Hijo de una costurera y del dueño de una tienda de porcelanas, Claude Debussy fue uno de los grandes innovadores musicales de su época. Un oyente, después de oír música suya en 1916, escribió a un amigo: «No conozco nada más delicioso: me pareció que oía música por primera vez». Esto es un elogio y lo demás son cuentos.
Debussy recibió la influencia de compositores como Borodín (27 de febrero) y Wagner (6 de febrero, 13 de abril, 10 de junio, 24 de diciembre), pero creó un estilo característicamente suyo, lleno de armonías nuevas que se desvanecen, formas que se disuelven, melodías que se cuelan, se deslizan y no se quedan quietas, todo pintado por un pincel lleno de colores.
Su música se suele describir como «impresionista» porque tenía las mismas preocupaciones que pintores como Claude Monet y Edgar Degas: evocar estados de ánimo y emociones mediante el arte, en vez de representar cosas exactas. Debussy, sin embargo, detestaba que se aplicase a la música el término «impresionismo» y condenaba su uso, calificándolo de «imbécil». (Juguemos limpio: dada su versatilidad, se diría que ponerle etiquetas es un acto restrictivo.)
Además de obras para piano, piezas orquestales, música de cámara y alguna ópera, Debussy escribió ochenta y siete canciones a lo largo de su vida. La primera data de cuando era adolescente y estudiaba en el Conservatorio de París, entre cuyos profesores estaba César Franck (18 de junio, 8 de noviembre).
Últimamente había quedado fascinado por la voz (y tal vez otras cosas) de una dotada soprano aficionada que se llamaba Marie- Blanche Vasnier, que le inspiró una serie de canciones, entre ellas la presente, que transcurre bajo la luz rosa y oro del sol poniente en un atardecer particularmente hermoso.
Clemency Burton-Hill
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