Imaginemos a Cosima Wagner, la mujer de Richard (e hija de Liszt), acostada en la cama la mañana de Navidad de 1870. Poco a poco despierta a los sones de esta música absolutamente celestial, que suena como si ella misma despertara y que flota suavemente hacia ella.
La tocaba un pequeño grupo de músicos locales en la escalera de la villa que el matrimonio tenía en Tribschen, Suiza. Parece que la intención de Wagner era ofrecérsela a Cosima como regalo de cumpleaños —había nacido este día— y para conmemorar el nacimiento de su hijo Sigfried («Fidi»), que había venido al mundo el año anterior. La pareja se había casado en agosto. Lo cierto es que Wagner llenó la partitura con las referencias musicales más tiernas y su título oficial es Idilio en Tribschen con gorjeos de Fidi y un sol naranja, como regalo sinfónico de cumpleaños. Entregado a su Cosima por su Richard.
«Cuando desperté —escribió Cosima en su diario—, percibí un sonido que fue creciendo en densidad y volumen; imposible creer que estaba soñando; era música lo que sonaba, ¡y qué música! Cuando terminó, Richard entró en el dormitorio con los niños y me regaló la partitura de aquel poema sinfónico de cumpleaños. Yo estaba deshecha en lágrimas, y lo mismo el resto de la casa. Richard había colocado la orquesta en la escalera y de ese modo nuestro Tribschen quedó bendito para siempre.»
Era música íntima y Wagner quería que siguiera siendo una pieza para ellos solos, pero por motivos económicos se vio obligado —para desilusión de Cosima— a venderla a un editor. Seis años después, Wagner aprovechó algunos temas de la pieza y los introdujo en su ópera Sigfrido.
Clemency Burton-Hill
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