Por David Cortés
Para quien esto escribe, no hay duda de que el camino de la progresión, la experimentación e incluso los primeros avances de la música electrónica popular en este país, fueron el resultado de fuerzas diversas que coincidieron en la primera mitad de los años setenta y en las que el grupo liderado por Carlos Robledo y Walter Schmidt, desempeñó un rol importante.
Mientras otros de sus contemporáneos exploraron las vetas del progresivo más “comercial” (Al Universo, Nuevo México, Chac Mool, entre otros), Decibel miró al exterior y se puso en contacto —y de paso nos puso también a quienes nos subimos a ese barco— con otras músicas que entonces apenas y se mencionaban en las revistas y escasamente lograban colarse a la radio en programas especiales: música contemporánea, electrónica, rock en oposición, free jazz, entre otras.
En 1993, el escritor Alan Freeman calificó en la revista Audion a El poeta del ruido como “uno de los álbumes más finos e innovativos del rock mexicano”; sin embargo, cuando el disco comenzó a circular en las tiendas, el grupo estaba muerto. Walter Schmidt cuenta en El otro rock mexicano: “El disco se tardó casi un año en salir. Si hubiera aparecido en el momento justo, habrían sucedido otras cosas porque el grupo todavía era compacto […] Cuando salió el disco ya no había grupo, medio lo reformamos para hacer unas presentaciones póstumas, únicamente para darle la bendición”.
Fotografías: Oh Danna
Al momento de su defunción, la banda estaba integrada por Walter Schmidt (bajo), Carlos Robledo (teclados), Jaime Castañeda (batería) y Alejandro Sánchez (violín). No obstante, Decibel no murió, se ponía a hibernar y de pronto surgía, cual fantasma, para entregar un corte (“Mucílago bonomial”, en Recommended Records Sampler, 1982) o álbumes paridos en intensas sesiones de grabación: Mensaje desde Fomalhaut (1996), Fortuna Virilis (1999) o llevar a cabo un set de “reunión” en el X-Teresa que se editó en el extranjero, bajo el título In Concert Plus…, como parte del box set Fiat Lux. The Complete Recordings 1977-2000 (MIO Records, 2003).
En Dossier 1977-2017, se incluye como extra In Concert Plus —aún sin editarse en nuestro país— y un booklet con un ensayo en el cual Archie Patterson, quien entró en contacto con El poeta del ruido prácticamente cuando éste vio la luz, escribe del mismo: “Musicalmente, el álbum contiene pasajes fascinantes de música de neo-cámara […] La música de Decibel se separa del resto por su fusión multiestilística que incorpora folk, jazz, rock y electrónica en un tapiz musical altamente ecléctico y experimental. Su primer disco se mantiene aparte de virtualmente cualquier otra cosa escuchada por una banda o álbum de cualquier país”.
De 1980 al 2010, Decibel es como un vegetal. Está allí, pero su intermitencia no da suficiente para cubrir el vacío. Si bien no viven de la nostalgia, la ausencia de un trabajo sistemático apenas y funciona para recordarles a algunos su existencia.
Sin embargo, cuando llega el momento de hablar de “resurgimientos”, habrá de considerar especialmente el de esta agrupación porque la década pasada la vivieron a plenitud, ya con una alineación modificada con la inclusión de Alex Eisenring y Carlos Vivanco (más Robledo y Schmidt). En el lapso que va de 2012 a 2107, entregan Méliès, Decibel en vivo, Insecto mecánico, Secuencias genéticas y Tomando el te con Alicia y el sombrerero loco, una obra que, dice Patterson, editor de la revista Eurock: “exhibe los ejemplos más acabados de la música experimental actual que he escuchado en años recientes. Combinan electrónica de vanguardia y aventurados arreglos de música de cámara, con las clásicas, salvajes e imaginativas exploraciones instrumentales de sus impulsos estilísticos primarios llevados más allá. Técnicamente y en términos de la maestría de la arquitectura sonora, arreglos instrumentales y habilidades de ejecución, la banda parece estar en el punto más alto de su musicalidad […] Cada grabación despliega derivaciones únicas del sonido original de la banda y, como en su primer elepé, son virtualmente indescriptibles. Hay, en algún sentido, una continuación del mismo impulso cultural mexicano en la música de estos discos; sin embargo, cada trabajo, como el primero, exhibe un fiero espíritu experimental en términos de fusionar las ya mencionadas tendencias musicales primarias en formas distintas”.
Si bien no conozco a Patterson personalmente, su juicio no es exagerado. Hay detrás de él, como argumento, años de escucha de algunos de los discos más fascinantes e interesantes en lo que a vanguardia se refiere, cientos de entrevistas (algunas de ellas recopiladas en Eurock. Music & Second Culture Post Millennium, 2013) y programas de radio: toda una vida respalda los comentarios precedentes. Y está además, esa quinteta de álbumes que, efectivamente, muestran a una banda en el pico de su creatividad.
Decibel es un basamento importante cuando de progresivo y tendencias afines se habla en México y El poeta del ruido es uno de los trabajos fundamentales del rock de este país (“El álbum va más allá de cualquiera de los discos de RIO de esa época, porque constantemente desafía las expectativas en cuanto a forma e instrumentación”, escribió Kevin Harris en el portal Dusted Magazine), pero lejos de vivir de sus viejas glorias —que a la hora de hacer la cuenta no aportan demasiado a las arcas o al ego— están allí, como siempre, con la mirada puesta en el futuro; al mismo tiempo, atisban el horizonte a la caza de nuevos sonidos, hurgan en los baúles por aquellos discos que anteriormente los inspiraron, pero en ellos cuatro existe una necesidad imperiosa por crear de la nada.
Dossier 1997-2007 no debe verse como el cerrojo de una trayectoria; al contrario, estos diez discos son una puesta a punto de parte de la historia, porque Decibel iniciará esta nueva década seguramente con material fresco e inédito, otras grabaciones recientes para comenzar de nuevo, como siempre. Porque en este país hay áreas del rock en las cuales siempre hay que comenzar de nuevo, sin importar lo hecho con anterioridad.
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