Aquí, la triste historia de cómo la locura y la irracionalidad más delirante gobierna el mundo. Ya no son esos loquitos lindos que en los setentas expresaban sus vuelos desde su música. Estos son locos feos cuyos delirios son pesadillas que nos conducen al peor de los mundos. "El Fondo Monetario presentó un documento sobre estabilidad financiera en el que advierte que aumentan los riesgos a una salida masiva de capitales desde países emergentes. En relación con la Argentina, sostiene que esa situación puede provocar un shock" dice una nota de hoy. Recordemos que cuando los mercados de capitales le cortaron el chorro del financiamiento externo a principios de año, el gobierno del Flancito Macri terminó acudiendo al FMI como prestamista de última instancia, argumentando que de ese modo evitaría tener que hacer un ajuste brutal sobre el gasto público; ajuste que ya se estaba ejecutando desde fines del 2017 cuando lanzó la reforma previsional. Al anunciarse el acuerdo con el FMI los funcionarios amarillos salieron a decir que ahora el Fondo era distinto, porque tenía sensibilidad social y no exigía ajustes brutales. Cualquiera que se haya tomado el trabajo de repasar los antecedentes mundiales, regionales y nacionales de acuerdos similares, sabía que estaba mintiendo, y el primer stand by firmado por el gobierno de Macri no fue la excepción. El acuerdo fue anunciado con bombos y platillos y tardó menos de tres meses en fracasar, porque sus metas de inflación y crecimiento de la economía fueron destrozadas por la corrida cambiaria. Y ahora resulta que el propio FMI, advierten que de aplicarse sus recomendaciones la caída de la economía será mayor que la que previeron. Esta irracionalidad de un mundo desquiciado es como si te mataran y luego el asesino se escandalice de lo que tarda en llegar la ambulancia.
Descubren lo que era obvio (y encima te lo dicen con cara de sorprendidos): políticas de ajuste y contracción del gasto público deprimen uno de los motores de la economía por el lado de la demanda agregada, y terminan comprometiendo las metas de equilibrio fiscal o reducción del déficit, porque cae la recaudación. Claro que la solución que proponen para ese problema que sus consejos (coincidentes con la visión macroeconómica del gobierno) crearon es siempre la misma: reducir más aun el gasto público, espiralizando así un círculo vicioso de perro que se muerde su propia cola.
Por si alguna duda quedara que el proyecto de presupuesto que discute el Congreso es un mamarracho que no refleja en absoluto la realidad económica del país, es ahora el propio FMI el que lo está diciendo, y pidiendo que lo corrijan porque según sus propios cálculos sobre la caída de la economía, habría que hacer un ajuste adicional de 60.000 millones de pesos más al ya previsto en el documento: una hermosa manera de facilitarle al gobierno y a la "oposición responsable" la aprobación de la norma.
Lo curioso es que los mismos economistas del Fondo dicen que la única manera de evitar ese nuevo torniquete sobre el ajuste es que dólar se dispare, y en consecuencia con él la inflación, porque eso mejoraría las cuentas del Estado por el lado de ciertos ingresos sin necesidad de incrementar el ajuste. Lo que no dicen es que siempre están hablando del superávit primario (es decir, antes del pago de los intereses de la deuda), porque otra corrida cambiaria empeoraría notablemente el ya abultado déficit financiero, al exigir un mayor esfuerzo fiscal para poder hacer frente a los pagos de la deuda, y alejar el gantasma del default. O sea, nos ponen a elegir entre el ajuste por un lado, y la devaluación con inflación alta y peligro de híper, por el otro: que no se diga que no nos dejan opciones.
Aquí, la triste historia de cómo la locura y la irracionalidad más delirante gobierna el mundo. Ya no son esos loquitos lindos que en los setentas expresaban sus vuelos desde su música. Estos son locos feos cuyos delirios son pesadillas que nos conducen al peor de los mundos.
El Fondo Monetario Internacional advierte que las economías emergentes están expuestas a una estampida de capitales de similar magnitud a la experimentada durante la última crisis financiera global. A diferencia de aquel episodio donde el impacto financiero en Argentina fue limitado, en esta oportunidad el país forma parte del pelotón más vulnerable. El Informe sobre la Estabilidad Financiera Mundial presentado ayer en Bali, Indonesia, sostiene que Argentina no está en condiciones de enfrentar una crisis externa. “Frente a la desafiante situación externa, contar con amortiguadores adecuados para hacer frente a potenciales situaciones de escasez de divisas se convierte en una situación crítica”, enfatiza el documento. Luego considera que el país exhibe “un extenso stock de pasivos externos que los exponen a los desajustes cambiarios y riesgos para renovar sus vencimientos de deuda”. También afirma que Argentina “tiene bajos amortiguadores de reservas que hacen más difícil absorber shocks externos”. Ninguno de los instrumentos sugeridos en el reporte del FMI para hacer frente a las persistentes presiones externas está vinculado a la administración del mercado cambiario y financiero.Nota original
Descubren lo que era obvio (y encima te lo dicen con cara de sorprendidos): políticas de ajuste y contracción del gasto público deprimen uno de los motores de la economía por el lado de la demanda agregada, y terminan comprometiendo las metas de equilibrio fiscal o reducción del déficit, porque cae la recaudación. Claro que la solución que proponen para ese problema que sus consejos (coincidentes con la visión macroeconómica del gobierno) crearon es siempre la misma: reducir más aun el gasto público, espiralizando así un círculo vicioso de perro que se muerde su propia cola.
Por si alguna duda quedara que el proyecto de presupuesto que discute el Congreso es un mamarracho que no refleja en absoluto la realidad económica del país, es ahora el propio FMI el que lo está diciendo, y pidiendo que lo corrijan porque según sus propios cálculos sobre la caída de la economía, habría que hacer un ajuste adicional de 60.000 millones de pesos más al ya previsto en el documento: una hermosa manera de facilitarle al gobierno y a la "oposición responsable" la aprobación de la norma.
Lo curioso es que los mismos economistas del Fondo dicen que la única manera de evitar ese nuevo torniquete sobre el ajuste es que dólar se dispare, y en consecuencia con él la inflación, porque eso mejoraría las cuentas del Estado por el lado de ciertos ingresos sin necesidad de incrementar el ajuste. Lo que no dicen es que siempre están hablando del superávit primario (es decir, antes del pago de los intereses de la deuda), porque otra corrida cambiaria empeoraría notablemente el ya abultado déficit financiero, al exigir un mayor esfuerzo fiscal para poder hacer frente a los pagos de la deuda, y alejar el gantasma del default. O sea, nos ponen a elegir entre el ajuste por un lado, y la devaluación con inflación alta y peligro de híper, por el otro: que no se diga que no nos dejan opciones.
Aquí, la triste historia de cómo la locura y la irracionalidad más delirante gobierna el mundo. Ya no son esos loquitos lindos que en los setentas expresaban sus vuelos desde su música. Estos son locos feos cuyos delirios son pesadillas que nos conducen al peor de los mundos.
Así las cosas, el presupuesto que el gobierno insiste en aprobar sin modificarle una coma, no tiene más valor que el papel en el que está escrito, porque nadie en su sano juicio puede sostener que, en éste contexto, su aprobación sea necesaria para “dar una señal a los inversores”(financieros, se entiende, los otros no vinieron ni vendrán, a un país para el que se pronostica recesión por dos años largos más, mínimo); que están calentando motores para volver a poner los pies en polvorosa, sin que haya LELIQ’s que los detengan: tras una breve suba, las reservas volvieron a caer en las últimas rondas del mercado cambiario.Nota original
En todo caso, su aprobación podría servir para dar la idea de que aun existe un barniz de gobierno o Macri controla en parte el desarrollo del proceso político, luego de haber delegado la conducción de la economía en el FMI, para poder echarle la culpa de todos sus desaguisados. O a lo sumo, para colar alguna que otra trapisonda, como el intento de conseguir una habilitación legal del Congreso para un nuevo megacanje de la deuda.
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