Buenos días desde La Barra Beatles, hoy haciendo un vuelo rasante por el heavy metal en sus principios para dar con un grupo extraordinario. Estilo que los historiadores ven en Los Beatles a sus tempranos creadores, ya abordaremos esa historia. Hoy voy a recordar cómo conocí a la banda que más me gusta de este estilo.
Corría el invierno de 1971 y un compañero de colegio del barrio de Versailles me invitó un sábado a la tarde a su casa a escuchar música. El hermano, que era varios años mayor que nosotros, trabajaba en una radio y conseguía discos nuevos e importados. Comenzaron a desfilar un número importante de bandas desconocidas para mí, hasta que llegó el turno de una muy especial. Resultó tan distinta al resto que pregunté de inmediato quiénes eran, de dónde y cómo se llamaba el tema en cuestión. Es que las canciones y grupos se sucedían, las novedades venían desde diferentes ritmos, pero acá me detuve porque la potencia era inusitada, mucho más salvaje pero además sofisticada, un cruce atípico. La guitarra y el bajo marcaban lo mismo, pero resulta que noté que la batería también, entonces todo tenía un peso mayúsculo, sonaba súper agresivo. El asunto fue cuando apareció una voz, como de lejos, prolongando la “A”. Tremendo, estaba a punto de saltar de la silla, era lo menos que podía hacer llevado por estos cuatro locos que parecía que iban a hacer todo lo posible por hacer explotar la casa. Dos acordes de la guitarra que fueron dos trompadas al mentón y el cantante arremetió. Los agudos se clavaban en mis orejas, parecían dar vueltas adentro de ellas, el pibe iba de lo salvaje a lo intimista de un saque. Cuando quise reaccionar ya estaba totalmente enloquecido, el cantante era un gran responsable, ayudado por tres bestias que, desde atrás, empujaban tratando de llevarse todo puesto. Definitivamente desconocía este estado en el que estaba, el chabón trajo whisky y tomé con desenfado sin parar de estar en un trance cuasi violento. Recuperé algo de cordura, volví a preguntar, entonces respondió: “es Led Zeppelin, por supuesto que son ingleses y el tema se llama Canción del inmigrante”. Respondí que había leído algo sobre ellos, que los definían como rock pesado, pero no supe más qué acotar. Mientras tanto la canción iba terminando, les aseguro que mi tranquilidad también. En un momento hicieron un corte y se escuchó un mazazo en el platillo, me preguntaba de dónde carajo había salido este batero que parecía un herrero tocando la batería, tuve la sensación que le pegaba más fuerte que nadie, como con bronca. El cantante volvió con la “A” y ya no sabía si se estaba ahogando o levantaba vuelo con rumbo vaya uno a saber dónde.
Conseguí que en el barrio varios se compren este disco, también en el colegio; se ve que comunicaba mis gustos con mucho énfasis por esos años. Recorté esa foto de la Pelo y la puse en la carpeta negra de la escuela, por supuesto que superaba por lejos a todas las boludeces que escribía en esas hojas de repuestos Rivadavia, encima con el nombre de ese delincuente.
Tiempo después conocí a un chabón de mucha guita, no me acuerdo cómo ni dónde, será mi condición de curioso sin cura que me llevaba a lugares tan distintos. El asunto es que este chabón me mostró una revista inglesa en donde se hablaba de “Inmigrant song”. Dominaba muy bien el inglés de manera que leía traduciendo al instante: “mirá, acá dice que el tema está dedicado a un tal Leif Erikson. Robert Plant la canta desde la perspectiva de aquellos guerreros vikingos, remando al oeste de la antigua Escandinavia, a la búsqueda de nuevas tierras. Su ritmo regular evoca la determinación con la que los exploradores y sus remos van golpeando en el agua, mientras la letra hace referencia a las épicas conquistas de los vikingos y la vieja religión de los nórdicos”. Luego cerró la revista y agregó por su cuenta: “en una parte de la letra hay una frase que incitó a algunas personas a empezar a referirse a la música de Led Zeppelin como the hammer of the gods, algo así como el martillo de los dioses”.A partir de mi encuentro con Led Zeppelin a través de este temazo quedé inscripto en el club de la banda, que con los años fue definida como una de las tres fundantes del Heavy Metal. Aunque tengo un dato muy importante para abrir otra polémica, hace unos años alguien me mostró una biografía de Jimmy Page en donde le preguntaban por qué no sonaban en las radios de aquellos tiempos, a lo que él dijo que eso se debía a que eran una banda de rock progresivo, un género que no fue acompañado desde los medios. Siempre los pensé como una banda abierta, que inventó un sonido, un estilo, pero, así y todo, si tenía que enmarcarlos lo hacia dentro del rock progresivo, ellos excedían el estilo pesado, hay muchos temas suyos por afuera de ese rótulo, creo que eso es indiscutible. Algo que siempre me llamó la atención en este tipo de súper grupos es cómo fue posible que se reúnan cuatro virtuosos semejantes. Acá hay un violero que, a mi gusto, es el mejor a la hora de los riffs. Que en los solos hacía cosas descomunales, desde una hermosa melodía, hasta la roña más rockera, pasando por lo extraño y lo alocado. Un bajista, John Paul Jones, enorme músico y productor, creador de un estilo en el bajo que asombró, iba de la polenta a la sutileza al instante, sostenía todo, ponía riffs y bases sólidas, melodías y la garra más pesada que conocimos. Robert Plant quizá fue el inventor de esa voz aguda al borde del castrati rockero, con una capacidad melódica como pocos y arriba de bases rabiosas, algo inusual para la época, con una presencia muy fuerte en el escenario, bañado en un carisma casi único, para mí es “el” cantante de ese estilo. Y dejé para lo último al animal de la banda, el querido Bonzo, si armamos una banda de rock y nos traen un batero así nos animamos a todo. Un gran innovador con una técnica clásica, se nota en su uso de los tones, del bombo, marcando una impronta rockera que él mismo inventaba en cada disco. Hay muchos temas de Zeppelin en donde la línea de batería es memorable, Bonham es el batero soñado a la hora de la energía sublime.
Con esta canción empezó mi fanatismo con Zeppelin y hoy sigue gozando de muy buena salud. Es una de las bandas que siempre recomiendo escuchar, en todos los tiempos. Hay algunos discos de ellos que no pueden faltar en un mueble disquero, la compu, tiendas, celulares o cualquier cosa a inventarse; Zeppelin siempre nos va a sonar actual.
Jorge Garacotche - Músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y Presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires).
Por Jorge Garacotche
Corría el invierno de 1971 y un compañero de colegio del barrio de Versailles me invitó un sábado a la tarde a su casa a escuchar música. El hermano, que era varios años mayor que nosotros, trabajaba en una radio y conseguía discos nuevos e importados. Comenzaron a desfilar un número importante de bandas desconocidas para mí, hasta que llegó el turno de una muy especial. Resultó tan distinta al resto que pregunté de inmediato quiénes eran, de dónde y cómo se llamaba el tema en cuestión. Es que las canciones y grupos se sucedían, las novedades venían desde diferentes ritmos, pero acá me detuve porque la potencia era inusitada, mucho más salvaje pero además sofisticada, un cruce atípico. La guitarra y el bajo marcaban lo mismo, pero resulta que noté que la batería también, entonces todo tenía un peso mayúsculo, sonaba súper agresivo. El asunto fue cuando apareció una voz, como de lejos, prolongando la “A”. Tremendo, estaba a punto de saltar de la silla, era lo menos que podía hacer llevado por estos cuatro locos que parecía que iban a hacer todo lo posible por hacer explotar la casa. Dos acordes de la guitarra que fueron dos trompadas al mentón y el cantante arremetió. Los agudos se clavaban en mis orejas, parecían dar vueltas adentro de ellas, el pibe iba de lo salvaje a lo intimista de un saque. Cuando quise reaccionar ya estaba totalmente enloquecido, el cantante era un gran responsable, ayudado por tres bestias que, desde atrás, empujaban tratando de llevarse todo puesto. Definitivamente desconocía este estado en el que estaba, el chabón trajo whisky y tomé con desenfado sin parar de estar en un trance cuasi violento. Recuperé algo de cordura, volví a preguntar, entonces respondió: “es Led Zeppelin, por supuesto que son ingleses y el tema se llama Canción del inmigrante”. Respondí que había leído algo sobre ellos, que los definían como rock pesado, pero no supe más qué acotar. Mientras tanto la canción iba terminando, les aseguro que mi tranquilidad también. En un momento hicieron un corte y se escuchó un mazazo en el platillo, me preguntaba de dónde carajo había salido este batero que parecía un herrero tocando la batería, tuve la sensación que le pegaba más fuerte que nadie, como con bronca. El cantante volvió con la “A” y ya no sabía si se estaba ahogando o levantaba vuelo con rumbo vaya uno a saber dónde.
El lunes posterior me fui a una disquería de Villa Crespo, le comenté al dueño lo sucedido, dijo que tenía ese disco simple, lo buscó y me lo entregó sonriente. El vendedor, al que yo conocía, calzaba una pinta más cerca de la oficina que del rock pesado, pero vaya uno a saber qué pensaba en realidad del asunto, por algo estaba ahí a pesar del disfraz de amargo.
Conseguí que en el barrio varios se compren este disco, también en el colegio; se ve que comunicaba mis gustos con mucho énfasis por esos años. Recorté esa foto de la Pelo y la puse en la carpeta negra de la escuela, por supuesto que superaba por lejos a todas las boludeces que escribía en esas hojas de repuestos Rivadavia, encima con el nombre de ese delincuente.
Tiempo después conocí a un chabón de mucha guita, no me acuerdo cómo ni dónde, será mi condición de curioso sin cura que me llevaba a lugares tan distintos. El asunto es que este chabón me mostró una revista inglesa en donde se hablaba de “Inmigrant song”. Dominaba muy bien el inglés de manera que leía traduciendo al instante: “mirá, acá dice que el tema está dedicado a un tal Leif Erikson. Robert Plant la canta desde la perspectiva de aquellos guerreros vikingos, remando al oeste de la antigua Escandinavia, a la búsqueda de nuevas tierras. Su ritmo regular evoca la determinación con la que los exploradores y sus remos van golpeando en el agua, mientras la letra hace referencia a las épicas conquistas de los vikingos y la vieja religión de los nórdicos”. Luego cerró la revista y agregó por su cuenta: “en una parte de la letra hay una frase que incitó a algunas personas a empezar a referirse a la música de Led Zeppelin como the hammer of the gods, algo así como el martillo de los dioses”.A partir de mi encuentro con Led Zeppelin a través de este temazo quedé inscripto en el club de la banda, que con los años fue definida como una de las tres fundantes del Heavy Metal. Aunque tengo un dato muy importante para abrir otra polémica, hace unos años alguien me mostró una biografía de Jimmy Page en donde le preguntaban por qué no sonaban en las radios de aquellos tiempos, a lo que él dijo que eso se debía a que eran una banda de rock progresivo, un género que no fue acompañado desde los medios. Siempre los pensé como una banda abierta, que inventó un sonido, un estilo, pero, así y todo, si tenía que enmarcarlos lo hacia dentro del rock progresivo, ellos excedían el estilo pesado, hay muchos temas suyos por afuera de ese rótulo, creo que eso es indiscutible. Algo que siempre me llamó la atención en este tipo de súper grupos es cómo fue posible que se reúnan cuatro virtuosos semejantes. Acá hay un violero que, a mi gusto, es el mejor a la hora de los riffs. Que en los solos hacía cosas descomunales, desde una hermosa melodía, hasta la roña más rockera, pasando por lo extraño y lo alocado. Un bajista, John Paul Jones, enorme músico y productor, creador de un estilo en el bajo que asombró, iba de la polenta a la sutileza al instante, sostenía todo, ponía riffs y bases sólidas, melodías y la garra más pesada que conocimos. Robert Plant quizá fue el inventor de esa voz aguda al borde del castrati rockero, con una capacidad melódica como pocos y arriba de bases rabiosas, algo inusual para la época, con una presencia muy fuerte en el escenario, bañado en un carisma casi único, para mí es “el” cantante de ese estilo. Y dejé para lo último al animal de la banda, el querido Bonzo, si armamos una banda de rock y nos traen un batero así nos animamos a todo. Un gran innovador con una técnica clásica, se nota en su uso de los tones, del bombo, marcando una impronta rockera que él mismo inventaba en cada disco. Hay muchos temas de Zeppelin en donde la línea de batería es memorable, Bonham es el batero soñado a la hora de la energía sublime.
Con esta canción empezó mi fanatismo con Zeppelin y hoy sigue gozando de muy buena salud. Es una de las bandas que siempre recomiendo escuchar, en todos los tiempos. Hay algunos discos de ellos que no pueden faltar en un mueble disquero, la compu, tiendas, celulares o cualquier cosa a inventarse; Zeppelin siempre nos va a sonar actual.
Jorge Garacotche - Músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y Presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires).
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