Ir al contenido principal

La Mesa Beatle: El Lado Oscuro de la Luna

"…que 50 años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras, te busca y te nombra…". El 1 de marzo de 1973 se publicó en EEUU y 23 días después en Reino Unido un álbum condenado al éxito, a derrotar al tiempo y al capricho de sus modas: El lado oscuro de la luna. Una de las grandes enseñanzas que nos dejó Pink Floyd. Un disco brillante por donde se lo mire, es más, uno se anima a decir que su poder simbólico excede la música. Creo que en esos 43 minutos los mensajes son varios, y hay muchos destinos: el cerebro, el corazón, la mente, las ideas y sensaciones, los recuerdos. Es uno de esos discos que se transformó en un modo de viajar.

Por Jorge Garacotche

En ese año, el turco Pablo trabajaba en Scioli, la casa de electrodomésticos. Por ser empleado pudo comprar con descuento un equipo de música que era la envidia de todo el barrio de Villa Crespo. Nos invitó un sábado a la tarde a su casa a escuchar un disco recientemente publicado: El lado oscuro de la luna. Supongo que mucha gente que lea esto recordará los viejos tiempos en que nos reuníamos en casas a escuchar música, permitiéndoles a las horas viajar con destino incierto, dándoles permiso para que hagan lo que quieran. Disponíamos de tiempo, los teléfonos no interrumpían con su ego, el reloj murmuraba una siesta. Incluso nos dimos un lujo: al terminar el disco Pablo lo puso de nuevo, 86 minutos escuchando canciones lunáticas.

Por esos días venía leyendo en la revista Pelo que dicho álbum era monumental. Las críticas hablaban maravillas de sus efectos revolucionarios, de sonidos novedosos, canciones conceptuales y cosas por el estilo que excedían a mi imaginación adolescente. Sabía que todo esto se grabó en el mítico estudio londinense Abbey Road, sí, el mismo de Los Beatles, de manera que la ansiedad me ganó por goleada.

Llegó el día “D” y allí llegamos cubiertos por el poncho de la curiosidad. Nos sentamos en el suelo y el anfitrión dijo que nos acomodemos, que luego apagaría la luz para facilitar la inspiración que brindaba la escucha. El disco tardaba en empezar, de pronto empezamos a oír los latidos de un corazón, voces raras, una risa alocada, un grito desesperado y ahí llegó la banda, que parecía descender sobre los techos. El tema que daba comienzo a todo indicaba que había que respirar, pero distinto. La voz del cantante sonaba diferente a todo, como entre desgano, en medio de su aislamiento y una tardía resaca. Luego empezaron los efectos que en la oscuridad parecían sonar más claros, iban de un baffle a otro llevándose mis oídos para luego volver a acomodarlos.

Me desorienté mucho porque el hi-hat de la batería no paraba nunca, resultaba inentendible cómo el batero no se agotaba, por supuesto que la palabra loop estaba muy lejos de mi comprensión villacrespense. Un avión cruzó por allí y quedaron los restos de una explosión. De pronto estallaron unos despertadores gritones, relojes antiguos, que lograron inquietarme. La guitarra tocaba espaciosamente, la batería salió con un ritmo parejo mientras unos fraseos percusivos hacían de las suyas. Se asomó el cantante aportando algo que sonó más rockero, lo cual me tranquilizó un poco. En el estribillo reapareció la música lunática, si es que yo conocía la música lunática como para reconocerla: uno nunca encuentra la manera de explicar lo desconocido. David Gilmour arrancó con un solo pero se ve que él se quedó sentado en la nave espacial, lo intuí por el sonido cósmico que emitía. Había escuchado guitarristas melodiosos, pero este parecía ya querer decirme que lo ubique entre los mejores.

La oscuridad era total en ese cuarto de un PH en la avenida Corrientes casi Juan B. Justo que seguramente ya no estaba más posado sobre el barrio, creo que el disco nos dio una clase de levitación. Menos mal que éramos pibes y que los dealers estaban lejos, sino esto terminaba mal. Apareció un piano muy acongojado hablando de desolación, enseguida la guitarra trató de consolarlo, pero creo que apenas lo consiguió. Cuando parecía que iba rumbo a un viejo sueño apareció la voz tremenda de una mujer que me hizo saltar de la alfombra, me obligó a atravesar el techo y no supe más nada por un rato. Ah, esto es como la desesperación ante la soledad, pero por suerte la calma estaba ahí porque conducía una mujer. Me voy detrás de sus climas, de sus gritos, sus susurros de dulzura, de su respiración que me atraviesa. Cuando se va relajando yo ya estoy sumido en algo onírico, ella me llevó, su calidez hace que yo no tome decisiones porque soy parte de su atmósfera.
 
¿Oigo mal o eso es una caja registradora? Y la primera palabra que suena es “Money”, la voz del cantante parece que me fuera contando que lo dicho tiene que ser muy bien escuchado, comprendido y guardado. Pero atenti, canta con enojo. Tiene un ritmo raro, rarísimo diría, hace rato que estudio guitarra y nadie me dijo nada de ese tipo de acento, de esa marcación, la sigo con el pie pero me pierdo enseguida, muy alocado todo. ¡Epa! ¿Qué le pasó al violero? ¿Otra vez se escapó y volvió a la nave espacial? ¿Por qué la guitarra suena así, qué carajo le puso? Avisenlé que acá los pibes estamos con la luz apagada, estamos sensibilizados, que se apiade. De golpe cambió el sonido, se me hace más familiar. Noto que este es un disco hecho por especialistas en un novedoso diseño de imágenes. Cada vez que cierro los ojos estoy al borde de asustarme, espero unos segundos y me doy cuenta que no es miedo sino fascinación. Escuchar este disco y visualizar lo que produce es una escena típica de rock progresivo explícito.

Alguien me dijo que este Gilmour tiene un pasado blusero, ahora lo percibo en las notas estiradas, los fraseos, el ataque desenfrenado. Las respiraciones de esa guitarra son decididamente bluseras, su modo de decir actúa como correa de transmisión. Pero otra vez sale rajando para la nave y vuelve a ese sonido espacial que ya me está quemando la cabeza, empieza a ser una enfermedad que me gusta, me seduce, seguro que la voy a transformar en algo crónico.

Conseguí acomodarme contra la pared mientras una voz me dice varias veces “nosotros”, después me repite otras tantas “ellos”, ya estoy listo para entenderlo, el disco me viene explicando unos cuantos asuntos desde hace un rato, compruebo que tengo la mente más abierta a fuerza de mantras. Claro “nosotros y ellos”, lo de tantas veces, lo de siempre, pero ahora con fondo musical así me queda mejor grabado. Son varias las palabras que repite, se me ocurre que cuando vuelva a escuchar el tema voy a anotar todas esas palabras repetidas siete veces, a reflexionar una noche sobre todas ellas, o tal vez me vaya una tarde al Parque Los Andes a pensar tranquilo. Lo voy a necesitar. Mi curiosidad por estos nuevos horizontes se alimenta con algunas pistas inciertas, pero le doy la bienvenida.

Suena un tema que habla de “Daño cerebral”, no, si estos tipos no se guardan nada, da la impresión que en este álbum volcaron el manual, o entendemos o entendemos. El clima que transmite me lleva a pensar que si no me hago fuerte y manejo varias cosas lo que sucede afuera de este cuarto me va a meter en serios problemas, tendré que entender muy bien ese planteo de “nosotros y ellos”, por ejemplo.

El disco cierra hablando de un eclipse, creo que cuando termina el tipo dice: “No hay lado oscuro de la luna, realmente, de hecho, todo está oscuro”. Una cátedra de nihilismo a esta edad funciona como un despertador. O al menos un cuerpo de advertencias que fuera de la música no encuentro. Y allá estaba este pibe soñando con otro mundo, un mundo de emociones porque donde hay emoción se encuentra la belleza.

Pablo enciende la luz, hacemos un esfuerzo por volver en sí para que nuestras miradas se cuenten algunos de secretos revelados. Trato de disimular mi estado de perdido total, no creo que lo logre, pero bueno, no importa, son amigos del barrio y está bien compartir la sorpresa. Me quedé asegurando que nunca había escuchado algo igual, prometí comprarlo el próximo lunes en la disquería de Corrientes y Malabia para seguir con este viaje. Esto no termina acá, aclaré, y creo que fue una de las cosas más sensatas que dije en mi vida. Es que esa tarde comencé a pensar que el rock me iba transformando en otra persona, mejor de la que venía forjando en soledad, más profunda, con una mayor curiosidad por abrirme a vivencias, sensaciones, sobresaltos flamantes, que indiquen otros caminos, otros modos de descubrir mundos creativos que estaban más allá de la frontera de lo cotidiano. No iba a ser fácil y como tarea me gustaba eso de derrotar el facilismo que me proponía la televisión, donde todo me lo daban ya armado, envuelto para regalo, provisto de un destino triste.

Por acumulación y comparación de observaciones estuve un largo rato generando un microclima en el que permanecí varias horas de aquel día. Yo era un pibe de barrio, con todo lo que eso significa, poca información, un producto con problemas de terminación, con ciertas desprolijidades en los bordes, pero escuchar a Los Beatles, a Pink Floyd, el rock argentino de aquellos años, me fue despojando de una felicidad postiza que yo me negaba a adoptar. Incluso a pesar del costo que significa estar afuera de lo que un montón de gente dice creer a fuerza del trabajo diario de un sistema que acorrala, persigue, condena y olvida una vez captado. Soy un exponente de lo que los rockeros salieron a tratar de recuperar, de esa ambulancia rockera que cruza los barrios y se carga de locos inocentes que solo quieren mirar otras cosas, para con el tiempo llegar a sentir otras cosas.

Algunos de los que estaban sentados ahí hoy siguen siendo mis amigos. Cuando recordamos esto sonreímos, lo hacemos desde la piel, desde el bocho, rondando un corazón floydiano, tal como nos enseñó este hermoso disco al cual siempre le voy a estar agradecido.



Comentarios

Lo más visto de la semana pasada

Los 100 Mejores Álbumes del Rock Argentino según Rolling Stone

Quizás hay que aclararlo de entrada: la siguiente lista no está armada por nosotros, y la idea de presentarla aquí no es porque se propone como una demostración objetiva de cuales obras tenemos o no que tener en cuenta, ya que en ella faltan (y desde mi perspectiva, también sobran) muchas obras indispensables del rock argento, aunque quizás no tan masificadas. Pero sí tenemos algunos discos indispensables del rock argentino que nadie interesado en la materia debería dejar de tener en cuenta. Y ojo que en el blog cabezón no tratamos de crear un ranking de los "mejores" ni los más "exitosos" ya que nos importa un carajo el éxito y lo "mejor" es solamente subjetivo, pero sobretodo nos espanta el concepto de tratar de imponer una opinión, un solo punto de vista y un sola manera de ver las cosas. Todo comenzó allá por mediados de los años 60, cuando Litto Nebbia y Tanguito escribieron la primera canción, Moris grabó el primer disco, Almendra fue el primer

Los Grillos - Vibraciones Latinoamericanas (1976)

Nuestro amigo Julio Moya sigue con su tarea de palentólogo del rock latinoamericano y ahora nos presenta la historia de Los Grillos, y resumiendo les diría que si Jethro Tull hubiera sido andino, probablemente hubiese grabado este disco, ya que encontrarás flautas similares a Ian Anderson, junto con instrumentos de viento autóctonos. Un disco con 8 temas con una duración total que no alcanza la media hora. De alguna manera puede trazarse un paralelismo con Los Jaivas de Chile, pero se debe tener en cuenta que la raíz folclórica es diferente y con un sonido propio de altiplano. Aquí, uno de los discos más importantes de la historia del rock en Bolivia, y una de las mayores joyas del rock boliviano, expresión del folk rock temprano donde Los Grillos fundadon el sonido del Neo Folclore Andino, incursionando en el Moog a modo de "sintetizador andino". Si disfrutaste de "Alturas de Macchu Picchu" de Los Jaivas, o los bolivianos Wara o los argentinos Contraluz, descubrirá

Spinetta y el sonido primordial

“Si vinieron para que les hable de mí, me voy –dijo Luis Alberto Spinetta al tomar el micrófono–. Yo les voy a hablar de la música en una faz filosófica: del origen de la materia sonora y su repercusión en la civilización. Y solo contestaré preguntas sobre eso, no sobre Spinetta.” Eran pasadas las 19.30 del lunes 2 de julio de 1990 cuando el Flaco dio comienzo a su “clínica de poesía musical” en la Casa Suiza –ubicada en Rodríguez Peña 254 de la ciudad de Buenos Aires–, con entrada libre y gratuita, ante más de cuatrocientas personas. Años después, esa charla se convertiría en un libro apócrifo: El sonido primordial. Por Patricio Féminis Esta es la historia de aquella conferencia de Spinetta que llegaría a tener una edición pirata, como si fuera un libro suyo, y que llegaría a venderse por dos editoriales distintas en Mercado Libre. Aquel lunes invernal de 1990, el guitarrista, cantante y creador asistió para exponer en la Casa Suiza (hoy tapiada por un edificio en construcción)

Guranfoe - Gumbo Gumbo (2022)

Como corresponde al comienzo de semana, empezamos un lunes con un gran disco, y ahora de una de esas nuevas bandas que no tienen nada que envidiarle a los grandes monstruos de antaño. ahora con su segundo y último disco. En una entrega totalmente instrumental y a lo largo de todo el disco estos músicos ingleses nos brindan una exposición de como un disco puede ser melódico, apasionado, imaginativo, complejo, temerario, dinámico, adrenalítico y muchos adjetivos más que no alcanzan para describir toda la música de estos chicos, ahora arremetiendo con temas que fueron creados en sus inicios, incluso que fueron interpretados en vivo pero nunca grabados, y razones tienen ya que este material no da para que se pierda en el olvido, ya que este álbum suena tan hermoso como se ve su portada. Cinco temas que son técnicamente brillantes y que recuerdan a una colisión entre Zappa y Camel. Una fusión de folk, jazz y Canterbury que es tan psicodélica como progresiva, intensamente melódica y fá

El Sonido Primordial (Luis Alberto Spinetta)

Conferencia de Luis Alberto Spinetta... "La verdadera maravilla sonora está en la vida antes que en cualquier música organizada y compuesta por el hombre"; así podría condensarse el mensaje esencial de la Clínica de Poesía Musical que diera un artista argentino que desde siempre le brindara a la música su propia naturaleza generosa en exploración sensible y con una actitud de constante sorpresa ante la poética vastedad del mundo. En el invierno de 1990, Luis Alberto Spinetta aprovechó un ciclo de clínicas musicales dictados por músicos de la cultura rock argentina, no para hablar de su trayectoria o contar detalles de sus grabaciones que pudieran servirle a un auditorio en su mayoría músicos, sino para exponer una temática poco habitual en estos encuentros: partir del instante donde el hombre ancestral tuvo su primer contacto con la materia sonora, donde la sorpresa frente a la magia de la naturaleza fue el primer paso para la creación musical. Basada fundamentalmente en

Miguel Abuelo & Nada - Miguel Abuelo & Nada (1973)

Mucho antes de agitar la primavera alfonsinista de la recién llegada democracia con la segunda encarnación de Los Abuelos de la Nada allá por los años 80, había nacido en Francia la primera versión de esta agrupación, pariendo además un disco maldito del que poco se llegó a conocer por estos parajes, e inclusive la primera edición para el mercado argentino de este disco salió no hace mucho. Un disco particular, donde hay hard rock, psicodelia, experimentación, y además una historia muy rica donde terminan apareciendo muchos de los máximos referentes del rock argentino, y donde Miguel Abuelo, ese niño de la calle devenido en poeta iluminado por la psicodelia y el folclore del noroeste es el protagonista casi casi, principal. Recién lo acabamos de presentar y ahora revivimos este disco tan particular. Un disco de culto que no puede estar afuera del blog cabeza. Artista: Miguel Abuelo & Nada Álbum: Miguel Abuelo & Nada Año: 1973 Género: Hard rock / Rock psicodélico Duració

Bosón de Higgs - Los Cuentos Espaciales (2023)

Para terminar la semana presentamos un disco doble muy especial, desde Ecuador presentamos a una banda que ya tiene un nombre particular que los define: Boson de Higgs, que como ópera prima se manda con un concepto inspirado en el cosmos, la astronomía en un viaje interestelar de 15 temas que tienen además su versión audiovisual, en un esfuerzo enorme que propone la divulgación científica y cultural de un modo nuevo, donde se aúnan la lírica en castellano, el rock alternativo, la psicodelia, el space rock, el hard rock y el rock progresivo. Un álbum doble sumamente ambicioso, con muy buenas letras y musicalmente muy bien logrado y entretenido en todos sus temas (algo muy difícil de conseguir, más pensando si es su primera producción) y donde puede verse en todo su esplendor en su versión audiovisual que obviamente no está presentado aquí salvo en algunos videos, pero que pueden ver en la red. En definitiva, dos discos muy buenos y realmente asombrosos para que tengan para entretenerse

Skraeckoedlan - Vermillion Sky (2024)

Entre el stoner rock, el doom y el heavy progresivo, con muchos riffs estupendos para todos y por todos lados, mucha adrenalina y potencia para un disco que en su conjunto resulta sorprendente. El segundo disco de una banda sueca que en todo momento despliega su propio sonido, a 4 años desde su anterior álbum, "Earth". Saltarás planetas, verás colisionar cuerpos celestes, atravesarás galaxias y te verás arrastrado hacia la nada que lo abarca todo, conocerás el vacío y el fuego abrasador de los soles, y también encontrarás algunos arcoíris desplegándose bajo el cielo bermellón. He aquí un viaje interestelar por el universo de los sonidos, en una búsqueda tremenda y desgarradora, un disco muy bien logrado, que muestra una de las facetas de los sonidos de hoy, donde bandas deambulan por el under de todos lados del mundo en pos de su propio sonido y su propia identidad, y también (al igual que muchos de nosotros) su lugar en el mundo terrenal, tan real y doloroso. Los invito

Mauricio Ibáñez - Shades of Light & Darkness (2016)

Vamos con otro disco del guitarrista chileno Mauricio Ibáñez, que ya habíamos presentado en el blog cabeza, mayormente instrumental, atmosférico, plagado de climas y de buen gusto, "Shades of Light & Darkness" es un álbum que muestra diferentes géneros musicales y estados de ánimo. Se relaciona con diferentes aspectos de la vida humana, como la sensación de asombro, crecer, lidiar con una relación problemática, el éxito y el fracaso, luchar por nuestros propios sueños y más. Cada una de las canciones habita un mundo sonoro único, algunas canciones tienen un tono más claro y otras más oscuras, de ahí el título, con temas muy agradables, melancólicos, soñadoros, algunos más oscuros y tensos, donde priman las melodías cristalinas y los aires ensoñadores. Un lindo trabajo que les entrego en el día del trabajador, regalito del blog cabezón!. Artista: Mauricio Ibáñez Álbum: Shades of Light & Darkness Año: 2016 Género: Progresivo atmosférico Duración: 62:34 Refe

Rick Miller - One of the Many (2024)

Para empezar el día y la semana nos vamos a Canadá de la mano del veterano multi-instrumentalista Rick Miller que presenta su último y mejor trabajo. Desplegando un rock progresivo atmosférico muy emocional, con muchas texturas sonoras y lleno de buen gusto, inspirado en artistas como Pink Floyd, The Pineapple Thief y Steve Hackett (ojo, solo inspirado), siempre con temáticas líricas ambiciosas, sombrías y bellas como su música y la tapa de sus discos. Este es un viaje a través de paisajes sonoros ricos, cinematográficos, etéreos melancólicos, nostálgicos y oscuros, con mucha sensibilidad melódica, ofreciendo capas, sofisticados arreglos que brindan una experiencia inmersiva que nunca deja de sorprender e impresionar, pero al mismo tiempo accesible y atractivo. Te invito a un mundo sonoro intrigante, con cautivadoras melodías de música atractiva, estimulante y gratificante, ideal para comenzar la semana en el blog cabeza. Artista: Rick Miller Álbum: One of the Many Año: 2002

Ideario del arte y política cabezona

Ideario del arte y política cabezona


"La desobediencia civil es el derecho imprescriptible de todo ciudadano. No puede renunciar a ella sin dejar de ser un hombre".

Gandhi, Tous les hommes sont frères, Gallimard, 1969, p. 235.