En el artículo Neoliberales y también “anarquistas” me referí al anarquismo (Godwin, Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Malatesta), un histórico movimiento ligado a las luchas del proletariado, que ante el capitalismo de “libre competencia”, levantado sobre la brutal explotación de las burguesías a los trabajadores, se destacó como radical anti capitalista. Los anarquistas rechazaron la existencia del Estado y atacaron todo tipo de poder que impidiera la libertad humana. Confiaron en la convivencia social basada en la igualdad, solo posible si se superaba el capitalismo. Y a partir de esas ideas centrales, se desarrollaron varias corrientes anarquistas, además de que se difundieron ampliamente entre países europeos, los EE.UU. y en América Latina. También me referí al “libertarismo”, una ideología económica que ha tomado auge en el siglo XXI, tomando como base el pensamiento de Friedrich von Hayek (1899-1992) y otros (Rothbard, Hoppe, Von Mises).
Quienes se identifican como libertarios, libertarianos, anarcocapitalistas, paleolibertarios, propietaristas, neoliberales-anarquistas o neoanarco-individualistas, están en las antípodas del anarquismo histórico. En esencia, son neoliberales de la extrema derecha, que defienden al capitalismo. En América Latina cuestionan a los neoliberales que hegemonizaron durante las dos décadas finales del siglo XX por no haber sido consecuentes en aplicar el ideal del mercado libre, la reducción radical del Estado, que incluso tiene que desaparecer, la abolición de impuestos y la promoción de las libertades absolutas del individuo emprendedor. Todos son anti socialistas y anticomunistas. Se oponen a cualquier redistribución de la riqueza. Defienden la propiedad privada y, además, la privatización de todos los bienes y servicios públicos, que incluyen la seguridad social, medicina, educación e incluso la justicia y hasta la defensa y seguridad públicas, que deberían pasar a manos de empresas privadas que los provean. Su líder ideológico, el economista y político argentino Javier Milei, desenfadado apologista de la moderna religión económica, va aún más lejos, porque considera como parte de la libertad individual la venta de órganos humanos, que “es un mercado más”.
Los libertarios han logrado una extensa red de “think tanks”. Pertenecen a Atlas Network (AN) más de 500 “tanques de pensamiento” en un centenar de países. Reciben apoyo financiero de grandes empresas, millonarios e incluso de fondos de la National Endowment for Democracy, financiada por el Departamento de Estado y USAID. Varias organizaciones y partidos están integrados a la Red Liberal de América Latina (RELIAL), con al menos cuatro “tanques de pensamiento” en Ecuador. En las páginas web de estas instituciones se encuentran los nombres de directivos y miembros, así como los objetivos que promueven y que se resumen en sueños neoliberales, empresariales y pro-capitalistas. En la organización “Ecuador Libre” consta como presidente del directorio Guillermo Lasso, actual Presidente del Ecuador y entre sus miembros se encuentran una serie de personajes que han integrado el equipo de su gobierno o que son activos propagandistas del mismo.
En la práctica, los libertarios impulsan una “guerra permanente” a favor de las “fuerzas de la libertad individual y la propiedad privada”. Tienen políticos de vanguardia, al mismo tiempo que grandes empresarios, jóvenes emprendedores, líderes e intelectuales conservadores, asumen la misión de copar medios, redes y otros espacios, para liquidar cualquier influencia del pensamiento de izquierdas. El lenguaje violento de Milei refleja ese mesianismo. El “Movimiento Brasil Libre” jugó un papel central para el juicio político y la destitución de Dilma Rousseff (2011-2016). En América Latina, los libertarios estuvieron junto a Mauricio Macri (Argentina), Sebastián Piñera (Chile) y con directa participación en el gobierno de Jair Bolsonaro (2019-2023) así como actualmente en el de Guillermo Lasso en Ecuador.
La experiencia en Brasil ha sido desastrosa, con el incremento de la pobreza, el desempleo, el subempleo, la mayor concentración de la riqueza, el privilegio para las elites empresariales, la destrucción de la amazonia, la represión a los movimientos sociales, el crecimiento de posiciones evangélicas, racistas y clasistas e incluso la apología de la dictadura violadora de derechos humanos que se instaló en el país en 1964. Ni siquiera han tenido éxito las mediciones del "Índice de libertad económica" (ILE) que se utiliza para advertir el progreso en la desregulación tributaria y la formación de empresas. El Ecuador de Guillermo Lasso está dejando una experiencia parecida, ya iniciada por su antecesor Lenín Moreno (2017-2021), quien hizo el “trabajo sucio” de la “descorreización” a través del lawfare. Las tesis de Lasso fueron derrotadas en las elecciones y referéndum constitucional del 5 de febrero (2023), afronta un proceso de juicio político que es el primero en la historia de la democracia contemporánea del país y que podría concluir en su destitución; tiene la más baja calificación a su gestión (según “Perfiles de Opinión”, Informe/marzo 2023: 52.17% “mala”, 33.29 “muy mala”), y su apoyo se reduce a un fragmento de las elites del poder, ahora divididas por la posición del Partido Social Cristiano (PSC), que ha roto con su antiguo aliado. Además de las diferencias de las dos derechas en la orientación de las acciones del Estado y de los negocios privados, no es aventurado considerar que también hay cierta diferenciación “ideológica” entre los neoliberales tradicionales del PSC y los libertarios “lassistas”.
El “achicamiento” del Estado en Brasil volvió imparable el crecimiento de la delincuencia. Para tratar de afrontarlo, Bolsonaro decretó el libre porte de armas. También Ecuador experimenta hoy la desesperante e impotente explosión de la inseguridad ciudadana, con una inexplicable “paralización” de los aparatos del Estado. Para que la misma sociedad se defienda, Lasso también decretó la libre tenencia de armas. Cabe preguntar ¿se trata de una política premeditada bajo la orientación “libertaria” de forzar la privatización de la seguridad ciudadana a favor de empresas? La experiencia del Brasil de Bolsonaro se transformó en el avance de las “milicias”, como en Río de Janeiro, con grupos paramilitares que ofrecían protección a familias y barrios ante la delincuencia, lo que derivó en nuevas formas de extorsión. En el gigante país, solo el triunfo de Inácio Lula da Silva (2023) ha posibilitado el cambio de rumbo que la sociedad clamaba.
De otra parte, no existe un solo Estado en el mundo que practique la religión económica pregonada por los libertarios del siglo XXI. En Europa y Canadá tendría que desmontarse la economía social de mercado, en la cual el Estado y los impuestos son vitales. Pero, además, los propios EE.UU. tendrían que dejar su poderoso Estado. En América Latina, contradiciendo a los libertarios, la historia económica y social demuestra, a cada paso, que el mercado “libre” es una entelequia. En la región ha sido imposible el desarrollo económico guiado por políticas exclusivamente encaminadas a obtener mercados libres, absoluta libertad de empresa y ausencia de la acción estatal para beneficio social, tesis que nunca han fortalecido la democracia, sino la oligarquía.
Quienes se identifican como libertarios, libertarianos, anarcocapitalistas, paleolibertarios, propietaristas, neoliberales-anarquistas o neoanarco-individualistas, están en las antípodas del anarquismo histórico. En esencia, son neoliberales de la extrema derecha, que defienden al capitalismo. En América Latina cuestionan a los neoliberales que hegemonizaron durante las dos décadas finales del siglo XX por no haber sido consecuentes en aplicar el ideal del mercado libre, la reducción radical del Estado, que incluso tiene que desaparecer, la abolición de impuestos y la promoción de las libertades absolutas del individuo emprendedor. Todos se oponen a cualquier redistribución de la riqueza. Defienden la propiedad privada y, además, la privatización de todos los bienes y servicios públicos, que incluyen la seguridad social, medicina, educación e incluso la justicia y hasta la defensa y seguridad públicas, que deberían pasar a manos de empresas privadas que los provean. Su líder ideológico, el economista y político argentino Javier Milei, desenfadado apologista de la moderna religión económica, va aún más lejos, porque considera como parte de la libertad individual la venta de órganos humanos, que "es un mercado más".
Por Juan J. Paz y Miño Cepeda
liberalismo para ellos es manos libres para robar y joder al pueblo con oligopolios,carteles y demas cosas contra el supuesto libre mercado...liberalismo era otra cosa
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