Este año hemos conocido a unos cuantos compositores que trataban de expresar su herencia con la música. Nacido en Londres de padre sierraleonés y madre inglesa, Samuel Coleridge-Taylor (del que Edward Elgar dijo en cierta ocasión que era «con mucho el más inteligente» de los compositores de la nueva generación) se situó con firmeza en esta tradición. A propósito de la obra que hemos seleccionado señaló: «Lo que hizo Brahms con la música popular húngara, Dvořàk con la bohemia y Grieg con la noruega he querido hacerlo yo con estas melodías negras».
Aunque Coleridge-Taylor (llamado así en homenaje al poeta inglés Samuel Taylor Coleridge) nunca estuvo en África, se sentía fascinado por los ritmos y melodías del continente de su padre. Entre sus obras destacan sus Variaciones sinfónicas sobre un aire africano, una Suite África y una ópera en colaboración con el poeta afroamericano Paul Laurence Dunbar. También trabajó con espirituales: la obra por la que es más conocido, Hiawatha’s Wedding Feast, contiene en la obertura la famosa canción «Nobody Knows the Trouble I’ve Seen».
Dado que es uno de los pocos compositores clásicos de color que han conseguido algún reconocimiento (una situación que, lamentablemente, continúa en la actualidad), Coleridge-Taylor fue un símbolo para los panafricanistas de principios del siglo XX. En Estados Unidos fue recibido como un héroe; el presidente Theodore Roosevelt lo invitó a la Casa Blanca; y trabó amistad con el educador y activista por los derechos civiles Booker T. Washington. En Inglaterra, a pesar del apoyo que recibió por parte de destacados compositores, la situación no era la misma. Apodado «Coaley» («Carboncillo») desde pequeño, de adulto siguió siendo víctima de agresiones raciales.
Clemency Burton-Hill
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