Hija ilegítima de madre mestiza y padre blanco, Chiquinha Gonzaga tuvo que superar grandes dificultades para ser una de las más grandes pioneras musicales de Brasil. Enfrentándose a su familia y al marido con el que la habían obligado a casarse, se labró una impresionante profesión independiente como pianista y compositora; enloquecía al público en sus giras por Alemania, Bélgica, España, Portugal, Italia, Francia, Inglaterra y Escocia; y llegó a ser la primera directora de orquesta de la historia de su país. Además fue una ferviente sufragista, hizo campaña contra la esclavitud y contribuyó a fundar una sociedad recaudadora de los derechos de autor de los intérpretes. En 1934, un año antes de morir, seguía escribiendo óperas.
En 1895 había conseguido uno de sus mayores éxitos, con la música ambiental de una opereta, Zizinha maxixe, de la que procede esta corta jaca. Es una versión muy animada del tradicional tango brasileño, el maxixe o machicha, que apareció en Río en 1860-1870 y que mezcla elementos de danzas afrobrasileñas como el lundú con bailes europeos como la polka: su compatriota Heitor Villa-Lobos (7 de septiembre, 17 de noviembre), que nació cuarenta años después, haría algo parecido.
Corta jaca significa literalmente «corta el guanábano» y me han dicho que es una expresión con segundas, tal vez muy a propósito para una mujer rabiosamente independiente que huyó de varios maridos y compañeros sentimentales y acabó enamorándose de un hombre treinta y seis años menor que ella. (Fiel hasta el final, estuvo con ella cuando murió, a los ochenta y ocho años.)
Clemency Burton-Hill
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