John Tavener, a quien conocimos en mayo, ocupa un lugar especial en la música británica. Hombre de espiritualidad profunda y callada generosidad, su música ha dado consuelo y una especie de refugio sónico a millones de oyentes, desde su Protecting Veil, nominado al Mercury Prize, hasta su Song for Athene, que se oyó en 1997, en el funeral de Diana de Gales, mientras el cortejo salía de la Abadía de Westminster.
En su música, naturalmente, hay mucho más que este aparente permiso para retirarnos unos minutos del mundo moderno, pero para el público mayoritario esa estética es la que hace que sea tan apreciado. Puede que lo que más se valore sea la música cristalina que puso a «El cordero» de William Blake, que Tavener basó en siete notas nada más.
Tiempo después, el compositor contó que una tarde de 1982 en que estaba inspirado por el cielo escribió la melodía para su sobrino Simon, que tenía tres años a la sazón. Reflexionando sobre el hecho de que la pieza había embelesado a gente de todo el planeta, Tavener atribuyó el mérito al poema de Blake: «La visión infantil de Blake —dijo— quizás explique la gran popularidad de The Lamb en un mundo sediento de esta preciosa y sagrada dimensión en casi todos los aspectos de la vida».
¿Y no es verdad?
Gave thee such a tender voice, ¿Y te ha dado una voz tan tierna
Making all the vales rejoice! que alboroza todos los valles?
Little Lamb who made thee ¿Quién te ha creado, Cordero?
Dost thou know who made thee. ¿Sabes quién te creó?
Clemency Burton-Hill
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