Madeleine Dring fue un temprano caso de esos intereses profesionales múltiples que hoy están tan extendidos entre los hijos del nuevo milenio.
Compositora de talento, actriz y dibujante, estudió en el Royal College of Music de Londres y consiguió triunfar como actriz en el West End mientras escribía música para el teatro, la radio y la televisión.
Entre las influencias que recibió hay que señalar a Francis Poulenc. Su estilo es natural y sin pretensiones, impresionante para ser una mujer que trataba de que su voz se oyera en un paisaje dominado todavía por los hombres. Imagino que debió de recibir presiones para que hiciera algo «distinto», pero, lejos de ello, siguió en sus trece y el resultado fue un repertorio de obras de efervescencia rítmica y gran encanto.
Su marido, Roger Lord, tocaba el oboe, así que no es de extrañar que Dring escribiera muchas obras para este instrumento, entre ellas esta danza con aires de rumba. No es música que vaya a cambiar el mundo, pero si no se ponen ustedes a seguir el ritmo con los pies de manera espontánea, me sorprendería mucho.
Clemency Burton-Hill
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