Bruselas
Tamaulipas no es un enclave destacado para el rock progresivo (aunque en el rubro experimental, La Función de Repulsa representa una excepción). No obstante, a principios de este 2020 el trío tamaulipeco Bruselas lanzó su primera placa, un álbum inscrito en una vena de corte semi sinfónico, apegada a una tradición ya más cercana al cierre del siglo pasado, en el que las vigorosas influencias del metal se advierten; aunque aquí son eso: una influencia más.
Originalmente, el trío (Ulysses Flores, voz, teclados; Daniel Navarro, batería, guitarra acústica, percusiones; Sergio Ruiz, guitarras, bajo y coros) se hizo llamar Weekend Warriors, porque los fines de semana eran el único momento en el cual sus integrantes podían dedicarse cien por ciento a la música; sin embargo, pronunciarlo era difícil, por lo que tomaron la decisión de buscar “un nombre menos complicado y que en su contenido reflejara balance y armonía, así que al pensar en el monumento que fue construido para la expo de 1958 en Bruselas, denominado ‘Atomium’, el cual a la vista es una manifestación artística y de modernidad, encontramos los elementos necesarios para nuestra identidad: el nombre Bruselas, por ser sede de dicho monumento y el monumento ‘Atomium’ como imagen de identidad del grupo”.
El trío comenzó a trabajar en 2017 y ahora presenta Reloj de arena (Weekend Warriors Records), su primera producción, una colección de energéticos cortes en los que ocasionalmente aparece algo del viejo Genesis, aunque Rush funciona mejor como referente. “Escepticismo” es una balada en la que la guitarra hace el aporte de rock y con algo de jazz en su parte media. El tema que da título a la obra habla de la insignificancia del ser humano, no sólo ante la inmensidad del mundo sino del universo entero, mediante una analogía de éste con un grano de arena dentro del reloj.
El vigor aparece en cortes como “Toque de queda”, con un bello pasaje de piano que no niega su ascendencia clásica y también cierta grandilocuencia, clasicismo que se hace presente nuevamente en la breve “Espíritu guía”, en la cual también tenemos algo de folk. “Reflejos” es una composición apegada totalmente a lo progresivo.
A Bruselas aún le hace falta depurar su sonido, hacer a un lado influencias y fantasmas, pero ya ha dado un paso y este tema es una muestra de esa búsqueda, aunque el más personal es “Percepción”, composición dinámica, con enjundiosos arranques, paradas y despliegues instrumentales virtuosos sin llegar al onanismo, si bien su cierre es un tanto desvaído.
Day-O
Multi instrumentista, compositor y productor, Eduardo Dyer comenzó a estudiar piano a temprana edad y si bien en un periodo de su formación estuvo bajo la tutela de Juan José Calatayud, se considera autodidacta.
Además de tocar en Los Cuates de la Chamba con el Sr. González, Fratta o Tonana, ha aportado arreglos y composiciones y una de éstas (“Nothing Yet”) la puso a circular en 2002, cuando nació formalmente Day-O (la dupla conformada por Dyer y el británico Andrew Blake), al ser incluido en el acoplado Capicúa Beat (Discos Antídoto). Al año siguiente, el mismo sello lanzó el EP 00-00-00.
Day-O solía presentarse en Tepoztlán (su lugar de residencia), pero cuando Blake regresó a su país, las presentaciones se hicieron muy esporádicas, por lo que Dyer avanzó en solitario y se puso a componer los temas que ahora lanza bajo el nombre de Invisibles.
Un tono introspectivo y menos electrónico (éste surge en “El ombligo de la luna” y es totalmente old school, cercano a Tangerine Dream, aunque con algunas inflexiones de synth pop) aparece en el álbum. Completamente instrumental, en el mismo encontramos los sonidos del blues (“La tlacuacha nocturno blues”, el piano en “Llueve”), el jazz y el rock progresivo.
Si bien Dyer es un tecladista –al menos es el rol que generalmente ha desempeñado–, aquí lo oímos ejecutar otros instrumentos (la guitarra en “Llueve” es digna de llamar la atención). En “Niebla”, ese piano está a medio camino entre lo clásico y el jazz y sus notas efectivamente se mueven con la lentitud de la niebla y será a la mitad del track cuando otros instrumentos (entre ellos una trompeta y otro teclado) se agreguen para dar variedad a la composición, aunque sin romper el ensalmo. “Solitud (saudade)” también tiene ese tono introspectivo, pero desplegado mediante la guitarra.
La veta de la fusión es visitada en “Room of Mush”, “Llueve” y “Corredores de viento”; “Mujer serpiente” nos entrega ligeros destellos de reggae, western (guiños a Ennio Morricone) y para cerrar, Day-O despliega un poco de funk.
Invisibles es un disco para cualquier momento y luego de escucharlo uno se pregunta dónde estaría Eduardo Dyer si fuera más prolijo.
Egoless Musician Clan
La necesidad del anonimato no es una novedad en la música, aunque siempre resulta confuso entenderlo, especialmente cuando el ego, precisamente, forma una parte sustancial de ello. Varios músicos que se asumen como “sanadores energéticos” se han unido “sin mayor pretensión que conservar el poder curativo de la música que es dictada por seres luminosos desde otras dimensiones” y con el nombre de Egoless Musician Clan, lanzaron recientemente el álbum First Manifest, música instrumental en su mayor parte tranquila y por instantes generadora de imágenes en la que encontramos sutiles guiños a la música de otras latitudes (“Butterfly Man”), un poco de fusión (“Panspermia”), algo de folclor (“The Arrival”, “The World Spy”, un corte en el cual los alientos y ¿un banjo? generan una agradable sensación de desplazamiento y en el que además aparecen samplers y una vibrante guitarra).
First Manifest es una película sonora a la cual uno añade las imágenes y en la que la miríada de emociones es constante. Hay paisajes (“Miscegenation”) cuya placidez resulta grandiosa. De hecho, el trabajo va por ese viaje interior, cálido, íntimo, pero nunca pusilánime. Esa introspección, ese viaje profundo al interior de uno mismo, es más acentuado en “Origin”, tema apacible que nos lleva a preguntarnos efectivamente por un principio universal, por el comienzo de un todo.
No obstante su tono reposado, la de First Manifest no es una música confortable, porque las composiciones continuamente interpelan al escucha y cuando sienten que pueden perderte, por aquí y por allá se cuela ese solo que es como una sacudida, una vibración sísmica (“Cosmic Dust”) o un emotivo llamado (“Alkahest”).
Egoless Musician Clan surgió de la siguiente experiencia: “Durante una ceremonia de ayahuasca, tuve el privilegio de recibir un mensaje; al tomar ayahuasca es posible entrar en un estado de hipersensibilidad e hiperconciencia que te permite percibir seres que habitan en otras dimensiones, si la ayahuasca así lo decide. Durante esa ceremonia, un ser interdimensional me explicó que era necesario crear arte que no estuviera contaminado por el ego, que hiciera música sin mayor pretensión que conservar el poder curativo de la música y compartirla. Ese encuentro culminó con una pregunta que realizó este ser interdimensional; la pregunta fue: ¿recuerdas lo que eras antes de convertirte en humano? Aquel encuentro fue extraordinariamente mágico para mí y la misión estaba clarísima. Con el transcurso del tiempo, entendí que yo era el ‘vehículo’ para darle forma a esa música, pero que en realidad esos seres me la estaban dictando. Es por esa razón que decidí publicar esta música de forma anónima (con la ayuda de complicés igualmente desconocidos). No me interesa decir que yo la hice, simplemente quiero compartirla y que tome el rumbo que tenga que tomar”.
El objetivo de First Manifest se manifiesta en el corte final. Hemos atravesado por un viaje de ensueño y es hora de despertar con “The Awakening (Close Your Eyes While Listening)”, composición con una introducción tribal que parece cuestionarnos si luego de esta travesía efectivamente ha habido un cambio.
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