Cabeza de Moog: trabajo comunitario
Cabeza de Moog es un blog
referido principalmente a la música, pero abierto a otras artes, a la
cultura, a lo social y a lo político desde la independencia: sin un
signo partidista aunque con un claro posicionamiento anarco-humanista (termino demasiado amplio para definirlo ahora pero que sirve a los fines de representarnos como actores de la comunicación horizontal y abierta, el compromiso comunitario y extendido a todos y el poner al ser humano como lo más importante). Tenemos como fundamento espiritual tanto la exaltación
que produce el evento artístico en el alma humana como también la
gracia de compartir lo que nos gusta, sea como melómanos o simplemente
como seres humanos. Desde esa postura, desde el llano, estamos en contra
de muchas de las reglas de juego de la sociedad actual.
Debe
entenderse el proyecto del blog Cabeza de Moog desde un momento y un
lugar concreto: Latinoamérica, Argentina para ser más exactos, a partir
del 2010. La cultura, concretamente la cultura popular, está
condicionada por lo económico y lo tecnológico y su margen de actuación
se adhiere a la estructura social. Por supuesto, la estética y la
práctica artística están también traspasadas por una u otra ideología y
por condicionantes sociohistóricos. Pero el arte es intempestivo y
sobrevive a su época, lo creado está destinado a superar las barreras
que impone su propio tiempo ya que el arte permanece. Desde esa visión,
el arte supera a la cultura, que puede agotarse, no dar más de sí y
perecer.
Creamos una comunidad de melómanos donde lo natural es
compartir lo que nos gusta, lo que nos hace felices, donde disfrutar es
un bien colectivo, y donde todos podemos ser protagonistas. Ponemos en
tela de juicio las bases económicas del sistema capitalista cuestionando
las ideas sobre “propiedad intelectual”, y generando críticas tanto a
las modas del mainstream como a las industrias culturales que las
generan. Nuestra manera de rebelarnos es la difusión del arte inspirado
por la búsqueda de la chispa creativa y no por el éxito y el rédito
económico de la obra. Entre nuestros intereses está el compartir el
arte; que se conozcan, difundan y disfruten obras que consideramos
importantes, sea por la plataforma que sea (en video, compartiendo
discos, en plataformas digitales, difundiendo recitales y eventos,
etc.). No nos interesa la piratería de por sí, ni tenemos intención de
generar deterioros económicos a los artistas ni a pequeñas industrias,
sino al contrario, entendemos que nuestra acción no está en detrimento
de sus actividades, y por el contrario, las difundimos. Contamos con la
complicidad de muchos artistas convencidos del modelo.
¿Cuándo se jodió [inserte aquí el nombre de su terruño]?
La
implementación de políticas neoliberales en todo el mundo trajo consigo
una supuesta primacía de lo privado y, por lo tanto, la pérdida de
derechos sociales, económicos y culturales. Las políticas aplicadas al
arte y la cultura se centraron en su articulación con “el mercado”,
favoreciendo la industrialización de las artes (y a los monopolios que
concentran globalmente esas industrias). Se implantó un modelo
consumista y uniforme desde las radios, la televisión e internet, y se
redujo la riqueza del arte al “contenido” de un catálogo único y
reducido. Se privó a la gran mayoría de la población de conocer el mejor
arte del resto del mundo. Esto se vio reflejado en la economía del
músico-creador, el de a pie, que resiste sobreviviendo en la precariedad
(cuando lo logra). Se vuelve otro engranaje sin voz ni voto en el
modelo de concentración de producción y distribución cultural, o un
renegado e inadaptado que debe contentarse en buscar el arte recibiendo
las limosnas o sobreviviendo por otros medios.
La cultura se
reduce a mero entretenimiento y el sentido de sus diferentes dimensiones
se transforma, al pasar de ser concebido como un derecho a ser visto
como propiedad. Se asume la “ecología” del modelo de “derecho de autor”
(gano un céntimo si escuchas mi canción, un peso si la escuchas cien
veces), por el que hasta los creadores defienden el sistema que los
trasquila y los esquilma, mientras se restringe penalmente la libre
circulación de sus creaciones. Las licencias de “copyright” son la punta
del ovillo: lo que realmente está en juego es nuestra libertad y
nuestra capacidad de decidir y compartir, cocrear, atadas a la leyes de
la sociedad del espectáculo. Todo ello acompañado del descuido de la
infraestructura cultural por parte de los estados, por la precariedad en
el empleo de los artistas y por la disminución de posibilidades para el
financiamiento de proyectos culturales fuera del universo del
mainstream.
Concebimos que en este modelo está en crisis tanto la
actividad de los músicos como así también cierta forma de entender la
autoría y la forma como esto se concreta en las leyes de propiedad
intelectual. Las tecnologías digitales e internet han modificado los
modos en que nos relacionamos y compartimos en un mundo en que, luego de
Napster, los sistemas P2P y el sgtreaming, se debe revisar el control
exclusivo de la propiedad intelectual, que no hace otra cosa que servir
(una vez más y como sucede en todos los ámbitos de la sociedad) a unos
pocos que se hacen con las ganancias de la mayoría (y perpetúan el
sistema de meritocracia y privilegio por el que descollan pocos entre la
masa de creadores).
Construcción colectiva y desde abajo
Desde
nuestra comunidad podemos ver cómo músicos, creadores y melómanos
consideran que la construcción es colectiva y que no debe restringirse
su circulación. En nuestra comunidad, muchos usuarios son protagonistas,
generadores de valor y en ocasiones creadores, en un escenario en donde
el valor de compartir y disfrutar es lo que más vale. Un compartir y
disfrutar en comunidad.
En Cabeza de Moog plasmamos un modelo
horizontal que promueve el coprotagonismo y la solidaridad de compartir,
mientras que nos oponemos a los modos de entender la cultura desde la
producción, circulación, consumo y propiedad individuales. La
creatividad y la producción del conocimiento tienen un origen colectivo;
siempre lo han tenido, son obra de las colectividades humanas.
Sin
embargo, esa creatividad y conocimiento se ponen al servicio de la
propiedad y se vuelven los principales motores de la economía. Por eso
ponemos en tela de juicio las bases económicas del sistema capitalista,
cuestionamos la propiedad intelectual, generamos una crítica a las
industrias monopólicas de la música y proponemos una transformación en
el esquema de mercado tradicional al generar modelos de negocio basados
en la creación colectiva y la cooperación, en donde los usuarios son
generadores de valor y en ocasiones cocreadores.
Nos han escrito
muchos grupos compuestos por jóvenes músicos que se nutrieron con los
materiales que desde el blog compartíamos y dábamos a conocer,
materiales muchas veces nacidos en la década de los setenta, y que
fueron una raíz que se continuó en nuevas generaciones. A su vez, damos a
conocer en nuestra comunidad las nuevas producciones artísticas
también, fomentando no solo la libertad de expresión, sino también la
generación de redes colaborativas y de cocreación transgeneracionales, y
poniendo a disposición espacios de diálogo donde se desarrollan nuevos
escenarios y se discuten prácticas de producción y circulación de
productos, y donde permitimos que las producciones musicales sean
construcciones que se constituyen y fortalecen desde el conocimiento
común y la libre circulación. Poseen un carácter colectivo y trascienden
como bienes sociales al ser apropiadas por la comunidad toda.
Sandy, nuestro amigo cabezón ucraniano, escribiendo el nombre de nuestro blog en los pizarrones de la Universidad de Poltava, en Kiev, en su disertación sobre poesía en el rock argentino, parte de muchas de las historias que hay detrás del blog cabezón. |
Cuando
afirmamos que la cultura tiene que ser participativa, lo hacemos desde
la práctica. Para nosotros es muy importante que los beneficios del arte
lleguen a más personas y les permitan embarcarse en sus propios
procesos de cambio y renovación intelectual. El efecto del arte en
general y la música en particular es exponencial en ese sentido, debe
contagiar, expandir su riqueza abstracta, ponerla en manos de la gente.
Por supuesto, tiene que haber gente sumergida en esa búsqueda, implicada
en su metamorfosis individual, comprometida con la libertad colectiva,
deseosa de crear un lugar desde donde el compartir sea lo más
importante.
La música es afirmativa en esencia, aliada de la vida
y con una capacidad regenerativa inagotable que podemos apreciar a lo
largo de la historia. La política, e incluso la cultura, son ámbitos más
conservadores, imbuidos por el peso de las tradiciones y los
prejuicios.
No queremos quedar asimilados como otra alternativa
más entre los dispositivos del espectáculo de masas. Hay que escapar de
las formas estereotipadas de la cultura comercial y del lenguaje de la
publicidad. Buscamos escapar a la homogeneidad del pensar de la
modernidad, intentamos no caer en el sentido general donde el éxito y el
dinero es lo que prima. Desde allí es que lanzamos nuestra propuesta,
tanto en lo musical como en el hecho "antinatural" del compartir
desinteresadamente. Y hacer de ello nuestra propuesta social, nuestra
propuesta de cambio, sin imponer reglas ni adoctrinamientos. Porque el
arte, como el valor humano de compartir, nos autoafirma como personas y
como comunidad, y hace que nuestro proyecto en común pueda ser duradero
en el tiempo y traspase los estilos de vida imperantes.
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