Una de las maravillas de sumergirnos en mil años de música es que tenemos la oportunidad de comparar enfoques diferentes de fuentes idénticas.
Por ejemplo, docenas de compositores han puesto música al Stabat mater, un poema del siglo XIII. No se sabe con exactitud quién lo escribió, aunque generalmente se atribuye a un franciscano italiano, Jacopone de Todi; surgiera de donde surgiera, es una conmovedora meditación sobre la crucifixión de un hijo amado.
A lo largo del año oiremos tres versiones que siguen direcciones diferentes. La versión intemporal de Vivaldi fue escrita en 1712 por encargo de la iglesia de Santa Maria della Pace de Brescia.
Está dividida en siete partes y este desgarrador movimiento es el último.
Eja mater, fons amoris, ¡Madre, fuente de amor!
me sentire vim doloris Hazme sentir tu dolor
fac, ut tecum lugeam. y llorar contigo.
Esta pieza ya me parecía muy conmovedora antes de ser madre; en la actualidad me transforma en un mar de lágrimas. Sin embargo, gracias a su grandiosa música, la redención está en su belleza.
Clemency Burton-Hill
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