La Mesa Beatle: Borges y el Squonk de Genesis. Un homenaje a las aventuras íntimas de los perdedores
Por Jorge Garacotche
Este bellísimo álbum fue grabado entre octubre y noviembre de 1975 en Londres. Aquí debuta como voz principal el baterista Phil Collins, como se dice en el fútbol: un tapado. Voy a referirme a una de las canciones que me impactó por haber leído su letra traducida, hablo de la potente “Squonk”, de Banks y Rutherford.
Uno de los dibujos que ilustra la artística tapa del disco muestra a un bichito llorando, ese es el “squonk”. |
Fue precisamente intentando cantar esta canción que Collins convenció al resto de sus compañeros que él podía ser el nuevo cantante del grupo. Probaron muchos candidatos pero nadie daba con la talla, solo intentaban imitar a Gabriel sin dar señales de poseer un estilo propio, en un momento en donde la banda buscaba un golpe de timón que los conduzca a nuevos mares. La salida de Peter convocaba a los fantasmas del final, le daba letra al periodismo prog que anticipaba un triste naufragio. Ese periodismo no imaginaba que se cocinaba a fuego lento, casi en silencio, uno de los mejores álbumes de la historia del rock progresivo mundial. Dijo Phil Collins por esos días: “»Escuchábamos nuevos cantantes todos los lunes. Pusimos avisos en los diarios y era increíble: nos mandaban cassettes con uno de nuestros discos en el fondo y su voz por encima». Y agrega el descomunal tecladista Tony Banks: «Estuvimos escuchando cuarenta o cincuenta de esos cassettes y terminamos viendo a unos doce tipos y fue más que suficiente, ninguno nos conformó».
Ahora quien habla es el delicado bajista Mike Rutherford: “Empezamos a sacar parte de «Dance On A Volcano» y «Squonk». Una vez que estuvimos ahí, ya no hubo nada más que decir, supimos que se venía un nuevo álbum».
Recuerdo que un tiempo después se presentó en Buenos Aires, como solista, Rick Wakeman, el afamado tecladista de Yes. En la revista Pelo le preguntaron que estaba escuchando y cómo veía al resto de la movida prog. El hombre de las capas respondió: “escucho muchas cosas, pero debo reconocer que me gusta mucho lo nuevo de Genesis, le pido disculpas a mi amigo Peter Gabriel, pero creo que el disco “A trick of the tail” es lo mejor que produjo la banda…
El squonk
Escuchaba el tema “Squonk”, con esa intro en donde entre la pedalera de bajo de Rutherford y la batería de Collins ponían en riesgo la vida del humilde parlante de mi tocadiscos, mientras leía un informe sobre una leyenda originaria de Pennsylvania firmada por un experto en esas lides, William T. Cox, autor de “Criaturas temibles de los bosques, del desierto y las montañas”. Allí se daba cuenta de la particular historia y sus misterios: “El rango del squonk es muy limitado. Pocas personas fuera de Pennsylvania han oído hablar de la peculiar bestia, que se dice que es muy común en los bosques de cicuta de este estado. El squonk es muy tímido de carácter y generalmente viaja cerca del crepúsculo o del amanecer. Dada su piel inadaptada, que está cubierta con verrugas y lunares, siempre está triste; de hecho se dice, por gente que están más capacitados para juzgar, que es la más morbosa de las bestias. Los cazadores que son buenos en seguir pistas son capaces de seguir a un squonk por sus lágrimas derramadas, porque el animal llora constantemente. Cuando está acorralado y la salida parece imposible, o cuando es sorprendido y asustado, puede incluso disolverse en lágrimas. Los cazadores del squonk tienen más éxito en noches de luna muy frías, cuando las lágrimas caen lentamente y al animal no le gusta salir; puede ser escuchado llorar debajo de las ramas de los oscuros árboles de cicuta. El señor J. P. Wentling, antes vivía en Pennsylvania y que se mudó a Minesota, tiene una experiencia frustrada con un squonk cerca de Monte Alto. Planeó una inteligente captura engañando a un squonk e induciéndolo a saltar dentro de un bolso, el cual llevaba a su casa, cuando de repente la carga se aligeró y las lágrimas cesaron. Wentling abrió el bolso y miró adentro. No había nada, excepto un charco de lágrimas”.
Otro detalle que genera curiosidad es que en la parte interna de la tapa del álbum uno lee la letra, pero al final hay una pequeña descripción de la historia y debajo figura una pregunta que incita: ¿verdadero o falso?.
La leyenda sostiene que la piel de la criatura está mal ajustada, cubierta de verrugas y otros defectos, estando por ello avergonzado de su apariencia, razón por la que se oculta y pasa gran parte del tiempo llorando. Ese comentario me detuvo y, hasta hoy, me mantiene atrapado. Quizá quien creó esta historia quiso pensar en los tímidos, aquellos que imaginan que su fealdad espanta, que algo de su cuerpo no les gusta y los empuja al llanto. De esa poética manera un solidario escritor estaría construyendo un ser que viniera a representar a la gente fea, de modo que el squonk sería su guía en los bosques del mundo. Sus adeptos probablemente no se disuelvan, porque nosotros los seguiremos viendo frente a nuestros ojos, pero no sabemos cómo serán sus noches, sus tardes melancólicas de domingos, momentos en los que darían todo por caminar por un parque de la mano de alguien que no acuse a su fealdad. Quizá cuando nos vamos deciden por fin disolverse, para luego volver a tomar forma y así darle continuidad a su eterna condena. Cuántas veces escuché a alguien, incluso mujeres que consideré de cierta belleza, relatar acerca de su fealdad, o, al menos, dar cuenta de una disconformidad en el reparto de cuerpos y estética.
Cada vez que escucho esta canción pienso en todas esas cosas, mientras miro a ese extraño bicho parado en la contratapa de aquel disco amarillo, soltando sus lágrimas, con su larga cola apenas por arriba del suelo, su manito izquierda apoyada sobre la pierna del cazador que mira el mundo de los sádicos. En un gesto traicionero y de mala leche el cazador puso como anzuelo a una squonk, un horrible gesto de ese salvaje que le da la espalda al amor. La letra expresa por allí: “Espejo, espejito en la pared, su corazón ya estaba roto antes de llegar a ti, no dejes caer sus lágrimas, el rastro que dejan es claro para que todos lo vean en la noche, en la noche…” Luego agrega unas palabras del cazador: “El saco en mi espalda, el sonido de sollozos en mi hombro, cuando de repente me detuve, abrí el saco, todo lo que tenía, un charco de burbujas y lágrimas, solo un charco de lágrimas, con todo, eres una raza moribunda, poniendo confianza en un mundo cruel, nunca tuviste las cosas que pensaste que deberías haber tenido, y no las obtendrás ahora…”.
Mientras tanto uno viaja por la canción, que también tiene una excelente versión en vivo publicada en el álbum “Second out”, de 1977, en un concierto grabado en París, donde la banda nos vuelve a relatar la fantástica historia de una mítica criatura que al ser capturada se disuelve en un charco de lágrimas, algo que tantos seres envidian.
Leí por ahí que algunos piensan que ciertos pasajes instrumentales de esta canción le rinden un homenaje a Led Zepellin, y aprovecho para decir que siento lo mismo. Ese arreglo se escucha antes de cada estribillo y en la salida al volver a la Parte A. Incluso el mismo Collins lo reconoció, tiene que ver con partes que rememoran cosas de “Starway to heaven” y el tremendo “Kashmir”, dos temas que creo que todos quienes componemos canciones nos anotamos en la lista de choreos sanos.
Para los que gustan de descubrir extraños giros de la armonía les recomiendo parar la oreja al final de “Squonk”, donde luego de trabajar sobre una tonalidad, sacan de la galera un truco y saltan hacia otra, lanzando una inesperada e extraordinaria combinación de acordes. Tampoco puedo olvidar los afamados fills de batería de un Collins que imprimió su marca en esos rellenos bañados de poder que dan tanto peso específico a cualquier canción.
En este álbum hay un detalle que siempre me encantó y traté de imitar, hablando de choreos, el arte de tapa realizado por el consagrado grupo Hypnosis. Tanto en la tapa como en la contratapa se ven dibujos que aluden a las canciones contenidas, es más, al abrir la tapa vemos todas las letras y junto a ellas aparecen esos dibujos, en otro tamaño, claro, lo cual refuerza el relato con el apoyo del dibujo, algo tan hermoso como creativo.
Por ese entonces Genesis tenía un equipo de lujo que la rompía en todas las canchas:
- Tony Banks: Órgano, sintetizador, piano, guitarra de 12 cuerdas, melotrón, coros.
- Phil Collins: Percusión, batería, voz solista, coros.
- Steve Hackett: Guitarra eléctrica y acústica, guitarra de 12 cuerdas.
- Mike Rutherford: Bajo, pedalera de bajo, guitarra de 12 cuerdas.
Mi amigo Daniel Flanagan, del barrio de Saavedra, me prestó este vinilo ni bien se publicó en Argentina, así lo escuché por primera vez, fue un sábado a la tarde, el lunes por la mañana fui a comprarlo y hasta hoy lo disfruto, es más, mi hija Malena tiene una remera con la tapa de este discazo y anda por ahí mostrándola con orgullo genesiano.
“A trick of the tail” es un disco que, como tantos, me enseñó muchas cosas: la importancia de la melodía ante todo (la gran herencia beatle), poder generar curiosidad alrededor de un relato fantástico, el enorme aporte de la guitarra acústica puesta en el momento justo, acompañar la canción también con arpegios, no solo responsabilizar al rasgueo en esa tarea porque muchas veces no alcanza a expresar el clima que necesitamos crear y la clave es dar vueltas con todas esas cosas por arriba de una letra que cuente algo sentido, poético, que rememore, o al menos lo intente, hacer un homenaje a ciertas aventuras íntimas de los perdedores.
Jorge Garacotche
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