La creación musical de hoy también fue escrita en cuestión de semanas — entre septiembre y octubre de 1842— durante aquel «año de la música de cámara» de Schumann.
Como ya es obvio a estas alturas, me encanta la música de cámara cuando carece de afectación y parece un diálogo: esa música que crea un clima conversacional entre voces musicales autónomas.
Aquí tenemos otro ejemplo diabólico. Aunque ya existían los quintetos para piano, solían escribirse para teclado, violín, viola, violonchelo y contrabajo. Schumann decide combinar el piano con el cuarteto de cuerda tradicional (dos violines, viola y violonchelo), un conjunto que estaba adquiriendo un creciente prestigio cultural e incluso impresionaba cuando se oía en salas de conciertos y no en pequeños salones privados.
Esto dice mucho, me parece a mí, de las intuitivas dotes comunicativas de Schumann, que previó lo que podían hacer juntas estas dos fuerzas tan potentes. En sus manos, el quinteto para piano se convierte en un género por derecho propio que traza una línea entre lo público y lo privado. Y consigue establecer un equilibrio entre las atrevidas propuestas sinfónicas y las texturas intimistas al estilo de la música de cámara.
Schumann dedicó esta obra a su mujer, Clara. Fue ella, una de las mejores pianistas de entonces, quien tocó la parte del piano, demoníacamente difícil,en la primera ejecución de la obra en público, que tuvo lugar el año siguiente.
Clemency Burton-Hill
Comentarios
Publicar un comentario