Ese dista de ser un pecado exclusivo de la actual administración. Entre la crisis permanente y el cierre del crédito internacional para el país, China supo hacer valer en los últimos años la influencia de sus yuanes, ya sea en forma de comercio como de inversión y hasta de préstamos. Rusia, en tanto, trató de explotar la chance de haber sido dueña de la primera vacuna durante la pandemia. Y aunque no lo veamos, Estados Unidos, como el sol, siempre está.
El panperonismo, de Cristina Fernández de Kirchner al pronorteamericano Sergio Massa, le dio cabida al régimen de Pekín, con el que firmó una alianza estratégica y la adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Alberto Fernández, que fue parte crucial de esa política, en Moscú dejó una de las gaffes de política internacional más memorables de la historia reciente: Argentina, le dijo a Vladímir Putin cuando sólo faltaba que este le pusiera fecha a la invasión a Ucrania, «quiere ser la puerta de entrada de Rusia en América Latina».
Estados Unidos vuelve al «patio trasero»
La generala es la comandante del Comando Sur de los Estados Unidos, cuya misión, de acuerdo con su página de Internet, es «proporcionar planificación de contingencias, operaciones y cooperación en materia de seguridad en su área de responsabilidad asignada», que incluye a «Centroamérica, Sudamerica y el Caribe».
Hoy recibimos a la generala de cuatro estrellas Laura Richardson, comandante del Comando Sur de los Estados Unidos, primera mujer en ocupar ese cargo en la historia. Nos acompañó el embajador de ese país en Argentina, Marc Stanley. pic.twitter.com/t1vrDOhuUz
— Cristina Kirchner (@CFKArgentina) April 26, 2022
«El Comando también es responsable de la protección de la protección armada de los recursos militares estadounidenses en estos lugares», añade.
La oficial ha visitado repetidamente el país en los últimos años y supo posar sonriente, en abril de 2022, junto a CFK en la oficina de la Presidencia del Senado. Esta celebró que Richardson, una mujer, haya llegado tan lejos en su carrera.
El patio del Tío Sam
Poco después, en enero del año pasado, la militar explicitó los intereses de su país en la región durante una charla en el Atlantic Council, una organización vinculada a la OTAN. La existencia en América del Sur de tierras raras; enormes yacimientos de litio, petróleo y gas; minerales tradicionales; vastas reservas de agua y la propia Amazonia hacen que «esta región importe y tenga mucho que ver con la seguridad nacional»… de los Estados Unidos.
En esa ocasión acertó al afirmar que «para que una nación soberana sea respetada hay dos condiciones esenciales: debe ser protagonista del comercio internacional y debe contar con Fuerzas Armadas capaces de defender su territorio frente a cualquiera que intente invadirlo». Esto, que pudo parecer pero no fue una bravata dirigida al Reino Unido, va en línea con la decisión de gastar unos 600 millones de dólares en la compra de 24 aviones F-16 usados, de fabricación estadounidense, algo que podría objetarse por casar mal con su mantra de que «no-hay-plata» y por basarse más en consideraciones políticas que técnicas, pero que no es en sí mismo un error de concepto.
Javier Milei, un Roca de segunda selección
Javier Milei y las «afinidades naturales»
No se sabe si Milei recibió a Richardson en Ushuaia o si fue al revés, pero, como sea, el encuentro escenificó un alineamiento que el mandatario expresó de viva voz.
«Los argentinos, como pueblo, tenemos una afinidad natural con Estados Unidos», sobre todo en momentos en que «Occidente corre peligro», le dedicó a la generala. «El mejor recurso para defender nuestra soberanía es reforzar nuestra alianza estratégica con Estados Unidos y con todos los países que abrazan las causas de la libertad», añadió. Esto lleva a una anécdota y a un problema de fondo.
Lo primero hace al inexplicable fenómeno que lleva al presidente cosplayer a vestirse de fajina cada vez que se aproxima o cruza el río Colorado. El sarcasmo es el humos de los desahuciados.
Lo segundo hace a su aparente creencia de que Estados Unidos puede ser neutral en la disputa con Londres por las islas del Atlántico Sur, inocencia que le cupo a Leopoldo Galtieri en 1982 y, más cerca en el tiempo, a Carlos Menem y a Mauricio Macri.
Pensando bien esta cuestión, la otra posibilidad es que Milei no tenga un verdadero interés en la causa Malvinas. Esto ha sido perceptible en la ignorancia con la que manejó su promesa –hoy al parecer dejada de lado– de trasladar la embajada en Israel a Jerusalén, algo que supondría un reconocimiento de los derechos adquiridos que da conquistar territorios e implantarles una población. También, en los tropiezos verbales de su canciller, Diana Mondino, quien mezcló «deseos», «intereses» y «derechos» de los kelpers. Y también lo fue el propio jueves a la noche, cuando el Presidente –vestido para la guerra– susurró de manera intermitente la Marcha de las Malvinas. Parecía el viejo Messi que no sabía el himno.
Javier Milei y Luis Petri cantaron en Ushuaia la Marcha de las Malvinas, pero no conocían la letra completa. pic.twitter.com/hGlxhuQPPf
— Corta 🏆 (@somoscorta) April 5, 2024
Javier Milei, Laura Richardson y Gustavo Melella
Mientras evalúa si se anima o no a reclamarle a China una «inspección técnica» en la base ubicada en Neuquén –destinada en los papeles a la observación del espacio lejano–, Milei le realizó dos obsequios a Richardson. Uno, la ratificación del compromiso de su gobierno con el uso conjunto de la Base Naval Integrada –en rigor, un fruto del albertismo–, que definió como «un gran centro logístico que constituirá el puerto de desarrollo más cercano a la Antártida y convertirá a nuestros países en la puerta de entrada al continente blanco». El segundo, la jubilación definitiva de la iniciativa china de levantar en Río Grande, a través de la empresa Shaanxi Chemical Group, una base multipropósito –industrial y portuaria– con una inversión de 1.250 millones de dólares. Este ha sido un proyecto de sumo interés del gobernador fueguino Gustavo Melella.
En tanto, ya que de intereses de grandes potencias se trata, no quedan rastros del deseo de Putin de obtener autorización del Congreso para instalar un «Consulado de la Federación Rusa en la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur». Algunas personas suspicaces sospechan que eso, que suponía por el propio nombre de la oficina un reconocimiento del reclamo argentino de soberanía, apuntaba más a hacerse de una base desde la cual observar el Atlántico Sur y la Antártida que a auxiliar a algún ciudadano ruso que pudiera perderse en Ushuaia.
Al fin y al cabo, las bases navales integradas, las multipropósito y los consulados son herramientas para trasladar personal y equipos a un lugar evidentemente interesante.
Todos juegan, ¿y la Argentina?
Con su ocupación de las Malvinas y su base al servicio de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Londres obtiene una referencia geográfica desde la cual sustentar sus pretensiones sobre la Antártida.
La soberanía sobre las Malvinas y demás islas; la necesidad imperiosa de que el Reino Unido desmilitarice y desnuclearice esa zona; la reivindicación de un sector antártico, y la existencia de vastos recursos petroleros, gasíferos y pesqueros deberían ser motivos más que suficientes para que los gobiernos argentinos adviertan allí la existencia de intereses vitales. Sin embargo, no es el caso, y la noción de patria que anima a la abrumadora mayoría de los países del mundo se diluye aquí en llamativa consonancia con la persistencia de la decadencia económica.
Pensándolo bien, ¿no tendrán algo que ver una cosa y la otra?
Buena época para malpensados
No Hace falta un columnista internacional para que los medios informen que la invasión militar a la embajada mexicana en Quito, y el secuestro de Jorge Glas, se trata de un hecho violento que anula la diplomacia? Cuando no hay diplomacia hay guerra. De esa racionalidad el especialista profundiza, da contexto.
Petro le dijo a López Obrador, la semana pasada, que Milei forma parte de un proyecto de desintegración regional.
Petro tiene razón. Petro y López Obador son los dos líderes (sus países, sus recursos, su posición geopolítica que Washington no controla) son objetivos estratégicos de EEUU.
El bochornoso espectáculo que debimos soportar con Richardson, ese acting de entrega abyecta, no debe vincularse sólo a la vocación vendepatria de un Milei en penumbras, fotofóbico o acaso en crisis narcisista por su papada.
EEUU está en guerra. Nos van a usar. Nuestra seguridad nacional corre peligro. Este desequilibrado puede traernos la madre de las pestes. Va en serio.
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