Desde el punto de vista actual, la globalización, entendida como sierva de la ortodoxia neoliberal, seguramente ha conocido días mejores. Pero a pesar de todas las críticas que ha suscitado en lo que llevamos de tercer milenio, cuesta no aplaudir la tendencia intercultural que ha posibilitado que diferentes pueblos, recursos e ideas hayan entrado en contacto con el paso de los siglos.
La propuesta musical de hoy nos recuerda los efectos que tuvo la globalización de la era de los descubrimientos en la historia de la música. Una vez más tengo que dar las gracias a ese genio que es Jordi Savall por haber llamado mi atención en este sentido. Sabemos muy poco del organista y compositor Antonio Valente, aparte de que se quedó ciego de niño y fue organista de la iglesia de Sant’Angelo a Nilo de Nápoles entre 1565 y 1580. También sabemos que contribuyó significativamente a la música de teclado de la época y que se considera fundador de la primera escuela napolitana. Y que fue capaz de escribir una música asombrosa.
Esta embriagadora gallarda de ritmo acelerado —la gallarda era un baile renacentista muy deportivo que se caracterizaba por dar saltos, botes y brincos — nos recuerda que la música europea fue transformada y adaptada a modalidades indígenas de México y otros lugares, y combinada con la música africana y afrocubana. Considérenlo pues un ejemplo de los primeros efectos del multiculturalismo, hace ya casi medio milenio.
Clemency Burton-Hill
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