Para el Día de la Hispanidad, he aquí a Isaac Albéniz: un niño prodigio con gusto por la gran aventura. Cuenta la leyenda que, cuando tenía doce años, el dotado y joven pianista embarcó para Buenos Aires y durante los tres años siguientes viajó a Cuba, a Estados Unidos (dio conciertos en Nueva York y San Francisco), a Liverpool, Londres y Leipzig, y en todas partes dejó boquiabierto al público.
Es una historia un poco exagerada. Es verdad que recorrió mundo y que participó en grandes conciertos siendo adolescente. Pero la carrera no fue tan alocada, ya que siempre iba en compañía de su padre, que era funcionario de aduanas.
Es igual. No por ello dejó Albéniz de ser un héroe musical español. Como compositor recibió la influencia de genios como Bach, Beethoven, Chopin y Liszt, pero también se sintió fascinado por la música popular de su patria y quiso introducir ciertos elementos en su música y lo hizo con encanto e inventiva.
Pola Beytelman, una autoridad en Albéniz, ha señalado sus principales procedimientos: asimilando ritmos tradicionales y el cante flamenco o cante jondo; adaptando ampliamente las escalas exóticas y «modos» inusuales del flamenco (en terminología técnica, los modos frigio, eólico y mixolidio); y adaptando el lenguaje de la guitarra a la escritura pianística: lo cual es irónico, porque gran parte de su música para piano se arregló después para guitarra.
Su Suite española, de 1886, escrita en honor de la reina regente, María Cristina de Habsburgo-Lorena, reproduce estilos musicales de diferentes regiones. Se ha inmortalizado la versión para guitarra; el movimiento que presentamos, que es el primero, podría sonar un poco al cliché del «typical Spanish» si la música no fuera tan innegablemente fantástica.
Clemency Burton-Hill
Hermosa obra. Gracias por compartir.
ResponderEliminarSergio M