16 de febrero
Cuarteto para piano en mi
bemol mayor, op. 47 III: Andante cantabile
Robert Schumann (1810-1856)
Quiero
contarles algo curioso. A principios de junio de 1842, Robert Schumann (marido
de Clara) no tenía en su haber más
música
de cámara
que un temprano cuarteto pergeñado cuando aún
no había
cumplido veinte años.
A
finales de 1842 —el llamado «año
de la música
de cámara
de Robert Schumann»—
había
creado, en un plazo de seis meses, tres cuartetos para cuerdas, un quinteto
para piano (13 de mayo) y este espléndido
cuarteto para piano. ¿Cómo fue
posible? ¿Tomó algo mágico?
Fuera cual fuese la causa de su inspiración y lo que lo
capacitó
para crear tantas obras en tan poco tiempo, yo, personalmente, le doy las gracias
porque estas piezas figuran entre mis compañías musicales
más
íntimas.
Schumann —que sufría devastadores períodos de depresión, que quiso quitarse la vida, que acabó internado en un manicomio y que falleció a los cuarenta y seis años— es un compositor eminentemente autobiográfico: pone su corazón y su alma en su música, y nos introduce en aspectos íntimos y reveladores de su personalidad de un modo muy llamativo porque en público era muy reservado y tímido.
Los
primeros meses de 1842 habían sido duros para él
y Clara: fueron de gira, estuvieron bajo mucha tensión
y Robert escribe en su diario que se siente «muy mal […] siempre con angustia y melancolía».
En consecuencia, creo que escribir una música como
esta es un acto de grandísima generosidad creativa; y de fe.
Aquí
tenemos a Schumann confiando al papel su angustia privada, escribiendo lo que
tiene en la cabeza, para salvarse él, sí,
pero para salvarnos también a nosotros por el solo hecho de que la
escuchamos, la procesamos, la sentimos y la amamos. Si tienen tiempo, dediquen los
próximos
siete minutos y medio a escuchar este movimiento, solo a escucharlo.
Clemency Burton-Hill
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