Debe de ser algo tremendo que a un compositor le soliciten una obra «absolutamente extraordinaria» —¡sin presiones!—, pero es lo que el director de música y organista Stephen Layton quería como «testimonio» de la histórica iglesia del Temple de Londres y eso es lo que tuvo.
Tavener respondió al encargo con una obra maestra de 850 páginas y ocho horas de duración sobre «la ascensión cósmica de Cristo» y que tituló The Veil of the Temple, «El velo del Temple».
Hombre de fe profunda, el compositor concibió la partitura como un «viaje hacia Dios» y como una referencia a una tradición que habría sido la norma en el año mil, el oficio de vísperas, cuya finalidad era conciliar a los fieles conforme se congregaban para celebrar un acto de devoción colectiva entre el anochecer y el alba. El estreno se celebró en 2003. La velada empezó a las diez de la noche y a las seis de la mañana el público salió a la calle bañada ya por el deslumbrante sol de julio. Efectivamente, debió de ser extraordinario.
Tavener consideraba The Veil of the Temple «la hazaña suprema» de su vida y la «obra más importante» que había compuesto. Hacia la mitad de la obra puso en música unos versos del poeta ruso decimonónico Mijaíl Lérmontov, un contemporáneo de Pushkin muy influido por lord Byron. Crean ustedes en lo que crean, incluso si no creen en nada, este sublime interludio representa una pausa; un reinicio; un momento de gran solemnidad y belleza.
Mother of God, here I stand now praying, Madre de Dios, heme aquí rezando
before this icon of your radiant brightness… ante tu radiante imagen…
Clemency Burton-Hill
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