Salir, el viento arriba, cualquier mañana de estas
al día trepidante, izando la paciencia,
insistiendo en los sueños que no se dan y huyen
locamente delante de nuestra suerte perra;
salir, ya mal herido por los informativos
y con el diario en llamas por la chispa de América
-corriendo hacia lo de uno urgentemente solo-,
es un fulero asunto, una ronca vergüenza
escondida en el fondo del manso portafolios,
esa tonta mochila del peatón sin tregua.
Yo peatón, me digo con el pecho golpeado
por las humillaciones sucesivas del día,
digo que yo me digo: hay que hacer algo, viejo,
antes que venga el cáncer y te deje en la vía;
hay que hacer algo pronto y aquí, sin ir más lejos,
hacer, no se qué cornos, empezar la podrida,
porque yo ya no llego ni con la lengua afuera
si no empiezo esta cosa de enderezar la vida,
¡aquí y ahora mismo!, digo, sin dar más vueltas,
asumiendo la bronca feroz de cada día.
¿Qué hacer? ¿qué hacer, hermano, debajo de la lluvia?
¿Debajo del cemento, donde un perro agoniza?
¿Debajo del gobierno, inerme y ciudadano,
yugando bajo el peso de sus grandes mentiras?
¿Qué hacer? ¿Qué hacer, hermano, lacerado de afiches
donde la coca-cola se mata de la risa?
Hay que encontrar la forma de dárselas con todo
porque a mí no me arreglan ya con otra aspirina;
pero, ¿qué hacer, hermano, debajo de la lluvia
como un desopilante inspector de cornisas?
Yo peatón, culpable de ser la muchedumbre,
yo mismísima culpa, no compro más tranvías!
Digo no. No y a muerte. ¡No redondo y en seco!
Y para todo el viaje digo un no cañonazo!
Un no en la plena jeta del mercader de Patria!
No, hasta que yo no tenga las treinta y tres de mano!
¿Se da cuenta, compadre? Era simple la cosa.
Como dicen los bolches: la libertad se ejerce.
Ya tengo la precisa. Digo no, simplemente,
y se les viene abajo toda la estantería.
Pruebe, compadre, empiece por los no más pequeños,
no a la pequeña burla que casi ni se siente,
diga no a los legales prósperamente oscuros,
a las fotonovelas, al cantante epiléptico;
no al opio venenoso de la Tevé y la Radio.
Diga no. Es una bomba: y con la mecha ardiendo!
Dígalo en todas partes: en su casa, en la feria
en la calle, en los trenes, en la cancha, en el viento;
lléveselo al trabajo de modo bien visible
y lúzcalo orgulloso como un pañuelo nuevo,
después, vaya subiendo en grados subversivos
hasta el no más heroico y de cada momento:
no a las persecuciones, a la atroz carestía,
a los golpes de Estado y a los edictos rengos;
no a los yanquis en Cuba (o en cualquier otra parte), a la guerra asesina en Ucrania, por ejemplo,
a que humillen la sangre como en Palestina
sumando nuestra sangre a sumados ejércitos;
diga no sin tapujos allí donde le cuadre
hasta que se propague por el país entero,
un no como una casa, grande como una casa donde un día podamos alojar nuestros sueños
Pero si acaso siente por el aire un sonido
como de pueblo andando caudal en su torrente,
si fueran a buscarlo los compañeros río
para Jordán y limo de sus hondas vertientes,
empínese en la honra de la Patria que amamos
y salga a decir sí,. . . . sencillamente.
Armando Tejada Gómez - Texto adaptado a la triste realidad que nos convoca. En el texto original de Tejada Gómez figura Vietnam en lugar de Ucrania y Santo Domingo en lugar de Palestina. Lo que deja bien a las claras que siempre los depredadores fueron, son y, si los dejamos, serán los mismos...
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