior, onde gravara Dança das Cabeças (ao lado de Naná Vasconcelos) e Sol do Meio-dia, pela ECM e por isso o sentimento de regresso, como se ele fosse um exilado político (porém mais um exilado artístico que qualquer outra coisa). Enquanto nenhum dos LP’s citados negava as influências e o ecletismo de sua música, o primeiro trazia duas longas improvisações de violão e percussão, ao passo que o segundo tinha o lado B mais voltado para o jazz, com o domínio do saxofone de Jan Garbarek. Trabalhando com todos esses registros e mais alguns, Nó Caipira é como se fosse o disco definitivo de Gismonti (se fosse para escolher algum), pois funciona como um compêndio de sua obra e de sua estética. Nos seus primeiros álbuns, o instrumentista ainda compunha bossas e cantava – duas coisas que ele foi parando de fazer gradativamente. Mas aqui a bossa tem seu lugar com “Saudações”, na qual ele explicita a existência de um nó, ou seja, um laço sentimental e musical com sua cultura, que é expressamente caipira porque lida, em grande parte, com gêneros que estavam, e ainda estão, fora do circuito radiofônico predominante das grandes metrópoles brasileiras. É claro que tem a bossa, o jazz e a música erudita, estilos mais bem aceitos pelos centros urbanos, tanto brasileiros quanto europeus, mas o “caipira” do título não se refere apenas à volta de Egberto à sua cidade natal, Carmo – localizada no interior do estado do Rio de Janeiro –, mas sua significação estende-se também à esfera musical.
Se Nó Caipira é tão bem delineado no seu lado conceitual, na parte sonora, digamos assim, é ainda mais impressionante. É neste álbum que tomamos a dimensão do talento e da grandiosidade de Gismonti como músico. Não basta evocar o frevo, o maracatu e o nome de Heitor Villa-lobos para fazer música de qualidade: é preciso conhecimento e aprofundamento estético. Nesse sentido, Gismonti sempre foi um monstro, pois se há algo que o aproxima dos acadêmicos, é o fato dele ser um virtuose de marca maior, capaz de tocar e compor o que bem entende. Fora nessa virtuose que o músico se perdera em alguns discos anteriores e, especialmente, ulteriores. Mas se ele preza tanto a técnica, quem ouvir Nó Caipira se espantará ao perceber que, como poucos músicos no mundo, Egberto sabe usar muito bem dessa virtude para fazer peças de extrema musicalidade, que também experimentam, utilizando-se de inúmeros instrumentos e passagens mais “reflexivas”. Admira-se quem se depara com faixas mais rápidas e dinâmicas na instrumentação como o pot-pourri “Frevo” e depois ouve “Sertão Brasileiro” ou “Palácio de Pinturas”, duas composições eruditas – a segunda uma espécie de meio-termo entre Debussy e Ligeti; ou então, remetendo novamente ao princípio do disco, a sequência inseparável de “Saudações” e a suíte “Nó Caipira”. A primeira, uma bossa nova melancólica, mas otimista, e a segunda um forró-jazz-maracatu, com seguimentos de música indígena e experimental. A ligação que Gismonti faz entre as duas é no violão, através de um slide incessante entre as extremidades do braço do instrumento. Pois para conectar resgistros tão distintos é preciso criar um nó entre os mesmos, nem que este seja caracaterizado pela largura dimensional e tonal presente no braço do violão.
Nó Caipira é o paroxismo da genialidade de Egberto Gismonti. Além de ser o mais diverso estilisticamente, é o mais satisfatório no âmbito musical. Talvez se fosse mais conhecido, até por um público acadêmico, a música instrumental brasileira não estaria no estado decrépito que se encontra. Se ao menos todos aqueles que perseguem de forma obsessiva a perfeição técnica escutassem esse disco, perceberiam que a música está para muito além de questões práticas e materiais. Nó Caipira é uma obra-prima exatamente por isso: porque ultrapassa o lado puramente virtuose e atinge os pontos essenciais da existência humana: corpo, mente e espírito. (Thiago Filardi)
Desde o seu aparecimento no final da década de 60, Egberto Gismonti sempre revelou uma inclinação inegociável à experimentação e, num certo sentido, à criação de uma obra indiferente às distinções entre métodos e sonoridades da música erudita e popular. Como Hermeto Pascoal, Glauber Rocha, Flávio de Carvalho, Guimarães Rosa, João Gilberto, Oswald de Andrade, os irmãos Campos, entre outros grandes artistas brasileiros, Egberto construiu uma carreira que transitou com desenvoltura entre a sólida formação de cunho europeu e uma sensibilidade extraordinária para reinterpretar a cultura popular. Entre suas influências marcantes podemos contabilizar Villa-Lobos, a bossa nova e a música nordestina, três elementos que podem ser observados em boa parte de seus álbuns de estúdio, notadamente os dos anos setentas. Dentre os grandes discos deste período, Nó Caipira ocupa um lugar de destaque. Trata-se, sem exagero, de uma síntese perfeita das características mais marcantes de sua obra como um todo. Nó Caipira não é pós-bossanovista como o primeiro, nem possui o sotaque zappeano de Sonho 70; não contém as inclinações barrocas de Orfeo Novo, nem a aproximação evidente com a música de Hermeto Pascoal de Carmo, muito menos a ousadia de Corações Futuristas. Mas, sem querer forçar a barra, Nó Caipira sintetiza de forma equilibrada um pouco de todos esses elementos. E, assim, talvez configure não somente a porta de entrada mais adequada, como também a summa de sua obra.
Se não, vejamos: o disco abre com uma “Saudações”, parceria de Gismonti com o grande poeta que é Paulo Cesar Pinheiro, e somos pegos de surpresa por um cantor limitado, mas extremamente perspicaz, que sabe articular as palavras de forma límpida e precisa, à moda de João Gilberto. A canção mal acaba e seu violão dá tilt: violentos glissandos se sucedem, juntamente com uma batida que parece ser executada sobre o casco do instrumento. “Nó Caipira”, um xaxado forte e cheio de camadas percussivas se inicia e não deixa pedra sobre pedra. Arrisco-me a dizer que poucos discos de música brasileira se iniciam de forma tão exuberante quanto Nó Caipira. O disco prossegue com duas vinhetas, “Noca” e “Pira” (atenção aos pizzicatos…), experimentos que lembram a simplicidade profunda da música de Moondog e, ao mesmo tempo, as pequenas composições de Tom Zé e do disco Jóia, de Caetano Veloso. A bela “Palácio de Pinturas”, talvez a primeira peça do álbum com ares francamente eruditos, manifesta uma forte influência da música de Debussy. Aqui, os ouvintes que admiram o trabalho de Gismonti já estão entregues ao romantismo radical, a uma força de composição e interpretação que suplanta os eventuais desvios ocasionados pelo excesso de virtuosismo instrumental.
Então vem o que parece ser a sequência mais impressionante do álbum: “Maracatu”, “Esquenta Muié” e “Frevo Rasgado”, três faixas onde o diálogo entre popular e erudito alça um patamar talvez único na musica brasileira. Gismonti obtém aqui uma sonoridade ímpar, que não se reduz à tradição instrumental brasileira, nem a nenhuma outra tradição: é achado, novidade mesmo. Sobre a matéria bruta das audições e pesquisas, do maracatu, do frevo, do xaxado, ele cria texturas e dinâmicas, miríades instrumentais repletas de viço e precisão, mas que manifestam também uma certa desmesura. Noto o trabalho do baterista José Eduardo Nazário, que construiu uma linguagem percussiva apropriada para as constantes variações rítmicas propostas por Gismonti, sintetizando ritmos nordestinos, jazz e tudo mais que viesse pela frente. “Sertão brasileiro”, situada no universo erudito de Villa-Lobos, conduz o álbum para seu fim, com a dobradinha “Selva Amazônica (para Villa-Lobos)” e a vinheta “Uana Lua”, ambas afinadas com todas as melhores características de Nó Caipira: aporte erudito em timbragem e pegada populares.
Como no início, Nó caipira encerra com uma canção, a “Canção da Espera”, de Geraldo Carneiro e Gismonti, entoada pela voz misteriosa de Zezé Motta. Se a canção introdutória conferia um ar solar, diurno e familiar ao início do disco, a “Canção da Espera” faz supor que, após todas as facetas musicais apresentadas, todas as libações executadas, resta somente o silêncio libidinoso da noite derramando-se sobre o ouvinte… Nó Caipira é assim mesmo, derramado e exagerado, “demasiado romântico”, como a saudação inicial… E isto, supõe-se, porque, como diz o autor, “ninguém é de ferro”… (Bernardo Oliveira)
Talvez a primeira dificuldade a ultrapassar ouvindo Nó Caipira seja esse desejo de totalidade, de encompassar toda uma experiência de música brasileira e não só brasileira. Não que exista algo criticável nesse desejo: é algo mais devido às flutuações do “espírito do tempo”, de como naquele momento – anos 70 – havia um esforço de alto modernismo em sintetizar as experiências de todas as áreas e hoje, ao contrário, esse tipo de preocupação pareça não estar mais no horizonte, seja porque a diversificação atingiu níveis já insintetizáveis (talvez), seja porque a música (ao menos uma grande parte dela) a partir dos anos 80 seguiu rumo a uma carnalidade oposta às aspirações de totalização. Certo, em Nó Caipira, Gismonti carrega consigo todas as suas influências abertamente, num jogo de identificações e referências que pode facilmente (talvez até faclimente demais) ser visto como excessivamente erudito, intelectual, cabeçudo. Isso, evidentemente, está lá. No entanto, esse aspecto não deve ocultar um outro, e talvez mais exuberante, que compõe igualmente a verve do músico: sua sensorialidade, sua lancinante subjetividade, seu indefectível romantismo impressionista.
A característica mais marcante de Nó Caipira, para além da diversidade de ritmos e registros elencados faixa a faixa e por vezes dentro da mesma faixa, é uma sensação de sobrevôo, de viagem por uma geografia sonora (que não pode tão facilmente ser identificada pelos limites e fronteiras nacionais e/ou regionais), em que o decisivo é o olho do viajante. O exuberante do disco é esse olhar em forma de prisma, o onirismo provocado pelo olho que observa e imagina, e que imagina na progressão. Talvez a metáfora do trem, via Villa-Lobos, seja por demais óbvia, mas é também inescapável. A própria característica das suites, e em Nó Caipira há duas, já supõe essa estrutura de uma paisagem que se altera à medida que o tempo passa e nosso trem/avião musical se desloca. Ele passa por “sons da natureza” evocando mata, evocando índios, passa por orquestrações de cordas impressionistas, passa por regionalismos hermetianos, por tours de force prog/jazz-rock zappeanos, pela doçura frenética dos pífanos, mas o essencial é aquilo que dá liga a todas essas manifestações: a sensibilidade de Gismonti em atingir o simples, o singelo, a partir do rebuscado.
O risco maior de um projeto como Nó Caipira era o de seguir uma determinada ideologia muito forte na primeira metade do século que via na música erudita uma forma de “purificar” a música folclórica, incorporando-a e “aperfeiçoando” suas feições, ou seja, traduzindo-a em repertório “culto” (ou seja, já considerando o “folclórico” como algo potente mas menor, a ser lapidado para atingir o patamar de grande arte). Mas aqui a partilha não se dá dessa forma. Não é só questão de estar tudo em pé de igualdade, de não haver hierarquias – não há, mas isso não é o fundamental. É, mais propriamente, que Egberto Gismonti se entrega inteiro a interpretar sentimentalmente seus amores, criando um caleidoscópio que só adquire consistência e fluidez pela paixão quase devota, quase inocente, em percorrer paisagens sonoras e incorporá-las emotivamente ao caldo de sua inspiração.
Ruy Gardnier

Gismonti captura la complejidad del alma brasileña, a veces de forma primitiva, a veces sofisticada, y la proyecta con una visión muy personal dónde están presentes sus muchos años de formación clásica, y dónde el papel del jazz juega un rol fundamental.

En 1974 acepta una invitación para dar un concierto en Berlin para el que invita a Hermeto Pascoal y Naná Vasconcelos. Durante este viaje conoce al presidente de ECM, Manfred Eicher, quien le invitaría en el 75 para grabar con ellos.
Desconociendo la importancia que a la larga íba a tener este sello, va posponiendo el proyecto hasta finales del 76, cuando acepta pensando que va a grabar con su grupo "all-stars" compuesto por Robertinho Silva en la percusión, Luis Alves en el bajo y Nivaldo Ornelas en el saxo y la flauta.
Pero la altísima tasa de salida de Brasil que el gobierno de la dictadura militar había impuesto de 7.000 dólares, hace que se decida a emprender el proyecto él sólo.
La casualidad quiso que encontrara al genial percusionista Naná Vasconcelos durante un viaje por Noruega, al que contó el proyecto y quien aceptó sin demasiado entusiasmo. El resultado fue su aún hoy muy repurado disco Dança das Cabeças, aunque inicialmente provocó todo tipo de controversias y desubicaciones, debido a lo inclasificable de su música.
En Inglaterra fue galardonado como mejor disco pop. En Estados Unidos como mejor disco de música de folklore extranjero. En Alemania, como gran obra de música clásica.
Dança das Cabeças cambió la vida de ambos. A partir de entonces Naná era requerido desde cualquier lugar del mundo para grabaciones y conciertos. Egberto, sin embargo, volvió a Brasil y se dedicó a investigar en la música de la Amazonia, cosa que ya había hecho en profundidad Vasconcelos con anterioridad a él. Su interés por la música de los indios le llevó a pasar periodos en la selva viviendo en tribus.
Dos años después grabaría también en ECM Sol do Meio-Dia junto al saxofonista Jan Garbarek, al percusionista Colin Walcott, y al guitarrista Ralph Towner, con amplia aceptación internacional. De su siguiente disco, Solo, grabado al año siguiente, sólo en EE.UU. se venderían más de 100.000 copias.
19 trastes

Un disco hermoso, yo es la primera vez que lo escucho, y se los recomiendo. Sin duda uno de los grandes discos de Gismonti, y eso es mucho decir.
Acá lo tenemos gracias a Gilgamesh, para que disfruten todos ustedes... bueno, yo también...



Comments

  1. Download: (Flac + m3u + Log + Scans)
    http://pastebin.com/VFD3e7V6

    ReplyDelete
  2. Tremendo !!!
    No Caipira debe ser uno de los discos donde se manifiesta de una manera más explícita la influencia de Heitor Villa-Lobos en la música de Egberto...
    Ademas, a mi juicio la versión orquestal de Palácio de Pinturas presente en este disco debe ser una de las cosas más hermosas que he oído en mi vida.
    El amor que Egberto tiene por la música se plasma en cada una de sus obras y shows, por lo mismo lo único que sienten mis oídos es una gratitud enorme por un artista tan honesto e iconoclasta como él...

    ReplyDelete

Post a Comment

Lo más visto de la semana pasada

Isaac Asimov: El Culto a la Ignorancia

Vivimos una época violenta, muy violenta; quizás tan violenta como otras épocas, sin embargo, la diferencia radica en que la actual es una violencia estructural y mundial; que hasta la OMS retrata como "epidemia mundial" en muchos de sus variados informes de situación. En ese engendro imperial denominado (grandilocuentemente) como "el gran país del norte", la ignorancia (junto con otras bestialidades, como el supremacismo, el racismo y la xenofobia, etc.) adquiere ribetes escandalosos, y más por la violencia que se ejerce directamente sobre aquellos seres que los "ganadores" han determinado como "inferiores". Aquí, un texto fechado en 1980 donde el genio de la ciencia ficción Isaac Asimov hace una crítica mordaz sobre el culto a la ignorancia, un culto a un Dios ciego y estúpido cual Azathoth, que se ha esparcido por todo el mundo, y aquí tenemos sus consecuencias, las vivimos en nuestra cotidaneidad. Hoy, como ayer, Cthulhu sigue llamando... ah,

David Gilmour - Luck and Strange (2024)

Una entrada cortita y al pie para aclarar porqué le llamamos "Mago". Esto recién va a estar disponible en las plataformas el día de mañana pero ya lo podés ir degustando aquí en el blog cabeza, lo último de David Gilmour de mano del Mago Alberto, y no tengo mucho más para agregar. Ideal para comenzar a juntar cositas para que escuchen en el fin de semana que ya lo tenemos cerquita... Artista: David Gilmour Álbum: Luck and Strange Año: 2024 Género: Rock Soft Progresivo / Prog Related / Crossover prog / Art rock Referencia: Aún no hay nada Nacionalidad: Inglaterra Lo único que voy a dejar es el comentario del Mago... y esto aún no existe así que no puedo hablar de fantasmas y cosas que aún no llegaron. Si quieren mañana volvemos a hablar. Cae al blog cabezón, como quien cae a la Escuela Pública, lo último del Sr. David Gilmour (c and p). El nuevo álbum de David Gilmour, "Luck and Strange", se grabó durante cinco meses en Brighton y Londres y es el prim

Jon Anderson & The Band Geeks - True (2024)

Antes de terminar la semana el Mago Alberto nos trae algo recién salido del horno y que huele bastante al Yes de los 80s y 90s, aunque también tiene un tema de más de 16 minutos de la onda de "Awaken" para los más progresivos. Y es que proviene de Jon Anderson, ex miembro fundador de Yes, que junto con la formación The Band Geeks como apoyo lanza este "True", que para presentarlo lo copio al Mago que nos dice: "La producción musical es sensacional con arreglos exquisitos, una instrumentación acorde a las ideas siempre extra mega espaciales de Anderson, el resultado; un disco fresco, agradable al oído, con toda la impronta de el viejo YES, lógico, sabiendo que Jon siempre fue el corazón de la legendaria banda británica". Ideal para ir cerrando otra semana a pura sorpresa, esta es otra más! Artista: Jon Anderson & The Band Geeks Álbum: True Año: 2024 Género: Prog related Nacionalidad: Inglaterra Antes del comentario del Mago Alberto, copio

Charly García - La Lógica del Escorpión (2024)

Y ya que nos estamos yendo a la mierda, nos vamos a la mierda bien y presentamos lo último de Charly, en otro gran aporte de LightbulbSun. Y no será el mejor disco de Charly, ya no tiene la misma chispa de siempre, su lírica no es la misma, pero es un disco de un sobreviviente, y ese sobreviviente es nada más y nada menos que Charly. No daré mucha vuelta a esto, otra entrada cortita y al pie, como para adentrarse a lo último de un genio que marcó una etapa. Esto es lo que queda... lanzado hoy mismo, se suma a las sorpresas de Tony Levin y del Tío Franky, porque a ellos se les suma ahora el abuelo jodón de Charly, quien lanza esto en compañía de David Lebón, Pedro Aznar, Fito Páez, Fernando Kabusacki, Fernando Samalea y muchos otros, entre ellos nuestro querido Spinetta que presenta su aporte desde el más allá. Artista: Charly García Álbum: La Lógica del Escorpión Año: 2024 Género: Rock Referencia: Rollingstone Nacionalidad: Argentina Como comentario, solamente dejar

Tony Levin - Bringing It Down to the Bass (2024)

Llega el mejor disco que el pelado ha sacado hasta la fecha, y el Mago Alberto se zarpa de nuevo... "Cabezones, vamos de sorpresa en sorpresa, esta reseña la escribo hoy jueves 12 de Setiembre y mañana recién se edita en todo el mundo esta preciosura de disco, una obra impresionante, lo mas logardo hasta el momento por Levin". Eso es lo que dice el Mago Alberto presentando este disco, otro más que se adelanta a su salida en el mercado, para que lo empieces a conocer, a disfrutar y a paladear. Llega al blog cabezón un disco que marcará un antes y un después en la carreara de Levin, y creo que eso ya es mucho decir... o no? Otra sorpresota de aquellas, con un DISCAZO, con mayúsculas. Artista: Tony Levin Álbum: Bringing It Down to the Bass Año: 2024 Género: Fusion, Jazz-Rock. Referencia: Site oficial Nacionalidad: EEUU Creo que el pelado esta vez disfrutó el bajo como nunca, y ello parece haberse trasladado a la grabación, y de ahí a tu equipo de sonido y de

Los 100 Mejores Álbumes del Rock Argentino según Rolling Stone

Quizás hay que aclararlo de entrada: la siguiente lista no está armada por nosotros, y la idea de presentarla aquí no es porque se propone como una demostración objetiva de cuales obras tenemos o no que tener en cuenta, ya que en ella faltan (y desde mi perspectiva, también sobran) muchas obras indispensables del rock argento, aunque quizás no tan masificadas. Pero sí tenemos algunos discos indispensables del rock argentino que nadie interesado en la materia debería dejar de tener en cuenta. Y ojo que en el blog cabezón no tratamos de crear un ranking de los "mejores" ni los más "exitosos" ya que nos importa un carajo el éxito y lo "mejor" es solamente subjetivo, pero sobretodo nos espanta el concepto de tratar de imponer una opinión, un solo punto de vista y un sola manera de ver las cosas. Todo comenzó allá por mediados de los años 60, cuando Litto Nebbia y Tanguito escribieron la primera canción, Moris grabó el primer disco, Almendra fue el primer

Spinetta & Páez - La La La (1986-2007)

#Músicaparaelencierro. LightbulbSun nos revive el disco doble entre el Flaco y Fito. La edición original de este álbum fue en formato vinilo y contenía 20 temas distribuidos en dos discos. Sin embargo en su posterior edición en CD se incluyeron los primeros 19 temas, dejando fuera la última canción que era la única canción compuesta por ambos. En relación a este trabajo, Spinetta en cada entrevista que le preguntaron sobre este disco el dijo que fue un trabajo maravilloso, que es uno de los discos favoritos grabados por él. En septiembre de 2007 se reedita el disco en formato CD, con todos los temas originales contenidos en la edición original en vinilo pero con un nuevo diseño. Creo que lo más elevado del disco es la poética del Flaco, este trabajo es anterior a "Tester de Vilencia" y musicalmente tiene alguna relación con dicho álbum... y una tapa donde se fusionan los rostros de ambos, que dice bastante del disco. Aquí, otro trabajo en la discografía del Flaco que estamos

El Ritual - El Ritual (1971)

Quizás aquellos que no estén muy familiarizados con el rock mexicano se sorprendan de la calidad y amplitud de bandas que han surgido en aquel país, y aún hoy siguen surgiendo. El Ritual es de esas bandas que quizás jamás tendrán el respeto que tienen bandas como Caifanes, jamás tendrán el marketing de Mana o la popularidad de Café Tacuba, sin embargo esta olvidada banda pudo con un solo álbum plasmar una autenticidad que pocos logran, no por nada es considerada como una de las mejores bandas en la historia del rock mexicano. Provenientes de Tijuana, aparecieron en el ámbito musical a finales de los años 60’s, en un momento en que se vivía la "revolución ideológica" tanto en México como en el mundo en general. Estas series de cambios se extendieron más allá de lo social y llegaron al arte, que era el principal medio de expresión que tenían los jóvenes. Si hacemos el paralelismo con lo que pasaba en Argentina podríamos mencionar, por ejemplo, a La Cofradía, entre otros muchos

Casandra Lange - Estaba En Llamas Cuando Me Acosté (1995)

#Músicaparaelencierro. LightbulbSun vuelve a las andadas y nos presenta un disquito de Casandra Lange (conjunto integrado por Charly García a la cabeza, junto con María Gabriela Epumer, Juan Bellia, Fabián Quintiero, Fernando Samalea y Jorge Suárez), un disquieto en vivo con canciones de Lennon, McCartney, Hendrix, Dylan, Annie Lennox, Jagger y Richards y de otros compositores además de las propias. Este es quizás uno de los secretos mejor guardados de Charly, que además aporta dos temas inéditos. Artista: Casandra Lange Álbum: Estaba En Llamas Cuando Me Acosté Año: 1995 Género: Rock Duración: 56:47 Referencia: Discogs Nacionalidad: Argentina Con ganas de pasarla bien, en el verano de 1995 Charly García armó una banda que tocara covers y recorrió distintos bares y teatros de la costa: Casandra Lange , con María Gabriela Epumer, Fabián Quintiero, Fernando Samalea y hasta Pedro Aznar en algunas ocasiones. Parte de esa gira quedó registrada aquí, un disco de edición re

Yaki Kandru - Yaki Kandru (1986)

#Músicaparaelencierro.  La agrupación colombiana Yaki Kandru, en cabeza del antropólogo e investigador Jorge López Palacio, constituye uno de los hitos etnomusicales de Latinoamérica, siendo sus aportes extremadamente valiosos para la etnomusicología no sólo del país, sino de todo el continente y a su paso, el mundo. Artista: Yaki Kandru Álbum: Yaki Kandru Año: 1986 Género: Etnomusicología Duración:  35:30 Referencia:   zigzagandino.blogspot.com Nacionalidad: Colombia Fundamentalmente, el trabajo de la agrupación consta de profundas y apasionadas investigaciones con las comunidades indígenas y campesinas, que terminaron en registros sonoros avezados, frutos de un esfuerzo inquebrantable por la comprensión integral de la música como un elemento de orden vital en las poblaciones nativas, superponiéndose a la concepción ornamental y estética del arte occidental. De este modo, Yaki Kandru no corresponde a un grupo meramente recopilatorio, sino uno que excava en los cimientos

Ideario del arte y política cabezona

Ideario del arte y política cabezona


"La desobediencia civil es el derecho imprescriptible de todo ciudadano. No puede renunciar a ella sin dejar de ser un hombre".

Gandhi, Tous les hommes sont frères, Gallimard, 1969, p. 235.