Hoy más cosas de Fanny Mendelssohn, que falleció este día y cuya desaparición, según se dice, precipitó la de Felix, su traumatizado hermano menor, que murió unos meses más tarde. (Imaginen lo que habrían producido estos hermanos superdotados si hubieran vivido un par de decenios más.)
Entre el medio millar corto de obras que compuso Fanny, más de cien fueron para su instrumento favorito, el piano. (Felix, dicho sea en su honor, fue el primero en reconocer que su hermana era mejor pianista que él.) Fanny tenía un talento especial para la melodía y para reproducir estados de ánimo. Esta encantadora pieza contiene menos armonías enérgicas y menos suspensiones que el cuarteto para cuerdas que oímos en febrero, pero se escucha con gusto.
Cuando oigo su graciosa ejecución y sigo sus fluidas líneas emocionales, no puedo dejar de imaginarme a Fanny tal vez sentada ante el teclado, pensando en que su hermano está de gira por Europa, conociendo a la realeza, entrando en contacto con otros grandes compositores, oyendo toda la música que puede y empapándose de ella para aprovecharla con el ojo puesto en sus propias composiciones, mientras ella se ve obligada a quedarse en casa, con la única esperanza de casarse.
Oigo a una joven brillante que vierte su curiosidad, su inteligencia y su comprensión en una música realmente sobresaliente, pero que quedará olvidada y será subvalorada durante casi ciento cincuenta años y que todavía lucha por ser oída.
Clemency Burton-Hill
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