Hay una orgullosa reivindicación de la obra macabra del Proceso, que comienza por allí -el despliegue del aparato represivo y persecutorio- con la finalidad de sostener una propuesta económica que guarda profunda semejanza con el plan de la dictadura, y que como tal supone privaciones y recortes de derechos para las mayorías, y su correlato necesario: represión si protestan, o se defienden.
En el mismo contexto, el tipo abogó por un ajuste fiscal salvaje (que no es otra cosa que la vuelta de las AFJP), la privatización de las empresas públicas (sin excluir a ninguna, empezando por YPF), el negacionismo de la brecha salarial de género, una propuesta jamás explicitada en sus condiciones de posibilidad (la dolarización) pero que se puede colegir muy fácilmente cuales serían sus resultados (la licuación de los salarios), y el llamado explícito a flexibilizar la legislación laboral, bajo el eufemismo de su "modernización".
Un combo terrorífico que -hay que decirlo- los libertarios comparten en lo esencial con "Juntos por el Cambio", a punto tal que tomaron del macrismo la idea de que los derechos humanos son un curro. La diferencia es que -si ha de estarse a lo que marcan las encuestas- estos orates pueden ganar, y en consecuencia tener la oportunidad real de desplegarlo.
El economista Luciano Laspina, uno de los principales asesores de la candidata presidencial de Juntos por el Cambio (JxC), Patricia Bullrich, se reune asiduamente con Domingo Cavallo y el mismo Javier Milei lo revindica como ministro de Economía de los gobiernos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa. Estas son la nuevas propuestas viejas de la oposición, y Cavallo les dejó la vara muy alta.
Por Diego Tatián
La ostentación de brutalidad, la prepotencia hacia los y las demás, el desprecio por el trabajo científico, el regodeo anti-intelectual en la ignorancia y la abominación de la cultura en tanto motivos de seducción política no es algo novedoso en la casta millonaria. Sin embargo, presenta cada vez singularidades propias. Que en este caso provengan de alguien que dice pregonar ideas liberales pero adopta el emblema de una motosierra para imponerlas, puede ser comprendido como un avatar tardío de la recurrente “fiesta” que la violencia augura a quienes le tributan su deseo (“los salvajes unitarios están de fiesta”, escribía José Hernández tras el asesinato del Chacho en Olta). Una fiesta que la historia conjuga con lo más oscuro una y otra vez.
El empuñamiento de una motosierra reescribe “La fiesta del monstruo”, sólo que esta vez -a diferencia del injusto cuento que Borges y Bioy escribieron en 1947, con epígrafe de “La refalosa”- sin ninguna inocencia del mal. Cuarenta años de democracia disipados sin más en la desembocadura de un adminículo de destrozo (cómo no pensar en el macabro film de Tobe Hooper sobre la masacre de Texas, traducido en la Argentina como “El loco de la motosierra”). Y todo convertido en merchandising preelectoral: motosierras de juguete que los padres regalan a sus hijos; un muñeco de pelo revuelto que porta el arma amarilla en pleno paseo público, junto al que los transeúntes se fotografían divertidos, o que se venden en tiendas de baratijas en versión pequeña. ¿Qué cifra la amenaza con una motosierra, festejada con incontenible ludibrio por miles de personas? Las grandes violencias de la historia suelen estar precedidas por una extendida banalidad, que sólo cuando lo peor ha sucedido se revela en su espesura.
Si lo peor llegara a suceder -si la crueldad encuentra, otra vez, condiciones para su desencadenamiento y su manifestación como en tantas ocasiones antes-, quedará organizar un común cuidado de lo que es frágil, o de lo que está vivo, e impedir su serramiento con acciones y con ideas más potentes que la truculencia de una motosierra, y de sentido contrario.
En tanto, urge hacer crecer y prosperar una “fuerza de la no violencia” que sea capaz de reconocer y explorar otras formas de revertir la adversidad material en la que se hallan sumidas tantas personas. Las medidas de reparación económica recientemente implementadas por el gobierno argentino -tardías y acaso motivadas por el apremio electoral- indican un rumbo que debió haberse tomado mucho antes, para que “las promesas incumplidas de la democracia” no troquen en abismo y destrucción.
Será tarea de la tradición nacional-popular -tantas veces reducida a la “barbarie” por las clases dominantes- conservar la posibilidad de que todo sea de otro modo: evitar la caída libre en el deterioro sin fondo de quienes menos tienen; resistir el despojo de derechos que sume al trabajo material y a los trabajadores en la precariedad de la anomia; rebatir un destino de inspección de gallinas para quienes trabajan en el desarrollo de la ciencia pública.
Diego Tatián - Córdoba, 4 de octubre de 2023.
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